The Objective
La semana por delante

El Rey tiene que defender España

Al menos dos libros con confesiones de Juan Carlos I coincidirán estos días en las librerías

El Rey tiene que defender España

El Rey Felipe Vi durante el día de la Hispanidad. | EP

Artículo 56 de la Constitución: «El Rey asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica». Artículo 102: «Si la acusación fuera por traición [se refiere al presidente del Gobierno] o por cualquier delito contra la seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada [se refiere a la responsabilidad criminal del presidente] por iniciativa de la cuarta parte de los miembros del Congreso, y con la aprobación de la mayoría absoluta del mismo». Seguro que el Rey Felipe VI ha leído con atención las manifestaciones del ministro Albares, titular de Exteriores, pidiendo práctico perdón a un México indeterminado por la actuación de nuestros antepasados durante nuestra presencia en aquel territorio. Seguro también que nuestro Monarca ha preparado exquisitamente su viaje de cuatro días a la República Popular China, que comienza el domingo día 9. Seguro, a mayor abundamiento, que el titular de la Corona ha aprobado, o gestado personalmente, la evocación, 50 años después, de la proclamación de su padre, Juan Carlos I, como Rey de nuestra Patria. 

Dicho esto, el cronista, con el mayor respeto por delante, pregunta: ¿Ha tenido conocimiento Felipe VI de la felonía de su ministro de Exteriores (léase el libro de Roca Barea, ¡analfabeto!) con la presidenta actual de México, la señora Sheinbaum, ofreciéndole las condolencias de nuestro país por lo que hicieron nuestros predecesores, con Hernán Cortés al frente? ¿Está conforme (no lo creo) con la desdichada declaración del tal Albares? ¿Tiene en mente formular alguna matización al respecto? ¿Le parece al Rey, como a alguno de nosotros, que si el presidente Sánchez aprueba y refrenda las palabras de su ministro, puede ser objeto de la aplicación del citado Artículo 102? ¿Le resulta al Rey indispensable, o al menos necesario, su viaje a China en un momento en que su Gobierno está inequívocamente alineado con Xi Jinping y con el asesino, depredador de Ucrania, Vladimir Putin? ¿Qué explicación puede tener que el Gobierno leninista y corrupto de Sánchez, se sirva de nuestro Rey para acendrar las relaciones de España con aquella República torturadora de los más elementales derechos humanos?

El cronista lo sabe: es tan escaso el margen que el Gobierno ofrece al Rey para que este asiente sus posturas como jefe de Estado, es tan sucia, torticera, la intención de Sánchez de utilizarlo para sus fines partidistas, por ejemplo en el asedio al franquismo, que Felipe VI y el escaso equipo que le rodea, realiza juegos malabares para no caer en las redes de este individuo parricida. Tampoco es fácil para el Monarca justificar públicamente sus posiciones. Por tanto, nada hay que esperar a este respecto, como nada nos explicará el Monarca sobre su decisión (transmiten que personal) de expulsar a su padre, Don Juan Carlos I, de los actos de su propia proclamación. Como diría Franco (siento la cita, progres de mierda) «O no se entiende o se entiende demasiado bien». Entre los primeros está el cronista que se ha dejado las cejas (me parece imprescindible el recuerdo) defendiendo a la Corona y a sus protagonistas en todos los episodios posibles. Es como si a la celebración de un título futbolístico se le negara presencia al más importante directivo del club en cuestión. Pero ¡por Dios! ¿Quién logró que nuestra Monarquía a partir de 1976 fuera «reinstaurada» y no «instaurada» como pretendían los gerifaltes de la autocracia? ¿Quién protagonizó la resistencia y derrota del Golpe del 81?

