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Todos los caminos llevan a San Petersburgo: la ciudad en la que 'empezó' la trama del PSOE

De la reunión de Begoña Gómez con Javier Hidalgo al teatro de David Sánchez y los negocios de Dolset con su socio ruso

Todos los caminos llevan a San Petersburgo: la ciudad en la que ’empezó’ la trama del PSOE

Aldama, Begoña Gómez, Pérez Dolset o 'El Hermanísimo' pasaron por San Petersburgo. | Ilustración de Alejandra Svriz

En el mapa de la presunta corrupción política que salpica al Gobierno, así como en el de las subtramas ocultas de fontaneros en busca de material sensible arrojadizo contra sus rivales, aparece una constante: San Petersburgo. Por la ciudad rusa pasaron, en unas u otras fechas y por diversos motivos, muchas de las caras que componen ese mosaico general de la infamia. De hecho, fue el enclave en el que se reunieron por primera vez Begoña Gómez y Javier Hidalgo (Air Europa), en septiembre de 2019. Allí estaba también Víctor de Aldama, cuyo visado fue tramitado por Koldo García. Un encuentro facilitado por el secretario general de ONU Turismo, hombre bien relacionado en Ferraz. 

Sólo unos años antes de aquella cita en un hotel petersburgués David Sánchez, el hermano del presidente, fue director artístico en el Teatro Mikhailovsky de la ciudad imperial rusa. Allí compró un piso que ofrecía en Airbnb bajo el nombre de Hermit, como detectó la UCO. San Petersburgo también es el marco en el que tiene extendidos sus negocios y propiedades el empresario Alexander Vladimirovich Klokoltsev, hijo del ministro del Interior y hombre fuerte de Vladímir Putin. Fue uno de los socios empresariales rusos de Javier Pérez Dolset, otro de los fontaneros próximos a Ferraz que salen retratados en esos audios en los que los presuntos emisarios socialistas buscan, desesperadamente, acabar con guardias civiles, jueces, fiscales y periodistas.

La presencia de esta monumental ciudad rusa en algún punto de todas las tramas que se investigan actualmente puede resultar un tanto anecdótica, pero no lo es tanto para fuentes involucradas en varios de estos procesos judiciales en marcha. Entre algunas de las acusaciones particulares se plantea una pregunta que puede ser clave: ¿Qué pasa en San Petersburgo y por qué es el perejil en todas las salsas corruptas?

El inicio del caso Begoña Gómez

Septiembre de 2019. La Organización Mundial del Turismo, dirigida por el ahora saliente secretario general Zurab Pololikasvhili, elige San Petersburgo para organizar su gran evento nacional. Hacia allí viaja Begoña Gómez, esposa de quien acababa de celebrar su primer aniversario como presidente del Gobierno. Su misión: presentar una iniciativa relacionada con el turismo por parte del Instituto de Empresa (IE) para el que trabajaba. Pero en su agenda había más puntos.

En una de aquellas noches rusas se produjo un encuentro que sería el pistoletazo de salida de una de las tramas actuales. Gómez, Aldama y el CEO de Globalia (Air Europa) Javier Hidalgo se reúnen en el bar de la azotea de su hotel. Sin escoltas, sin más testigos. Charlan y dan inicio a una relación que meses después se convertiría en una oportunidad de negocio para la esposa del presidente Sánchez a través del hub Wakalua. Una relación que luego pondría en tela de juicio la posible implicación de Gómez -y Sánchez- en el rescate a Air Europa. «Hidalgo esta muy jodido por el tema este, se está buscando la vida y acaba de llamar a Begoña», decía uno de los whatsapps intevenidos por la UCO cuando -exactamente un año después de aquella cita en San Petersburgo- Air Europa se jugaba su futuro y los 600 millones de euros del mayor rescate público hasta la fecha.

«El hermanísimo»

La de Begoña Gómez no fue la primera estancia en San Petersburgo. Años atrás había vivido y trabajado allí su cuñado, David Sánchez Pérez-Castejón. Tras una formación como músico que le llevó a Italia (Lucerna, Milán y Siena), y una breve estadía en Tokio, el «hermanísimo» llego a San Petersburgo. Ya conocía la ciudad, porque allí cursó Composición y Dirección de Orquesta en el Conservatorio estatal de San Petersburgo Rimsky Korsakov. Uno de los títulos que la Diputación de Badajoz esgrimiría como mérito para darle un puesto creado ‘ad hoc’ para él, tal y como sospecha la instrucción de su caso.

David Sánchez, que entonces se hacía llamar por su nombre artístico David Azagra, prosperó en el mundo de la música en San Petersburgo. Un feudo histórico de la música clásica. Consiguió un empleo en el Teatro Mariinsky -el ‘pequeño’ de la ciudad- y trabajó codo a codo con el español Nacho Duato. No le fue mal: adquirió un piso enfrente del teatro. Cuando dejó Rusia y volvió a España, lo monetizó vía Airbnb. Lo hizo a través de una cuenta que operaba con el pseudónimo Hermit, tal y como reflejó la Guardia Civil en sus informes.

La fontanería

Durante esos años surge otra de las figuras que ahora ha cobrado especial relevancia pública: Javier Pérez Dolset. Se trata del empresario que, según sus palabras, se alió con la ‘asesora’ del PSOE Leire Díaz para, presuntamente, investigar las cloacas del Estado y la Operación Cataluña. Esa es su versión sobre el audio de 53 minutos en la que Dolset, Díaz y el abogado Jacobo Teijelo ofrecen a un empresario tratos beneficiosos de Hacienda y Fiscalía a cambio de entregar material arrojadizo que haga caer el jefe de la Unidad de Delincuencia Económica de la UCO, Antonio Balas, o del fiscal anticorrupción José Grinda.

La conexión de Dolset con San Petersburgo viene dada por uno de sus principales socios hace años: Alexander Vladimirovich Kolokoltsev. Empresas vinculadas a Kolokoltsev como Funbox o Vstrecha recibieron pagos millonarios por parte de una filial del grupo Zed, propiedad de Dolset. Un complejo entramado que forma parte de la denuncia que la Fiscalía Anticorrupción presentó contra él en la Audiencia Nacional.

Vladimirovich Kolokoltsev es hijo, a su vez, del ministro de Interior ruso desde 2012. O Asuntos Internos, como se denomina en Rusia. «Allí no pasa nada sin que lo sepa Kolokoltsev», explican fuentes que conocen bien el desempeño empresarial de su hijo. Un hombre forjado en la escuela soviética bajo cuya sombra medró su hijo Alexander Vladimirovich, que está relacionado con propiedades inmobiliarias y negocios en San Petersburgo. Es el testaferro familiar -su padre tiene multitud de sanciones internacionales– y maneja un patrimonio incalculable.

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