The Objective
El purgatorio

Quico Alsedo: «Juana Rivas es el ejemplo más dañino de cómo convertir lo blanco en negro»

El autor de ‘Algunos hombres buenos’ visita El purgatorio: «Nadie quiere leer sobre hombres víctimas; sí sobre mujeres que lloran»

Le gusta llevar la contraria, y eso en el periodismo supone contar verdades, a veces, espinosas. Romper tabúes, saber que eso tiene consecuencias, ser algo inconsciente para arriesgar una carrera. Es lo contrario del mainstream, los estómagos agradecidos, los propagandistas. El periodista Quico Alsedo (Oviedo, 1976) pisa charcos, es seco hablando, con tono de voz algo monocorde que da solemnidad a la ocasión. El tema merece respeto: hombres que han sufrido la acción de mujeres que, usando de manera espuria las leyes, se han llevado a sus hijos, los han denunciado falsamente, los han acusado de cosas aberrantes. Y todo, con el apoyo de la abrumante mayoría de buena parte de la sociedad y de los políticos.

PREGUNTA.- Siempre solemos preguntar a los invitados por su relación con la fe, en el sentido más religioso, aunque a usted quería preguntarle primero cómo va de fe en el periodismo, en los periodistas, en este oficio.

RESPUESTA.- Tengo muy poca, la verdad es que tengo poquísima. Creo que, lamentablemente, vivimos en un mundo muy complicado para tratar de contarle a la gente cosas que suceden en un mundo en el que el terreno de juego, usando la metáfora futbolística, está muy embarrado y se distingue difícilmente la verdad de la mentira. Hoy los hechos solos, puros y duros, difícilmente llevan a alguien a creer algo. Cosa que es paradójica, pero real. Creo que todos lo estamos viviendo. Los medios, además, somos muy débiles con respecto al poder real, del cual nosotros somos escaparatistas, pero que solo vemos un poco de refilón y tal. Tengo poca fe, la verdad, en que el periodismo puede hacer nada hoy, en actuar en lo que llamamos realidad.

P.- Uno ve, y esto es opinión, la conversación pública muy deteriorada. O sea, en qué gastamos el tiempo hablando de según qué temas y según qué cosas. Y a veces pasamos el tiempo hablando de chorradas y debatiendo sobre ellas. Me da por pensar cuánta responsabilidad tenemos de lo que se habla o del nivel de la conversación pública, los de la conversación publicada, o sea, de los medios escritos, digitales, las tertulias televisivas, radiofónicas… ¿Qué responsabilidad tenemos?

R.- Nosotros conspiramos mucho contra lo que hacemos. En general, creo que no hacemos las cosas excesivamente bien; creo que nos entregamos mucho a los caminos cortos, al cortoplacismo de la opinión, de estar batallando en guerras que sabemos que no mueven ruedas de molino. O sea, tengo una visión bastante negativa en general de lo que los periodistas hacemos hoy en día, lo cual es un poco paradójico. A ver, no voy a ser hipócrita: yo participo de eso.

Llevo en el diario El Mundo 25 años dando noticias, y o sea que participo plenamente de ello. Intentas hacer las cosas lo mejor posible, obviamente, pero es un momento muy complicado y no me gustan… a mí no me gustan los discursos esos voluntaristas, un poco azucarados, almibarados, rosas, de «hacemos» o «dejamos de hacer». La realidad es la que es. Además, hoy por hoy es difícil venderle burras a la gente. Ya, por suerte, y la gente tiene una visión muy negativa de nuestro trabajo. Yo creo que nosotros hacemos mucho para que sea así.

P.- Cuenta un suceso en Algunos hombres buenos que da para reflexionar. Narra cómo hizo por vender el tema de ese libro a medios de izquierdas, para enganchar a más gente. Y una directora de un periódico de izquierdas de este país, de la que, como no das nombre, y no diremos, ella básicamente negó los hechos. No es que fuera crítica y dijera «no, es que esto no encaja en la línea editorial», es que directamente «esto de los hombres maltratados, ultrajados, a manos de mujeres, no existe». Una negación ideológica de la realidad.

