El CNI ya pilló a ERC cometiendo ilegalidades hace 20 años
Carod-Rovira negoció con la cúpula de ETA que no cometieran atentados en Cataluña
Entender el resquemor que en estos momentos procesan los republicanos catalanes de ERC al CNI se entiende mejor al descubrir que el servicio de inteligencia lleva muchos años controlando sus movimientos con la intención de evitar que cometan ilegalidades. Uno de los encontronazos más graves ocurrió hace ahora 20 años y tuvo como protagonista al más destacado líder del partido en ese momento, Josep Lluis Carod-Rovira.
El control del servicio de inteligencia sobre sus actividades se remonta a comienzos de los años noventa por la proximidad de sus tesis independentistas a las del grupo terrorista Terra Lliure. La vigilancia fue con frecuencia directa y personal en esa década, pero también indirecta cuando iba dirigida a ERC como partido y a otros de sus dirigentes.
Acostumbrado a la clandestinidad, Carod-Rovira adoptaba las máximas medidas de precaución para evitar el control de sus movimientos. No había notado problemas en el pasado y no tenía por qué haberlos precisamente en enero de 2004, cuando había alcanzado un pico importante en su carrera: era el conseller en cap del Gobierno de la Generalitat.
El 3 de ese mes, sábado, se desplazó a Perpiñán para mantener una reunión clandestina con dirigentes de la cúpula de ETA. Quizás no habría despertado sospechas en la División de Contraterrorismo del CNI si previamente no hubiera estado buscando de forma activa un acercamiento a dirigentes de Batasuna.
Reunión con la cúpula de ETA en Perpiñán
Durante el año 2003, mantuvo contactos con personas de la izquierda abertzale, que fueron descubiertos por agentes del CNI, lo que llevó a extremar el control de sus movimientos. Carod-Rovira pretendía reunirse con la cúpula de ETA para alcanzar un acuerdo que garantizara que la banda terrorista no perpetrara atentados en Cataluña.
En diciembre de ese año, con la discreción que caracteriza a los agentes operativos del CNI, siguieron al dirigente catalán hasta Perpiñán. Carod-Rovira creía que se iba a reunir con los responsables de ETA, pero se encontró con dos dirigentes de Batasuna, que acudieron a la cita en lugar de los terroristas prevenidos por si todo era una trampa. Ahí le explicaron que, si todo iba bien, los jefes de la banda se reunirán con él una vez que hubiera ocupado el puesto número dos en el Gobierno de la Generalitat.
Finalmente, investido como conseller en cap, el 3 de enero se reunió en Perpiñán con Mikel Albizu –Mikel Antza-, el jefe del aparato político de ETA, y el fugitivo José Antonio Urruticoetxea –Josu Ternera-. Hablaron de la no comisión de atentados en Cataluña, eso sí, a cambio de que ERC hiciera pública una declaración en la que abogara por el derecho de autodeterminación de los «pueblos del Estado».
Evitar detenciones
La reunión fue grabada por equipos sofisticados del CNI, que actuaron como notarios de la iniciativa del alto cargo de la Generalitat. Curiosamente, el servicio de inteligencia tuvo la posibilidad de alertar a la Policía francesa de la presencia de los dirigentes de ETA para que los hubieran detenido, pero no lo hicieron. Sin duda, porque habría sido un escándalo que también hubieran capturado a un alto cargo del Gobierno catalán.
Con la información en sus manos, transmitida con detalle por el CNI, el Gobierno de José María Aznar filtró la noticia al Abc. Las consecuencias políticas fueron tremendas. Carod-Rovira tuvo que abandonar su cargo y el pacto fue ampliamente criticado en toda España.
Como consecuencia de ello, ERC contrató servicios de seguridad privados para investigar en todas sus sedes si les habían colocado micrófonos y para garantizar que sus dirigentes no eran controlados. Guiados por la misma psicosis, otros partidos como CDC actuaron de igual forma. Todos tenían claro que la vida catalana estaba muy controlada por el CNI. Como así era.