Así retrata un libro a Kevin, el asesino de Borja Villacís: «Es hora de barrer la calle de moros»
Un educador del centro de menores en el que estuvo interno el detenido escribe sobre él en un capítulo llamado ‘De caza’
Si hay un adjetivo en el que todas las fuentes policiales coinciden a la hora definir a Kevin Pastor, presunto autor del tiroteo a Borja Villacís, es el de «violento». Este joven de 24 años, detenido el pasado miércoles por matar a tiros en la carretera de El Pardo (Madrid) al hermano de la exvicealcadesa, tiene un largo historial delictivo: agresiones casi mortales, peleas, robos, tráfico de drogas… Delitos, en su mayoría, conectados a su «razón de ser»: los movimientos de extrema derecha. Los inicios de Kevin en los círculos radicales neonazis se remontan a cuando era todavía menor de edad. Fue cuando comenzó a participar en actos y a protagonizar incidentes por los que incluso llegó a entrar en un centro de reforma de la Comunidad de Madrid.
De poco, no obstante, sirvió su ingreso allí, advierten fuentes policiales. Tras su salida, Kevin Pastor siguió en el camino de la delincuencia, incluso a gran escala, dando ‘vuelcos de droga’, por los que incluso estuvo en la prisión de Alcalá Meco. De hecho, en el momento en que perpetró el crimen, junto a su amigo, Ismael Idrissi, y su madre, María José Estopa, tenía en curso una orden de búsqueda y captura por narcotráfico. En la cárcel madrileña lo recuerdan por su conducta «especialmente agresiva», pero si hay un sitio donde dejó huella fue en el centro de reforma.
‘De caza’: el capítulo de Kevin
Vicente Manjón Guinea era uno de sus educadores y quedó tan perplejo por la conducta violenta de Kevin que años más tarde ha escrito un libro —Altas Miras (Círculo rojo)— sobre sus vivencias en el centro con menores que cumplían alguna medida judicial, especialmente con aquellos de tendencia neonazi. Uno de los capítulos —De Caza— fue escrito por el autor, según cuenta a este periódico, «pensando en la experiencia que vivió con Kevin Pastor». Su obra, dice, llega al fondo de «la problemática que existe en la actualidad con las bandas violentas juveniles». «Jóvenes que no tienen miras de futuro más que el de juntarse con estos grupos que les hacen creerse más fuertes y falsamente protegidos», reflexiona.
El autor rememora el día que Pastor entró al centro de menores como medida cautelar «tras haber agredido a una pareja homosexual en la plaza de Chueca, con múltiples fracturas en un brazo y costillas como consecuencia de reiterados golpes con puños americanos y bates de beisbol». Antes de ello, describe el perfil de un menor, afín a círculos neonazis, que se prepara en su habitación para «ir de cacería», es decir, en busca de bronca y de peleas. «Se termina de vestir mientras su sangre hierve gracias a una música ensordecedora y que inflama el alma con letras de odio y de rencor».
«Es el momento de empezar a barrer la ciudad de moros de mierda, de negros come plátanos, de indigentes borrachos. Es momento de alzar la bandera por España. De imponer un nuevo orden basado en una patria limpia y en un honor mancillado. Se ata las botas. Se coloca su camiseta negra, que anuncia el combate en letras con caracteres rúnicos y un ochenta y ocho a la espalda. Echa mano de su cazadora Bloomberg, y en sus bolsillos ocultos guarda celosamente su puño americano, un cúter y una porra extensible», escribe, inspirándose en el menor, Vicente Manjon.
Negacionista del holocausto
Han decidió reunirse en uno de los locales ocupados en San Sebastián de los Reyes, centro neurálgico de sus operaciones, para «beber y escuchar música desenfrenadamente coreando letras de grupos como Estirpe Imperial: ‘Ya estamos borrachos, lo empiezo a notar, y nuestro instinto agresivo comienza a aflorar, buscaremos pelea por toda la ciudad y cuando estemos cansados, volveremos al bar’». «Sí. Ha llegado el momento. Y esta vez les ha tocado a ellos, a los maricones, a los que se hacen llamar colectivo LGTBI…», relata el autor, recreando la agresión homófoba por la que Pastor fue ingresado en el centro.
Manjón daba clase de educación en valores a los menores en el centro y, sobre anécdotas con Kevin Pastor, recuerda especialmente una sesión en la que estaban viendo un documental de la BBC sobre el Holocausto. «Todos los chavales se quedaban muy impactados con las imágenes de los campos de concentración, pero él no sentía ninguna empatía, estaba convencido de que todo era mentira», rememoró el autor, en declaraciones a El País. Estaba, dijo, tan metido en los círculos de extrema derecha que incluso trataba de instruir a sus compañeros. «Siempre tomaba la figura de líder», apunta.
Ajuste de cuentas
Hoy, ese menor que cumplía una medida por haberte perpetrado una agresión, está investigado por un delito de sangre. La Policía Nacional mantiene el ajuste de cuentas por narcotráfico como la principal hipótesis en el asesinato de Borja Villacís. Principalmente por los vínculos que guardaba la mayoría de implicados con el tráfico de drogas. Los testigos con los que han hablado los investigadores, en cambio, mantienen que habían quedado para pegarse. Un extremo al que los agentes dan poco peso habida cuenta de cómo se produjo el encuentro y de la superioridad numérica del grupo en el que iba Villacís: seis personas y cuatro coches. «Habían quedado para arreglar un asunto de drogas o para dar un aviso al clan familiar, pero todo se torció», apuntan.