The Objective
El rincón de Espe

Andrés Trapiello: «Me echaron del Partido Comunista por drogadicto y maricón»

El célebre escritor leonés conversa con Esperanza Aguirre sobre literatura, política y vida pública

Andrés Trapiello (León, 1953) ha convertido una vida de expulsiones, azares y rupturas en una de las voces más singulares de la literatura española. Criado entre un caserío leonés y un internado de dominicos —«mi vida es un resumen del azar y la necesidad»—, pasó de vender biblias en puticlubs a abandonar el PCE por «revisionista, drogadicto y maricón», según recuerda con ironía. Poeta, novelista y diarista incansable, autor de la célebre versión en castellano actual de El Quijote, conversa con Esperanza Aguirre en El rincón de Espe sobre literatura, política y vida pública. Entre memoria e ironía cervantina, sostiene sin pestañear que «en España casi nadie ha leído el Quijote», y traza la trayectoria de un escritor que nunca se puso «del lado del que azota» y que ha hecho de la libertad su única patria.

PREGUNTA.- Andrés, no sabes la ilusión que me hace tenerte aquí en El rincón de Espe. Eres el escritor de moda en este momento.

RESPUESTA.- No, no lo creo, pero bueno.

P.- Pues créelo, créelo.

R.- Yo te lo agradezco infinito.

P.- Lo sabes perfectamente. Entonces yo, para los espectadores que son de toda España, lo que sí me gustaría es que les contaras un poco tu trayectoria vital, que tiene mucho que ver con la política también, no solamente con la literatura. Y esa sería la primera pregunta que me gustaría hacerte.

R.- Bueno, se acaba de publicar un libro, aunque yo aquí no he venido a hablar de mi libro.

P.- Pero yo vengo a hablar de tu libro.

R.- Bueno, yo soy un escritor español. Nací en 1953 en un…

P.- Eres más joven que yo, es indignante.

R.- No presumas, que no…

P.- Sí, sí, que yo soy del 52.

R.- Bueno. Y yo nací en el 53 en, ni siquiera una aldea leonesa, sino porque esto era un caserío al lado de un pueblo que se llama Manzaneda de Torío. Y bueno, mi vida es un poco un resumen del azar y la necesidad. Estuve interno de los diez a los 16-17 años en un colegio de Dominicos. Luego estuve tres meses en un noviciado dominico de donde me echaron y a partir de ahí mi vida es una sucesión de expulsiones providenciales.

P.- Wikipedia dice que te echaron por descreído y drogadicto.

R.- No, drogadicto vino luego. Drogadicto fue ya en la Universidad de Valladolid. Bueno, me echaron de ese convento, estuve tres meses en casa de mis padres, me echaron porque me encontraron cinco números de Mundo Obrero. Yo estaba locamente enamorado de una muchacha que era prima mía, que era la que me había pasado los «mundos obreros» y me vine a Madrid a estar con ella.

P.- ¿Cuántos años tenías?

R.- Yo tenía 17 años.

P.- A los 17 te largaste de tu casa.

R.- A los 17. Y aquí hice de todo. Estuve vendiendo libros por la calle, vendí biblias con un boxeador por los puticlubs de Doctor Fleming…

P.- ¿Biblias por los puticlubs? ¿Por qué, tienen mucho…?

R.- No, porque había una Biblia que no se sabe muy bien por qué, las chicas de los puticlubs serán sensibles más que la Biblia al boxeador, yo creo. El boxeador se llevaba una comisión. Luego, bueno, estuve un tiempo aquí en Madrid y cuando se acabó…

P.- A mí lo que más me ha interesado es tu salida del Partido Comunista de España, porque lo encontrabas, vamos, una cosa muy light. Y te fuiste a un partido chino o algo así.

R.- Bueno, es que vamos a ver, en Valladolid había solo dos partidos potentes. Uno era el Partido Comunista de España, el partido de Santiago Carrillo y la Pasionaria, y un grupúsculo que en Valladolid tenía mucha fuerza, que era el Partido Comunista de España Internacional. Y se escribía PCE y luego la I entre paréntesis, que era como una flor en el ojal del partido. Y esto era un partido enormemente radical y tenía lo mejor de cada casa, porque en uno de los periódicos figuraban las cinco efigies de nuestros mentores, que eran Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Era todo el elenco…

P.- El non plus ultra.

