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Errejón: verdugo y víctima de un feminismo demente

Es una ironía que el político pueda ir a prisión por unas leyes y un estado de ánimo que él y su compañeros han impuesto

Errejón: verdugo y víctima de un feminismo demente

Ilustración de Alejandra Svriz.

Como en otros casos de destrucción de la carrera, la reputación y a veces la vida familiar de personalidades públicas masculinas más o menos rijosas por las denuncias de mujeres presuntamente desvalidas que les han acusado de haberlas sometido a acoso o mal trato sexual y les han provocado la muerte civil, las denuncias de las dos primeras presuntas víctimas del político Errejón (y decimos primeras porque no cabe duda de que en las próximas horas o días aparecerán más damnificadas: a moro muerto, gran lanzada) incurren en relatos de los hechos tan contradictorios e ilógicos que resultan sospechosos, cuando no investidos de cierta comicidad involuntaria. 

Comicidad que se prolonga, desde luego, en la carta de reconocimiento de malas praxis con la que el acusado se humilla, reconoce que su comportamiento fue a veces «tóxico», renuncia de manera fulminante a su carrera política, hace propósito de enmienda… y descarga su culpa en el heteropatriarcado y el neoliberalismo, faltándole solo culpar de sus excesos libidinosos, leves o graves, a las derechas y extremas derechas. 

Me parece que como ellas han hecho públicos los relatos de los supuestos abusos, está en el derecho y deber del periodista, antes de darles fe a ciegas, analizarlos, que es lo que me dispongo a hacer en los párrafos siguientes. 

En primer lugar, consideremos que las dos acusadoras no son pobres huerfanitas menores de edad, niñas desvalidas, sin formación intelectual básica, crecidas en un medio rural, en una sociedad atemorizada y sin defensa ni idea de sus derechos ante un varón aterrorizador. Por el contrario, se trata de dos mujeres adultas, con educación, con formación política y noción clara de sus derechos. 

Desencadenante de la ruina de Errejón, la primera de estas dos denuncias tiene, para empezar, el agravante descalificador, imperdonable en un Estado de derecho, de ser anónima, como en tiempos premodernos las que se vertían en los buzones de la Santa Inquisición. Como es notorio, obtuvo gran difusión a través de la cuenta en instagram de la periodista Cristina Fallarás. 

«Según su relato, por la tarde este señor sabe ser seductor; pero luego, cuando ya tiene a su pieza en la alcoba, las cosas son muy diferentes»

Ahí es donde «Anónima» se lamenta del trato degradante que le dispensó Errejón el día de su encuentro sexual. Según su relato, por la tarde este señor sabe ser simpático y seductor; pero luego, cuando ya tiene a su pieza en la alcoba, las cosas son muy diferentes: para empezar, a «Anónima» no le gustan sus maneras en la cama, pues «su forma de tener sexo es como si se estuviera masturbando con tu cuerpo». Y «te pide hacer prácticas humillantes, y si te niegas te monta números». Y no sólo es eso tan desagradable, sino que luego, para peor, «al cabo de dos horas te echa de su casa». 

Tales conductas la llevan a calificar al decepcionante don Juan de «verdadero psicópata» y «verdadero monstruo».

Hombre… tanto como eso… Si tan desagradable y egolátrica fue la relación sexual, si se le pedían prácticas supuestamente «humillantes» (acusación ya de por sí discutible, pues lo que en la esfera erótica algunos consideran humillante para otros es sumamente placentero) y te montaba números, ¿no hubiera sido lógico salir de esa casa por propia iniciativa y cuanto antes mejor, sin necesidad de esperar dos horas –descontando, se supone, el tiempo que ocupase el fallido encuentro sexual en sí mismo- a que el compañero de unos juegos tan poco placenteros te señale la puerta? ¿Es que después de sentirte tan maltratada querías quedarte a pasar la noche, y quizá a desayunar? 

Recuerda esto el chiste del que va por primera vez a comer a un restaurante y luego se queja de que la comida no solo era malísima, ¡sino, encima, escasa!

«Elisa Mouliaá ha denunciado ante el juez unos abusos sexuales por los que a Errejón pueden pedirle hasta cuatro años de cárcel»

Veamos el segundo caso: Elisa Mouliaá, actriz y presentadora televisiva, según creo, ha denunciado ante el juez unos abusos sexuales por los que a Errejón pueden pedirle hasta cuatro años de cárcel. Es de suponer que serán desestimados, porque su relato es todavía más inverosímil y raro que el de «Anónima».

Según cuenta la prensa de este viernes, hace tres años, después de la presentación en el Círculo de Bellas Artes de un libro de Errejón, éste y Mouliaá acudieron juntos a una fiesta en el piso de unos amigos de la actriz, donde él «la agredió sexualmente besándola sin su consentimiento» cuando subían en el ascensor y, más tarde, la metió en una habitación de la vivienda, cerró el pestillo de la puerta y le realizó numerosos tocamientos sin su consentimiento, llegando a sacarse su miembro viril.

Rechazados sus avances, volvieron a la sala y se pusieron a bailar con los demás invitados. En un momento dado, Errejón volvió a las andadas. Rechazado de nuevo, y deseando ella «acabar cuanto antes» con la desagradable situación, se fueron juntos en coche… ¡al domicilio del político! Lo cual ya es bastante inexplicable. Más lo es que durante el trayecto Mouliaá recibió una llamada telefónica de su padre informándole de que la hija pequeña de ella tenía fiebre muy alta; pese a lo cual Errejón, con una actitud «fría e impasible», no le ofreció llevarla a casa de sus padres, sino que siguieron camino a la de él. Allí él volvió a intentar tener relaciones sexuales, ella se negó, él presentó excusas, y ella por fin, sin duda acordándose ahora del estado febril de su hija, se largó a por un taxi. 

Igual que en el caso de Anónima, aquí vemos a una mujer adulta y educada que se siente maltratada por un hombre, pero se va por propia voluntad con él a su casa, con el casi inexplicable agravante moral, en este caso, de la hija febril desatendida. No se ve en el comportamiento de Errejón violaciones ni nada parecido, sino todo lo más, si se quiere, desconsideración, ordinariez, molesta insistencia y falta de educación. 

Si fuésemos malignos, diríamos que hay una torcida ironía en el hecho de que las leyes y el estado de ánimo de un feminismo demencial que permiten que por estos hechos estúpidos, por el rencor de dos amantes decepcionadas, le puedan caer cuatro años de cárcel a Errejón, sean las leyes y el estado de ánimo que él y sus compañeros de trinchera han logrado imponer a la sociedad española. Es el caso del alguacil alguacilado; o del verdugo que pone la cabeza en la guillotina y él mismo hace caer la hoja de acero sobre su propio cuello… mientras murmura «¡maldito neoliberalismo, la de cosas que me has hecho hacer!» 

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