Jiménez Savurido: «Estudiar es un continuo y en España se sigue considerando una meta»
La abogada y presidenta de FIDE, el think-tank jurídico-económico líder en España, habla con David Mejía sobre formación y el compromiso social de la sociedad civil
Cristina Jiménez Savurido es fundadora y presidenta de Fide, la Fundación para la Investigación sobre el Derecho y la Empresa. Magistrada por el turno de oposición libre, ha ejercido como Juez de Primera Instancia e Instrucción y como Magistrada en la jurisdicción civil y penal hasta su excedencia en 1999. Hoy ejerce de Administradora Concursal. Es socia fundadora del Centro de Estudios Superiores Jurídico Empresariales, del que ha sido directora, y ha sido vicepresidenta del Instituto de Estudios Concursales y Vocal del Consejo de Defensa del Contribuyente.
P. ¿Cómo descubres tu vocación por el derecho?
R. Tengo la sensación de haber descubierto el derecho por casualidad. Cuando terminé COU no sabía muy bien qué estudiar y me decanté por Derecho. Pero analizándolo con un poco más de detenimiento, siempre he sido una persona muy combativa; por ejemplo, ya en el colegio participé en la redacción de un reglamento de los derechos de los alumnos. Siempre estaba pendiente de esas cosas.
P. Siempre has sido litigante.
R. Sí, desde aquella época del colegio, cuando me he encontrado ante alguna situación injusta, tanto individual como colectivamente, siempre he destacado por dar un paso adelante e intentar hacer algo. Pero lo cierto es que el derecho, como categoría o conocimiento, no lo descubrí hasta que empecé a estudiar la carrera.
P. Y en la carrera, ¿hubo alguna rama del Derecho que te despertara más interés?
R. Para mi fueron más importantes algunos profesores que las propias asignaturas. Tuve un profesor magnífico de derecho penal, Enrique Bacigalupo, con el que discutíamos los casos prácticos en un diálogo abierto. Y aunque después no me he dedicado al derecho penal, despertó en mí algo muy importante que es el debate, la importancia de escuchar diferentes opiniones. Luego tuve otra profesora, María Emilia Casas, que me enseñó derecho laboral, otra área del derecho a la que no me he dedicado nunca, pero sigo manteniendo relación con ella, me transmitió una pasión por el conocimiento que realmente me influyó mucho. Y tuve un profesor de Filosofía del Derecho que siempre ponía al límite todos los argumentos; recuerdo que teníamos que examinarnos del libro Los derechos en serio de Ronald Dworkin, y nos planteó dos posibilidades, examinarse del libro por escrito y obtener una nota máxima de cinco; o debatir con él sobre el libro para sacar una nota superior. Fue un reto muy interesante. Entonces, como decía, fueron más los profesores los que me resultaron tremendamente estimulantes y me parecía que tenían una forma de abordar el estudio que para mí ha sido muy útil después.
P. ¿Qué te lleva a querer convertirte en juez?
R. Cuando termino la carrera, un amigo me recomendó estudiar una oposición del Estado para asentar todos los conocimientos adquiridos en esos años. Me pareció una buena decisión, y busqué una oposición que si la aprobaba me gustara el trabajo que iba a ejercer. La oposición de juez me pareció una buena opción. Entonces me lo tomé en serio y decidí darme un tiempo de preparación, y a los dos años y tres meses, aprobé y fui juez durante unos años.
P. Aquí hay dos grandes campos que me gustaría explorar. Uno es el de los estudios universitarios y otro es el del acceso a las altas oposiciones del Estado. Empezando por la universidad, te has dedicado mucho a la formación y quería preguntarte en qué ha cambiado la universidad o en qué no ha cambiado y debería cambiar. Entiendo que hace años un licenciado raso en Derecho era un atractivo en el mercado laboral, ¿eso sigue siendo así? Si no es así, ¿qué debería hacer un estudiante de Derecho para destacar si quiere ejercer la abogacía?
R. Creo que la universidad española debería cambiar profundamente. En España parece que el itinerario habitual es terminar los estudios escolares, aprobar la selectividad, hacer una carrera y empezar a trabajar. Parece que el final de la carrera es llegar a la meta, cuando eso es el principio de la vida, el principio de la profesión. Primero, no pasa nada por tomarse un tiempo para pensar a qué se quiere dedicar la vida, porque puede hacerse muy larga si haces una cosa que no te gusta o para la que no estás preparado. Y me sorprende que hoy los universitarios sigan teniendo los mismos defectos en la orientación universitaria que tenía yo cuando empecé la carrera. Me sorprende porque es realmente decisivo; los años de estudio en la universidad son años de esfuerzo y de conocimiento, son los pilares sobre los que después se construye el futuro. En segundo lugar, no pasa nada por fracasar. No pasa nada por empezar una carrera y después decidir cambiar a otra. Se deberían establecer unos estudios que permitieran cambiar de campo, que lo que se estudie al principio sirva para abrir la mente. Y en este sentido no se está haciendo absolutamente nada. Y en tercer lugar, los estudios universitarios deberían ser más cortos; en general nos cuesta mucho adquirir conocimientos si no sabemos para qué vamos a utilizarlos. Yo he recomendado a todos mis hijos que estudien carreras cortas, por supuesto de ciencias, y que empiecen a trabajar, porque después pueden seguir estudiando. Estudiar es un continuo y en España se sigue considerando como una meta.
