El pasado policial del mando destituido en India: del lío con los aluniceros a los 'coronapinchos'
Jupol denuncio en 2020 que el mando organizaba almuerzos en su comisaria con otros agentes en plena pandemia

El comisario destituido en la Embajada de España en lndia. | EP
Destituido tras una denuncia de acoso sexual por parte de una subordinada en la Embajada de España en India, no es la primera vez que el comisario y exconsejero de Interior en la delegación de Nueva Delhi Emilio de la Calle se ve envuelto en un escándalo policial. Su currículo incluye muchos logros, pero también algunas manchas negras tras las que, según revelan las fuentes consultadas, siempre fue premiado, para sorpresa de muchos, con puestos en el extranjero. Estas mismas fuentes recuerdan su paso especialmente «convulso» por el grupo especializado para combatir a los aluniceros de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid.
El propio inspector jefe impulsó entonces esta unidad y, de hecho, logró detener a numerosos criminales a raíz de investigar su patrimonio. Los grandes golpes que daba este grupo de élite se repetían al mismo tiempo que los escándalos de su responsable, advierten las mismas fuentes. Al parecer, el mando fue apartado de su puesto por «relaciones indebidas con confidentes», entre ellas, mujeres de algunos de los detenidos. «Fue un alivio que se marchara para los jefes. Era eficaz pero sus formas no eran las mejores, tampoco con sus subordinados».
Tras su paso por la Jefatura de Policía de Madrid, De la Calle fue destinado a una misión de Naciones Unidas en Ghana (África). Un puesto que encadenó con la agregaduría de Interior en la Embajada española del citado país africano. En total, estuvo casi una década en el extranjero, hasta que regresó a España, para trabajar un tiempo en el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y contra el Crimen Organizado (Citco). Después ascendió a comisario y le destinaron a la Brigada Provincial de Extranjería de Barcelona, donde le salpicó otro escándalo.
‘Coronapinchos’ en Barcelona
Según denunció Jupol en mayo de 2020, el mando organizaba almuerzos con una veintena de personas cada viernes en la comisaria, saltándose la normativa impuesta por el estado de alarma que impedía salir a la calle a la mayoría de personas, salvo motivo de fuerza mayor. Una serie de encuentros que recibieron el nombre de «coronapinchos» por su conexión con la pandemia y las viandas que los agentes llevaban a las instalaciones policiales. El sindicato policial señaló además que muchos de ellos se celebraron en horario laboral y sin las medidas de protección personal adecuadas.
En cualquier caso, la Dirección General de la Policía no inició ninguna sanción contra el comisario por organizar los «coronapinchos». Es más, un año después, la Secretaría de Estado de Seguridad lo volvió a destinar a una Consejería de Interior, en este caso la de la Embajada de España en India, de la que ahora lo ha destituido tras la denuncia por acoso laboral y sexual por parte de una subinspectora que era su subordinada directa en la delegación, según ha adelantó THE OBJECTIVE.
La querella por acoso
Desde que la Dirección General de la Policía tuvo conocimiento de los hechos, denunciados primero de manera interna por la víctima en marzo, Interior activó el protocolo de acoso y el comisario fue suspendido de empleo y sueldo en esa fecha. Ahora, no obstante, tras la interposición de la querella en la Audiencia Nacional, el ministerio ha ido un paso más allá y ha decidido apartar definitivamente del cargo en la embajada al comisario, al que el juez Francisco de Jorge ha citado a declarar el próximo 21 de abril en calidad de investigado por delitos de acoso laboral, sexual y agresión sexual, entre otros.
En la querella, a la que ha tenido acceso este periódico, la víctima aporta pruebas de un acoso continuado por parte del mando policial, prácticamente desde la fecha en que la primera se incorpora a su puesto como Personal de Apoyo Operativo, en julio de 2024. El escrito narra como el mando policial, «prevaliéndose de ese ambiente íntimo que le generaba una sensación de impunidad y de su posición jerárquica (…) realizó conscientemente numerosas conductas delictivas» sobre la subinspectora. Hasta el punto de controlar todos sus movimientos dentro y fuera del trabajo, o a las personas que ella podía ver, advirtiéndole de que todas las que quería ver «eran peligrosas».
La víctima facilita pruebas de cómo el mando pasaba continuamente por delante de su vivienda e incluso le advertía de objetos que sabía que tenía en la casa. Según consta en la querella, el comisario le dice a la subinspectora que pasa en «reiteradas ocasiones por su calle e incluso le ha insistido en que cierre las ventanas de su casa, pues las tiene abiertas y se le van a meter monos». La subinspectora denuncia que el consejero le exigía permanentemente que le informara sobre sus actividades diarias para estar al tanto de todas sus conductas cotidianas.