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Mariano González, el periodista tras la exclusiva de la muerte de Franco: «Teníamos dos fuentes»

El redactor avisó desde La Paz a la redacción de Europa Press para que confirmase el deceso con una figura del régimen

Mariano González, el periodista tras la exclusiva de la muerte de Franco: «Teníamos dos fuentes»

Mariano González delante del hospital La Paz. | Kevin Borja

En noviembre de 1975, el hall del hospital de La Paz se convirtió en un hervidero de periodistas por la agonía de Francisco Franco. Por las noches, se quedaban de guardia algunos de ellos, que repartían las horas de aburrimiento entre partidas de mus y sesiones de espiritismo con un vaso y unos trozos de papel para adivinar cuál sería el próximo presidente de Gobierno.

A Mariano González Fernández (1945, Burgos), de la agencia Europa Press, le tocó aquel turno, el más ingrato, ya que comenzaba a las diez de la noche y terminaba sobre las siete de la mañana. Al dictador le habían ingresado en el hospital el 7 de noviembre y el primer día del joven redactor en La Paz fue una semana después. La noche del 20 de noviembre era una más dentro del tedio informativo en el que se convirtió la agonía del dictador, con unos escuetos partes médicos que eran ininteligibles.

Poco después de la una de la mañana, se fueron las últimas autoridades. Los cámaras de televisión aprovecharon para dormitar unas horas y los periodistas seguían distraídos con las partidas de cartas. Todo estaba en aparente calma, menos un periodista que empezó a fisgonear por el vestíbulo. Mariano sentía que esa noche podía pasar algo y «estaba nervioso». El ministro Fernando Suárez se había ido unas horas antes sin querer decir una palabra a los informadores, «con cara muy triste» y visiblemente afectado. «Sospechábamos que la noticia podía ocurrir en cualquier momento», relata a THE OBJECTIVE 50 años después.

Además, dos días antes ya se había enterado por la noche de una delicada transfusión de sangre al generalísimo que le puso entre la vida y la muerte tras «un desfile alarmante de médicos». Lo que desconocía es que la hija del dictador, Carmen Franco, había decidido tras ello que se desconectase a su padre de los aparatos y cables que prolongaban su vida de forma artificial. Así que el óbito era cuestión de horas.

Cuando rondaban las cuatro de la mañana, unos potentes faros deslumbraron a Mariano en un momento en el que se encontraba junto a la entrada del hospital. Aquel vehículo le extrañó a esas horas. Lo comentó con un compañero de la competencia, quien no le dio importancia. Tras desembarazarse de él, bajó por una escalera hasta una entrada en el garaje del hospital que permitía a las autoridades, a través de un ascensor, acceder directamente a la planta donde Franco estaba hospitalizado. 

«Ese coche me extrañaba. Bajó al lugar donde las ambulancias traían a los enfermos más graves y descubrí qué vehículo era el que allí estaba estacionado: tenía la matrícula del jefe de la Casa Militar de Franco, el teniente general Sánchez Galiano. Me pregunté qué hacía ahí a esas horas cuando se había retirado dos horas antes», rememora. 

Mariano González. | Kevin Borja

Mariano se fue a una cabina que Telefónica había puesto a disposición de los periodistas a un centenar de metros de La Paz y contó lo sucedido a sus compañeros de la redacción de Europa Press. Tras ello, regresó al vestíbulo. Apenas unos minutos después, otros faros de un vehículo oficial volvieron a cegarle. Esperó unos instantes para no levantar sospechas y tras cerrarse la puerta del ascensor, volvió a bajar por la escalera para ver de quién se trataba. «Era otro coche similar. Habían pasado tan solo unos minutos. Era el coche del jefe de la Casa Civil de Franco, el también teniente general Fuertes Villavicencio. No lo dudé. Ahí pasaba algo gordo. Le pregunté al militar de la guardia de Franco que impedía la entrada a la planta donde permanecía Franco qué pasaba y le dije: ‘Acaban de llegar Sánchez Galiano y Fuertes Villavicencio’. Me respondió: ‘Eso pasa con frecuencia’. Pero yo sabía que no había sucedido nunca», prosigue el periodista.

