La defensa de España en la era de la incertidumbre
Necesitamos trasformar unas Fuerzas Armadas diseñadas para la paz a unos Ejércitos preparados para la guerra

Helicóptero del Ejército.
La semana pasada presentamos un libro editado por la Universidad Francisco de Vitoria -titulado igual que este artículo- en el que un grupo de los mejores analistas militares de nuestro país analizan el futuro de nuestra defensa. La obra no puede ser más oportuna para el momento que vivimos y recomiendo su lectura a todo aquel que quiera ir un poco más allá del manido debate sobre el 2% del PIB para Defensa en el que nos encontramos. Invertir más en nuestra seguridad es sin ninguna duda necesario, dado el peligroso panorama estratégico en el que nos encontramos, pero no es suficiente. El cambio esencial que necesitamos es de mentalidad: trasformar unas Fuerzas Armadas diseñadas para la paz a unos Ejércitos preparados para la guerra.
En la presentación del libro participaron dos exministros de Defensa Eduardo Serra y Julian García Vargas, junto al almirante García Sanchez, que fue un excelente jefe del Estado Mayor de la Defensa. Más allá de que sean dos de los mejores ministros que han pasado por la sede del Paseo de la Castellana, el debate entre ellos demostró que un acuerdo entre las dos grandes fuerzas políticas de nuestro país fue posible y en materia de defensa hoy sigue resultando imprescindible. Por encima de los intereses de partido, la seguridad de los españoles es probablemente el bien común más importante a preservar en este momento histórico.
¿Por qué necesitamos unas Fuerzas Armadas preparadas para el combate? Con una guerra en las fronteras de la Unión Europea de proporciones desconocidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial no hace falta dar muchas más explicaciones. El orden mundial que disfrutamos desde 1945 ha saltado por los aíres y ha dado lugar no a un nuevo orden, sino más bien a una nueva era de desorden. Hemos pasado de un orden basado en reglas, instituciones multilaterales y cooperación internacional (aunque lleno de imperfecciones) a un mundo que se rige únicamente por la lógica del poder, intereses unilaterales y cuya principal característica es la competencia entre las grandes potencias.
La situación es especialmente peligrosa para una Unión Europea enfrentada a Rusia, abandonada por Estados Unidos e incapaz de defenderse por sí misma. El plan anunciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, de movilizar 800.000 millones de euros para rearmar la Unión indica que al fin Europa se está despertando y está pasando de las meras declaraciones grandilocuentes a la acción, pero cabe la duda de si es demasiado tarde y de si los estados miembros, que son los que deben realizar la mayor parte del esfuerzo, están en condiciones y tienen la voluntad firme de cumplir con el reto.
España es de hecho uno de los países que genera mayor incertidumbre. La amalgama parlamentaria que sustenta al Gobierno está profundamente dividida en esta cuestión, con varios de los socios abiertamente opuestos a incrementar nuestro gasto militar. La estrategia del «muro» diseñada por el presidente Sanchez para mantenerse en el poder hace casi imposible alcanzar acuerdos con el Partido Popular, que recordemos es la principal fuerza política en el Congreso, aunque se encuentre en la oposición. El margen fiscal del que dispone España para afrontar cualquier aumento de gasto sin generar un déficit público peligroso es además muy limitado, sino inexistente.
La imposibilidad del Gobierno de aprobar un nuevo presupuesto exige además hacer ingeniería contable para aumentar las partidas dedicadas a nuestros Ejércitos. Pero, sobre todo, cabe dudar de la voluntad real de un presidente que cuando era líder de la oposición prometió eliminar el Ministerio de Defensa por innecesario y que solo parece dispuesto a afrontar un aumento del gasto en defensa bajo la insoportable presión de sus aliados.
Pero como hemos dicho, más allá de cual sea la cuantía final de esos fondos, lo realmente importante es qué Fuerzas Armadas necesitamos y cómo vamos a conseguirlas. El libro mencionado contiene un diseño más completo, pero adelantaré algunas pistas de por dónde van los tiros.
Las Fuerzas Españolas han mantenido en las últimas décadas una gran capacidad para proyectarse en misiones de gestión de crisis por todo el mundo. A pesar de las estrecheces presupuestarias de nuestros ejércitos, nuestro país ha sido uno de los aliados de la OTAN más activos en las denominadas misiones de paz. Hoy tenemos casi 6.000 soldados desplegados en múltiples misiones en países tan diversos como Letonia, Eslovaquia, Líbano, Rumanía y algunos países africanos, además de numerosos despliegues navales. Este «milagro militar español», ser uno de los aliados que menor esfuerzo dedica a su defensa y al mismo tiempo uno de los que participa en mayor numero de misiones, se ha logrado sobre la base de una gran profesionalidad y vocación de servicio de nuestros militares que es reconocida en todo el mundo.
