The Objective
España

Así ha conseguido la Policía española rescatar a Nasibe, una activista perseguida por Irán

Su imagen cortándose el pelo tras la muerte de Mahsa Amini, detenida por no llevar velo, dio la vuelta al mundo en 2022

Así ha conseguido la Policía española rescatar a Nasibe, una activista perseguida por Irán

Nasibe Shamsaei, en el consulado iraní de Turquía. | Getty Images

Su imagen cortándose el pelo dio la vuelta al mundo. Aquel día, el 21 de septiembre de 2022, en el consulado iraní en Estambul (Turquía), Nasibe Shamsaei, arquitecta, ex presa política y activista por los derechos de las mujeres en Irán, solo pensaba en mostrar su rabia e indignación por lo que había ocurrido días antes en la capital de su país, en Teherán, donde la denominada «policía de la moral» había detenido y torturado hasta la muerte a Mahsa Amini, una joven de 22 años kurda, por no llevar el velo obligatorio. Así que cogió unas tijeras y se se deshizo de su cabello, la parte de su cuerpo de la que la República iraní se servía para oprimirlas desde hacía décadas, denuncia. Una instantánea que hizo historia y se convirtió casi al instante en símbolo de la lucha feminista en Oriente Medio.

Lo que la mayoría desconocía seguramente de Nasibe —cuyo gesto dio pie a otras protestas feministas en decenas de países en las que miles de mujeres se cortaron el pelo en señal de protesta— era la trágica historia que le perseguía y por la que había huido hacía tres años de Irán. Amenazada, detenida y encarcelada por el delito de protestar contra el hiyab, esta joven de 38 años se vio obligada a escapar de allí antes de que su sentencia de 12 años fuese firme. Y coincidiendo con el estallido de la pandemia de coronavirus, en 2020, tras varios días caminando por las montañas, sin agua ni comida, logró huir por las montañas a Turquía, según cuenta, en una entrevista con THE OBJECTIVE.

Su destino allí, sin embargo, no sería mucho mejor. Sin documentación, pasaporte, dinero ni hogar y bajo las amenazas constantes de ser devuelta a su país, Shamsaei luchó durante un lustro, mientras vivía entre centros de internamiento y estancias forzadas en otras ciudades, para que la trasladaran a un país de la Unión Europea, hasta que cuatro agentes de la Brigada Provincial de Información (BPI) de la Policía Nacional de Madrid dieron con su caso y, tras un trabajo casi heroico, el 18 de septiembre de 2024 lograron sacar a Nasibe de allí para darle asilo en España. Pepe, Javi, Paco y Miguel empezaron a mover hilos dos años antes, pero las autoridades turcas no lo pusieron fácil. «Lo intentamos en tres ocasiones y al final nunca le dejaban montarse en el avión. Llegamos a pensar que los servicios secretos iraníes estaban intentando impedir la operación», relatan los policías en conversación con este periódico.

Un «peligro para la seguridad pública»

Nasibe Shamsaei, en la entrevista con THE OBJECTIVE

Nasibe cumplía todos los requisitos para pedir protección internacional en España; además, tenía a varios familiares viviendo allí, entre ellos su hermano. El problema, según explica, es que no tenía forma de demostrar que «ella era ella». Cuando la policía turca irrumpió en su casa de Teherán, después de que sus vídeos y los de otras compañeras protestando pacíficamente en las calles para que más mujeres se uniesen a su causa apareciesen en las televisiones locales y en canales internacionales, los agentes se incautaron de todos sus documentos de identidad y de otras pertenencias para recabar pruebas en su contra. 

«Me pusieron las esposas, me taparon los ojos y amenazaron al conserje de que no hablase con nadie. Me metieron en un coche, después me interrogaron y torturaron. Al día siguiente, me llevaron al juzgado, pero no hubo ningún juicio, nadie me pregunto nada. Se dictó sentencia y me llevaron a la cárcel donde estaban todos los políticos de la oposición al régimen. En ningún momento me dieron agua ni comida», cuenta esta activista. Su familia no supo de su paradero hasta 15 días después. Habían ido a comisarías y hospitales, pero nadie supuestamente tenía noticias de ella.

«Ni siquiera tenía cama porque era nueva y no tenía derecho a utilizarla, enfermé… Todo mientras los policías me decían iba a salir porque no había hecho nada y al día siguiente me decían todo lo contrario, que iba a estar 20 años en la cárcel», prosigue. Nasibe, aún así, mantenía la esperanza: «Pensaba en que lo que habíamos hecho, las protestas para defender la libertad de las mujeres, merecería la pena en el futuro». Tres meses después, se celebró otro juicio donde, recuerda, le imputaron un sinfín de delitos y la calificaron de «peligro para la seguridad pública». «Yo lo único que había hecho era repartir flores blancas en la calle y colocar una bandera en la cumbre de la montaña más alta de Oriente Medio, el Damavand», cuenta Nasibe. 

