El 'procés' en extinción
La Diada se ha convertido en un espectáculo que provoca cansancio e indiferencia entre la mayoría de la población catalana. Harta del delirio independentista ubicado lejos de la realidad de Cataluña y de sus actuales problemas
El separatismo cae por su propio pie. Ya ha pasado una década desde que se iniciara el llamado procés en el que todo valía para conseguir la independencia del territorio catalán -incluso un referéndum inconstitucional-, y hoy, cinco años después de aquello, el propio movimiento exhibe su fractura y sus peores datos.
El separatismo se encuentra dividido y así lo ha mostrado la clásica manifestación de la Diada, que ha cosechado la cifra más baja de asistencia de la última década y ha confirmado el divorcio público entre ERC y la ANC, entidad soberanista clave desde el inicio del movimiento en 2012. Mientras, desde JuntsxCat, también enfrentados, amagan con romper el Gobierno catalán. Los mismos que luchan por la separación de un territorio, terminan separados entre ellos por sus mismas ideologías, irónico cuando menos.
Lejos han quedado las históricas marchas que superaban el millón de asistentes en años como 2018, 2017 o 2014 que lograban colapsar la Ciudad Condal, pero para algunos medios catalanes adeptos al régimen el fracaso del independentismo nunca será real.
El sectarismo sin límites de los nacionalistas ha quedado en evidencia a través de la lucha interna que mantienen, en la que son recibidos como “traidores” por sus propios ‘colegas’ por la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez, entre otras cuestiones. Los republicanos toman de su propia medicina y recogen ahora la cultura del odio sembrada durante tanto tiempo en la región, la diferencia es que esta vez el «enemigo» se encuentra entre sus filas.
El separatismo se desmorona porque el engaño se ha convertido en altamente visible. El hasta ahora relato comprado por una parte de la población catalana ha perdido fuerza y credibilidad. Un fracaso que ellos mismos han cocinado con su nefasta gestión de la institución que dirigen, un desgobierno cegado por el sectarismo con medidas tan surrealistas como el veto al castellano: la lengua de la nación y la cuarta más hablada del mundo.
Así, el día de la Fiesta Nacional de Cataluña se ha convertido en un espectáculo que provoca cansancio e indiferencia entre la mayoría de la población catalana. Harta del delirio independentista ubicado lejos de la realidad de Cataluña y de sus actuales problemas: el auge de la inseguridad y la delincuencia, la fuga de empresas, la imposición de medidas ideológicas y una región que pretenden llevar a la deriva.