Los Mossos, tras la fuga de Puigdemont hace un año: «La cúpula debería estar investigada»
Los sindicatos critican que los mandos policiales actuaron con negligencia al no prever la segunda huida del expresident

Puigdemont a su llegada a las inmediaciones del Parlament el pasado 8 de agosto. | Alberto Estevez (EFE)
La segunda fuga de Carles Puigdemont frente al dispositivo que los Mossos d’Esquadra habían dispuesto, precisamente, para detenerle el 8 de agosto de 2024 en el Arco del Triunfo, en Barcelona, marcó un antes y un después en la historia de la policía catalana. La huida del líder de Junts, grabada por decenas de cámaras de televisión y ante la presencia de cientos de fieles que acudieron al breve mitín que dio tras siete años sin pisar Cataluña, dejó al cuerpo autonómico tocado y señalado por un operativo en el que no se tuvo en cuenta en ningún momento esa opción y, por tanto, resultó un fracaso absoluto. Un año después, los sindicatos policiales cargan contra la entonces cúpula de los Mossos que, a su juicio, debería estar investigada por la sucesión de errores que facilitó la fuga y provocó un gran desprestigio para la institución.
Por ahora, los únicos responsables de facilitar la huida de Puigdemont son tres agentes del cuerpo cercanos al líder secesionista y que ese día estaban fuera de servicio. El Juzgado de Instrucción número 24 de Barcelona les imputa un delito de encubrimiento, mientras la policía catalana mantiene abiertos expedientes a todos ellos, aunque los tres se han reincorporado ya a sus puestos de trabajo, los dos últimos esta misma semana. Para Albert Palacio, del sindicato Uspac, sin embargo, las pesquisas deberían haber llegado hasta la cúpula del 8-A «por negligencia» y no limitarse solo a los agentes que colaboraron abiertamente. «Nunca se llegó a realizar una investigación interna y ese día no tuvieron la culpa los agentes, sino los mandos policiales», señala en conversación con THE OBJECTIVE.
Palacio insiste en que la Unidad de Asuntos Internos de los Mossos d’Esquadra debería haber actuado e investigado los errores que se cometieron en el operativo porque «no se tuvieron en cuenta los diferentes escenarios u opciones que había, sino solo uno, el de que Puigdemont se entregase». «Actuaron con negligencia y eso supuso un descrédito para el cuerpo. Nuestro propio reglamento dice en uno de sus artículos que el desprestigio al cuerpo supone una falta grave. Por estos motivos, la cúpula policial debería estar investigada», reflexiona el portavoz de Uspac. En cualquier caso, la llegada al Govern de Salvador Illa dio oxígeno a la cúpula de cuerpo con una regeneración total: Pere Ferrer, entonces director de la Policía, fue relevado por Josep Lluís Trapero, y Eduard Sallent, mayor de los Mossos, por Miquel Esquius.
«La imagen quedó tocada»
La imagen de los Mossos, sin embargo, se vio igualmente afectada no solo en la escena nacional, también en la internacional. «Fue un día en el que la imagen de los Mossos quedó tocada. Al final, era una persona que venía con una orden de detención dictada por el Tribunal Supremo, que te dice donde va a ir, que va a hacer un mitín, que es televisado y se te acaba escapando… Fueron días muy duros para el prestigio de la policía catalana», recuerda Toni Castejón, portavoz de Sap-Fepol. Este agente, no obstante, dice que 12 meses después, todo ha quedado «en un mal recuerdo» porque «la gran labor que realizan los funcionarios en todos los sectores (Seguridad Ciudadana, Brigada Móvil…) hace que todo se olvide». «Fuimos y seguimos siendo profesionales. Hay que recordar que nosotros estamos para servir al ciudadano, no a los políticos, como ocurrió aquel día. La Policía siempre debe estar al margen», añade Albert Palacio.