R.- La ideología es uno de los grandes cánceres de la conversación pública. Y además es un gran obstáculo para el periodismo. El periodismo ideológico es el que, lamentablemente, triunfa en gran medida. Creo que hacer periodismo desde una perspectiva, darle, digamos, a un electorado lo que necesita, lo que busca o lo que quiere leer, es lo que en gran medida está funcionando. Es un problema enorme, deteriora enormemente la calidad de la democracia, o sea, empezando por ahí y luego bajando todos los peldaños, deteriora enormemente todo lo demás. Es un problema muy grave y del que, además, no hay una solución, porque los medios, en general, las generalizaciones son todas así, un poco tontas, pero los medios somos muy débiles. Jugamos muy a la corta, jugamos muy a nuestro electorado, le hablamos mucho a nuestros convencidos y eso el periodismo ideológico, obviamente, pues lo exacerba.

Hoy estamos fomentando mucho que la gente piense en «packs ideológicos» y se sitúe, se coja una camiseta, se la ponga y sea de ese equipo. A mí me pasa, por ejemplo, que con los libros que he publicado. Son libros que interesan a un electorado, pero no a otro. Curiosamente, en mi caso, estoy más cerca del electorado al que no le interesan estos libros. Mis ideas van un poco más ahí. A mí me duele que esa izquierda no sea capaz de ver estas posiciones que yo traslado en los libros y no sea capaz de hacer algo con ellos más que negarlas.

A mí eso me fastidia mucho, porque me sitúo más ahí, en mi manera de concebir, con qué deberíamos hacer con las cosas, etcétera. Pero tristemente hoy la gente se sitúa en un lugar y a partir de ahí decodifica el mundo, que es que eso tiene sentido porque es un mundo muy difícil de entender. Nos pasa a todos y creo que no hay Dios que lo entienda en su plenitud y es más fácil. Para entenderlo, puedes sentarte en una silla y decir «yo desde esta silla compro este discurso y ya lo entiendo todo, lo decodificó todo y hago los juicios morales pertinentes», que al final todos nos situamos en esas cuestiones o en cuestiones ideológicas, dependiendo de lo que nos parece bien o lo que nos parece mal.

P.- Antes de hablar sobre este libro, que además está de vigorosa actualidad, déjame mencionar su última publicación: Víctimas de lo trans: Un viaje a las realidades de quienes han sufrido el ideario queer en sus propias carnes en España.

R.- Durante mucho tiempo en el periódico estuve haciendo bastante investigación en torno a casos de, sobre todo en mujeres jóvenes, adolescentes, que se habían tragado como «una ensoñación», que eran trans cuando realmente tenían otros problemas. No es que ser trans sea un problema, pero ser trans te obliga a hacer determinadas cosas o enfrentar una realidad que los demás no enfrentamos. Luego, habitualmente suele suponer para las personas que lo son dificultades adaptativas muy grandes.

Pero en este libro yo hablo de personas, de jóvenes, sobre todo chicas, que teniendo trastornos —trastornos a veces, trastornos tipo de TEA, trastornos de autismo, trastornos de hiperactividad, inadaptación y trastornos de otro tipo— pues veían en esa especie de «holograma de ensoñación trans» una salida carismática. Y entonces lo que hice fue compilar casos y compilar realidades que cuento en el libro de personas que aquí en España han sufrido eso. Algunas de ellas se dieron cuenta de que tenían otros trastornos y tenían otros problemas y estaban realmente viendo en la transexualidad «una especie de El dorado», pero que no era realmente para ellas.

«Juana Rivas no es una madre protectora, es alguien que está haciendo daño a sus hijos»

Y luego hablé también con profesionales que están en este ámbito y que estaban muy preocupados por la ley impulsada por el gobierno en su momento, y además lo que hace es amalgamar un montón de leyes que ya existían en casi todas las comunidades. Lo que hacía, lo que hacen esas leyes, es básicamente decirle a las personas con problemas y decirnos a los demás también que «podemos decidir, plenipotenciariamente, cuál es nuestro sexo, si somos hombres o somos mujeres o qué somos».

Lo que dicen los científicos al final es: «Bueno, es que la biología existe. No, no es un invento. La biología no es una camiseta que me pongo o un sombrero. Y un día un sombrero y otro día una gorra, sino que hay una realidad biológica detrás que no nos podemos saltar aunque los tiempos nos llamen a decidir de manera individualista todo de nuestra vida. Igual hay alguna cosa que no podemos elegir y esta, por ejemplo, es una de ellas».