R.- Bueno, de ese partido me echaron y ahí sí, ahí nos echaron a dos camaradas y a mí por revisionistas, por drogadictos y por maricones. Entonces. Y siempre digo que no todo era incierto. O sea, no todo era falso. Y fue una liberación, realmente.

P.- Luego eso era en Valladolid. ¿Tenías que 19, 20?

R.- Ya tenía 18 o 19 años. Sí. Y luego con 21 o 22 años recién cumplidos me vine a Madrid a trabajar en una revista de arte y ahí duré dos años. También me echaron de la revista, porque el dueño era un tipo muy peculiar. Luego hizo mucha fortuna con el PSOE porque les vendió cuando ganó Felipe González, repobló de arte todos los Ministerios, la Moncloa, yo creo que también la Zarzuela… Llenó de arte moderno todo y se forró. Y este hombre, pues trabajé con él de negro [literario] mucho tiempo, haciendo una revista que prácticamente me la hacía yo solo, y también me echaron. Entonces, bueno, me busqué la vida y ya en aquel tiempo, poquito después, conocí a mi mujer, a Miriam.

P.- Para que lo sepan los espectadores, es parienta mía.

R.- Sí, sí. Yo siempre tengo que recordarle a Miriam…

Foto: Kevin Borja.

P.- Su padre Moreno, pero su madre, Aguirre.

R.- Su madre, Aguirre. Ella se llama Moreno Aguirre. O sea que tenéis un bisabuelo, un tatarabuelo o tatarabuelos comunes.

P.- Bisa, yo creo.

R.- Bueno, el caso es que ya entonces conocí a Miriam, la conocí en la tele, en Televisión Española, donde ella trabajaba y yo…

P.- Ya, ya, eso me ha chocado. ¿Pero que hacía Miriam en Televisión Española en un programa de las letras?

R.- No, ella. Ella al principio trabajó en un programa que se llamaba A fondo, con Soler Serrano, que hacía entrevistas muy largas, y yo trabajaba en un programa que se llamaba Trazos.

P.- Algo de las letras, ¿no?

R.- Encuentros con las letras. Pero antes de eso, en un programa que llevaba una chica que llegó a tener mucha fama, que se llamaba Paloma Chamorro, que era la más moderna de todos, que hacía programas con grupos de música, con artistas modernísimos. Y estuve ahí como nueve meses. Y también, desavenencias con ella, también me…

P.- ¡Pero cuenta a los espectadores tus éxitos, que parece que te han echado de todas partes!

R.- Pero todo esto ha sido un éxito. Es decir, son sitios, pero no… Desde luego yo mido como triunfo… Haber dejado al Partido Comunista es un triunfo. Haber dejado el trabajo que tenía en Madrid, otro triunfo. Es decir, mi vida se mide por triunfos de esta naturaleza.

P.- ¿Y el trabajo que tenías en Madrid, te fuiste de Madrid o…?

R.- Yo me fui de Madrid.

P.- ¿Y a dónde te fuiste?

R.- Yo me volví a Valladolid porque el trabajo que tenía en Madrid era nada. Incluso yo recuerdo que haber haberme presentado unas oposiciones —en fin, una temeridad porque no las había preparado— para ser bibliotecario del Museo Romántico.

P.- Oh, qué bonito.

R.- Del Museo Romántico no, del museo que es ahora el Museo de Madrid, que era la Hemeroteca Nacional, me parece, en aquel momento. Y bueno, no tenía ningún porvenir.

P.- Sí, el Museo de Madrid, que está en la calle Fuencarral.

R.- La que está en la calle Fuencarral, en efecto. En aquel momento no sé qué agrupaba, porque ahí estuvo la hemeroteca y trabajó Manuel Machado, concretamente. Luego la hemeroteca la llevaron —tú de eso sabrás—, la llevaron luego al Conde Duque… En fin, tuvo diferentes destinos. Bueno, eso es un poco la historia de mi vida. Y a partir de ahí, ya la última vez que me echan de un sitio serio que fue Televisión Española, que también fue providencial, porque a partir de ahí empecé a ser lo que he querido ser siempre que es escritor, y vivir. Y vivir.

P.- Es lo que eres. Escritor, poeta, novelista… De toda clase.

R.- He vivido para eso. Es decir, mi vida verdaderamente la he entregado a la literatura con mayor o peor fortuna, pero creo que con seriedad, siempre y en todas, digamos en todos los registros, porque he sido básicamente escritor de libros, pero también he querido escribir en los periódicos, he editado mis propios libros y los libros de otros.

