THE OBJECTIVE
OPINIÓN

¿Sirve para algo el PP?

La incompetencia política del partido opositor, con un líder siempre a la defensiva, contribuye a la continuidad de Sánchez

¿Sirve para algo el PP?

Alejandra Svriz

Hay dos comunidades autónomas que han servido como campos de experimentación a la deriva política que, más tarde, el partido socialista de Pedro Sánchez ha aplicado en el resto de España. La primera de ellas es Cataluña; la segunda, Andalucía. De hecho, la praxis política del sanchismo podría definirse como una combinación de elementos ya ensayados en esas dos autonomías.

De Cataluña se han incorporado las estrategias de exclusión sistemática de todos aquellos sectores de la población que no comulguen con los dictados de un credo único, así como la fagotización implacable, al servicio de éste (que no es sino el recurso recaudatorio de una cleptocracia dirigente) de todas las instituciones que debieran tener un marcado carácter de neutralidad. De Andalucía, María Jesús Montero mediante, se ha reduplicado el empobrecimiento de las clases medias por medio de unos impuestos desmesurados con el único fin de mantener redes clientelares que a la postre resulten decisivas en los procesos electorales. En ese escenario, como diría el poeta, la corrupción no es ni podía a ser más que el argumento exclusivo de la obra.

En esta última comunidad autónoma, los casi cuarenta años ininterrumpidos de poder socialista se sustentaron sobre dos pilares fundamentales. Por un lado, la existencia de un electorado convenientemente alimentado que, con tal de que no gobernara una derecha sistemáticamente presentada como una caricatura de sí misma, era capaz de perdonar cualquier cosa. De ahí brotó el inmenso lodazal de corrupción de los ERE y los cursos de formación que ahora los herederos en el Gobierno central de sus corruptos regionales están tratando de borrar por razones de interés político y afinidad moral.

El otro pilar lo constituía una oposición puramente nominal que había asumido su papel, si no con delectación, sí, al menos, con una resignación que podía confundirse con la comodidad. Para el PP andaluz el hecho de que gobernaran los socialistas era prácticamente un designio de la divinidad. En consecuencia, se apoltronaron en sus sillones parlamentarios y se dedicaron a dormitar plácidamente hasta que por una carambola del destino que ni ellos mismos esperaban se encontraron con que estaban gobernando.

Es verdad que, desde entonces, han cambiado algunas cosas. La corrupción sistémica propia de los años de dominio socialista ha pasado a la historia. Se percibe una mayor actividad económica producto de las bajadas de impuestos, el apoyo a la inversión y a las empresas y la desaparición de infinidad de trabas burocráticas. No obstante, en el nivel que Marx llamaba de la superestructura, es decir, en el terreno de la ideología y la cultura puede afirmarse que hemos asistido a un cambio estrictamente lampedusiano; todo ha cambiado para que todo siga igual. El Canal Sur es exactamente un clon de la época socialista. En la Junta de Andalucía se sacan unos llamados «Planes de Igualdad en la Administración Pública», entre cuyos objetivos, según nos cuentan, se encuentra, por ejemplo, conseguir «que el personal de la Administración General de la Junta de Andalucía sea consciente de las desigualdades de género», y en los colegios los niños celebran religiosamente, nunca mejor dicho, toda clase dogmas progresistas (Día de la Paz, Día de la Mujer…), pero pasan sin pena ni gloria las conmemoraciones de la Constitución o el Día de la Hispanidad.

«La torpeza del PP en los años de gobierno socialista en Andalucía es la misma que estamos contemplando a nivel nacional»

Pues bien, esa incompetencia congénita, esa inoperancia sistémica y esa consustancial torpeza política del PP en los cuarenta años de gobierno socialista en Andalucía son exactamente las mismas que estamos contemplando en su vertiente nacional. Repasemos tan sólo un poco el insuperable recital de ineptitud que nos han brindado en las últimas semanas. Primero fue el apoyo indocumentado a la iniciativa socialista para liberar presos etarras. Después el desfile de presidentes autonómicos por Moncloa para legitimar el proyecto de Sánchez de cupo catalán. No contentos con ello, las críticas más o menos veladas a la única líder del partido que tuvo la lucidez de no participar en la farsa. Pero quedaba aún lo más alucinante: la gestión de los efectos políticos de la DANA valenciana.