P.- Sobre Algunos hombres buenos, publicado en 2023, es un libro que narra la historia de 8 hombres cuyas historias no se suelen contar en los medios. Hombres inocentes, pero sentenciados por la sociedad. Aunque esto no iba a ser así, en realidad, el libro ni siquiera estaba pensado como libro, en un primer momento quería hacer un documental sobre la figura de Francesco Arcuri.

R.- Este libro surge porque yo empiezo en el año 2018 a cubrir lo que queda del caso Juana Rivas en aquel momento. Además, así me lo dice mi jefe: «Mira, coge esto porque ya no lo entiende nadie». Hablamos de 2018. «Es que ya nadie sabe quién es el bueno, quién es el malo». Así me lo dijo y yo lo cogí, me puse a mirar y vi muy claro lo que había. Porque ahí, en autos judiciales de entonces, ahora y antes, todo está clarísimo. Y entonces, pues me puse a hablar con ambas partes y me puse a informar un poco sobre ello.

Fast forward. Pasamos al año 2022-23 y yo pienso: «Joder, he hecho un trabajo con este hombre, con Francesco Arcuri, de acercarme a él. Un tío muy cerrado, es más cerrado que una ostra. O sea, es como abrir una ostra con una cuchara». Y había hecho ese trabajo. Y entonces yo le planteé: «Francesco, ¿y tú no querrías contar un poco tu historia o contar lo que has vivido?».

Imagínate. Todavía le quedaba este capítulo que hemos pasado ahora y sabe Dios qué vendrá. «No, yo no, en absoluto. En absoluto». Me costó muchos meses convencerle para decirle, para que él abriera la mano y dijera: «Venga, pues vamos a intentar contar mi historia. Vamos a intentar contar un poquito del sufrimiento que yo he pasado peleando por mis hijos, peleando por ser padre con normalidad».

Y lo que pasó fue que no hubo manera, no hubo manera de vender ese producto, porque puerta donde fui —y no toqué pocas—, pues la que se cerraba porque era «un tema tóxico completamente» y «una perspectiva absolutamente tóxica».

Quico Alsedo en El purgatorio. | Víctor Ubiña

P.- Era un tema tabú.

R.- Era un tema absolutamente tabú, ahora lo es menos. Pero sí es cierto que la realidad es que ahora sí que se está haciendo un documental sobre sobre esto, pero tengo entendido que es sobre solo sobre una de las dos perspectivas y no es precisamente la de Arcuri.

P.- ¿Y quién lo hace?

R.- Sobre eso yo creo que lo mejor es que sea discreto en cuanto a lo que sé, es lo razonable, pero bueno, lo que quiero decir es que finalmente sí que está haciendo algo sobre ese tema tan tóxico, pero se está haciendo desde una perspectiva más amable y más acomodaticia con los planteamientos un poco generales de la historia. Y desde las perspectivas más oficiales que son: Juana es una víctima, una persona que sufre, que ha sufrido muchísimas cosas y él es un verdugo.

P.- Sé que puede ser una misión epopéyica, pero le pido que me haga un resumen del caso Juana Rivas-Francesco Arcuri, porque existe esa sensación de no saber ya bien ni por dónde va la historia.

R.- Judicialmente es un lío increíble, pero en esencia es una pareja que empieza una relación, que tienen un hijo, cuando ese hijo tiene un año, pues hay una pelea entre ellos. Una noche en que ella llega tarde de fiesta y él está en casa cuidando al crío, que es lo que solía hacer y lo que ha hecho después siempre. Se produce una pelea entre ellos.

Él termina aceptando, aunque se denuncian entre ellos recíprocamente, él termina retirando su denuncia porque ella le impide durante ese mes, desde que se producen los hechos hasta el juicio, le impide ver al crío, que es el crío mayor de edad actualmente. Tiene ahora 18 años, ahora dice que su padre siempre le pegó y siempre le maltrató. Pero eso el crío lo ha ido diciendo durante todos estos años con la justicia italiana diciendo que «era una inducción de la madre» o «una clara manipulación de la madre».

