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Tragedia y milagro en Masanasa: «Mi madre se ahogó, mi padre sobrevivió 10 horas en el agua»

La riada impidió a Toni Romero ir a socorrer a tiempo a sus padres. El anciano salvó la vida agarrado a una estantería

Tragedia y milagro en Masanasa: «Mi madre se ahogó, mi padre sobrevivió 10 horas en el agua»

Toni Romero y su hija, Carolina, frente a su casa, en Masanasa (Valencia) | Kevin Borja

La familia Romero aún trata de digerir todo lo que le ocurrió en cuestión de horas tras la riada. Su historia, como la de tantas otras víctimas, cuenta una tragedia, pero también un milagro, aunque cueste creerlo. La tarde del 29 de octubre, cuando el agua desbordó la Rambla del Poyo, dos torrentes coincidieron en una de las avenidas centrales de Masanasa (Valencia), provocando el desastre en las dos calles más cercanas. En la de Joanot Martorell, donde, junto a su mujer y sus hijos, Toni Romero pudo refugiarse en su casa, en una primera planta. Y en la de Ausias March, donde vivían sus padres, que fueron sorprendidos en un bajo por el agua en cuestión de segundos. 

Toni, desde su balcón, veía como la riada se llevaba los coches «como si fueran cáscaras de nuez vacías» y solo pensaba en sus padres, cuenta a THE OBJECTIVE. Hacía solo unas horas que había dejado a ambos en su casa, viendo la televisión. Sabía que si bajaba a la calle, moriría. Y no lo hizo. Diez horas después, ya de madrugada, cuando el agua comenzó a bajar, salió hacia allí como pudo. Los teléfonos no funcionaban, pero en la puerta se encontró con sus dos hermanos, Paco y Vicente, que habían hecho lo mismo. «Cuando llegamos escuchamos a mi padre, que gritaba: ¡Socorro, socorro! Pobrecito mío‘», relata. El anciano, de 84 años, había logrado salvar la vida agarrado a una estantería de más de dos metros. Su madre, de 83, no pudo hacerlo y murió ahogada. 

El matrimonio era muy dependiente. De hecho, sus hijos pasaban la mayor parte del día con ellos en distintos turnos. La riada les impidió hacerlo cuando más lo necesitaban, pero al menos, dejó que su padre —aunque todavía no se explican cómo— siguiese con vida. Toni cuenta que tanto él como sus hermanos «se sienten en paz» porque en vida hicieron todo lo que pudieron por su madre y su padre. «Teníamos devoción por ellos, y los cuidábamos con todo el amor del mundo». Aun así, queda la sensación de impotencia. «A mí lo que me atormenta ahora es que sufriese mucho. A nadie le hubiese gustado irse así». 

«Le dimos dos besos cada uno»

La zona donde confluyeron los dos torrentes de agua en Masanasa (Valencia). | Kevin Borja

Este valenciano revive cómo fue todo cuando encontró a sus padres: «A mi madre la encontramos tendida en el suelo. La sentamos, le lavamos la cara, le hicimos el pelo, le dimos dos besos cada uno y le cubrimos con una sábana, sentada, hasta que vino el retén judicial y se llevaron el cuerpo». Cuando vio a su padre, apenas podía moverse. Rápidamente, llamaron a los servicios de emergencia. «Estaba lleno de moratones, tenía hipotermia, neumonía, no oxigenaba bien…», dice Toni Romero. Su nieta, Carolina, cuenta a este periódico que su abuelo pudo agarrarse a la estantería, de varios metros de altura, cuando quedó tumbada sobre las escaleras. «Me contó que fue nadando y se quedó enganchado. Cuando iba desfalleciendo, decía que como tragaba agua volvía a despertarse».

En Masanasa, relatan algunos de los afectados, el agua alcanzó los dos metros en las viviendas. Un mes después de la tragedia, explica Toni, su padre evoluciona bien. Tras ocho días en el hospital, lo ingresaron en una residencia para que pudiese recibir todos los cuidados. «Le controlan las comidas, tiene fisio… Pero él solo insiste e insiste en volver a su casa. Él sabe que casi muere ahogado, pero no es consciente de cómo está la vivienda, ni de cómo está el pueblo. En el bajo de mis padres la riada creó socavones porque, al ser antigua, tenía pozos. Se reventó todo. No sabemos cuando podrá volver». 

Durante ese tiempo, los hermanos han ido gestionando todos los asuntos relacionados con la muerte de su madre: «Funeraria, papeles, registros de propiedad…». Una de las cosas que más les está costando sobrellevar es que no pudiesen cumplir con la última voluntad de su madre. «No hemos podido celebrar misa ni enterrarla. Ella quería que la enterrasen, pero ha desaparecido medio cementerio. Así que no nos ha quedado más narices que incinerarla», señala, emocionado, este vecino. Después recuerda los buenos momentos junto a su madre: «Los fines de semana la llevábamos a Perelló, a la playa. Le encantaba estar en la mecedora charlando conmigo»

El terror de la calle Ausias March

El bazar chino en el que falleció su propietario, en Masanasa (Valencia). | Kevin Borja

A escasos metros de la casa de esta familia, en la calle de Blasco Ibáñez, donde la riada impactó por dos cauces distintos, el agua también se cobró la vida de dos personas. Un hombre y una anciana, ambos de origen chino. Los dos eran propietarios de dos bazares situados en la misma acera. El torrente se llevó a la mujer en cuestión de segundos. A él, según cuentan los vecinos, solo le dio tiempo a subir al altillo de su negocio a su esposa. «Un instante después de que lo hiciese, se lo llevó la corriente. Se quedó agarrado a una farola, pero al final, no pudo aguantar. No existe consuelo para la viuda», indican a este periódico. Hoy, apenas queda rastro de sus negocios. Una auténtica ruina. 

También lo es la casa de Laura, un bajo, en la calle de Ausias March, que quedó totalmente destrozado tras la riada. «Lo he tenido que tirar todo: paredes, baño, cocina… Hasta el suelo que era cerámico, pero el agua se coló igualmente. Por el tema de humedades lo estamos quitando todo. No nos queda otra si no queremos problemas». Por ahora, vive con su marido y sus hijos en casa de su cuñada y tiran de ahorros y amigos para ir adecentando el piso. Calcula que al menos hasta dentro de seis meses no podrán volver a la normalidad. «Tengo todo muy bien asegurado, pero el perito aún no ha venido. Esto va lento, muy lento, y tengo toda la casa afectada». 

Laura muestra cómo ha quedado su vivienda tras la riada. | Kevin Borja

Pese a vivir en una de las calles donde se han registrado más víctimas mortales en Masanasa, al ser la mayoría casas de planta baja, esta vecina salvó la vida porque «sintió que iba a ser algo gordo ya por la mañana». «Yo soy algo bruja, me asusté y no llevé ni siquiera a mis hijos al colegio. Cancelé hasta una visita médica. Puse las cosas más valiosas en zonas altas y toallas debajo de las puertas. Después, me marché con los niños», cuenta Laura. Cuando pudo regresar a la casa, no quedaba resto de ella. El agua lo barrió todo. Superó los 1,7 metros de altura.

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