La Policía Nacional detiene en Valladolid a un clan familiar por trata de mujeres con fines sexuales
Ocho miembros del grupo criminal explotaban a víctimas en pisos-club bajo amenazas y control espiritual

El subdelegado del Gobierno en Valladolid y responsables de la Policía Nacional explican los detalles de la Operación Cabila durante una rueda de prensa. | DGP
La Policía Nacional ha desarticulado en Valladolid un clan familiar de origen paraguayo y peruano que explotaba sexualmente a mujeres en situación vulnerable. En la Operación Cabila, los agentes detuvieron a ocho personas y liberaron a 13 víctimas que vivían hacinadas y sometidas mediante coacciones, vigilancia permanente y prácticas de santería, según información recogida por THE OBJECTIVE.
La captación: mujeres vulnerables engañadas y controladas desde su llegada
La investigación comenzó hace un año tras la declaración de una víctima, que relató cómo una mujer la captó y convenció para ejercer la prostitución en un piso de citas en Valladolid, aprovechándose de su situación irregular y de su necesidad urgente de enviar dinero a su familia. La víctima desconocía el mundo de la prostitución y accedió bajo presión inmediata a desplazarse, acompañada por su captadora.
La matriarca del clan, encargada de reclutar a las víctimas, también gestionaba su traslado y las consideraba «de su propiedad» hasta que pagaban la supuesta deuda por el viaje. Durante los primeros meses, las confinaba en un piso gestionado por su nuera, donde permanecían encerradas y explotadas sexualmente en condiciones infrahumanas, según ha informado la Policía Nacional.
La estructura del clan: jerarquía, control absoluto y amenazas espirituales
El clan controlaba hasta seis pisos-club en Valladolid. Las mujeres vivían hacinadas, sin posibilidad de salir sin permiso, y debían estar disponibles las 24 horas del día, sin descanso, ni siquiera en caso de enfermedad. Dormían en habitaciones diminutas, compartiendo camas y literas.
La hija mayor de la matriarca dirigía la parte económica: llevaba la contabilidad, publicaba los anuncios de prostitución, coordinaba a las encargadas de los pisos y controlaba los beneficios del clan. Las víctimas la tenían registrada en sus móviles como «Santa Muerte» y sufrían amenazas ligadas a rituales de santería, reforzadas con la presencia de altares en los domicilios, lo que contribuía a su sometimiento psicológico.
El suministro de drogas a los clientes de los servicios sexuales lo proporcionaba la pareja de la hija mayor, que también participaba activamente en la red. Durante los registros, los agentes incautaron 14,23 gramos de cocaína y 9,88 gramos de tusi, preparados en dosis individuales.
Detenciones, registros y desarticulación del entramado criminal
La Policía Nacional ejecutó dos registros en los pisos-club activos y detuvo a ocho personas, incluyendo a los hijos varones, que se turnaban en el control de las víctimas, y a un amigo íntimo de la familia que actuaba como falso arrendatario para alquilar los inmuebles. Este último entregaba documentación falsificada para aparentar solvencia económica ante los propietarios.
Las 13 mujeres liberadas se encontraban en situaciones de extrema vulnerabilidad; algunas, incluso, eran familiares directas de los tratantes, según fuentes policiales. Varios de los testimonios recogidos revelan que la captadora llegó a ofrecer a la red mujeres de su propia familia con fines de explotación sexual.
La Operación Cabila ha supuesto la desarticulación total del grupo, que operaba de manera organizada, jerarquizada y con un sistema de control psicológico, físico y económico, aprovechando el miedo, la dependencia y la necesidad extrema de sus víctimas.