Pero en esencia —quitando un poco toda esa cáscara o esa corteza— es una pareja que en ese momento se pelea, que después él acepta una condena, acepta tres meses de condena por esa pelea que tienen, en la que hay dos partes de lesiones. Él también tenía lesiones y él la denunció a ella también, pero retiró la denuncia porque ella no le dejó ver al crío.

Ellos vuelven a estar juntos. Están juntos durante más tiempo. Tienen otro crío. Y, de nuevo, cuando ese crío es pequeño, ella ya se los trae a España, se los queda aquí. La obligan a devolvérselos a él después de una epopeya bastante absurda y muy movilizada por la política en aquel momento y siempre después, porque ella ha estado políticamente muy dirigida, al contrario que él, que no se ha enterado de la vaina. Aquí lo puedo decir —espero que a Francesco no le moleste—, pero es así, se lo he dicho a él.

¿Y qué pasa después? Pues a él le devuelven a los niños, pero ella sigue un poco orbitando en torno a ellos, tratando de atraerlos, etcétera. Rivas le pone un montón de denuncias a Arcuri, denuncias que no van a ningún lugar, y este invierno pasado consigue de nuevo traer al niño pequeño aquí, después de haber ya conseguido traer a su huerto al mayor, y eso lo dice la justicia italiana en las sentencias.

La cuestión aquí es que hay tres sentencias muy pormenorizadas, muy meticulosas y muy claras de los tribunales italianos que se dedicaron durante años a monitorizar a la pareja, a monitorizar a los hijos, a saber qué era lo que pasaba ahí, etcétera. Y siempre han dicho muy claramente que él es el único progenitor que puede cuidar de los críos y a ella la han mandado recurrentemente a recibir terapia y ayuda.

Y este último invierno, pues ella consigue de nuevo traerse al crío para España y, mediante un alambicado ejercicio de derecho procesal, consigue tenerlo durante siete meses hasta que la obligan de nuevo a devolver al crío allí y la imputan ahora por sustraer al crío, por lo que ya fue condenada en su momento e indultada por el Gobierno. Es horrible, pero sí, se lo tiene que explicar a todo el mundo, le tienes que explicar un poco las cosas básicas porque ya es una especie de Dinastía mezclada con un culebrón venezolano y medio turco.

«Los tribunales italianos siempre han confirmado que Arcuri es el único progenitor que puede tener a los críos»

P.- El caso arranca en 2016.

R.- En 2016 es cuando ella viene a España y se queda con los críos aquí. Ella viene teóricamente de vacaciones, pero se queda. Le pone una denuncia por malos tratos a él. Es una denuncia probablemente instrumental para cobrar la renta mínima de inserción. Ella se va directa al Centro de Atención a la Mujer de Maracena y ahí es donde ella estaba asesorada, porque quien hoy está asesorada, y lo ha estado durante todos estos años, por Paqui Granados.

Yo había hablado con ella por teléfono, pero nunca había visto en directo a Paqui Granados. La vi el pasado mes de julio, cuando la devolución, porque bajé Granada varias veces, porque la devolución parecía que se iba a producir y luego terminó produciéndose, pero después de circunstancias increíbles.

Y nunca había visto en directo a Paqui Granados y tengo que quitarme el sombrero ante Paqui Granados porque, de verdad, no es normal. Paqui Granados coge este vaso y le hace creer que es un caballo. O sea, es una persona con una capacidad de convicción muy notable. Yo, de verdad, Paqui, es impresionante.

P.- Vino usted a escribir en El Mundo: «si Paqui Granados monta una secta, a mí me capta».

R.- O sea, yo no tengo idea de esta historia y Paqui Granado me la cuenta, y es difícil que nadie trayéndome lo que sea me haga cambiar de opinión. O sea, es muy bestia, muy fuerte. Es que gente así existe. O sea, para el periodismo es un reto, porque luego le tienes que contar a la gente que «no, pero es que esto, mira, hay una verdad judicial».

En el caso, por ejemplo, de Arcuri, ellos estuvieron durante años, Arcuri tuvo en su casa, él y sus dos hijos, tuvieron dos veces por semana, varias horas cada vez, dos veces por semana durante años, a trabajadores sociales del municipio de Carloforte, donde ellos viven, que observaban cuáles eran las dinámicas entre ellos.