P.- En tu último artículo, me parece que se llamaba La tortilla con…

R.- O sin patatas.

P.- ¡No!, cebolla.

R.- O cebolla, perdón. No, estos harán que será con o sin patatas. Bueno, sí, eso era a propósito de estas falsas polémicas que…

P.- Que ha escrito diciendo que qué desastre que aceptara Pedro Sánchez gobernar con Pablo Iglesias, que había dicho que no podría dormir. Y luego, a continuación y en el mismo artículo, dice que ha sido el mejor Gobierno que ha tenido España. Sí, lo he leído.

R.- Sí. Nos quieren volver locos, que fue una de las cosas que dije. Yo he tenido dos mítines y medio en mi vida, pues no soy nada mitinero, no. Mi naturaleza no es la política. La política hay gente que la entiende, o que la entendéis, y gente que la leemos peor. O sea, la leemos en clave de historiador o de escritor. Es decir, que yo entiendo muy bien la política cuando me la cuenta un escritor, cuando la cuenta Galdós, cuando me la cuenta Tolstoi, cuando me la cuentan incluso historiadores. En cambio, lo que son necesarios son los políticos para hacerla y hacerla buena. Es decir, que cuando la política… A veces se dan casos… Estos días hemos celebrado, como sabes, una persona que los dos queríamos mucho que es a Mario Vargas Llosa. A veces se da el caso de una persona que entiende bien la política desde la política y también desde la literatura.

«El ecosistema cultural, en España y en el mundo, es de izquierdas»

P.- También él giró del Partido Comunista al liberalismo, Mario.

R.- Y lo hizo en un momento más difícil todavía que en el mío, porque diez años antes era mucho. Cuando él se despega del Partido Comunista y de las tesis comunistas que estaban avalando en ese momento, sobre todo a Fidel Castro, poco menos que significaba la muerte literaria y civil de una persona. Porque, digamos, el ecosistema cultural, no solo de España sino del mundo, es que es de izquierdas.

P.- Es un poco lo que dices en tu libro de las artes y las letras.

R.- Sí. Pero no ahora, es decir, no es de ahora. El ambiente general de la literatura y del arte en España, en Francia, en Europa y los Estados Unidos es la izquierda.

P.- Esto es de Willi Münzenberg. Este era un genio. Él y Gramsci. Lo han conseguido en todo el siglo XX, y seguimos.

R.- Sí, la hegemonía es muy grande. Tú fuiste ministra de Cultura y te pudiste dar cuenta de cómo la inmensa mayoría de los escritores y artistas que trataste seguro que eran de izquierdas. O seguro que no decían que no lo eran, que también se da el caso. Que no se atrevían a decir que eran otra cosa, ¿no? Entonces, bueno, mi vida ha sido desde entonces, desde ese lejano casi hace 50 años, una vida dedicada a escribir. Lo he hecho de una manera tranquila, me parece. Tampoco me he apurado mucho en eso que… Hay un amigo que se llamaba Carlos Pujol, que fue en cierto modo mentor mío, por lo menos literario, y un gran, gran amigo que tiene un aforismo del que siempre me acuerdo que decía: «Hacer carrera: hacer la carrera», porque hay algo de prostitución en la…

P.- Eso te iba a decir. La carrera me sonaba a mí a prostitución.

R.- Suena mal. Entonces hacer carrera tiene a veces mucho que ver con hacer la carrera. Yo he procurado no hacer ni carrera ni la carrera.

P.- Si, si es que es verdad. Tenía razón tu amigo.

R.- Hablar de uno mismo es muy difícil, a mí me parece que es lo más complicado, porque si yo tuviera que resumir el libro este del que empezamos a hablar, que se llama Próspero viento, si yo tuviera que hablar de las dificultades que he tenido para escribirlo, es mi vida política, es decir, es toda la relación que he tenido a través del tiempo con la política. Yo creo que lo más difícil para hablar de uno mismo es la tentación que tiene a presumir y de quejarse. Por eso yo creo que el lema de este libro, al que yo he procurado atenerme, es «ni presumir ni quejarte». Es un poco el resumen de mi vida.

P.- Claro, pero tu vida no es la política para nada. Tu vida es la literatura. Lo que pasa que tienes alguna relación con la política y ahora estás un poco —ayer por lo menos, o antes de ayer—, lo de la tortilla, con o sin cebolla, era un comentario político.