Sin embargo, mantener esta capacidad para desplegar fuerzas en estas misiones de paz ya no es suficiente. El escenario actual hace necesario que construyamos una capacidad de disuasión para garantizar nuestra propia defensa, soberanía e integridad territorial frente a cualquier amenaza, proyectar fuerza para el combate para una defensa común y hacer frente a las nuevas amenazas híbridas que proliferan en los nuevos dominios cibernético, espacial y cognitivo. La tarea no puede ser más apremiante ni más desbordante.
Para lograr este objetivo, lo primero es dotar de capacidad operativa real a las unidades de combate existentes. Esto empieza por completar sus plantillas de personal, aumentar radicalmente sus reservas de munición, potenciar el apoyo logístico par ser capaz de sustentar la fuerza en el campo de batalla y renovar parte del material que se encuentra obsoleto. Tras décadas de anemia presupuestaria muchas unidades de nuestras Fuerzas Armadas se encuentran en una situación límite.
Hay además que iniciar un proceso de transformación de nuestras Fuerzas Armadas a la luz de las lecciones aprendidas en los conflictos actualmente en curso, tanto en Ucrania como en Oriente Medio. Estamos asistiendo a una nueva revolución de los asuntos militares de la que España no puede sustraerse. No se trata aquí de profundizar en unas lecciones que son aún muy preliminares, pero ya parece evidente que en el campo de batalla futuro la presencia de drones y vehículos no tripulados de todo tipo será determinante, que las grandes plataformas tradicionales (carros, buques y aviones) son cada vez más vulnerables, que proteger a las fuerzas de ataques de drones y misiles resulta fundamental, que hay que desarrollar capacidad de ataques en mayor profundidad, que la guerra electrónica resulta decisiva y que el desgaste de las fuerzas en combate es enorme por lo que la necesidad logística de reponer munición, material y personal es abrumadora.
En tercer lugar, hay que desarrollar capacidades inéditas en los nuevos dominios emergentes. La guerra en el ciberespacio debe garantizar libertad de acción (Internet, telefonía, satélites, entre otros) para la operatividad de las Fuerzas Armadas y la subsistencia de la nación. Para ello es necesario fortalecer la resiliencia, protección y defensa de las redes, servicios esenciales e infraestructuras críticas, y resulta imprescindible prepararse con tiempo y dotarse de personal y capacidades militares que permitan realizar operaciones defensivas y ofensivas. España fue un país pionero en la creación de un mando operativo para el ciberespacio, pero nuestras capacidades son aún en buena medida embrionarias.
En el dominio espacial, las Fuerzas Armadas deben dotarse de las capacidades necesarias para garantizar, de forma autónoma y también en coordinación con nuestros aliados, el libre acceso al espacio y la defensa de los servicios comerciales y de seguridad que nuestra nación necesita. La creación del Mando del Espacio es un primer paso para la consecución de una capacidad de Mando y Control que, inicialmente, se limitará al conocimiento del dominio espacial. A más largo plazo, habrá que aspirar a ser capaces de realizar operaciones defensivas y de respuesta en el espacio, para lo cual habrá que disponer de un robusto sistema de mando y control espacial.
Por último, en el dominio cognitivo, una vez desarrollada una doctrina propia, es preciso reforzar las capacidades para gestionar la comunicación militar pública, las operaciones psicológicas y las operaciones ciberespaciales. La superioridad en la toma de decisiones requiere un conocimiento profundo del entorno de la información y buenas herramientas de auxilio a la toma de decisiones. Esas capacidades están aún por desarrollar en nuestras Fuerzas Armadas.
Cuando pensamos en cómo adquirir estas nuevas capacidades en todos los dominios siempre centramos nuestra atención en la innovación tecnológica y en la adquisición de nuevos sistemas, olvidando que el elemento esencial de todo ejército es su componente humano. De nada sirven las mejores armas del mundo sino tenemos el personal suficiente, con la formación adecuada, el adiestramiento constante y sobre todo con la mentalidad y la moral necesarios para afrontar el combate. Lograr estos objetivos requerirá una gran reforma de nuestra política de personal militar que comienza por aumentar determinadas plantillas, mejorar la retribución y la calidad de vida de nuestros soldados en las unidades, actualizar su formación y aumentar su disponibilidad.
Para lograr esta necesaria transformación de nuestras Fuerzas Armadas creo que hay cinco instrumentos esenciales y urgentes que poner en marcha.