Estamos hablando de años: dos veces por semana, 52 semanas al año, 104 veces en un año, y durante años. Y en esos momentos se estaban produciendo presuntamente las agresiones constantes, de las que no hay prueba ninguna, de las que no hay evidencia ninguna. Entonces es como hacerte creer que el día es noche. Pues hay gente que puede hacerte creer que el día es noche.

P.- ¿Alguna vez ha podido hablar con Juana Rivas?

R.- Nunca he podido hablar con ella. Yo tengo un teléfono de ella al que llamamos en ocasiones, con quien sí hablé bastante en su momento fue con su abogado, hace años. Ya no tengo la suerte de poder hablar con él, pero sí en su momento hablé bastante, cuando al principio cogí la historia durante un tiempo.

Realmente, incluso él —y esto da una idea de la posible politización del tema, evidente en otros capítulos de la historia—, incluso él, cuando ella ya fue condenada a cinco años y medio por sustraer a los críos en el año creo que fue 2019, había la posibilidad de ir al Supremo para que este revisara y redujera la condena o la anulara.

Y él me dijo textualmente que «no iban a ir al Supremo porque no había nada, porque la sentencia estaba suficientemente fundamentada». Bueno, pues días después ellos anunciaron que sí, que iban al Supremo y en el Supremo lo que eran dos penas por la sustracción de dos niños —eran cinco años y medio porque eran como 2,75 años por cada uno, dicho así groseramente— se convirtió en una sola pena, porque el Supremo dijo que «no eran dos niños, que es que realmente es como si fuera uno».

Entonces creo que los ciudadanos tienen sobrados motivos para pensar que la justicia está lamentablemente politizada cuando los tribunales más importantes de este país toman decisiones que parecen más políticas que jurídicas.

«Tenemos la juventud más machista de los últimos 40 años»

P.- ¿Este caso es especial sobre todo por la politización? ¿Por la intervención de una serie de partidos políticos, aparte del interés de Juana Rivas y del entorno de Juana Rivas, en que esos partidos políticos lleven a su casa a lugares como el Congreso? ¿Es especial por eso o hay más motivos para mí?

R.- Te doy mi opinión. Para mí este caso es especial, porque, partiendo de ahí, partiendo de la politización tan zafia, tan burda, tan evidente y tan salvaje de lo que son las relaciones afectivas de un grupo familiar —incluyéndolos a todos, incluyendo, por supuesto, a Juana Rivas, incluyendo en un lugar preeminente, porque Juana Rivas es la madre de esos niños—, en este caso lo que evidencia es la subversión de las normas por las que tenemos que regirnos todos para vivir en sociedad y no matarnos entre nosotros. Pero una subversión drástica: «el día es la noche».

O sea, si Juana Rivas, ahora que ha entregado a su hijo pequeño a su padre, hace lo que dice la justicia italiana desde hace muchísimos años, Juana Rivas no es «una luchadora por los derechos de las mujeres». Juana Rivas está fundamentando a quienes sostienen «el machismo secular», etcétera, porque Juana Rivas lo que está haciendo realmente es dar una impresión absolutamente contraria.

Te quiero decir: lo que está es representando un papel que no le corresponde en absoluto. No está siendo una madre protectora, sino que está haciendo daño a sus hijos. Entonces, en una sociedad en la que presuntamente todos sabemos de todo, todos tenemos una opinión sobre todo y todos vemos un montón de cosas y estamos superinformados, pues vemos un caso en el que —repito— si la justicia italiana tiene razón, y hablamos de sentencias muy fundamentadas, a lo largo de años, repetidas, pues lo que tenemos es exactamente lo contrario de lo que creemos.

O sea, tenemos a una mujer por la que ha salido la gente en masa a la calle a pedir justicia, siendo justo lo opuesto a lo que ellos piensan. Entonces, Juana Rivas representa —no Juana Rivas, sino este caso—representa el ejemplo más dañino de eso, de hasta qué punto podemos hacerle creer a la gente que lo blanco es negro.

Quico Alsedo en El purgatorio. | Víctor Ubiña

P.- Esa era una de las reflexiones que me salía leyendo el libro: si una parte del feminismo institucional o más político va a acabar entendiendo que criticar o condenar el comportamiento de mujeres solas o ayudadas por quien sea, que hacen un uso bastardo de la ley, no es apoyar a las mujeres, es justamente darle alas al machismo. Es todo lo contrario. Y esto no sé si lo acabarán entendiendo.