R.- Bueno, yo todas las semanas, desde hace cinco años, escribo un artículo político y no he querido dejar de escribir un artículo literario. Siempre en el verano, en el periódico.

P.- El de la lectura.

R.- La Lectura es literario. Pues estaba hablando de Azorín o estaba hablando de Moratín o de Baroja o de algún libro.

P.- El de la tortilla era genial. Yo se lo recomiendo a todos en El Mundo del sábado.

R.- Y claro, lo que siempre he tenido es un cierto compromiso con la…

«No he estado nunca del lado del que azota, del que avasalla»

P.- ¿Con la vida pública?

R.- Con la vida pública, sí. Es decir, que también en el libro se cuenta cómo… Hay una cosa muy bonita en El Quijote, en las primeras páginas del Quijote. Te acuerdas que sale la primera salida de Don Quijote, cuando todavía no sale con Sancho, se tropieza con un campesino, un labrador que está azotando a un muchacho, Andrés. Y entonces, Don Quijote interviene porque ve que la desproporción es enorme y sale en defensa del chico. Luego, al final, el chico le vuelve a encontrar a lo largo de la novela y dice que la próxima vez que le vean azotando que no salga por él, porque fue peor el remedio que la enfermedad. Pero eso me ha servido a mí para decir que normalmente, ante las injusticias y ante los atropellos a la libertad o a la igualdad de las personas, hay dos actitudes la gente que se enfrenta siempre de una manera generosa y de una manera liberal en el sentido cervantino. El caso de Don Quijote, ve un entuerto, ve un desafuero y va inmediatamente como una flecha. Luego están otros que unas veces se paran y otras veces no, es decir, unas veces intervienen, incluso en una pelea callejera tú ves que alguien está, no sé, insultando o avasallando a un niño, a una mujer, a un anciano y tal. Y hay gente que interviene siempre y hay otros que no, que de pronto un día dicen pues no sé, estás a tu bola y por lo que sea. Bueno, yo soy de estos. O sea, que no siempre intervengo.

P.- Pero de vez en cuando sí.

R.- Sí, pero de lo que no soy, de lo que no he sido nunca es de los que se ponen del lado del que azota, del lado del que avasalla, del lado de aquel que va a someter a otro. Ahí no me he visto yo nunca.

P.- Bueno, y lo que no hemos comentado es que escribes diarios todos los días, prácticamente. Se han publicado un montón de libros de los diarios.

R.- Bueno, es una obra especial.

P.- Se llama El salón de los pasos perdidos, ¿no? El del Senado, que yo fui presidenta.

R.- El salón de los pasos perdidos, y como el que tiene el Senado, como el que tiene el Tribunal Supremo, también tiene un gran salón, todas las casas en España, las casas buenas. Las casas grandes señoriales del siglo XIX tenían un salón de pasos perdidos, que era un salón, como todo el mundo sabe, en el que no se hacía vida, pero que era necesario para ir a otros sitios. Es decir, por eso se llama de pasos perdidos y la casa que no lo tenía no era una buena casa. Bueno, yo quería al principio, siendo muy joven, escribir una novela, pues era el sueño de mi vida.

P.- Pero has escrito muchas. ¿La primera con qué edad la escribiste?

R.- Ya era bastante mayor. Yo creo que tenía cerca de los 30 años. Y siempre el mayor placer que yo he recibido de la literatura ha sido de las novelas. Las mayores enseñanzas las he recibido de la poesía, pero el placer me lo ha proporcionado la novela.

P.- ¿Por qué las enseñanzas de la poesía?

R.- Porque la poesía va a lo más hondo, va a lo esencial y no da muchos rodeos.

P.- Ah, pero la poesía de escribirla.

R.- Escribirla, sí, sí. En cambio, la novela, digamos, es entretenimiento, es conocimiento también, pero es entretenimiento, es formación, es historia, es costumbre. Es decir, hay…

P.- ¿Escribes como Mario, a las seis de la mañana?

R.- Ahora que me estoy haciendo muy mayor ya nos despertamos sí, tipo seis y media, una cosa así, sí. Y luego, bueno, yo quería hacer una novela. Como la novela es muy difícil de hacer, o a mí me lo parecía.

P.- A mí me parece difícil todas las cosas, las novelas, la poesía, la novela histórica ya me parece dificilísima.

