Marruecos dará de beber al 60% de su población con agua desalinizada en 2030
El país magrebí impulsa presas, trasvases y plantas de tratamiento para garantizar el suministro en plena crisis de sequía

Planta desalinizadora ‘Mar de Alborán’, en la costa de Almería. | Marian León (EP)
Marruecos avanza con paso firme hacia una nueva era en la gestión del agua. Frente a una crisis hídrica que ha reducido las reservas de sus presas a bajos históricos, ha decidido apostar con fuerza por la desalinización del agua de mar. Para 2030, el Gobierno prevé que más del 60% de los ciudadanos del Reino se abastezcan con agua desalinizada, una cifra que refleja la magnitud del giro estratégico que vive el país en materia de recursos hídricos.
El ministro de Equipamiento y Agua, Nizar Baraka, explicó recientemente que el nivel medio de llenado de los embalses marroquíes ronda actualmente el 32%, ocho puntos menos que el pasado mes de mayo. Esta situación obedece tanto a la persistencia de las olas de calor –que han provocado la evaporación de unos 650 millones de metros cúbicos de agua– como al uso intensivo del recurso en agricultura y consumo doméstico. Pese a una ligera mejora en las lluvias durante la última campaña agrícola, el volumen de precipitaciones sigue siendo un 22% inferior al promedio nacional, lo que mantiene al país en un estado de alerta permanente.
El plan de ejecución
Ante este panorama, el Ejecutivo marroquí ha intensificado la puesta en marcha de infraestructuras hidráulicas de gran envergadura. Según ha conocido THE OBJECTIVE, desde 2021 se han inaugurado seis presas principales –entre ellas las de Kaddousa, Todgha y Akdez– y se encuentran en construcción otras 14, a las que se sumarán once más entre 2025 y 2027. A estos proyectos se añaden numerosas obras de menor tamaño destinadas a reforzar el abastecimiento rural, como las 155 presas de montaña planificadas para el quinquenio 2022-2027, de las cuales un tercio ya está en ejecución.
El esfuerzo no se limita a los embalses: Marruecos también ha impulsado una red de trasvases entre cuencas para equilibrar la distribución del agua. Uno de los más destacados es el desvío de la cuenca del Sebú hacia la del Bu Regreg, que ha permitido transferir 871 millones de metros cúbicos de agua en el último año, garantizando el suministro a las principales ciudades del eje atlántico.
Apuesta por la desalinización
Sin embargo, el proyecto más ambicioso del país es, sin duda, la expansión del sistema de desalinización. Baraka ha señalado que el número de plantas móviles alcanza ya las 110, complementadas con una flota de 1.200 camiones cisterna y 10.000 depósitos distribuidos en zonas rurales. Estas medidas benefician cada año a cerca de 2,7 millones de personas. La meta final es que, a finales de la década, la desalinización se convierta en la fuente de agua potable predominante para la mayoría de los marroquíes.
En este contexto, uno de los proyectos emblemáticos es la construcción de la planta desalinizadora de Casablanca, llamada a ser la mayor de África. Financiada parcialmente por España –que aporta 340 millones de euros a través de distintos mecanismos de cooperación y crédito–, la instalación producirá hasta 838.000 metros cúbicos diarios de agua, suficiente para abastecer a 7,5 millones de personas. El consorcio que la ejecuta incluye a la española Acciona junto con las empresas marroquíes Green of Africa y Afriquia Gaz.
La planta, en la provincia de El Jadida, avanza a buen ritmo: ya se ha completado el 20% de las obras. Su primera fase, prevista para entrar en funcionamiento en 2027, generará más de medio millón de metros cúbicos diarios. Dos años después, con la segunda etapa operativa, la capacidad total superará los 800.000 metros cúbicos. Se trata de un modelo de asociación público-privada con una duración de tres décadas, que integra tecnologías de desalinización de última generación y un sistema de suministro energético basado en fuentes renovables.
Esta política de expansión del agua desalinizada se enmarca dentro de la estrategia nacional de seguridad hídrica, que busca movilizar 1.700 millones de metros cúbicos adicionales de agua potable antes de 2030 mediante unas veinte plantas de este tipo. Actualmente, Marruecos dispone de 320 millones de metros cúbicos anuales procedentes de instalaciones ya operativas.
La agricultura se resiente
La apuesta por el agua del mar llega en un momento crítico para la agricultura marroquí. Años de sequía consecutiva han reducido drásticamente la producción local de cereales y obligado al país a mantener un elevado volumen de importaciones. Entre junio y septiembre de este año, Marruecos compró 3,89 millones de toneladas de grano, una cifra que, aunque un 7% menor que la del año anterior, sigue mostrando la dependencia exterior del sector.
Sensaciones en Andalucía
Mientras Marruecos acelera su transición hacia un modelo hídrico más diversificado, al otro lado del Estrecho la situación se percibe con creciente frustración. En Andalucía, agricultores y responsables políticos reclaman desde hace meses la ejecución de medio centenar de obras hidráulicas de competencia estatal, consideradas esenciales para combatir la sequía. En el Senado, los representantes populares han denunciado la paralización de proyectos de interés general del Estado, entre ellos presas, trasvases y desaladoras estratégicas repartidas por toda la región.
La comparación, según los agricultores, es inevitable: mientras el Reino alauí levanta decenas de presas y construye la mayor desaladora del continente con apoyo internacional, en el sur de España varios proyectos siguen bloqueados o sin fecha de inicio. Las zonas más afectadas, como Almería o Málaga, demandan desde hace años inversiones para modernizar regadíos, ampliar desaladoras y reforzar los cauces naturales ante el riesgo de inundaciones o agotamiento de acuíferos.