R.- No sé si lo acabarán entendiendo. Lo que pasa es que hay un planteamiento ahí, y yo, cuando he hablado —porque yo he tenido que informar en muchas ocasiones de temas relacionados con la reivindicación feminista, que por supuesto comparto—. Yo tengo una hija que va a cumplir 12 años ahora y no sería desde luego su padre si no quisiera para ella lo mismo que tenemos los tíos. Y creo que sí, que hay un camino que recorrer ahí.

Sé que esto seguro que me hará vender menos libros, a mi electorado o a parte de mi electorado quizá no le gusta escuchar eso —de mi presunto electorado, quiero decir—. Pero la realidad es que la reivindicación feminista es muy necesaria y yo estoy ahí. O sea, yo pienso que hay muchas cosas en las que la mujer todavía tienen camino por recorrer, luego ya podemos sacar cifras, no cifras, etcétera, pero todos sabemos que hay todavía camino por recorrer para que la mujer tenga los mismos derechos reales que los hombres.

Pero claro, cuando te encuentras un caso como este, te das cuenta de que la reivindicación no se está haciendo bien. Y lo que te iba a contar es que, cuando he hablado con mujeres que están en esta pelea y no les parece bien que yo cuente los casos de hombres denunciados en falso, te das cuenta de que ellas ven en gran medida su lucha como una lucha bélica. Una lucha en la que puede haber «víctimas colaterales», pero pueden tener en mente incluso que durante siglos —porque es así—, el hombre ha pasado por encima de los derechos de las mujeres hasta hace nada. Hasta hace 47 años, ellas tenían muchos menos derechos que nosotros en este país e incluso ya luego.

Entonces, claro, si se asumen esas víctimas colaterales, «es que ahora estamos en otra cosa: estamos en darles derechos a las mujeres». Bueno, pues es esa lógica bélica, de las víctimas colaterales, pues se impone mucho en muchos casos. Y estos casos, estos ocho casos de los que yo he escrito en el libro, son eso. Y se encuentran esa incomprensión muchas veces de: «si es que yo soy el padre de estos niños». «Ya, pero es que hay una pelea mayor, ¿sabes?». «Tú eres víctima, al final, de unos ideales difusos». «Ya, pero es que mi hija o mi hijo…». «Ya, pero es que estamos en otra cosa».

P.- Decía esto de «su presunto electorado». Entiendo que, aparte de en THE OBJECTIVE, a usted le gustaría que esta entrevista se pudiera dar en medios como Infolibre, Público, El País…

R.- Evidentemente, yo cuando estoy buscando promoción para el libro, claro, yo busqué la promoción ahí, en esos medios, y en muchas ocasiones —yo tengo amigos en todos esos medios, son buenos amigos simplemente porque, bueno, pues porque llevo muchos años en esto—, te dicen: «No sé, yo sé que esto es así, yo sé que esto existe, pues por supuesto que sí, pero es que no podemos darle de comer esto a nuestros lectores». Cuando no, lo que comentabas al principio: gente que te dice «es que esto no existe, no existe en absoluto» y se meten detrás de una cortina, de un telón absurdo, para negar la realidad.

P.- El caso de «no existe» que comentábamos, y no doy el nombre por no ser desagradable contigo, sino yo lo daría sin ningún tipo de problema… Tú no lo has dado, pues no lo doy. Pero esa directora de periódico (de izquierdas) que decía «no existe este tema» conocía de primera mano el caso de una persona que había pasado por uno de esos temas.

R.- Es decir, es que esta persona que tú dices trabajó en El Mundo, y nosotros en El Mundo tenemos, bueno, ya por suerte desde hace muchísimos años, normalizado. Quiero decir que las circunstancias ya son otras, son las normales, las que deberían ser, las que son.

Pero tenemos un caso: uno de estos ocho casos es un compañero mío del periódico que fue el segundo caso del grupo llamado Infancia Libre. Pues un chaval, un compañero mío con quien yo he trabajado todos estos años y sigue estando en el periódico, que su mujer en determinado momento se lleva a la niña, desaparecen, le denunciar a él repetidamente por abusos sexuales —sin probar ninguno y además de una manera muy evidente, con intereses instrumentales—. La denuncia y desaparecen, y este compañero durante años pagando a un detective para que localizara a su hija, que finalmente es localizada por la policía cuando la policía se pone en serio a buscarla, porque eso también es así.