R.- Y como decía bueno, yo tengo… Las novelas hablan de la vida y hablan de vidas. Yo no sé escribir una novela, pero tengo una vida. Si yo cuento mi vida, pues seguro que eso se va a parecer a una novela. Y empecé así. Empecé un poco, entré en los diarios, en El salón de pasos perdidos, por la puerta de atrás. Y bueno, al final los libros se escriben un poco solos. Es verdad que…

«Los diarios tienen más de novela que de diario, porque las vidas no tienen argumento»

P.- ¿El salón de los pasos perdidos ha sido una novela?

R.- Es que es un proyecto muy raro, porque es un diario que se escribe como diario, y cuando se publica tiene más de novela que de diario. ¿Por qué? Porque el diario…

P.- Claro, es tu vida.

R.- El diario es mi vida. Lo que pasa es que las vidas no tienen sentido ninguno. Es decir, las vidas. Nuestras vidas están descacharradas todas, no tienen un argumento. Para decir, «bueno, ¿cuál es tu argumento, Esperanza?» Tú dices «Hombre, puedo contarte mi propósito, puedo contarte mis sueños, mis tal… Pero el argumento no te lo puedo contar porque no tiene argumento». La novela justamente lo que tiene es el argumento. ¿Y qué es el argumento? Pues el sentido, el que todo encaja, el que tiene un propósito, el que tiene, el que…

P.- El que nos enseñaban en clase literatura. Introducción, desarrollo y desenlace.

R.- Desenlace. Claro, entonces eso es la novela y eso es lo que yo hago cuando se publican los libros. Es decir, que tienen más que ver con la novela que con los diarios. Y entonces, al final, todos los años, se acaba escribiendo un tomo un poco solo, ¿no? Es decir, que no digo que yo no ponga mucho de mi parte, porque es verdad que pongo mucho de mi parte. Yo escribo los diarios todos los días, dejo pasar un tiempo. Al principio era muy poco, al principio eran tres años, cuatro años. Esto es fundamental, porque cuando tú estás muy encima de los hechos, no los ves muy bien. En cambio, cuando te vas separando se van aclarando los hechos. Ellos solos, además. Al principio eran tres años, luego fueron cuatro, luego cinco… Desgraciadamente ahora hay una separación casi de 12 años entre…

Foto: Kevin Borja.

P.- ¿Desde el último?

R.- Desde desde que lo escribo hasta que lo publico. Porque entremedias he ido escribiendo muchas otras cosas y no me ha dado tiempo a publicar todos los años. Lo escribo todos los años, todos los días, pero no he podido publicarlo todos los años. Y ahora estoy justamente pasando a limpio el de 2011 —fíjate, hace 14 años— el que será el vigésimo quinto de los diarios.

P.- Vigésimo quinto, qué barbaridad..

R.- Tiene un título muy bonito, tiene un título también muy cervantino. Te acuerdas cuando llega Don Quijote a Barcelona y le hacen lo de la cabeza de don Antonio Moreno, que es esa cabeza parlante y le quieren embromar a Don Quijote. Es una cabeza de bronce que está comunicada con el piso de abajo por un tubo donde responde. Eso es un truco y es un fraude. Entonces todo el mundo pregunta a la cabeza y el que está debajo responde porque conoce la identidad de todos los que están arriba. Entonces Don Quijote está muy mosqueado con el asunto y por fin se decide. «¿Puedo preguntar yo también?» «Vuesa merced pregunte lo que desee entonces». Y él viene con el ruco ruco de la cueva de Montesinos, donde le ha sucedido todo tipo de fenómenos. Él cree que ha estado tres días. En realidad ha estado media hora. Ha ensoñado con que se ha juntado con todos los personajes de la caballería andante y no sabe si lo que pasó es verdad o mentira, y le pregunta a la cabeza Lo que me pasó en la cueva de Montesinos fue verdad o mentira. Y la cabeza que no sabe muy bien qué contestar, e contesta una respuesta maravillosa. Dice: «De todo tiene». Y así se titula mi libro de todo tiene verdad y mentira.

«En España casi nadie ha leído El Quijote»

P.- Qué bonito, sin duda. Oye, pero el que hayas escrito un Quijote en el lenguaje actual ya es una pica en Flandes.