P. ¿Por qué dices «por supuesto, carreras de ciencias»?
R. Creo que las carreras de ciencias te forman la mente. Te permiten tener un método de pensamiento y de análisis, y dan una capacidad mayor para adquirir conocimientos. Y una vez que tienes esos pilares establecidos, puedes meter lo que quieras en esa estructura, puedes estudiar derecho, filosofía… puedes estudiar otras cosas. Las ciencias te amueblan muy bien la cabeza. Uno no sabe qué va a hacer a lo largo de la vida, y creo que siempre es mejor ir de más a menos. Si estudias ciencias hasta segundo de bachillerato, después podrás estudiar la carrera que quieras, porque estarás con toda tu energía al máximo. Parece que lo intelectual no lo comprendemos igual que lo físico, pero es lo mismo que preparar el cuerpo para practicar cualquier deporte. Puedes entrenar toda tu musculatura y tu capacidad y después decidir qué deporte practicas. Y en lo intelectual es exactamente igual.
«La función pública no está captando a los mejores»
P. ¿Crees también que las oposiciones de acceso a la función pública deben ser revisadas?
R. Si miramos los datos, es evidente que el sistema es susceptible de mejora, porque no estamos captando a los mejores. Además, es el sistema de preparación más caro que hay en el mercado: después de estudiar una carrera, estás entre dos y ocho años preparando la oposición, lo que conlleva el coste de oportunidad de no trabajar y estar además pagando un preparador, viviendo en casa de los padres o en una residencia universitaria, etc. Es una inversión familiar muy alta. Entonces, ¿cómo es posible que el sistema más caro de preparación no traiga a la Administración a los mejores? Por otro lado, en la Administración no se trata bien a los profesionales, no se les estimula ni se les valora. No tengo claro cuál puede ser el mejor sistema, pero cuando sabemos que una cosa no funciona, lo primero que hay que hacer es analizar por qué no funciona. Una parte importante y buena de la oposición es que te hace estudiar mucho y te amuebla muy bien la cabeza. Uno adquiere conocimientos profundos y extensos sobre materias jurídicas, económicas, culturales o históricas. Ese cuerpo de conocimiento es muy importante, pero aun así son muchos años para emplearlos sólo en adquisición de conocimientos, tendríamos que ser capaces de prepararlos mejor para la vida profesional que se van a encontrar después. Por ejemplo, para aprobar la oposición de Judicatura, te tienes que examinar de 300 o 400 temas jurídicos. Y sin embargo, cuando apruebas la oposición te ponen al frente de una oficina judicial con un grupo de funcionarios que tienes que manejar, con un conjunto de relaciones personales que tienes que tener con los abogados, con otros compañeros, con el Consejo General del Poder Judicial. Todas esas carencias sociales, por decirlo de alguna manera, se acentúan durante la preparación de las oposiciones, porque estás durante cinco años encerrado frente a un libro. Después de muchos años estudiando apruebas y sales a la vida real. Y adquieres un poder brutal en el que tomas decisiones que afectan a muchas personas. Es un impacto enorme que tendría que trabajarse.
P. En la actualidad la ratio de mujeres en la judicatura es superior a la de hombres, ¿cómo era cuando tú aprobaste?
R. Cuando yo aprobé la oposición, en el año 89, éramos una ratio de 50-50 en mi grupo de opositores. Pero claro, en el escalafón de la judicatura ya había unas 4500 personas, por tanto, la ratio de mujeres era muy pequeña. Hoy la ratio, sí, es superior, consecuencia de que han transcurrido varios años y ha habido oposiciones muy amplias. Pero esa ratio que ha mejorado no llega todavía a los órganos superiores.
P. Sin embargo, esa representatividad de las mujeres no se ha reproducido en los grandes despachos de abogados. ¿Esto es por las dificultades para la conciliación?
R. Creo que esa es la razón fundamental. Ejercer como abogado es una profesión maravillosa, pero es compleja, sobre todo en los grandes despachos. Son trabajos bien remunerados y reconocidos pero muy exigentes. Y creo que hay una etapa en la vida de las mujeres en la que tienen muchos frentes, porque por mucho que haya conciliación familiar con los hombres, por mucho que haya equiparación en el desempeño de las funciones familiares, la que está embarazada es la mujer. Son nueve meses en los que hay personas que pasan el embarazo con más gloria que pena, pero hay gente que lo pasa con mucha pena, gente que tiene muchas dificultades y esos primeros años son muy complicados. Entonces, compatibilizar ese periodo con un trabajo en un despacho de abogados muy exigente, sin horarios, creo que es algo que hay que empezar a mirar.
