Lo de comprar a Huawei es una cagada, pero EEUU tampoco es de fiar
La CIA ha demostrado que intenta espiarnos igual que los espías chinos

Emblema del CNI.
Los presidentes de los comités de inteligencia del Congreso y el Senado de Estados Unidos, Ton Cotton y Richard Crawford, han lanzado una diatriba contra España por la decisión del Ministerio del Interior de conceder a la empresa Huawei un contrato valorado en 12,3 millones de euros a cambio de que gestionen el almacenamiento y custodia de grabaciones judiciales. Las más sensibles son las intervenciones telefónicas llevadas a cabo por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y el CNI.
También la Unión Europea ha lanzado mensajes en el mismo sentido, aunque mucho más comedidos. Recuerdan que Huawei es una empresa vinculada al poder chino, que en esa dictadura todos tienen que cumplir las órdenes de sus dirigentes y que hay unas normas europeas que aconsejan no dejarse llevar por los precios bajos de los chinos y primar la seguridad.
La importancia de SITEL
Con tanto virus informático introducido en los teléfonos de los investigados, como hizo el servicio secreto para controlar a los independentistas durante el procés, nos hemos olvidado de que el Estado dispone desde hace más de 20 años del Sistema de Interceptación de las Telecomunicaciones (SITEL). Un sistema totalmente legal, al que policías, guardias civiles y espías pueden acudir siempre que vayan acompañados de una orden judicial, que obliga a las compañías telefónicas a entregar la clave de los números a pinchar. Si hace años estas intervenciones dejaban ruidos que alertaban al supuesto delincuente, ahora es imposible percatarse de nada.
Pues bien, el resultado de estas intervenciones será guardado y protegido por el sistema Huawei OceanStor 6800 V5. De entrada, el Centro Criptológico Nacional no ha certificado ese sistema, como debe hacer con todas las tecnologías que pueden afectar a la seguridad del Estado. Además, el Gobierno aceptó después de un intenso debate que Huawei no participara en la implantación en España de la infraestructura clave de la red 5G por motivos que afectaban a esa misma seguridad del Estado.
A estos dos “detalles” hay que sumar la permanente insistencia del CNI en incluir en sus informes al Gobierno que el servicio secreto chino lleva unos años con una actividad frenética en España intentando conseguir información política, económica y científica, tanto del país, como de la Unión Europea y la OTAN. Especifican con claridad que ejercen toda la presión que está en sus manos para conseguir implantar sus intereses, disponer de la influencia adecuada y tener acceso a información privilegiada. En las notas abiertas del servicio secreto que llegan a la opinión pública nunca aparecen detalles concretos de esas actividades, pero es fácil deducir que si hubiera una lista, sin duda aparecerían políticos como José Luis Rodríguez Zapatero, muy bien relacionados con el poder chino.
No se entiende la concesión de ese contrato a los chinos por parte del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, porque el Gobierno conoce sobradamente el peligro de las actividades de los chinos, la política europea y de la OTAN sobre cederles competencias en el área de las telecomunicaciones y, Además, le han advertido de no saltarse esa política estratégica común que podría tener graves consecuencias.
Estados Unidos actuaría igual
Ahora bien, dada nuestra incapacidad para que una empresa española se encargue de gestionar el almacenamiento y protección de esas grabaciones sensibles, ¿a qué país podríamos recurrir? El primero que se me ocurre es Estados Unidos. Es nuestro aliado, aunque con Trump en la Casa Blanca cueste decirlo, pero supongamos que sí. Las preguntas son: si les encargamos la custodia de nuestra información secreta, ¿estamos seguros de que no la van a utilizar en su propio beneficio? ¿No nos la robarían?
Es verdad que estamos en el mismo bloque y que los chinos están enfrente, muy cerca de Rusia. Pero eso no quita que los estadounidenses siempre que pueden se apropian de nuestra información, la más sensible, siguiendo el dicho del espionaje de que en el espionaje no hay amigos o enemigos, sino otros servicios.
La prueba es que durante el anterior mandato de Trump, la CIA hizo lo que no se hace con un aliado, cometió un pecado mortal: comprar a un agente del CNI, convertirlo en doble agente, para tener acceso a la información secreta, a la más íntima. Por eso digo: los chinos no son una buena opción para que su tecnología nos guarde información secreta, pero que no se quejen tanto los estadounidenses: ellos tampoco son de fiar.