R.- Bueno, a eso, digamos, a parar el primer golpe me ayudó muchísimo Mario, al que yo entonces apenas conocía y le pedí y le pedí un texto para ese trabajo que además a mí me parecía que que era necesario en España. En España nadie ha leído el Quijote. Muy poca gente. Joaquín Leguina y yo fuimos cuando ya estaba hecho el libro al CIS, a preguntar si podían preguntarles a los españoles cuántos habían leído y la estadística era deplorable, porque…

P.- Seguro que muchos mintieron.

R.- Y muchos mintieron. Bueno, de hecho salió, que era que dos de cada diez decían haberlo leído, pero cuando les preguntabas a estos dos cómo se llamaba? El nombre original de de Don Quijote solo acertó un 16% a decir que era Alonso Quijano. Y cuando les preguntaron a ese 20% cómo se llamaba Dulcinea del Toboso, solo un 8% supo que era Aldonza Lorenzo. O sea que también mintieron. Y entonces yo me daba cuenta de que era necesario acercar el Quijote. Igual que los lectores alemanes, franceses, ingleses leen el Quijote en traducciones maravillosas y se enteran. Bueno, en España solo por ser español parecía que estaba peinado, porque la lengua de Cervantes está muy alejada de la nuestra y no se entiende.

P.- ¿Y Mario en qué te ayudo?

R.- Me ayudó en que hizo el prólogo, porque yo necesitaba un prólogo que era un poco como el primo de Zumosol, porque sabía que todos los, entre comillas, «puristas», cervantistas y gente un poco, en fin, eruditos a la Violeta, se iban a enfadar muchísimo. Una tontería, porque tendrían que haberse enfadado con todos los traductores, al chino… Porque ese texto era intocable. Y salió. Y hubo menos reacción negativa de la que yo pensaba, entre otras cosas por el prólogo de Mario, que es un prólogo generosísimo. Entendió perfectamente el propósito. Y bueno, a día de hoy yo creo que es uno de los trabajos, si no el trabajo del que he estado más satisfecho, porque hay a día de hoy, más de 200.000 lectores del Quijote que no habían podido leerlo muchos, que lo habían intentado y que al llegar al episodio de los molinos de viento decían «ya no puedo más» y lo dejaban. Y ahora pueden leer la novela como se leen las novelas: pasando las páginas, una detrás de otra. Y en una semana, como diríamos, ventilarte una novela, que es como se tienen que leer las novelas. Pasando deprisa las páginas.

P.- Exacto, Exacto. Mario tenía unas novelas maravillosas.

R.- Sí, hemos estado hablando últimamente…

P.- ¿Sí? ¿Con quién?

R.- Pues mira, se han hecho tres, digamos, homenajes a Mario. Uno en Arequipa. Yo en Arequipa no he estado, pero he estado en uno de Madrid y en uno de Cáceres.

P.- El de Madrid, ¿quien lo organiza?

R.- La Universidad de Villanueva y Letras Libres, la revista. Y el de Cáceres lo ha organizado la Cátedra Vargas Llosa.

P.- ¿Cuál es la Universidad de Villanueva? ¿De Villanueva de la Cañada?

R.- Sí, sí. Una que está en el norte de Madrid. Y bueno, ahí hemos hablado mucho de esas novelas. Pero sobre todo un libro que es mi preferido de todos.

P.- ¿Cuál es tu preferido?

R.- El pez en el agua. Que son las memorias…

P.- A mí es… Bueno, bueno, bueno. Yo era concejal del Ayuntamiento de Madrid y tenía una relación bastante estrecha con un concejal del PSOE, que ha muerto el pobre. Y entonces él me recomendó El pez en el agua. Y fue apasionante. Pero yo creí que era por mi vocación política, que a ti como literato sea el que más te ha gustado también…

R.- Es el que más me gusta, sí.

P.- Es que es apasionante, pero nunca nadie lo dice.

R.- Es fascinante. Es un libro muy…

P.- Todo el mundo está con la tía Julia. Pero a mí El pez en el agua.

R.- Sí, a mí es quizás de todos el que más me gustó.

P.- Pero yo creí que era por yo tener vocación política.

R.- No, es por la vida porque es como sabes, primero es por un lado su vida política, pero su vida política es muy pequeña. Fue un año, un año y medio, y además un fracaso. Porque ambicionaba o luchaba por la por la Presidencia de la República en el Perú y lo derrotó Fujimori.

P.- Gracias a Fujimori por la literatura porque si no le hubiéramos tenido de presidente del Perú.

