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Franquismo, sanchismo y demás 'famiglia'

El ajuste de cuentas con la dictadura es solo una cortina de humo para tapar los escándalos del presidente y su familia

Franquismo, sanchismo y demás ‘famiglia’

Ilustración de Alejandra Svriz.

El franquismo hoy no existe, excepto como hecho histórico. No hay un partido franquista, ni nadie propone restaurar el régimen de Franco. Incluso la lectura de un reciente libro de Guillermo Gortázar, El secreto de Franco, nos sugiere que el propio dictador, en sus últimos días contribuyó decisivamente a la liquidación del franquismo. Es cierto que éste no desapareció inmediatamente tras su muerte en noviembre del 1975; quedaron franquistas en puestos importantes, en primer lugar, el presidente Carlos Arias Navarro, que siguió en el poder hasta julio de 1976. Su destitución por el rey Juan Carlos I fue un paso importante en la liquidación del franquismo; siguieron muchos otros, como la Ley de Reforma Política de ese mismo año, la subsecuente disolución de las Cortes franquistas, las elecciones generales de 1977 y la proclamación de la Constitución de 1978.

Probablemente, el tiro de gracia al franquismo se lo dio el coronel Tejero con el fracaso de su intento de golpe en 1981. Y desde entonces, como se dice frecuentemente, el franquismo «ya es historia»: historia y no política. A diferencia de lo que ocurre con el peronismo en Argentina o el chavismo en Venezuela, en España no hay un partido franquista ni nada parecido; y la Fundación Francisco Franco no es, que yo sepa, mucho más que un interesante archivo abierto al examen de los historiadores. En cuanto a las opiniones acerca de la larga dictadura de Franco, varían de un extremo a otro (detractores y defensores), como las opiniones acerca de todas las personas que ostentaron el poder en España, desde Manuel Azaña o Miguel Primo de Rivera, hasta Fernando VII, pongamos por caso, o Felipe II, o Isabel la Católica. Esta última es casi unánimemente admirada, mientras que la opinión acerca de Franco es predominantemente negativa. Pero yo creo que nadie está contribuyendo a que mejore la opinión pública de Franco como el presidente Sánchez. Los continuos denuestos de éste contra el franquismo hacen suponer a muchos que algo bueno tendría el ese régimen cuando un individuo tan mentiroso, corrompido y transgresor lo fustiga tanto.

El pretendido ajuste de cuentas con el franquismo con motivo del cincuentenario de la muerte del dictador, titulado 50 Años de Libertad, no nos parece a muchos más que una cortina de humo para sentar plaza de demócrata por parte del propio Sánchez, asiento de plaza que cada día tiene éste más difícil, y para distraer la atención del público de los escándalos que rodean a su entorno y familia (que en conjunto podría más bien llamarse famiglia, a la siciliana). Un nuevo desentierro, vaya. No hubiera parecido fuera de lugar el convocar para este año un congreso de historiadores sobre el tema del franquismo y el estudio de la ejecutoria de la larga dictadura y de su lugar en la historia de España. Me temo que esto ya no podrá ser, porque un congreso histórico serio no puede improvisarse, y en él no habría lugar para el lucimiento y revoco de la imagen del presidente del gobierno, que es sin duda otro de los fines que se persigue con esta serie de actos dispares cuando no disparatados.

Hay, sin duda, dentro de la serie, algunos actos, coloquios o ponencias a cargo de historiadores que desarrollarán temas como los apoyos al franquismo o la resistencia contra el franquismo que pueden resultar interesantes, pero no parece que haya ningún propósito de evaluar seria y científicamente la dictadura de Franco como un capítulo dentro de la historia contemporánea de España, y es una lástima, porque el tema sí parece fructífero y hay muchos historiadores con opiniones tajantes y encontradas al respecto. Repito que la opinión predominante es negativa, pero hay estudiosos bien conocidos que son de la creencia contraria y un debate entre unos y otros hubiera podido tener gran interés. 

