Vara, un variable aliado de Sánchez
Siempre fue un demandadero del Sánchez que le llamaba «impresentable» y que le calificaba directamente de «petardo»

Guillermo Fernández Vara en una imagen de archivo. | EP
Como en este país solo salen a hombros los toreros y los muertos, según dejó escrito Enrique Jardiel Poncela, seguro que Pedro Sánchez ha ordenado un festejo funerario de primera división para despedir a un socialista, Guillermo Fernández Vara (Olivenza, Badajoz, 1958) que nunca fue su amigo, aunque si su aliado de coyuntura. En Extremadura se solía advertir que Vara era propenso a cambiar de opinión porque «con todo lo que ha visto, se ha dado cuenta de que nada es permanente». La frase constaba ya con Vara en la Vicepresidencia del Senado, y retrataba que este político, de naturaleza tranquila y agradable, podía cambiar de opinión habitualmente, si no al ritmo que es crónico en su jefe de filas, sí sin temblarle las canillas durante años.
La verdad es que Vara llegó a la política procedente de la medicina más dura, incluso desagradable: la forense. De ahí el chascarrillo anterior que siempre guardó una cierta verosimilitud porque, ¿qué no habría contemplado Vara, por ejemplo, en los nueve cadáveres que cayeron en la brutal matanza de Puerto Hurraco cuando dos sujetos de la familia Izquierdo y ya ancianos, decidieron fusilar –literalmente– a varios integrantes de su familia rival? O sea, que Vara tenía estómago acreditado para todo, estómago del que ha muerto. Para lo que fuera menester, incluso para adherirse a los indultos, posteriormente a la amnistía de todos los delincuentes del procés catalán, después de clamar contra cualquier medida conmiserativa para Puigdemont, Junqueras, y toda la tropa del golpe de Estado de octubre del 17.
Su giro fue espectacular, tanto que cuando se le ocurrió defenderlo en público, Mérida, capital de Extremadura, recibió un abucheo que él interpretó como una desafección que le inducía a retirarse de la Política activa. Así lo hizo, pero solo un poquito, porque después de asegurar, textualmente, que «tenemos muchas cosas que aportar», consiguió presentarse como candidato a la Presidencia de la Junta en 2023. Ganó las elecciones, pero la voluntariosa María Guardiola, aspirante del PP, le comió la Presidencia del Gobierno regional gracias a un acuerdo con Vox que duró menos que una trucha en cualquier pantano extremeño. A Vara la concedieron desde Madrid un buen puesto de consolación: la Vicepresidencia Segunda del Senado y allí ha estado gozando de los beneficios de un pingüe sueldo. Ahora se ha marchado sin desvelar a la opinión pública uno de sus mejores secretos: su relación con Ábalos. Este presumía de cercanía con Vara, pero ¡qué va! Siempre fue un demandadero del Sánchez que le llamaba «impresentable» y que le calificaba directamente de «petardo». Ahora le llenará de elogios porque, como también dejó dicho Pérez Rubalcaba: «En este país enterramos muy bien».
Ha sufrido Vara desde mayo de 2023 una tremenda enfermedad oncológica de las que van desgastando biológicamente hasta convertir a un personaje más bien pícnico, sonriente, en una figura destrozada estéticamente. Él ha llevado el infortunio con enorme dignidad y cada día más retirado de las plazas públicas. En un cierto momento pareció pertenecer al grupo escaso de dirigentes del PSOE apartados de Sánchez y de su gobernación, pero siempre se batió en retirada de cualquier asignación, por eso en los medios extremeños se le adjetivó como «el barón crítico que siempre termina apoyando a Sánchez». Así era él. No ha sostenido el tipo hasta el final como su colega aragonés Lambán, también víctima de un cáncer; y tampoco ha aparecido en sarao alguno con su próximo vecinal, el presidente de Castilla-La Mancha, Garcia Page. Vara ha cerrado su vida sin desvelar otra de sus grandes incógnitas: ¿Es verdad que en algún momento de su vida fue afiliado al Partido Popular? Parece que sí, en las Juventudes, pero eso no le ha valido para tender alguna mano al partido ahora de Feijóo del que lo mejor que ha dicho es que «se trata del comandante de un ejército de perdedores». Su muerte, anunciada precipitadamente, ha hecho que la cohorte de costaleros que siempre portan el catafalco de los muertos, le llenaran, de antemano, de floridas loas. A Vara, buen presidente cuando lo fue, eso no lo niega nadie, no le hubieran gustado estos requiebros póstumos, pero así es la Muerte. Con mayúscula.