Caño y Alandete relatan cómo vivieron las injerencias de Putin durante el 'procés'
En su libro ‘La trama rusa’, Alandete desglosa los hilos que unen a Puigdemont con el Kremlin
La sede de la World Law Foundation, en el centro de Madrid, ha sido el lugar escogido para la presentación del libro La trama rusa (La Esfera de los Libros) de David Alandete, director adjunto del diario El País durante el desarrollo del referéndum ilegal por la independencia de Cataluña en 2017. En su interior, Alandete desglosa una pormenorizada investigación sobre la influencia de Rusia en el procés independentista.
El exdirector de El País Antonio Caño, quien pasó aquellos años trabajando junto a Alandete, ha sido el encargado de introducir el acto de presentación, escogiendo comenzar con una curiosa anécdota: durante el punto más caliente del conflicto, el diario que dirigió llegó a rechazar una exclusiva sobre las relaciones entre el Kremlin y la Generalitat catalana, «incluso cuando ya había medios europeos dando la noticia», remarca. Al referirse al libro, ha destacado la calidad periodística de su autor, haciendo hincapié en que se trata de la culminación de una concienzuda investigación sobre el tema, con todas las informaciones presentes en su interior perfectamente contrastadas.
Todo comenzó en 2017, cuando ambos profesionales se percataron de un par de hechos curiosos en relación con el procés. Por una parte, se detectó un masivo aumento de la presencia de bots rusos en redes sociales realizando comentarios sobre la situación política española, siempre con la intención de desestabilizar el Gobierno de Rajoy a base de añadir más leña al fuego del conflicto catalán. Por otro lado, pudieron comprobar que el entorno de Carles Puigdemont se había reunido con Julian Assange y el equipo de WikiLeaks, lo cual fue motivo de desconcierto para ambos profesionales. Tras tirar del hilo, pudieron comprobar que, al parecer, el activista australiano estaba ejerciendo como nexo entre el independentismo y la Rusia de Vladímir Putin.
Tras haber hecho las comprobaciones pertinentes, Caño cuenta cómo se decidió a publicar la información en primera plana por la confianza que sentía en el trabajo de Alandete. Evidentemente, las reacciones no tardaron en llegar, dada la seriedad de las informaciones publicadas. El exdirector de El País recuerda cómo llegó a recibir una llamada desde el Gobierno, quienes les acusaron de estar «locos» por haber abierto la edición de aquel día con una afirmación tan severa, si bien perfectamente contrastada. El temor que existía ante la desestabilización política que un escándalo como este podía causar era palpable.
El punto de inflexión en las negociaciones llegó cuando un emisario de Putin —sobre quien la inteligencia italiana alberga varios informes que lo incriminan como espía del GRU— se reunió con Puigdemont en la Casa dels Canonges, la residencia oficial del presidente de la Generalitat, y le ofreció 10.000 soldados rusos a cambio de convertir Cataluña en un ‘cripto-paraíso’ fiscal gestionado por Rusia en la sombra. Según Alandete, hubo pagos y compras realizados con criptomonedas, dedicados a mantener en marcha el plan de Puigdemont, los cuales detalla entre las páginas de su trabajo.
La idea de Putin, siempre atento ante cualquier oportunidad de debilitar a sus enemigos en el tablero geoestratégico, era precisamente esa: aprovechar la evidente división política que existía entonces en Cataluña con el fin de que el movimiento independentista consiguiera culminar sus pretensiones, debilitando así enormemente a España y, por consiguiente, a la Unión Europea y la OTAN.
Sobre el estado de la influencia rusa en la España actual, Alandete ha recordado con cierta sorna el caso de Pável Rubtsov, también conocido como Pablo González, centrándose en cómo ciertos diarios españoles negaban su condición de supuesto espía, incluso después de ver a Putin poniéndole una condecoración tras un reciente intercambio de prisioneros entre EEUU y Rusia. «Resulta que todos eran espías menos Pablo», ha señalado que la estrategia actual ya no pasa tanto por inundar las redes sociales de bots, sino por el pago de grandes sumas de dinero a influencers de toda clase. El caso Tenet, en EEUU, es un perfecto y reciente ejemplo de este nuevo modus operandi del Kremlin.
Para ilustrar la importancia de tener a políticos preocupados por esta problemática en las instituciones de la UE, el periodista recordó también cómo, varios años atrás, ciertos políticos del PP europeo —entre ellos Esteban González Pons— le pusieron sobre la pista de una eurodiputada que, según ellos, «estaba en todos los fregados». Esta mujer, procedente de letonia, resultó ser Tatiana Zdanoka, amiga personal de Oriol Junqueras que estuvo envuelta en el procés y ha sido recientemente acusada de ser una espía del Kremlin.
Si bien es muy improbable que se consiga escalar el conflicto catalán hasta las cotas vistas en 2017 con la declaración unilateral de independencia, según ambos periodistas, Rusia no pierde una sola oportunidad de desestabilizar a sus enemigos, así que la batalla se encuentra lejos de haber terminado. La sociedad occidental está atravesando uno de los momentos de mayor polarización que se recuerdan en la historia reciente, y el auge de los populismos —gracias, mayormente, a la difusión que consiguen esta clase de discursos a través de las redes— ha probado ser un campo de cultivo perfecto para las injerencias del Kremlin.
Es en este auge del populismo donde Alandete ve el mayor problema a futuro para los sistemas democráticos. Queriendo desmarcarse de las tradicionales etiquetas de «izquierda» y «derecha», ha resaltado la importancia de investigar las influencias que puede haber detrás de todos aquellos discursos que buscan movilizar apelando a las emociones, en lugar de a la razón.
El acto ha concluido con unas palabras de Javier Cremades, quien ha destacado el enorme valor de éste y de otro de los libros que aparecen en la contraportada de La trama rusa: Frente al poder de Martin Baron, exdirector del Washington Post. Ha destacado especialmente una de las tesis de Baron, que viene a decir que el periodismo tradicional ha cambiado para siempre, y que el único baluarte que le queda a esa clase de periodismo comprometido con la fiscalización del poder es el periodismo de investigación.