O sea, a los poderes públicos son casos que no les motivan demasiado dentro del marasmo de cosas que tienen que atender. Y al final recupera, recupera a su hija y su mujer es condenada por lo que hizo, por secuestrarla. Pero sí, esta persona que me decía —que dirigía luego otro medio— conocía este caso perfectamente. Y yo se lo dije, le dije: «¿Pero acuérdate incluso de este compañero?» Y me dijo: «Yo no sé ahí qué es lo que ha habido, ni sé lo que ha habido, ni sé lo que tal». Pues si está en los papeles está súper claro».

P.- Escribe en el libro: «Solo un 0,0074 % de mujeres que acusaron por violencia de género en España entre 2009 y 2020 fueron condenadas luego por denuncia falsa, según la Justicia. En 2020 no hubo ninguna, cero. Sin embargo, para los abogados de familia, pregúnteles si conocen a alguno. Es vox populi que esa trampa de acusar por violencia de género está a la orden del día». O sea, algo no encaja ahí. En la ley debe haber cosas que no estén correctamente, que no sean una cosa inmaculada, si se permiten este tipo de fallas.

R.- Así es. Lo que pasa es que hay una acción, al final, ideológica. Vemos ahí una especie de ceguera ideológica que, también, está apoyada mucho en lo que llamamos populismos hoy en día. Lo siento por el tópico, pero es así: soluciones fáciles a problemas muy complejos. Y piensas que la solución fácil es que tenemos que creer a las mujeres siempre. Como tenemos que creer a las mujeres siempre, y no hay y no puede haber duda ni disenso sobre eso, pues estos tíos mienten aunque estén diciendo la verdad, ellos mienten. También hay unas víctimas colaterales. Bueno, pobrecitos, que pase el siguiente.

P.- Cuando contacta con esos hombres, sigue de cerca sus historias, ve su sufrimiento… ¿Cómo hace para que no le afecte demasiado emocionalmente?


R.- Hombre, creo que los periodistas que nos dedicamos al final a tratar con la gente y tal, pues te pasa un poco como con los médicos, que al final te insensibilizas, y en parte es así. Pero fíjate, sobre el concepto de víctima y tal, hay una cosa interesante ahí que contar, y es que yo lo he visto con el planteamiento del libro. Mi planteamiento en el libro se llama «Algunos hombres buenos» porque habla de algunos hombres que no hicieron daño, pero que fueron acusados de ello, un poco como el Equipo A. Ahora, viéndolo con tiempo, el planteamiento fue erróneo, porque la realidad es que nadie quiere leer sobre hombres víctimas de nada. Hoy por hoy leer sobre mujeres víctimas sí es una cosa demandada socialmente. Pero leer sobre hombres víctimas… en absoluto. Esto es una conclusión a la que yo he llegado.

Y también tengo un amigo que, en unas circunstancias muy particulares, me abrió los ojos sobre ello. Me dijo: «Mira, es que nadie quiere leer sobre un tío que llora». Entonces, no sé a dónde me lleva eso, pero la realidad es que, en todo este juego que nos propone el feminismo o determinado feminismo de los roles, de los estereotipos, etcétera —que luego es verdad, hay roles y estereotipos, por supuesto— algo querrá decir el hecho de que no hay manera de contar historias que tengan un recorrido largo de tíos que lloran, por así decirlo. Nadie quiere escuchar que hay tíos que lloran. En cambio, sí funcionan muy bien las historias de mujeres que lloran.

«Ante Paqui Granados, la mujer que ha asesorado a Juana Rivas, hay que quitarse el sombrero: tiene una capacidad asombrosa de convicción»

P.- Sobre la Ley de Violencia de Género, ¿ha acabado teniendo una reflexión o una idea después de haberla leído, estudiado?

R.- Soy licenciado en Derecho, pero nunca me he dedicado a ello y no tengo una visión técnica sobre qué habría que hacer. A ver, mira, en el año 2008 o 2007 andaba por ahí, por los juzgados —que es lo que he hecho un poco toda mi vida, merodear alrededor de juzgados— y andaba por los Juzgados de Violencia de Género que hay aquí en la calle Manuel Tovar, en Madrid, y un juez se enteró de que andaba por allí y le dijo al funcionario: «Ve a buscar a este».