R.- Si no asesinado por el Sendero Luminoso.

P.- Es que estuvo muy valiente de presentarse, Mario. Yo le admiro tantísimo que…

R.- Porque además él era un hombre que hacía naturalmente todo lo que hacía y lo hacía muy bien. Tanto si escribía el artículo como si escribía la novela. Las novelas. Unas eran mejor, otras peor, pero es alguien que tenía esa facultad y ese don y esa naturalidad. Y en la política sí que era un hombre clarividente, con unos principios liberales, muy firmes en un mundo…

P.- ¿Sabes lo que dijo de mí?

R.- Te dedicó una página en El País estupenda.

P.- No sé si me dedicó… Lo que yo recuerdo. Me dieron un premio —creo que era civismo o algo así—, a él le habían dado el año anterior y entonces habló de mí, y recordó —que a mí se me había olvidado— que el día que nos conocimos, hace muchísimo, hará 40 años que yo era concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Entonces me parecía mal que mis votantes de Aluche tuvieran que pagarle las entradas de la ópera a Polanco o a la Preysler… ¿Sabes? Y entonces yo dije eso en una cena, parece ser. Y al día siguiente le preguntó al anfitrión «¿Quién era esa Juana de Arco liberal?».

R.- Qué bonito. Sí, sí. Y era un hombre muy atento, además.

P.- Era, bueno… Yo entiendo que todas las mujeres se enamoraran de él, porque es que era impresionante.

R.- Y además tenía ese habla tan… Hablaba tan bien, hablaba, como alguien decía, con puntos, comas, puntos y comas…

P.- Sí, no lo había oído eso nunca pero es muy cierto.

R.- Es que hablaba todo muy bien encajado. Y bueno, eso es lo que es el proyecto. Por eso me gusta tanto el trabajo de de Mario de El pez en el agua, porque es una mezcla de memorias y una mezcla de diario. Las memorias son cuando él habla de su infancia y de su formación como escritor.

P.- Su infancia era en Arequipa si no me…

R.- Empezó en Arequipa, luego fue a París, y entonces es la conquista del escritor y luego al mismo tiempo la conquista política. Todo eso, en fin, está hecho con una técnica que es muy de Faulkner, de Palmeras salvajes. Pero da igual, él lo hace con enorme personalidad.

P.- Pero él lo hace en muchas de sus novelas, por lo menos las que yo he leído, que no he leído todas, que tienes como dos…

R.- Como dos o tres tiempos al mismo tiempo y van confluyendo un poco. Eso lo hace, pero lo ha hecho en ese libro especialmente feliz y bueno, que lo ves como una novela, como una de sus mejores novelas. Porque además, al cabo de un tiempo lo que ocurre con todo lo que hacemos es que adquiere una tonalidad y una consistencia literaria que termina siendo más literario que lo que somos en realidad. Es decir, Cervantes es más literario…

P.- Pobre hombre, prisionero ahí…

R.- Ahora han hecho esa película sobre su condición de homosexual.

P.- Ah, que dicen que es homosexual. Bueno, no se sabe.

R.- Bueno, pero yo digo bueno, habiendo por hacer una película de la vida de Cervantes, que es una vida novelesca, aventurera, con barcos, con cautiverios, con pobreza, con cárcel, con teatro… Bueno, hay una cosa que al final, por lo menos en mi caso, que a mí me gustaría como como persona, diluirme y dejar más los libros. O sea, que sean los libros los que hablen de ti más que tú mismo. Y por eso, aunque yo parece que sí, que he hablado mucho de mí por esos diarios, son muchos tomos, pero en el fondo, no soy yo el que está hablando. Estoy hablando de otras personas. Alguien me decía. «¿De qué van esos libros?» Va de ti. Va de la gente. Porque yo, hablando de mí, me agoto muy pronto. O sea, yo creo que no daría ni para media cuartilla. En cambio, contar todo lo que ves por la calle, lo que oyes, las historias que te cuentan… Todo eso sí, todo eso es inacabable.

Foto: Kevin Borja

P.- Pues Andrés, te agradezco, de verdad, muchísimo que hayas querido venir a El rincón de Espe y todo lo que has contado, que yo creo que va a ser de enorme interés para muchísima gente, que además a lo mejor conseguimos que lean El Quijote.

R.- Ah, sería estupendo.

P.- Muchísimas gracias.

R.- Gracias Esperanza.

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