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España

Alfredo Urdaci replica a Lucía Etxebarria por su crítica a la prostitución: «Que vaya a un burdel»

Insta a la escritora a leer «más de tres paginas» de su libro ‘Palabra Puta’, e ir a «uno de los burdeles que he visitado»

Alfredo Urdaci replica a Lucía Etxebarria por su crítica a la prostitución: «Que vaya a un burdel»

Ilustración de Alejandra Svriz.

Debate sobre la prostitución entre dos figuras mediáticas y, a su modo, antagónicas. Un crossover entre un ínclito periodista que dirigió los informativos de TVE entre 2000 y 2004 y una escritora feminista. Alfredo Urdaci ha solicitado a THE OBJECTIVE dar su réplica al texto en el que Lucía Etxebarria critica su libro Palabra puta, que defiende que la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución en España lo hacen «en libertad».

La colaboradora de este medio publicó este lunes un artículo negando esta máxima, por cuanto «la prostitución se refiere a la venta clara y explícita de sexo por dinero. Una venta en la que a la persona que ofrece el sexo se la considera mercancía y por lo tanto está coaccionada y no se le permite salir de ese acuerdo si lo desea. Cuando esa persona se convierte en una mercancía, entonces hablamos de prostitución».

La escritora dice que la prostitución no es un intercambio libre, como defiende el periodista, y alega que en la cosmovisión de Urdaci ella sería una «puta»: «En su libro usted considera prostitutas a mujeres libres que de vez en cuando tienen un intercambio sexual con un hombre y que luego reciben dinero porque al hombre le ha apetecido dárselo, aunque hubiera podido no hacerlo. Según su concepción, señor Urdaci, yo soy una puta. Y me atrevería a decir que muchas de las mujeres que hayan tenido sexo con usted también lo serían. Porque estoy segura de que usted le habrá pagado una cena. o un viaje, o una pulsera bonita, en el pasado, a alguna de sus amantes o novias. Y seguro que actualmente le hace regalos a su mujer».

En la réplica proporcionada por el periodista, recién readmitido en RTVE 19 años después de su cese, distingue entre ambas realidades, ya que «en la prostitución no se regala después, se paga siempre por adelantado y de acuerdo a un pacto que establece precios y servicios, los habituales y los extras. Ahí tiene usted un buen criterio para distinguir unas cosas de las otras»: «El regalo es una condición sine qua non y nunca un capricho que dependa de la generosidad o miseria del amante».

El autor de Palabra Puta, fruto de conversaciones durante más de un año con decenas de trabajadoras sexuales, acusa a Etxebarria de que «no ha leído del libro ni tres páginas», y le insta a hacerlo: «Atrévase». También la anima a que «vaya a alguno de los múltiples burdeles que he visitado. Le abrirán las puertas y le aseguro que nadie va a confundir allí su oficio».

Respuesta íntegra

«Estimada señora Etxebarria.

He leído con interés la carta que me dirige en THE OBJECTIVE. Paso de largo por los primeros párrafos en los que, con evidente voluntad pedagógica, me quiere explicar cómo funciona el mundo editorial, como si fuera nuevo en estos pagos. Desliza en sus primeras frases algunas afirmaciones que no se compadecen con la realidad. Las mujeres, hombres y transexuales que prestan su voz en Palabra puta afirman su libertad para romper cualquier acuerdo de comercio sexual al que hayan llegado. Algunas incluso dan detalles de cuándo y cómo lo han roto.

Dispone usted también en el libro de múltiples testimonios que niegan esa vulnerabilidad económica que sirve como pretexto al abolicionismo para negar toda libertad a las mujeres (de los hombres en prostitución ni se molestan en ocuparse). Al leer los primeros párrafos le confieso que la he visto a usted como una maestra que da la lección con el puente de las gafas en la punta de su nariz.

En ningún párrafo o línea del libro se dice que se les obligue a pasar un tiempo determinado en los burdeles. Más bien se afirma que las mujeres que trabajan en el sexo se mueven por España, hacen ‘plaza’ sin que ningún empresario sepa dónde van. No hay nada en libro que le pueda inducir a pensar que yo la considero a usted una puta. Ignoro de dónde obtiene esa impresión. Incluso en el caso de que lo fuera, sabría distinguir su oficio de coima y el que ejerce como escritora por mucho que el segundo se beneficiara del primero en experiencias, por mucho que usted mojara su pluma en la tinta de los fluidos biológicos del coito.

Tampoco creo que sea relevante conocer los regalos que usted haya recibido de sus amantes por sus habilidades sexuales o persuasivas. Eso nos llevaría a discutir sobre la calidad de sus servicios, los de usted, y no es el caso. En la prostitución no se regala después, se paga siempre por adelantado y de acuerdo a un pacto que establece precios y servicios, los habituales y los extras. Ahí tiene usted un buen criterio para distinguir unas cosas de las otras. El regalo es una condición ‘sine qua non’ y nunca un capricho que dependa de la generosidad o miseria del amante.

Cita usted a su amiga María. Frente a ese caso, no se molesta en escuchar las decenas de testimonios que componente el libro. Dice usted que yo considero una puta a María. Se equivoca de forma radical. Ha tomado usted una línea del testimonio de una mujer para atribuirme a mí esa expresión. Qué inmenso error. En su lectura apresurada no se ha percatado usted de que se trata de un libro coral y que el escritor transcribe las voces que recoge, publicadas antes en el podcast Condenadas a la clandestinidad.

Me sorprende que alguien acostumbrado a andar entre libros necesite un manual de instrucciones para entender el esquema y formato de esta obra. Sospecho que no ha leído del libro ni tres páginas. Me confirma esa impresión el hecho de que no ponga en su largo artículo ningún entrecomillado, ninguna cita que avale sus afirmaciones.

Si termina la lectura, si hace una lectura completa, atenta, descubrirá que hay palabras, voces y testimonios, incluso alguna propuesta que sugiero que le van a resultar mucho más escandalosas. Atrévase. Lo aguardo con sumo interés.

En su viscoso paternalismo de matriarca me concede el beneficio de que me hayan mentido. No más que a usted su amiga María. Solo que yo puedo poner encima de la mesa conversaciones con más de cien personas. Me temo que su respuesta es solo una forma de negar la realidad. Claro que las mujeres que trabajan en el sexo pueden darse de alta como bailarinas o como escritoras. ¿Pero acaso podría consignar como gastos deducibles los inherentes a su actividad? ¿Verdad que no? Atrévase a conocer un poco más. Negar la realidad lleva al delirio o a sostener campaña de acoso y propuestas para ilegalizar y condenar a estas mujeres, leyes que solo traen más marginación y dolor. Vaya a alguno de los múltiples burdeles que he visitado. Le abrirán las puertas y le aseguro que nadie va a confundir allí su oficio».

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