Se inventan que 'El Lobo' participó en el asesinato de un etarra
Exmiembros de ETA y familiares intentan desprestigiar al infiltrado que les hizo más daño
A ver si puedo explicaros el lío en el que se han metido los exmiembros de ETA y sus círculos próximos en su intento de desprestigiar a Mikel Lejarza, El Lobo, el infiltrado que les dio el mayor golpe en toda su historia. Nunca han asimilado la derrota y eso que el año que viene se cumplirán 50 de su hazaña.
El 30 de julio de 1975, cuatro miembros de ETA circulaban en un Mini por el paseo de la Castellana de Madrid, en dirección a la plaza de Castilla, cuando fueron detectados por un despliegue de la Policía. Eran Josu Mujika, Kepa, Félix Egia, Papi, Mikel Lejarza, Gorka, y José María Lara, Txepe. Los tres primeros iban armados, y cuando oyeron las sirenas y vieron a lo lejos un coche policial con un uniformado con medio cuerpo fuera, asomando por la ventanilla, escrutando a los ocupantes de los vehículos con los que se cruzaba, reaccionaron con rapidez para escapar.
Detuvieron el Mini, abrieron las puertas y salieron corriendo. Primero juntos detrás de Lejarza, el encargado de los pisos clandestinos, para que los llevara a un lugar seguro. Pero cuando la presencia policial se hizo más que notable, cada uno se largó por un camino distinto. La conclusión fue que «Papi», que llevaba una metralleta y una pistola, cruzó disparos con sus enemigos y, una vez herido, detuvo la lucha para evitar la muerte. A Txepe lo hirieron, cejó en su resistencia y se dejó arrestar. Y «Kepa» se enfrentó a la Policía con su metralleta Marieta y terminó acribillado a balazos.
Mientras tanto, ajeno a todo, a mucha distancia de los terroristas de ETA, Lejarza intentaba salvar su propia vida huyendo de los tiros que le disparaba la Policía, desconocedora de que era un agente infiltrado de los servicios secretos. Para colmo, la situación extrema de alto riesgo por la que estaba atravesando El Lobo no preocupó lo más mínimo a sus jefes que llegaron a ver la parte favorable de si moría en esa refriega: «Si cae será otro etarra más muerto». Según conté ampliamente en mis libros «Yo confieso» y «Secretos de confesión», en su huida Lejarza se escondió en un piso cercano, donde secuestró a los dueños de la casa y esperó a que un agente del servicio secreto le extrajera sin que le detectaran los policías. Nadie le contó lo que les había pasado a los etarras porque le tuvieron aislado varios días en un piso. Lo descubrió cuando pudo buscar la información que publicaban los periódicos. Además, durante los años de su infiltración en la banda terrorista, Lejarza jamás usó un arma contra los terroristas.
«Delito de lesa humanidad»
Josu Mujika ha sido reconocido por el Gobierno vasco como víctima de vulneración de derechos humanos en un informe nacido de la llamada ley de abusos policiales. La comisión que valoró el caso señaló, según Efe, que «las versiones oficiales contradictorias (desde la inicial del suicidio, pasando por el ataque al corazón, hasta el enfrentamiento con intercambio de disparos) no pudieron dirimirse en una investigación que no fue independiente». Es evidente el derecho de la familia a conocer cómo murió su familiar.
En ese camino del conocimiento, esta semana nos hemos enterado de que el Observatorio de Derechos Humanos del País Vasco y la familia de Mujika han presentado una querella en un juzgado de Guipúzcoa por la posible comisión de un «delito de lesa humanidad». Y para decidir contra quién se querellan se apoyan en un dictamen del Gobierno vasco que consideraba «la participación al menos dos autores: Mikel Lejarza, agente infiltrado, miembro del Centro de Estudios Superiores Estratégicos de Defensa» —en realidad SECED, Servicio Central de Documentación, antecesor del CESID y CNI— y un policía.
Asesinado y asesino a la vez
Sorprende, y mucho, el lío que tienen montado en los ambientes herederos de la organización terrorista. Frente a la versión que acabo de narrar de personas cercanas a Mujica, hay otra diametralmente opuesta abanderada por un antiguo miembros de ETA, Xabier Makazaga, que asegura haber investigado el tema y que lleva varios años publicando los resultados en medios de la izquierda abertzale. Según Makazaga, en ese tiroteo la Policía detuvo a Mikel Lejarza que, en contra de la versión oficial, no era un agente infiltrado.
Textualmente, el antiguo etarra escribe: «Si mi hipótesis es correcta y, aparte de torturarlo, a Mikel Lejarza le mostraron todos los diarios de aquel día y le dijeron que nadie sabía que estaba detenido y podían hacer con él cuanto quisieran, no sería nada de extrañar que hubiesen conseguido quebrarlo y obligado a colaborar. En ese caso, lo más probable es que, tras finalizar el operativo, a Lejarza lo mataran e hicieran desaparecer, porque es lo que hacían siempre los milicos argentinos con los montoneros que conseguían quebrar. Los obligaban a colaborar y después los hacían desaparecer». La conclusión de la investigación de Makazaga es que el tipo que en los últimos 49 años ha asegurado ser El Lobo es un agente del servicio secreto sin el ADN de los Lejarza. A ver si entre ellos se ponen de acuerdo sobre lo que pasó ese trágico día.