Y me metió para el despacho y me dijo —2007 u 2008 era—: «Estoy haciendo cosas absolutamente injustas. Realmente estoy teniendo que meter al calabozo a tíos, estoy teniendo que poner órdenes de alejamiento que son inútiles o contraproducentes. Estoy teniendo que meter mano en conflictos familiares a lo burro cuando se podrían solucionar de otras maneras. Estoy haciendo algo que es contraproducente completamente y que va contra lo que yo debería estar haciendo, que es impartir justicia y tratar de reordenar situaciones afectivas muy profundas, muy potentes y muy duras».

P.- Leía hace unas jornadas en diarios británicos que varias organizaciones del Reino Unido que trabajaban con chavalines habían renunciado a hablar de «masculinidad tóxica». Hablaban de «masculinidad» y le quitaban este añadido, esas etiquetas de toxicidad a la masculinidad. Y pregunto, a raíz de ese tipo de noticias, si le preocupa —entiendo que sí— y, a la par, cuánto de la respuesta del feminismo más institucional, que ha estado más en el poder, como respuesta, por ejemplo, a estos casos y a ciertas palabras o ciertos discursos, los efectos que puede haber tenido especialmente en la parte más joven de la población, la parte más joven y masculina de la población.

R.- Bueno, lo dicen las encuestas. Tenemos la juventud más machista de los últimos 40 años. Y además tenemos un entorno hipersexualizado para críos y crías. Cuando tú planteas una acción de gobierno tan fuerte como la que se ha planteado, tienes que medir muy bien lo que haces. A poco que te pases, a poco que derrapes un poco más allá, eso tiene un efecto. Y la sociedad no es un bebé al que le ponemos un pañal y un día le ponemos un body y otro día otro.

La sociedad tiene sus propias ideas, sus propias dinámicas, y lo que tenemos —y no es casualidad— es una juventud tan, tan machista, que rechace de una manera tan dura los postulados de lo que cree que es el feminismo, que al final es este feminismo tan barato, de una sola idea y las demás no me sirven, y de una complejidad nula. Y eso al final, pues produce efectos, claro.

P.- Por ir terminando, ahora que ya estamos a las puertas de septiembre, ¿qué pasará, si es que se atreve a pronosticar algo, con el caso de Francesco Arcuri y Juana Rivas? Porque en septiembre ya se sitúa el inicio de un nuevo procedimiento.

R.- De todas las denuncias que ella puso durante años, allí hubo un fiscal que se hizo cargo hace poco de la causa y que dijo: «Voy a tirar para adelante con estas cuatro denuncias». Y esas cuatro denuncias se van a comenzar a juzgar, pero no se van a juzgar en septiembre, sino que ahí empieza un procedimiento. ¿Qué sucede con estas cuatro denuncias? Que ya en una sentencia de febrero pasado son descartadas por la Corte Civil, y la Corte Civil dice: «Estas cuatro denuncias no hay pruebas de ello. Pueden ir adelante en la vía penal, pero nosotros no vemos prueba ninguna». Eso es lo que dice el Tribunal.

Incluso la propia Fiscalía de Menores —es la Fiscalía quien impulsa esto, porque en Italia instruye, la Fiscalía es quien impulsa los procedimientos— pero la Fiscalía de Menores, en enero, ya sobre esas cuatro denuncias, cuando el Ministerio de Justicia español pregunta por el caso a Italia para devolver al niño, la Fiscalía de Menores hace un informe diciendo: «Sí, estas cuatro denuncias van adelante porque el fiscal las ha impulsado, pero nosotros aquí no vemos nada».

Entonces hay altas probabilidades de que esas cuatro denuncias queden en absolutamente nada. Yo, bueno, puedo decir que estoy bastante convencido de que así será, como estoy convencido también de que es muy probable que, bueno, pues que más que Juana Rivas, Juana Rivas y su entorno, que es quien impulsa verdaderamente todo esto, sigan tratando de utilizar el caso para polarizar, para movilizar opinión pública, etcétera, que es para lo que ha servido este caso, definitivamente a costa del sufrimiento de unos niños.

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