Para los que en nuestra juventud luchamos contra el franquismo cuando éste era una realidad innegable y temible, cuando la policía nos detenía, nos amenazaba y torturaba, cuando se nos sometía a juicio y se nos condenaba a prisión por delitos como la «asociación y propaganda ilegal», todas estas gesticulaciones y posturas actuales, todas estas grandes lanzadas a moro muerto -y enterrado-, toda esta esgrima contra un fantasma, nos parece fuera de lugar y a destiempo. Nos parece que, como se ha dicho repetidamente, no es, en el mejor de los casos, sino una cortina de humo para distraer la atención de las lacras, la corrupción, el autoritarismo y el culto a la personalidad de un Gobierno débil e impopular, que se comporta como esas aves que, cuando un depredador se acerca a su nido, se alejan de él con aspavientos, batir de alas y fingida cojera para distraer la atención de su enemigo y preservar así su frágil habitáculo. Además, siguiendo con el símil zoológico, que se adorna con plumas ajenas.

«El Gobierno de Sánchez tiene muchas cosas que ocultar, y su ‘antifranquismo’ es un capote con el que pretende taparlas»

El Gobierno de Sánchez tiene muchas cosas que ocultar, y su «antifranquismo» es un capote con el que pretende taparlas. Persigue que olvidemos su origen en una moción de censura basada en falsedades jurídicas y en promesas incumplidas; sus fallidos intentos de lograr una mayoría absoluta, que le forzaron a buscar alianzas de gobierno que había prometido rechazar y que dieron lugar a los grotescos gobiernos Frankenstein; que olvidemos también su imperdonable irresponsabilidad al organizar la manifestación dizque feminista el 8 de marzo de 2020 cuando la pandemia del Covid-19 era ya una realidad, lo que causó una magnitud y rapidez en los contagios que fueron causantes de muchas muertes; que tal mortalidad se vio agravada por su ineficacia en la política preventiva y por la especulación con las mascarillas, y que la histérica severidad en el encierro de los ciudadanos en sus domicilios, y el cierre de las Cortes, que el Tribunal Constitucional «pre-Pumpido» declaró inconstitucional sin que Sánchez se diera por aludido, tuvo consecuencias terribles sobre la economía, que sufrió en España quizá la más grave recesión nacional de la Unión Europea.

Se quiere también que olvidemos la desastrosa política educativa de Sánchez, con sus graves consecuencias económicas y sociales; que olvidemos que los socialistas, a instancias de sus socios separatistas catalanes, rechazaron el Plan Hidrológico Nacional, rechazo que, junto a la absurda obsesión de destruir embalses de la exministra Teresa Ribera, contribuyó decisivamente a la catástrofe de la dana en Valencia en 2024. 

Son innumerables los dislates, las decisiones arbitrarias e inexplicadas que este Gobierno pretende justificar pasando por «progresista» y «antifranquista». Es imposible detallarlas todas porque, en lugar de un artículo periodístico, necesitaríamos un libro, y no pequeño. Pero nos limitaremos a los escándalos más notorios. Es característico de estos Gobiernos sanchistas que, para ocultar o hacer olvidar sus fallos, errores, y posibles delitos, incurra en otras acciones de igual o mayor gravedad, como ha ocurrido con la  delictiva (presuntamente) revelación de secretos por parte de la Fiscalía General acerca de las relaciones de un empresario (que casualmente es la pareja sentimental de la presidenta de la Comunidad de Madrid) con el Ministerio de Hacienda para distraer la atención pública de la imputación a la esposa del presidente por varios delitos de corrupción. Así, unas irregularidades se embrollan con otras, consiguiéndose el efecto opuesto al perseguido: unos presuntos delitos se tapan con otros delitos, también presuntos, y se pretende hacer desaparecer este gran lío bajo la capa de esta campaña antifranquista contra un enemigo que no existe.

El confuso galimatías viene además sazonado por las continuas falsedades e indiscreciones del propio presidente, que se va de la lengua y se desdice de una manera constante: ha dicho repetidamente que el Ministerio Fiscal es un órgano «suyo» o del Gobierno; ha dicho que el borrado de las conversaciones telefónicas comprometidas del fiscal general es prueba de su inocencia (cuando es exactamente todo lo contrario); ha asegurado que no gobernaría o pactaría con Podemos o con Bildu, o con el separatismo catalán, que Puigdemont era un delincuente a quien había que encarcelar, que la amnistía a los organizadores del golpe separatista de cctubre de 2017 era inconstitucional y estaba fuera de lugar, para seguidamente manifestar y hacer todo lo contrario alegando risiblemente que «había cambiado de opinión».