P. Hace unos semanas leíamos que había habido una inspección de trabajo en las Big Four para controlar algo que también sucede en los despachos de abogados: el exceso de horas trabajadas. ¿Es este el camino para que las grandes consultoras o los grandes despachos cumplan la legislación laboral y faciliten la conciliación?
R. No estoy segura. Por un lado, pienso que si existe tanta competencia por entrar a trabajar en esas empresas y en esos grandes despachos, malo no será. Por supuesto, hay que cumplir la legislación laboral, pero no sé si ese debe ser el objetivo fundamental de protección. El Estado tiene muchos ámbitos de actuación y de garantía de los derechos, y no se han cubierto ya todos los campos de protección para otros trabajadores como para estar velando por los intereses de estos trabajadores. No creo que precisamente los trabajadores de las empresas y de los despachos más favorecidos sean los que necesiten protección. Entonces tendríamos que reflexionar sobre si el objetivo es proteger a los trabajadores o si hay otros objetivos -también legítimos y lícitos, como puede ser un tema de tributación.
P. Aceptando que la Inspección de Trabajo seguro tiene tareas más urgentes, desde el punto de vista de la mujer, ¿es este exceso de horas lo que dificulta su ascenso? porque normalmente son ellas quienes asumen mayor responsabilidad en la crianza.
R. Vuelvo a decir lo mismo, el Estado tiene que garantizar ciertas condiciones, pero las abogadas de los grandes despachos que tienen puestos estupendos no necesitan a la Inspección de Trabajo. No comparto esta visión de que el Estado nos tiene que proteger porque somos débiles. Nosotras somos fuertes y capaces, y lo que queremos, tanto como mujeres como ciudadanos en general, es que se generen unas estructuras en la sociedad que permitan efectivamente aspirar a todos los puestos. Pero esto no significa que todos los ciudadanos tengan derecho a ser socio o socia de un despacho de abogados. Esto significa que hay diferentes entornos y diferentes posibilidades. Las mujeres que estudian Derecho pueden ejercer su profesión en muchísimos sitios. ¿Realmente tenemos que transformar toda la sociedad y tenemos que destruir unas estructuras que funcionan? No estoy segura. Otra cosa es que la diversidad, en su más amplio sentido, es buena para cualquier organización, incluidos los despachos de abogados.
P. ¿Qué entiendes por diversidad?
R. Creo en la diversidad en su más amplio sentido, hombres y mujeres de diferentes edades, de diferente nivel cultural y económico, personas que han nacido en este país y personas que han nacido fuera. Porque si queremos construir una sociedad en la que quepamos todos, tenemos que escuchar la opinión de todos. Tú y yo podemos construir aquí una solución para cualquier cosa, pero lo vamos a hacer a tu estilo y al mío, y si los dos procedemos de un tipo de familia parecido, con una educación similar, vamos a diseñar algo que nos servirá a nosotros pero no a los demás. Entonces tenemos que hacer algo que sirva para todos, construir una sociedad en la que todos nos sintamos felices y orgullosos de participar en ella, porque tenemos algo que aportar.
P. A largo de tu carrera has apostado porque juristas, científicos y humanistas trabajen juntos. Es decir, además de la diversidad identitaria, has buscado la diversidad intelectual. ¿Esto es lo que pretendías cuando fundaste FIDE?
R. Efectivamente, soy fundadora y presidenta de FIDE, que nace de una inquietud de muchos profesionales que he conocido a lo largo de mi vida y de proyectos que ya empecé cuando era magistrada de primera instancia en Madrid. Desde el inicio de mi carrera fui muy consciente de mis carencias en conocimientos de cómo funcionaban las empresas, los despachos de abogados, cómo llegaban los ciudadanos a determinados problemas. Y cuando conversas con otras personas, te das cuenta de que a todos nos pasa un poco lo mismo. Entonces, qué mejor forma de conocer otros ámbitos que juntarnos y compartir las diferentes formas de funcionar y proceder en diferentes ámbitos. Esto me llevó a crear grupos en los que hablábamos e intercambiábamos opiniones, y para mí fue muy enriquecedor. Puse en marcha una escuela de formación jurídica que después me compró una gran escuela de negocios, y después creé el Observatorio Justicia y Empresa, con Santos Pastor, profesor de análisis económico del derecho, gran profesional que desgraciadamente falleció hace unos años. Encontramos una pasión conjunta que era ver el efecto que tienen en la sociedad las normas y las resoluciones judiciales, y que ese impacto pudiera ser medido y conocido por legisladores y jueces. Y esto nos llevó a crear la Fundación FIDE. Yo ya tenía un círculo de relaciones en el ámbito de los despachos de abogados, de los reguladores, de los magistrados, y cuando empecé a hablar de crear un lugar de reunión entre los profesionales que trabajamos en la administración de justicia y las empresas, me empecé a encontrar con que era una idea a la que le había llegado su tiempo.
