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Resuelto el misterio de los crucifijos robados en 500 tumbas del cementerio de Zaragoza

La Policía ha detenido a una banda que llevaba un mes robando piezas decorativas de los nichos para después venderlas

Resuelto el misterio de los crucifijos robados en 500 tumbas del cementerio de Zaragoza

Un grupo de tumbas en un cementerio. | EP

Resuelto el misterio de los crucifijos robados en medio millar de tumbas y nichos del cementerio de Torrero en Zaragoza. La Policía Nacional ha detenido a tres hombres como presuntos autores de las sustracciones y de los daños ocasionados en el camposanto zaragozano, en el marco de la operación Vizconde. Fuentes próximas al caso, a cargo del Grupo de Robos de la Jefatura Superior de Aragón, advierten de que la operación continua abierta y todavía se busca a una cuarta persona implicada en los hechos. Los arrestados, de nacionalidad española, tenían antecedentes policiales por robo, lesiones y amenazas. 

Esta banda llevaba cerca de un mes vandalizando las tumbas para cargar después con el material de las lápidas y venderlo en chatarrerías de la capital zaragozana, señalan fuentes policiales. Con todo lo sustraído, los investigadores calculan que los detenidos podrían haber obtenido unos 4.000 euros de beneficio. Gracias al trabajo de los policías se ha podido recuperar gran parte de los objetos sustraídos. 

Según revelan fuentes próximas a la investigación, los agentes localizaron el botín en una chatarrería al por mayor de Zaragoza que había comprado previamente a otro establecimiento todo el material robado. Los ladrones habían acudido a este último para vender todos los crucifijos que, junto con otros objetos sustraídos, apuntan las mismas fuentes, sumaban más de 1.500 kilos de peso. Los detenidos tenían gran interés por todos los objetos de latón porque se venden a mejor precio en este tipo de negocios, para que finalmente acaben en plantas de reciclaje o de refinado. 

El coste de los destrozos en el cementerio

El panorama de estas últimas semanas era desolador en el cementerio zaragozano. En un breve paseo por algunas manzanas del camposanto podían observarse lápidas fracturadas, elementos decorativos tirados e incluso marcos de fotos rotos tras haber sido pasto de los ladrones para arrancar crucifijos y todo aquello que tuviese latón. Fue el propio Ayuntamiento de Zaragoza el que, tras una «minuciosa inspección», detectó más de 500 nichos afectados. A través de un comunicado, condenó los actos vandálicos y aconsejó a los propietarios afectados presentar las denuncias de forma individual ante la Policía. 

Estos días ha sido habitual común ver a más visitantes en el cementerio por este motivo. Los zaragozanos acudían para ver si habían saqueado las lápidas de sus familiares. El Consistorio incluso habilitó una zona en el camposanto para dar información de cómo proceder si efectivamente los ladrones habían pasado por su propiedad y querían recuperar las piezas robadas. Según los cálculos que han hecho los investigadores policiales, el coste de los destrozos podría ascender a más de 50.000 euros. 

La lápida de Labordeta

Centenares de familias han descubierto con dolor los destrozos sufridos. «No puedo creer que haya gente tan mala. De verdad, no lo entiendo, porque no tiene explicación. No te puedes hacer a la idea de esta maldad», se lamentaba una mujer afectada por los robos, en declaraciones a El periódico de Aragón. Otra de las tumbas vandalizadas es la del poeta Miguel Labordeta. La familia ya ha interpuesto la denuncia, al igual que otras muchas, y la Policía todavía espera que haya muchas más. El Ayuntamiento de Zaragoza ya ha informado de que se presentará como perjudicado en el caso, una vez avance la causa judicial contra la banda del latón.

Los hechos, que se hicieron virales tras un vídeo difundido en las redes sociales, han creado gran indignación entre los zaragozanos. El problema, advierten fuentes policiales, es que el cementerio de Torrero no cuenta con seguridad por las noches ni tampoco con cámaras de vigilancia. De este modo, los ladrones aprovechaban para colarse de madrugada a través de los accesos que, pese a estar vallados, son fáciles de superar. Tras varias horas en busca de su objetivo entre largos pasillos de nichos, cargaban todo en bolsas y trasladaban la mercancía en furgonetas a un lugar seguro para después colocarla en cualquier negocio de chatarra. 

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