Rusia nos agrede a todas horas como si no pasara nada
Lenin ya incluyó la desinformación como medida activa y en 1959 la KGB puso en marcha departamentos especiales

Los ciberataques son el método predilecto de Rusia para tratar de debilitar a sus adversarios. | La Nación (Zuma Press)
La guerra empezó hace unos cuantos años y se ha vuelto cada vez más refinada. Hasta el punto de que nos hemos acostumbrado a convivir con ella, cada vez le damos menos trascendencia y la consideramos una parte de nuestra vida diaria que tampoco nos produce perjuicios muy significativos, por no decir que ninguno en la inmensa mayoría de los casos.
Rusia, por simplificar, tiene tres tipos de conflictos en el mundo: la guerra abierta contra Ucrania; la presencia militar a través de mercenarios en muchos países en los que tiene intereses económicos o estratégicos especiales, normalmente apoyando a dictadores; y la ciberguerra que le permite impulsar la desinformación contra sus enemigos.
Consideramos tradicionalmente que existe una guerra cuando se utilizan armas como pistolas o bombas. Y no tenemos conciencia de que exista cuando lo que se lanza son mensajes manipulados, noticias falsas o se produce el robo de información secreta o confidencial. Sin embargo, aunque no exista una declaración oficial de guerra, los ataques con desinformación producen un daño que puede llegar a ser enorme.
Eso es lo que Rusia lleva años haciendo con España: utilizar todos los medios a su alcance para hacernos daño (mantiene un comportamiento similar con el resto de países occidentales). En cada operación que ponen en marcha, la condición imprescindible es que las autoridades del Kremlin puedan aplicar la negación plausible, que a mí me gusta llamar «negar hasta después de la evidencia». Un ejemplo en otro terreno es el envenenamiento en Reino Unido de espías disidentes como Litvinenko o Skripal: todas las pruebas dicen que fueron ellos los autores, pero se guardan la negación plausible, esa vinculación directa de los asesinos con Putin.
Los rusos saben más que nadie sobre desinformación, de hecho tras la Primera Guerra Mundial la policía bolchevique fue la primera que utilizó esa palabra, que más tarde Lenin incluyó como medida activa. En 1959, la KGB puso en marcha departamentos especiales de desinformación que buscaban influir, desprestigiar, enturbiar, engañar y ocultar.
66 años después, siguen en las mismas. Utilizan cualquier acontecimiento para agredirnos digitalmente, promocionando la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones y tratando de sembrar el caos y que sus consecuencias afecten a la Unión Europea y al resto de aliados en el mundo. Buscan las situaciones más complicadas y conflictivas por las que atraviesan los españoles e intentan aprovecharlas para sembrar el pánico. Lo hacen cada vez con métodos más refinados en los que es casi imposible demostrar que las desinformaciones son impulsadas por el Gobierno ruso. Son ciberdelincuentes de los que se tiene la constancia de que trabajan para Putin porque defienden exclusivamente sus intereses en todo el mundo.
Los vimos actuar durante la epidemia de covid, intentando culpar al Gobierno de todo lo que ocurría, al mismo tiempo que sometían a muchos hospitales a ataques informáticos que intentaban dificultar aún más su labor vital en momentos de crisis máxima.
Su presencia en el procés independentista catalán, siempre negada por ellos y por la contraparte, fue argumentada por los servicios de inteligencia europeos. En este caso, además de la desinformación promovida en redes sociales, contó con encuentros personales entre rusos y catalanes para intentar establecer una colaboración. Algo que los de Putin nunca habrían firmado porque habría quedado patente su intervención, cuando su único interés era remover las aguas para aumentar la potencia de las olas destructivas.
En los últimos años, los informes del Departamento de Seguridad Nacional han documentado estas desinformaciones, añadiendo intervenciones rusas miserables en casos como la dana o referidos a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Curiosamente, los expertos han constatado que en muchas ocasiones los piratas informáticos chinos se suman, aumentando la penetración de las manipulaciones en la sociedad.
Solo una cosa más: Estados Unidos y otros países utilizan las mismas armas contra sus enemigos. Y Estados Unidos en los últimos años ha demostrado que ni sus aliados se libran de sus intervenciones.