El origen del CNI con Franco: la Organización Conde y el Plan Montreal
En 1968, para hacer frente a las revueltas en la universidad, surgió un grupo de militares para combatirlas

Francisco Franco saludando al almirante Luis Carrero Blanco. | Wikimedia Commons
El comandante José Ignacio San Martín lo llamó «Plan Canadá», cuando su grupo acababa de empezar a autodenominarse Organización Conde, sin ser todavía muy consciente de que con esos primeros folios estaba dando el paso inicial para la creación del primer gran servicio secreto español que, paso a paso, terminaría convirtiéndose en el actual Centro Nacional de Inteligencia. El nombre de ese plan para hacer frente en 1968 a la subversión de las universidades fue una gracia que no pudo evitar: se lo había encargado el ministro de Educación y Ciencia, Villar Palasí, quien le había puesto como enlace para el día a día al Subsecretario Monreal Luque, a cuyo primer apellido le faltaba una ‘t’ para ser la capital de Canadá.
San Martín acababa de recibir el encargo –secreto, como todo lo que haría en los siguientes meses y años– de llevar a cabo, junto con el capitán Agustín Tejedor, la misión de hacer frente a la subversión que se avecinaba en las facultades contra el régimen franquista. Se había iniciado en Francia con un movimiento que pasaría a la historia como el Mayo francés, y el ministro de Educación y Ciencia, preocupado por el contagio en España, había interpelado a Franco. El dictador le puso en contacto con el Alto Estado Mayor del Ejército, que disponía de una tercera sección dedicada al espionaje.
San Martín y Tejedor tuvieron la máxima autonomía
Los generales tuvieron claro desde el primer momento que no deseaban ensuciarse las manos con ese tipo de misiones, pero no podían decir que no a Franco. Así que metieron en el ajo a San Martín, experto en subversión, y a Tejedor, que controlaba los temas de la universidad. Y les dieron la máxima autonomía para que se alejaran de ellos.
En ese momento, el Alto Estado Mayor se dedicaba mayoritariamente a obtener información en el extranjero, y no había ninguna organización comparable a lo que era el espionaje en otros países occidentales. Había servicios como los de la Policía que buscaban información para detener a los culpables de cualquier delito. Pero nada de estructuras como el MI5 inglés o el FBI estadounidense.
Bajo el mando del comandante San Martín partió de la nada la Central Informativa del Ministerio de Educación y Ciencia, una pantalla para acoger a un grupo de militares, a los que se sumarían guardias civiles, todos hombres, con una misión muy concreta: evitar que las universidades españolas se soliviantaran, se sumaran al movimiento de protesta procedente de Francia y consiguieran subvertir el régimen franquista.
Infiltrados y asociaciones manipuladas
En sus primeros momentos y durante mucho tiempo, a pesar de adquirir el nombre de Organización Contrasubversiva Nacional (OCN), los profesionales que se fueron sumando al grupo –llegaron a ser varios cientos en esa primera etapa–, hablaban de la Organización Conde. El motivo estuvo en que desde el Subnegociado de Interior del Alto Estado Mayor, con el que trataban habitualmente, les asignaron para sus comunicaciones el código telegráfico Conde.
La Organización Conde ayudó en la represión universitaria, pero dejaron esa misión en manos la Policía. Ellos lo que hicieron fueron las acciones tendentes a recabar información sobre los que pasaba en los campus. Infiltraron entre los estudiantes a militares que iniciaron carreras civiles, utilizaron a los bedeles que en gran parte estaban jubilados de las fuerzas de seguridad y, entre otras iniciativas, crearon asociaciones de estudiantes cercanas al régimen o algo distantes, pero no mucho, para enfrentarlas a las más influyentes, controladas por movimientos, partidos o sindicatos de izquierdas.
Fue tal el éxito de la iniciativa de la Organización Conde que no tardaron en ampliar su campo de actuación al mundo laboral, al religioso y al político. En 1972, el almirante Carrero Blanco creó el Servicio Central de Documentación (SECED), una dirección general de Presidencia del Gobierno, para dotar a la OCN de una estructura abierta, visible por la sociedad. Cinco años después, tras la muerte de Franco y con Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno, el SECED, junto a la sección exterior del Alto Estado Mayor, se transformaron en el Cesid, el primer servicio de inteligencia homologable a los más modernos de Europa. Y en el año 2002, 25 años después, tras numerosos escándalos que desdibujaron su prestigio, el Gobierno edificó el actual CNI. De la Organización Conde de 1968 no queda nada, pero sin ella no existiría hoy el CNI.
PD: Voy a aprovechar que se van a cumplir 50 años de la muerte de Franco para recordar, de vez en cuando en esta sección, algunos de los hitos más importante del espionaje en esa época, que influyeron en lo que ocurrió posteriormente en la democracia.