THE OBJECTIVE
El buzón secreto

Las espías que seducen a enemigos del Estado no pecan

El independentista afectado por la infiltración de una policía creía que era el amor de su vida

Las espías que seducen a enemigos del Estado no pecan

Cargas policiales contra manifestantes de los CDR. | Lorena Sopêna (Europa Press)

Qué difícil es salir de una relación cuando la persona a la que amas, a la que adoras, la que representa todo aquello por lo que quieres vivir, te deja de la noche a la mañana porque no le llenas o simplemente quiere seguir una ruta distinta en la vida en la que tú ya no estás. Si eso es duro, debe ser aún más tremendo descubrir que la relación se ha acabado porque desde el primer momento la otra persona no buscaba lo mismo que tú. No pensaba en una relación larga, en tener hijos, en compartir cada minuto. Ella solo quería estar contigo para aprovecharse de lo que tú podías darle y punto. Es aquello de que en las relaciones amorosas algunos lo prometen todo hasta acostarse con la otra persona y una vez conseguido se olvidan de todas sus promesas.

Hace unas semanas, Oscar C. -que alguien me explique la razón por la que no se ha difundido su apellido-, destacado miembro de los grupos radicales CDR catalanes, denunciaba compungido que llevaba tres años manteniendo una relación sentimental con una chica que había resultado ser una policía y le había utilizado para obtener información de su grupo independentista. Hacía menciones al motivo de la persecución policial –«Somos una amenaza para la unidad de España»-, pero el meollo de su relato tenía más que ver con «el corazón ‘partío’» de Alejandro Sanz.

Y es que una joven que decía llamarse María Perelló Amengual, morena, pelo largo, guapa, encantadora, entró un día en su vida tras haber establecido previamente relación con su hermana. Una estrategia brillante ejecutada por la policía María I.T., a la que un cazatalentos de la unidad de infiltración de la Policía captó tras sus dos años de estudios en la academia.

Oscar rememora con nostalgia la mirada que se cruzó con María durante la fiesta en que se conocieron en su casa, una mirada que él creía sincera, de flechazo amoroso. Es lo que más le dolió. Se siente traicionado porque una chica simuló una conexión con él, una atracción inexistente. Seguro que le prometió muchas cosas que no pensaba cumplir, pero así es la vida cuando estás en la selva y especialmente si te mueves en ambientes de conflicto. Oscar tiene razón cuando afirma que la Policía, el CNI y la Guardia Civil tienen como cometido proteger la Constitución y siempre van a hacer todo lo que esté en su mano para luchar contra los que quieren independizarse.

Es muy duro sentirte engañado, pero posiblemente sea mucho peor el papel de María: simular ser quien no eres durante tres años, tener que acostarte con alguien cuyas ideas te repugnan, repetir una y otra vez mentiras para obtener la información que te piden tus jefes, y vivir con la posibilidad de qué podrán hacerte los que espías si algún día descubren tu tapadera y los tuyos, los policías, no te sacan a tiempo. De los traumas psicológicos que marcan a los infiltrados para el resto de su vida nadie dice nada.

¿Una infiltrada comete pecado al seducir?

La aventura de María me ha recordado una historia de hace 13 años que entronca perfectamente en el aspecto sexual de la historia. Antes que ella, otro policía, Dani, también fue descubierto tras pasar varios años infiltrado en los mismo grupos independentistas catalanes y haber tenido relación con varias mujeres. Las afectadas le acusaron de abuso sexual, algo que Oscar no ha lanzado contra María.

En 2010, el rabino Ari Shvat, especializado en la ley judía y su aplicación moderna, concluyó que las agentes del Mossad, el servicio secreto israelí, que tengan que acostarse con el enemigo para sacar adelante una misión relacionada con la seguridad nacional, no cometen pecado. Eso sí, especificaba que el servicio debería elegir para el trabajo a una soltera por delante de una casada. 

La infiltración es tan antigua que 500 años antes del nacimiento de Cristo, Esther se convirtió en una de las concubinas del emperador persa Asuero, sin que supiera que era judía. Hizo tan bien su trabajo que se convirtió en su favorita, deviniendo en su reina. Gracias a esta infiltración evitó unos años después que el pueblo judío fuera masacrado.

Lo dicho: la infiltración es algo habitual y es más duro para el infiltrado que para el que sufre el engaño.

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