El periodista volvió raudo a la cabina telefónica. Eran las 4.15 horas cuando llamó de nuevo a la redacción. Ahí comenzó la segunda fase del dispositivo que el director de Europa Press, Antonio Herrero, había preparado en los días previos para intentar ser los primeros en dar la noticia de la muerte de Franco. «Me parece que hay que llamar al espía», le dijo al jefe de noche, Marcelino Martín, quien empezó las llamadas a personalidades cercanas al dictador para confirmar las sospechas.

«Teníamos dos fuentes: un miembro del Servicio Central de Documentación [el antiguo CNI] y Nicolás Franco Pascual, un sobrino de Franco que había salido liberal. El más importante era, por supuesto, el primero: Juan María de Peñaranda, que se comprometió a no mentir nunca respecto a si había muerto o no Franco si se lo preguntábamos. El jefe de noche hizo esa llamada y le hizo la pregunta de si Franco había muerto y él contestó: ‘Vais bien encaminados’. Cuando le comentamos abiertamente nuestra intuición, reiteró: ‘Vais bien encaminados’». Herrero hizo otras llamadas por su lado hasta un total de cinco personas y a las 4.58 horas se lanzó la histórica exclusiva con un texto conciso, pero repetido tres veces para enfatizar la noticia y que no hubiese dudas sobre su veracidad: «Franco ha muerto, Franco ha muerto, Franco ha muerto»

Teletipo anunciando la muerte de Franco en 1975. | Europa Press

Ese momento crítico de enviar la noticia, sin confirmación oficial, provocó una enorme tensión en la redacción de la agencia de noticias. El teletipista José Luis Blanco tuvo un momento de pánico al ir a apretar el botón y Martín tuvo que calmarle. «Es orden del director, dalo ya», le espetó. Europa Press se había adelantado a todo el mundo y, sobre todo, al propio régimen. Pero en los siguientes minutos, solo hubo silencio: RNE hizo caso omiso al teletipo en el boletín de las cinco. También en el de las seis. El anuncio oficial por parte del ministro de Información, León Herrera, llegó a las 6.15 horas… una hora y cuarto después de la exclusiva.

Un premio de 20.000 pesetas

Mariano fue ajeno a todo ello. A los pocos minutos de que saliera el teletipo —sin que él lo supiera— vio cómo se le acercaba otro periodista y le pedía que fuera a la centralita del hospital. Allí le esperaba Manuel Alcalá, redactor del diario Informaciones. Con el auricular en la izquierda y señalándole con el dedo, empezó la siguiente conversación:

M. Alcalá: «¿Tú eres el que ha dado la noticia de la muerte de Franco?». 

M. González: «Un momento, Manolo. Yo no he dicho que Franco ha muerto. Yo he dicho otra cosa».

M.A: «En mi periódico me están diciendo que vosotros habéis dado que Franco ha muerto».

M.G: «No me fastidies. ¿Y me puedes decir qué dice el teletipo?».

M.A: «El teletipo dice una cosa muy sencilla: ‘Franco ha muerto, Franco ha muerto, Franco ha muerto’».

M.G: «Pues Manolo, Franco ha muerto».

El periodista de Europa Press volvió una vez más a la cabina telefónica alejada del hospital. Esta vez, corriendo. «Tenía un canguelo enorme. Aún era la España de Franco y el régimen castigaba con dureza lo que le incomodaba. El propio Herrero tenía tres advertencias y a la cuarta sería destituido como director, así que me decía a mí mismo: ‘A ver si Marcelino no me ha entendido bien’». Su compañero de la redacción le tuvo que calmar con el flash y el posterior anuncio del ministro de Información con la muerte del jefe del Estado les dio la razón, aunque se puso las 5.20 de la mañana como la hora oficial del deceso. La agencia logró en 1976 el Premio Nacional de Periodismo por la exclusiva. Un éxito colectivo que vino con una gratificación en metálico de 20.000 pesetas. Herrero destinó ese dinero a la compra de un televisor en color para los periodistas de la redacción. Y Europa Press ganó un prestigio que no ha perdido desde entonces.

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