- Una Ley Programa o de dotaciones para las Fuerzas Armadas que dote de un marco financiero estable a nuestra defensa y permita una planificación a medio y largo plazo. Sin esa planificación a largo plazo es probable que mucho del dinero extra que gastemos en nuestros ejércitos como consecuencia de la presión de nuestros aliados sea malgastado en cosas que no son estrictamente necesarias y cuya eficacia sea mínima, pero sobre todo careceremos de un proyecto de transformación coherente. Es imprescindible que este compromiso financiero a largo plazo para nuestra Defensa tenga el máximo consenso político posible para ser creíble.
- Un presupuesto de defensa en base cero que obligue a un ejercicio de evaluación de todos los programas de gasto existentes para decidir que programas son prioritarios, cuales pueden aplazarse y cuales deben ser cancelados para adquirir nuevas capacidades que ahora no existen. Esta revisión debe realizarse en base a lecciones aprendidas de los conflictos actuales.
- Una revisión de nuestra política de personal. Todos los ejércitos europeos han sido jibarizados tras el final de la Guerra Fría. Hoy resulta imprescindible aumentar el volumen de efectivos, aunque la cuestión esencial sea la captación, retención y gestión del talento. El principal reto es cómo mantener la motivación a lo largo de toda la carrera militar y como lograr que la necesaria conciliación de la vida familiar y personal no suponga una disminución de la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas. La injusta remuneración tanto del personal profesional como de los reservistas voluntarios y del personal civil constituye otra gran hipoteca para el éxito de la misión. La calidad de vida de los soldados en las unidades es otra asignatura pendiente con profesionales viviendo en camaretas colectivas en pésimas condiciones y sin apenas compensación por jornadas continuadas o semanas de maniobras. La enseñanza militar debe ser la palanca de transformación más importante para construir las Fuerzas Armadas que España necesita. Es imprescindible formar profesionales en ámbitos multidisciplinares y cambiantes, donde al mismo tiempo, se enseñen los valores tradicionales del combatiente español, fomentando líderes competentes. Resulta imprescindible invertir en recursos humanos para forjar una fuerza capacitada y motivada como pilar esencial del futuro de nuestra defensa.
- Un nuevo modelo de reservismo militar. Las fuerzas en reserva han demostrado ser un factor esencial en todos los conflictos actuales. Necesitamos abordar un cambio radical con nuestro modelo actual de reserva para pasar de un carácter suplementario por el de una reserva complementaria. Por un lado, es preciso seguir contando con especialistas que traigan a las Fuerzas Armadas los conocimientos y experiencia civiles que son necesarias para el ámbito castrense, pero a ellos deben sumarse unos reservistas operativos que constituyan unidades específicas, capaces de desplegar como batallones o compañías en cuanto reciban órdenes para ello. El adiestramiento debe alcanzar un sitio preeminente en la capacitación de todo el personal reservista. Es imprescindible diseñar un plan de adiestramiento basado en ejercicios a realizar periódicos una vez superado una formación básica. Los batallones de reservistas operativos estarían repartidos por el territorio nacional, cumpliendo así con la premisa de acercar el lugar de activación a la residencia de los reservistas. El objetivo sería llegar a una fuerza en reserva de al menos 20 mil efectivos. No hay por otro lado, fórmula más eficaz para desarrollar una conciencia de defensa nacional que el establecer un modelo incentivador y eficaz de reservistas.
- Un Plan Industrial para la Defensa. La industria de defensa española está llamada a jugar un papel esencial en esta necesaria transformación de nuestras Fuerzas Armadas. En primer lugar, porque en el contexto estratégico actual garantizar una autonomía industrial en este sector resulta fundamental para defender nuestra soberanía e independencia. En segundo término, porque tengo el convencimiento de que la inversión que realicemos en nuestras Fuerzas Armadas puede tener, si lo hacemos de forma coordinada con nuestro propio sector industrial, un efecto extraordinariamente positivo en términos de innovación tecnológica, capacidad industrial y crecimiento económico para nuestro país. Esto exige una planificación conjunta entre la industria y los ejércitos y una defensa firme de nuestra industria nacional en el proceso en marcha de creación de un mercado único para la defensa y la consolidación del sector en la Unión Europea.
Termino con una cita del libro que les he recomendado al principio de este artículo que resume bien el reto formidable que tenemos por delante. «Europa, y con ella España, deben despertar del sueño de paz perpetua que dormimos durante las últimas décadas. Solo fortaleciéndonos y disuadiendo a nuestros enemigos seremos capaces de impedir la guerra, garantizar nuestra supervivencia y defender nuestra libertad. Tendremos que aumentar los recursos dedicados a nuestra defensa, pero sobre todo tendremos que cambiar nuestra mentalidad y recuperar nuestra voluntad de luchar por defender lo que somos, en lo que creemos y el futuro que queremos construir».