Esta semana se publicarán, creo, al menos dos libros de presuntas Memorias al Rey Juan Carlos. Uno, ya se sabe, es el de una señora francesa, Laurence Debray (hija del ultracomunista inspirador del «Ché», Regis Debray) sobre el que ya se han deslizado algunas revelaciones. No hay que insistir en ellas, únicamente recalcar en la preocupación que sufre el Rey Padre (¿qué es esa bobada de «Emérito?») por cual será el destino de su persona cuando se le acabe su vida sobre la Tierra. ¿Será enterrado, como sus antepasados, en El Escorial? ¿Soportaremos que sus cenizas se alberguen en cualquier cementerio árabe de Oriente? Mucho gentío, de buena fe, piensa que ni este libro, ni el que se dispone a difundir Syliane Stella, la viuda del biógrafo José Luis de Vilallonga, deberían publicarse. Tradicionalmente, los dirigentes más explícitos de la Casa del Rey, se han opuesto a estas dos cosas: la primera, a que el Rey concediera entrevista alguna; la segunda, mucho menos, a que dejara por escrito sus pensamientos o sus relatos. Así sucedió con Sabino Fernández Campo y la periodista inglesa Selina Scott y así ocurrió cuando el abuelo José Manuel Lara, fundador de Planeta, llevó a la Zarzuela una oferta hipermillonaria para que el Rey se despachara a gusto en un libro.

Coinciden todos estos acontecimientos con otros que se anuncian para la enésima semana de pasión que vamos a padecer los españoles. Empezando por el día de hoy en que, por primera vez en la Historia, un fiscal general de Estado se sienta en el banquillo para responder del delito del que se le acusa: revelación de secretos. El juicio se llegará hasta el día 13, cuando se espera la declaración del imputado que esta vez, digo yo, no se callará ante las preguntas de las partes. Siempre, desde luego,podrá acogerse al modelo sanchista consistente en un cínico «no me acuerdo» o en un embustero: «No me consta». El Partido Popular de Feijóo no suelta prenda y por eso reune ahora mismo a todos sus denominados «barones» para articular una postura común ante todos los escándalos conocidos y ante los que se avecinan. Desde luego que no hay noticia de moción de censura alguna; es más, puede asegurarse, sin demasiado error, que en este momento el porvenir de esta desgraciada España de Sánchez y su ralea, está en la sabiduría del magistrado del Juzgado Central Número 2 de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, ya a punto de jubilarse, pero que conserva su fama de instructor riguroso e independiente que le otorgan todos sus colegas. Hoy Moreno se hace con la causa con una gran incógnita: ¿Cuánto durará el proceso? No le echen cuentas porque se desesperarán.

Un dato, por si parece ilustrativo: en estos días se va a reunir la Junta Electoral Central, lo cual parece síntoma de que sus miembros se están preparando para lo que viene. Vienen seguras dos elecciones: Extremadura, día 21 de diciembre, en plena Navidad, y Castilla y León, 15 de marzo, antes de iniciarse la primavera. Dos apuestas arriesgadas del PP que ahora mismo cuenta con un sondeo casi de mayoría absoluta para Guardiola y una subida considerable de Mañueco en el territorio más grande de España; treinta y seis escaños le avecinan las encuestas, cinco más de los que ahora le mantienen en la Presidencia de la Región. Falta por definirse Azcón en Aragón, pero la última sesión en aquellas Cortes en la que Vox se ha mantenido en el «NO» absoluto a todo lo que se le oferta, conduce también a los comicios antes del tiempo.

Y por fin, y para atemperar los comienzos muy exigentes de esta crónica, una noticia esperanzadora para restablecer lo que Sánchez ha roto miserablemente: Felipe VI se dispone a recibir a las Comunidades Judías en España. Es de esperar que el Gobierno no meta el cuezo y estropee esta estupenda mediación, pero del sectario y bodoque Albares no se puede aguardar otra cosa que no sea un estropicio ágrafo. Los judíos, como los demás nacionales, también quieren defender a España. Es un mandato histórico. 

PD: Quien crea que, una vez ejecutado Mazón, va a terminar el acoso y derribo contra el PP en Valencia, es sinceramente un idiota.

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