El líder de Junts y expresidente de la Generalitat ha aprovechado el aniversario de su huida para justificarla porque, de lo contrario, «hoy aún seguiría en la cárcel, y probablemente a punto de ser juzgado y condenado, porque en España hay cosas y personas que están por encima de la ley y de la propia Constitución». En un escrito que ha publicado en sus redes sociales, Puigdemont también ha cargado contra el presidente Pedro Sánchez y le ha acusado de no esforzarse en la aplicación total de la ley de amnistía. «La maquinaria represora del Estado español no se ha detenido»; y ha señalado: «Si ellos me quieren encerrado e inhabilitado, mi deber es intentar hacer exactamente lo contrario».
Los fallos del operativo
Aquel 8 de agosto una cadena de errores la que facilitó la fuga de Carles Puigdemont, según reconoció en un informe, remitido al Tribunal Supremo, el entonces jefe de los Mossos Eduard Sallent. El documento, al que tuvo acceso este periódico, revelaba que solo un agente mantuvo contacto visual en todo momento con el expresident, aunque cuando trató de informar por radio de que había huido no logró acceder al canal. Tras ofrecer un breve discurso y bajar del escenario en el Arco del Triunfo, el líder de Junts aprovechó la multitud que se dirigía al Parlament para burlar la vigilancia. La policía autonómica tardó 16 minutos en descubrir que no se encontraba en esa comitiva y que había huido en un coche.
El dron aéreo que usaron los Mossos para controlar los movimientos de Puigdemont también dejó de enfocarle justo antes de emprender la fuga en coche. En lugar de mantener el plano sobre la zona donde estaba el vehículo en el que huyó, el dispositivo se centró en las autoridades que se dirigían al Parlament para la investidura de Salvador Illa. En el informe, los Mossos apuntan a una estrategia de «distracción» orquestada por los fieles del líder independentista que le protegieron «a modo de cápsula de seguridad». Y reconocen que perdieron de vista al expresidente desde las 9.04 horas, cuando accede a una de las carpas y la megafonía llama a iniciar la marcha, a las 9.20 horas, cuando advierten que el dirigente independentista no se encuentra en la cabecera de la manifestación.
En esos momentos el plano del dron cambia de ubicación y ofrece imágenes de los políticos y autoridades que se desplazan hacia el Parlament descendiendo por el tronco central del paseo Lluís Companys. La atención se concentra desde entonces en ese punto. Los efectivos desplegados, en torno a unos 600 agentes, no disponen de la información que relata el único agente que tuvo controlado visualmente a Puigdemont en todo momento, así que los Mossos creen que «estaba entre todos esos políticos». Entre tanto, según recogía el dossier, el agente que pudo comunicar a su superior que Puigdemont se había subido a un Peugeot de color blanco, erró en la marca y le facilito dos matrículas ya que no había podido ver con claridad la numeración. El mosso se echó a correr detrás del vehículo, pero lo perdió en un semáforo minutos después.
La detención no era la prioridad
Otra de las claves que recoge el informe es que, pese a la orden de detención internacional y el desafío planteado por Puigdemont, su detención no era prioritaria. Lo era antes el mantenimiento del orden de público: que la toma de posesión de Salvador Illa se desarrollase con total normalidad. «El principal objetivo era garantizar la seguridad ciudadana y el orden público para conseguir que el debate de investidura se llevase a cabo con total normalidad». «También era necesario disponer de otras acciones policiales que permitiesen detectar la presencia de Puigdemont y detenerlo en el momento más adecuado», detalla. Del mismo modo, admite el documento, el operativo en ningún momento «contempló como posibilidad que el señor Puigdemont regresara a España para después huir».
Tres minutos después de haber confirmado que la segunda huida de Puigdemont de España estaba en marcha, los Mossos d’Esquadra activaron el plan Jaula para tratar de detener sin éxito al expresident. La policía autónoma, con la colaboración de los cuerpos estatales, Policía Nacional y Guardia Civil, realizó controles en todas las salidas de la ciudad condal y en las fronteras de Cataluña hacia Francia. Un operativo que dejó imágenes de colapso durante horas en las carreteras, en plena operación salida de verano, y otras, del todo surrealistas, en las que los agentes abrían maleteros para comprobar si en el interior estaba el líder huido. Según reveló después Jordi Turull, el líder de Junts se refugió en un piso cercano al Arco del Triunfo hasta las 20:00 horas de ese 8 de agosto, cuando, en un vehículo distinto, partió de nuevo hacia Waterloo.