Un carnet de conducir

Un mural de EE.UU inspirado en la protesta que inicio Nasibe en el consulado iraní en 2022

Finalmente, la condenaron a 12 años de prisión pero semanas después, otro juez le conmutó la pena con la condición de que no volviese a participar otras protestas. «Me seguían llamando por teléfono, amenazándome y diciéndome que podía volver a ser detenida en cualquier momento; después me enteré de que el fiscal recurrió el dictamen y salió adelante, así que iba a volver a la cárcel. Yo no soportaba esa idea de volver y huí por las montañas hacia Turquía», cuenta Nasibe. Su periplo por el citado país se alargaría durante cinco años con varios intentos frustrados de salir de allí. Cuando llegaba al aeropuerto, la policía la detenía siempre porque no portaba ningún tipo de identificación y después la llevaba a un centro internamiento de extranjeros. «Era un pueblo del que no podía salir nunca, era otra cárcel solo que más grande». 

Esa suerte de prisión, sin embargo, no le impidió que se escapase hasta Estambul para protestar en el consulado iraní por la muerte de Mahsa Amini, de la que el próximo domingo se cumplen tres años. «Pensé que era el momento de hacerlo, me vi obligada a defender los derechos de las mujeres iraníes, porque nos maltratan y nos matan. Aun así, estaba triste porque tuve que hacerlo en otro país que no era mío», recuerda sobre la imagen cortándose el pelo, que recorrió todo el planeta. Después de esa protesta, a finales de 2022, fue cuando la Policía Nacional tuvo los primeros contactos con la familia de Nasibe, pero el principal problema con el que tenían que lidiar los agentes era demostrar antes las autoridades que Nasibe era Nasibe. 

«Ahí empezó un trabajo muy duro y muy dificil por parte de Javier, Paco, Miguel y Pepe, y por el que yo siempre les estaré agradecida», dice Shamsaei. En paralelo comenzó a recibir también amenazas de las autoridades turcas tras la manifestación en el consulado. «Me decían que no podían garantizarme ninguna seguridad, que si pasaba algo, era bajo mi responsabilidad. Al final, Turquía era también un país musulmán», cuenta. Finalmente, sin embargo, llegó el milagro y los policías españoles de Información pudieron acreditar la identidad de Nasibe con su carnet de conducir. A través de una tercera persona y tras distintas gestiones, pudieron localizarlo en Irán.

El viaje a España

Fue a partir de ese momento cuando estos agentes de inteligencia, bajo la coordinación de la Comisaría General de Información (CGI) de la Policía y con la ayuda de distintas autoridades de la embajada y del consulado españoles en Turquía, pusieron todo el empeño para poder sacarla de allí. «En el primer intento, la Policía dijo que no podía salir porque no era legal, pese a que tenía un salvoconducto», recuerda uno de los policías españoles que intervino en la operación. Después, cuenta Nasibe, los agentes turcos «me decían que no pensara en que iba a poder salir, que, en realidad, me iban a devolver a Irán, mientras la Policía y la Embajada trabajaban en equipo para poder sacarme». 

No fue hasta el tercer intento, con la mediación directa de un alto cargo del Consulado español, que se trasladó al aeropuerto para hablar con las autoridades turcas, cuando la arquitecta y activista iraní logró coger un avión. Eso sí, sin un destino claro. «Los agentes me decían que habían puesto en el destino de la maletas: Teherán. Que no se fiaban de los documentos del cónsul. Así que no sabía donde me dirigía», relata. «Nasibe no supo hasta el último momento que venía a España, hubo muchos momentos de tensión en esta operación. Lo teníamos todo listo, tras meses de trabajo y después todo se caía. Aun así, ha sido una experiencia y un trabajo muy gratificante, nunca lo olvidaremos. Ella ha sido muy valiente», cuenta a THE OBJECTIVE uno de los policías de la BPI.  

Un año después de vivir en España, Nasibe Shamsaei se siente «tranquila y segura» pero con la insatisfacción y «la tristeza» de haber dejado Irán, sin poder despedirse de sus amigos y de su familia. Ahora quiere aprender el idioma y, quien sabe, en un futuro poder trabajar como arquitecta en Madrid. 





Publicidad