Moncloa ordenó al Furor llegar tarde a la zona donde estaba la flotilla: «Aquello fue un paripé»
Todo estaba pactado de antemano con el alto mando de las Fuerzas de Defensa de Israel

Buque Furor. | EP
La misión del buque de acción marítima de la Armada Furor (P-46), enviado por el Gobierno a toda prisa para proteger a la flotilla que navegaba rumbo a Gaza, fue «un auténtico paripé» para contentar a sus socios políticos. Así lo definen quienes vivieron en primera persona la cadena de órdenes que circuló entre Madrid y el barco. Como por ejemplo, la petición de aminorar la marcha para no llegar demasiado pronto hasta la posición de la flotilla, las conversaciones mantenidas con Israel para aclarar discretamente los objetivos de la misión -y sus reglas de no intervención– para evitar malentendidos y hasta el hecho de que Defensa pidiese al capitán del buque que llamase regularmente al teléfono móvil de Ada Colau para preguntarle si necesitaban algo. La exalcaldesa de Barcelona nunca cogió las llamadas. Ya de regreso a España, el Furor recibió orden de parar a descansar 24 horas en Malta para alargar su llegada a Cartagena y que esta se produjese fuera del foco mediático.
Una colección de gestos para la galería. Así podría definirse el elenco de órdenes políticas que recibió el buque Furor de la Armada en sus 15 días de navegación, desde que partió de su base de Cartagena para acudir como escolta de la llamada flotilla de Gaza hasta que retornó discretamente al arsenal murciano.
En la Armada sabían que la misión iba a ser compleja por el cariz político que tenía el despliegue para el Gobierno. Al poco de salir de Cartagena, el mando del Furor recibe una orden desde Madrid para que «aminore la marcha». Se buscaba que no llegase demasiado pronto al encuentro con la flotilla al otro lado del Mediterráneo. Se quería limitar al máximo el contacto con los más de 40 barcos en los que viajaban 65 activistas españoles, entre ellos Ada Colau.
Colau no coge el teléfono al capitán
La exalcaldesa de Barcelona no fue tratada por parte de Moncloa y Defensa como una activista más. De hecho, según ha podido saber THE OBJECTIVE, al capitán del Furor se le facilitó desde el departamento de Robles el número de teléfono móvil de Colau para que le pudiese llamar y contactar con ella, con el objetivo de preguntarle cómo iba todo a bordo, si tenían alguna necesidad concreta o simplemente para tranquilizarles ante la futura operación de Israel para detenerles. La exalcaldesa no cogió nunca las llamadas del capitán del Furor, ni tampoco lo hicieron el capitán del barco de Colau y una tercera persona con la que intentaron contactar.
Las reglas de enfrentamiento con las que partió el Furor, tal y como adelantó TO, eran muy concisas: evitar en todo momento cualquier tipo de choque con Israel y bajo ningún concepto acceder a las aguas del bloqueo naval sin permiso del Gobierno de Benjamin Netanyahu. El buque no intervendría ni siquiera aunque la marina israelí abriese fuego contra la flotilla. En la Armada no existía temor a que pudiese haber malentendidos: todo estaba pactado de antemano con el alto mando de las Fuerzas de Defensa de Israel. En conversaciones entre ambos, la parte española explicó a las claras que la misión del Furor era puramente de observación y, llegado el caso, de rescate y salvamento.
Israel avisa: van a detenerles
La misión planteada desde el Gobierno nunca tuvo otra vocación que esa. Según ha podido saber TO, los preparativos para alistar el buque y enviarlo a la misión se desarrollaron de forma atropellada y en apenas 12 horas ya estaba listo para partir. Se ofrecieron datos que no eran ciertos: no fueron ocho sanitarios a bordo, sino solo dos. Una teniente médico y un alférez reservista. Un equipo médico del todo escaso si se hubiera dado la situación de que la flotilla requiriese una operación de rescate. Otro detalle de la improvisación de la misión: el Furor partió sin su jefe de máquinas, que se encontraba en una formación en Madrid. Se movilizó, además, un Equipo Operativo de Seguridad (EOS) del Tercio Norte de Ferrol, la unidad de Infantería de Marina que intervendría ante cualquier eventualidad. Sus lanchas no tocaron el agua en toda la misión, tal y como estaba previsto.
Cuando el Furor por fin alcanzó a la flotilla, más tarde de lo que lo hubiera hecho navegando a toda máquina, el buque se situó a una distancia de 15 millas náuticas. Se siguió la navegación de los barcos rumbo a Gaza de forma instrumental, con los sistemas del barco. Nunca hubo contacto visual, explican las fuentes consultadas.
A pocas millas de que la flotilla entrase en las aguas restringidas controladas por Israel, el Furor recibió una llamada de una oficial israelí. Una mujer que, en perfecto castellano, les anunció que sus fuerzas militares estaban listas para lanzar la operación de detención a la flotilla sin uso de armas -ni siquiera no letales-. El Furor dio el enterado y lo comunicó a Madrid.
Nervios en Moncloa: «Parad»
Fue esa comunicación de Israel anticipando la detención la que encendió los nervios del Gobierno en Madrid. Moncloa llamó por teléfono a Colau esa noche previa a la operación. El interlocutor fue un alto cargo del equipo de Pedro Sánchez. La propia Colau lo ha relatado así en una entrevista en TVE: «Fue muy amable, me dijo que entendía la acción, que les parecía noble, pero que ellos veían demasiado peligroso el posible comportamiento de Israel. Y nos pedían que acabáramos el viaje, que nos diésemos media vuelta. Y le dije: ‘Mire, usted comprenderá que, si hemos cruzado el Mediterráneo durante un mes, pues ahora no nos vamos a dar la vuelta. Hemos venido aquí para llegar a Gaza y abrir el maldito corredor humanitario. Y si ustedes nos acompañaran con sus fragatas, la italiana, la española… Sería mucho más fácil abrir ese corredor. Yo no creo que Israel se lance ahora a abrir más frentes bélicos, y menos con países europeos’».
La exalcaldesa se queja de que el presidente del Gobierno no le haya llamado después de volver a España tras la deportación de Israel. Una vuelta que, como la del resto de los integrantes españoles de la flotilla, fue organizada por Exteriores y corrió a cargo de las arcas públicas. «No, no me ha enviado un whatsapp Pedro Sánchez. Mi teléfono lo tiene. Cuando yo era alcaldesa, hablamos en varias ocasiones. Y yo no he cambiado de número, así que mi teléfono lo tiene».
Finalmente, el Furor recibió la orden de volver a España cuando el foco mediático sobre su misión ya había pasado. De hecho, para que su vuelta a Cartagena fuese más espaciada, a la dotación del buque se le ordenó una parada de descanso de 24 horas en Malta. Se buscaba evitar que la llegada a puerto atrajese de nuevo la atención, en un momento en el que las dudas jurídicas sobre su misión eran cada vez más evidentes en la Armada. Entre los miembros de la tripulación, que destacan el cumplimiento escrupuloso de sus órdenes, ha cundido la impresión de que el Gobierno les ha «utilizado» para una suerte de operación de marketing político.