Para cualquier que disponga de un conocimiento mínimo de los usos y costumbres de nuestra izquierda patria, era previsible que desde el primer minuto se iba a activar su colosal maquinaria de propaganda para hacer recaer todas las responsabilidades en el gobierno regional y, por extensión, en el partido que lo sostiene. Pues bien, frente a ello, la dirección del PP con la colaboración inestimable de sus tontos útiles en la prensa de derechas se aplicó a señalar con sorprendente celo….¡Los errores de Mazón!, que no es que no los haya tenido, sino que resultan insignificantes al lado de la responsabilidad principal del presidente del Gobierno, el ministro del Interior, la ministra de Defensa y, por supuesto, la ministra de Transición Ecológica.

Con un líder de la oposición con un poco de sangre en las venas, la manifestación perfectamente orquestada que tuvo lugar en Valencia se hubiera desarrollado en Madrid pidiendo la dimisión inmediata de Pedro Sánchez y todo su gobierno. Ya sabemos que con cientos de muertos en las calles ese juego político es poco menos que inmundo, pero la política es tal vez la forma más sucia de arte, y más aún si lo que tenemos enfrente es una izquierda política que como se ha demostrado al menos desde los atentados del 11-M carece de escrúpulos de ningún tipo.

El resultado de esta situación es el de un presidente de Gobierno que estaba virtualmente desahuciado y que, salvo por elefante cada vez más amenazante de la corrupción, remonta el vuelo una vez más gracias, por un lado, a su innegable astucia para la acción y a unos mecanismos de propaganda perfectamente engrasados, pero también por contar enfrente con un partido de oposición permanentemente a la defensiva y liderado por alguien que tiene la insólita costumbre de no estar nunca presente en los frentes realmente relevantes en los que habría que dar la batalla. 

«Si hay algo que necesita en estos momentos la derecha liberal, después de tanto tiempo de líderes grises, es alguien que brille»

Así pues se impone la siguiente pregunta: ¿nos sirve de algo este PP a quienes no dejamos de soñar con quitarnos de encima algún día la siniestra figura de Pedro Sánchez? Recordemos que con un gobierno en minoría este señor ha conseguido indultar al golpismo catalán y a los corruptos andaluces, controlar el CIS, la Fiscalía, el Constitucional, el Banco de España y, el mismo día en el que la DANA arrasaba Valencia, hacerse con las riendas de la Televisión Pública. ¿Qué hacían mientras tanto los Feijóo y los González Pons, las inefables Cucas Gamarras y los Borjas de todo tipo copan la cúpula de ese partido? ¿Alguien cree de verdad que va a ser esta gente la nos libre de Pedro Sánchez? Permítanme la inmodestia de citarme. Cuando descabalgaron al anterior líder del PP pero aún no habían entronizado a Feijóo, escribí lo siguiente en un artículo que se titulaba O Ayuso o Pedro Sánchez:

«El votante de derechas quiere ahora salir a ganar. Para tal cometido sólo puede valer una política de carisma ilusionante como Isabel Díaz Ayuso. Si hay algo que necesita en estos momentos la derecha liberal, después de tanto tiempo de líderes grises y funcionariales, es precisamente alguien que brille. Por lo demás, en el plano político, Feijóo no significaría otra cosa que la reincidencia en políticas aquiescentes con los imaginarios nacionalistas e indiferentes, cuando no conniventes, con muchos de los dogmas de la izquierda identitaria». Y terminaba: «La disyuntiva, en tal sentido, no puede ser más clara: o Isabel Díaz Ayuso o Pedro Sánchez». Como sabemos se optó por Feijóo, es decir, por la continuidad y el resultado ha sido Sánchez.

Pues bien, la situación desde entonces apenas ha cambiado. A la pregunta, por tanto, de para qué sirve el PP, tan sólo cabe responder en estos momentos que para que Pedro Sánchez y los ecosistemas de intereses en los que se asienta no se encuentren demasiado incómodos. Mientras escribo estas líneas, por ejemplo, se ha confirmado la noticia de que los correligionarios europeos de nuestra derecha han aceptado, contra las pretensiones de Feijóo, la vicepresidencia de Teresa Ribera. Es decir, ni sus compañeros de partido allende los Pirineos se los toman en serio. Por otra parte, no sabemos si, como han aventurado algunos analistas, lo que está esperando Díaz Ayuso para hacerse con las riendas del partido es a que se produzca una nueva derrota electoral. En tal caso, no estaría mal recordarle lo que le ocurrió a Susana Díaz, la antigua presidenta andaluza: estuvo dudando durante tanto tiempo sobre si dar el salto a la política nacional que, cuando finalmente lo hizo, ya nadie contaba con ella.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D