P. ¿Podrías darnos un ejemplo?
R. Por ejemplo, en el ámbito de la regulación energética, existe una gran distancia entre quienes legislan y quienes aplican después esa regulación, las empresas que lo cumplen o que lo sufren, y se trataba de crear grupos de trabajo y ver si se pueden hacer nuevas propuestas de regulación, ver dónde están las fricciones que se producen para que la economía funcione mejor. Y así fue surgiendo en muchas áreas, en telecomunicaciones, en temas de competencia, en temas fiscales, en temas laborales… FIDE fue catalizando todo ese talento y esa energía, y me siento muy orgullosa porque he encontrado una cantidad de profesionales generosos con su tiempo y sus conocimientos para volcarlos en la sociedad. Por otro lado, el derecho es una parte para resolver conflictos. Pero tienes que saber de tecnología, saber los avances científicos más importantes; saber también filosofía, porque nos enseña a pensar, historia aunque sea sólo para no estar condenado a repetirla. En FIDE tenemos la oportunidad de traer a un científico de primer orden de investigación sobre el ADN y eso nos obliga hoy a hacer una reflexión desde la perspectiva jurídica. Por ejemplo, en el ámbito de la gestación subrogada: en FIDE siempre queremos hablar con personas que son primeras fuentes y con criterio, aunque tengamos opiniones distintas. Y este tema nos plantea una serie de retos impresionantes, primero tienes que conocer qué es la gestación subrogada, y saber cómo se están haciendo los procesos de fecundación in vitro, etc. Y como juristas tenemos que ver si tenemos algo que aportar, si se tiene que cambiar la regulación. Por FIDE pasan más de 12.000 personas al año, profesionales de alto nivel, científicos, juristas, filósofos, historiadores, economistas, etc. Con eso se van cubriendo las grietas del conocimiento, lo que permite analizar mejor las realidades y opinar con mayor comprensión.
P. Esta colectivización del conocimiento parece requerir una buena dosis de altruismo por parte de estos especialistas.
R. En algunos casos sí, porque no era tan evidente que estos profesionales tuvieran tantas ganas de dar, y no todos son igual de altruistas. Pero lo que sí me ha sorprendido es la entrega con la que lo han hecho, que han dado mucho más de lo que les hemos pedido. Como dice José Antonio Marina, la felicidad son esos momentos en los que estás dando a otro, y en ese sentido también creo que ellos han encontrado en FIDE un lugar en el que cada acto que ellos hacen sirve para algo.
P. ¿Crees que las empresas punteras, y los altos ejecutivos que trabajan en ellas, tienen una responsabilidad social?
R. Absolutamente, creo que nobleza obliga. Las personas que hemos tenido la suerte de llegar a un sitio en el que podemos hacer cosas, tenemos una obligación de hacérselo más fácil a los que vienen detrás, sobre todo las personas más desfavorecidas. Estamos en una sociedad abierta, en la que efectivamente existe un ascensor vertical, y tenemos la obligación de favorecer un ecosistema en el que quien quiera llegue. Hace poco se publicaba un artículo que argumentaba que una vez has alcanzado un nivel económico, el nivel de felicidad no incrementa. Me encantaría que se lo leyeran a muchos, porque no hace falta ganar más dinero para ser más feliz, hace falta devolver más a la sociedad, hace falta encontrar ese lugar en el que puedes hacerlo. Es importante ponerse en marcha y ver dónde se puede aportar, como empresa y como individuo.
P. Llegamos al final con la pregunta habitual, ¿a quién te gustaría que invitáramos?
R. He pensado en varias personas de FIDE, y me ha costado elegir una. Pero te propongo a Manuel Desantes Real, una persona excepcional, hombre apasionado y apasionante. Es catedrático de Derecho Internacional Privado y ha participado en diferentes instituciones públicas y privadas en el ámbito internacional. Siendo esa faceta de jurista internacional muy importante, me gustaría destacar la función que está haciendo desde la sociedad civil. Él es un bibliófilo y ha creado en Alicante una biblioteca que se llama «La biblioteca de los Libros Felices». También colaboró en la creación de un Master de guitarra clásica hace diez años, y existen profesionales por todo el mundo que toca la guitarra clásica y que se reúnen de vez en cuando en Alicante. Es un hombre con un nivel cultural sobresaliente que crea estructuras y espacios para que todo eso llegue a la sociedad.