«Otro de los misterios que este Gobierno de ‘antifranquistas’ pretende que olvidemos es el de sus relaciones con las dictaduras»

Otro de los misterios insondables que este gobierno de demócratas antifranquistas pretende que olvidemos es el de sus relaciones con los gobiernos dictatoriales, en especial con la sangrienta dictadura chavista de Nicolás Maduro en Venezuela, cuya crueldad, violencia, corrupción, y opresión del pueblo casi hacen recordar a Franco como un benévolo patriarca y un eficaz reformador económico. Signo de lo extraño e inconfesable de esta colaboración fue la misteriosa e ilegal visita de la vicedictadora venezolana, Delcy Rodríguez, a Madrid en enero de 2020, de la cual el Gobierno ha ofrecido múltiples versiones, todas falsas, que también debemos olvidar. 

Tampoco debemos recordar que este demócrata antifranquista no se arredra ante las triquiñuelas electorales. No sólo fue sorprendido tratando de hacer trampas en unas elecciones internas de su partido, sino que, después de cuatro años de Gobierno, fue derrotado en dos elecciones seguidas, en el verano de 2023, primero unas autonómicas y municipales, donde el Partido Socialista perdió seis de las nueve autonomías donde gobernaba, y después en las generales, donde este partido quedó claramente por debajo del PP. Estas elecciones generales las convocó él mismo para finales de julio, fecha desusada por ser período casi vacacional, y en la que en Andalucía está prohibido celebrar elecciones locales por el calor. Esta irregularidad, más la creación de un partido satélite (Sumar), que recogió votos de izquierda que no estaban dispuestos a ir a Sánchez, privó a la derecha de la mayoría absoluta y permitió a éste, siempre dispuesto a desdecirse y hacer lo que prometió no hacer, pactar una amnistía, que acababa de declarar inconstitucional, con los separatistas de los que había dicho que merecían la cárcel, logrando así los apoyos necesarios para su investidura. Un auténtico demócrata hubiera reconocido su fracaso electoral y, o bien hubiera dimitido, o bien hubiera ofrecido al PP un pacto de gobierno. No se puede esperar tanto de Sánchez. 

El cierre sistemático de centrales nucleares, la prohibición de investigar posibles reservas de petróleo o gas, más la destrucción de embalses son otros tantos dislates en un país con un déficit energético como el nuestro. Las políticas de transporte y de vivienda son otra calamidad sanchista, como su inexplicado giro en la política con respecto al Polisario y el Sáhara, como lo son las escandalosas concesiones a los separatistas en Cataluña, Navarra y el País Vasco para que le sigan manteniendo en el gobierno. Pero el antifranquismo, al parecer, lo justifica todo.

También se quiere que olvidemos la descarada colonización de las instituciones, desde el Tribunal Constitucional al CIS, pasando por el Banco de España, el Instituto Nacional de Estadística y, como no, ya está dicho, la Fiscalía General; y terminando con Telefónica, a costa de nuestros impuestos y justo tiempo para que no se conozcan las conversaciones entre Sánchez y el fiscal general sobre la divulgación de secretos. Los escándalos de este Gobierno se enlazan como las cerezas. Lo último que debemos olvidar acaba de ocurrir o está ocurriendo, con la ley Begoña o autoamnistía.

«Toda la política de Sánchez ha ido contra la igualdad entre españoles»

Resulta que después de 50 años de libertad los jueces españoles son franquistas. Curiosamente, hace entre uno y dos decenios estos mismos jueces, o sus predecesores, juzgaron severamente a miembros de la familia real y del Partido Popular (caso Urdangarin y caso Gürtel) sin que nadie los acusara de ser afines al PSOE. Pero cuando juzgan al PSOE sí afirman los encartados que los jueces son «de extrema derecha».

Tanto hablar de igualdad y resulta que  toda la política de Sánchez ha ido contra la igualdad entre españoles (entre mujeres y hombres, entre derechas e izquierdas, entre separatistas y no separatistas, entre una autonomías y otras), y tanto hablar de que su Gobierno defiende nuestros derechos y su ley Begoña nos quiere quitar un derecho fundamental y constitucional, la acción popular (Art. 125 CE), que parecía muy bien cuando se utilizó contra miembros de la familia real o contra miembros del PP, pero que ahora se quiere abolir para conseguir un fuero especial para la famiglia que la haga inmune a la ley que se aplica al resto de los ciudadanos.

No creo que muchos españoles de hoy se inmuten por la muerte de Franco hace 50 años. Pero sí estoy seguro de que celebrarían el fin del sanchismo

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