Voluntarios de Jaén intensifican la vigilancia de aves migratorias ante el riesgo de electrocución
La iniciativa busca localizar los puntos más peligrosos y trasladar la información a administraciones y eléctricas

Una cigüeña blanca se posa y anida en un poste eléctrico. | Nir Alon / Zuma Press
Cada otoño, miles de aves sobrevuelan la provincia de Jaén en busca de rutas hacia África. Sin embargo, este viaje se ha convertido en una trampa mortal debido a la presencia de tendidos eléctricos que atraviesan campos, olivares y zonas de descanso. Solo en España, se estima que más de 50.000 ejemplares mueren cada año al electrocutarse en estas estructuras.
En la provincia jiennense, un grupo de voluntarios de la Sociedad Ibérica para el Estudio y Conservación de los Ecosistemas (SIECE) trabaja desde hace más de una década para reducir este grave impacto ambiental. Durante estas semanas de migración, su labor se intensifica: recorren líneas eléctricas, localizan puntos peligrosos y registran casos de electrocución que después son comunicados a las autoridades ambientales competentes. El objetivo es que cada vez más personas se sumen a esta loable causa.
Amenaza silenciosa
Jaén y buena parte de Andalucía son áreas clave para aves como la cigüeña blanca, el busardo ratonero, el búho real o el águila real. Muchas de ellas encuentran alimento en vertederos y cultivos, o se posan en postes para descansar. Pero esa aparente seguridad se convierte con frecuencia en un riesgo fatal para las aves.
En los últimos días, los voluntarios han documentado casos especialmente dramáticos: cigüeñas y grajillas muertas en una sola jornada, además de más de treinta ejemplares hallados en Bailén la semana pasada. Según ha conocido THE OBJECTIVE, en Baños de la Encina, un bando de unas 500 cigüeñas provocó varias electrocuciones masivas que incluso originaron pequeños incendios, controlados rápidamente por los equipos de emergencia.
La mortalidad no afecta solo a especies abundantes. Entre las víctimas se encuentran rapaces amenazadas y aves de gran tamaño cuya desaparición altera de manera directa los ecosistemas. El problema no es nuevo. Se repite año tras año, y aunque las compañías eléctricas han introducido mejoras en determinados apoyos, los datos demuestran que las medidas resultan insuficientes.
«Pon un tendido en tu punto de mira»
Para hacer frente a esta situación, SIECE lleva años trabajando en el programa «Pon un tendido en tu punto de mira», cuyo objetivo es detectar las líneas más peligrosas y trasladar la información tanto a administraciones públicas como a empresas energéticas y propietarios de terrenos.
Gracias a esta iniciativa, se ha logrado cartografiar decenas de puntos negros en Jaén y otras provincias. El mapa, de acceso público, ofrece datos geolocalizados sobre postes y tramos donde se han registrado electrocuciones, lo que facilita priorizar las actuaciones.
La dinámica de trabajo combina varias acciones: inspecciones de campo con unidad móvil, anillamiento de aves para su seguimiento y comunicación constante con los agentes de medio ambiente. Cada vez que se localiza un ejemplar electrocutado, se levanta un acta oficial que permite constatar el origen de la muerte. Posteriormente, los restos son retirados en un plazo de pocos días.
Un problema de alcance nacional
El Ministerio de Medio Ambiente calcula que en España mueren anualmente unas 25.000 aves por electrocución, aunque otras organizaciones elevan la cifra hasta duplicarla. En cualquier caso, se trata de una de las principales causas de mortalidad no natural para la avifauna, solo comparable con la caza ilegal o los atropellos en carretera.
Las aves de mayor envergadura resultan especialmente vulnerables porque al posarse en los apoyos pueden tocar simultáneamente cables o partes metálicas. También influye el comportamiento gregario de especies como la cigüeña o el buitre leonado, que viajan en grandes grupos y se concentran en áreas de descanso con alta densidad de postes eléctricos.
En Baena, por ejemplo, Ecologistas en Acción ha contabilizado más de cuarenta aves muertas en los últimos años, la mayoría en zonas rurales transformadas por la expansión del olivar de regadío. La electrificación del campo, unida a la construcción de nuevas líneas para evacuar la energía de los proyectos solares, ha multiplicado la presencia de estas «trampas invisibles».
Demandas y soluciones pendientes
Aunque las normativas estatal y autonómica establecen medidas para reducir el riesgo, su aplicación práctica está lejos de ser generalizada. El Real Decreto 1432/2008 obliga a instalar sistemas de protección en líneas de alta tensión situadas dentro de espacios naturales protegidos. Sin embargo, muchas electrocuciones se producen en terrenos agrícolas, junto a carreteras o en polígonos, fuera de la cobertura legal.
Las organizaciones conservacionistas reclaman ampliar estas obligaciones a todo el territorio y que las grandes compañías eléctricas asuman los costes de corrección, mientras que las ayudas públicas se destinen únicamente a pequeños propietarios. Asimismo, piden un plan de revisión periódica de los aisladores ya instalados, pues con el paso del tiempo algunos materiales se deterioran y vuelven a convertirse en focos de electrocución.