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33 años sin Isidre y Dolors: piden reabrir la desaparición de dos hermanos en 1988

La familia Orrit recurre ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tras las pistas aportadas por un nuevo testigo. Desaparecieron en un hospital de Manresa

33 años sin Isidre y Dolors: piden reabrir la desaparición de dos hermanos en 1988

Isidre y Dolors Orrit | Cortesía de la familia

La familia Orrit se concentró este domingo en la plaza de las Cuatro Barras de la Balconada en Manresa (Barcelona). A pocos metros de allí, en el Hospital San Juan de Dios, desaparecieron la madrugada del 5 de septiembre de 1988 dos de los 15 hermanos que integraban la familia: el pequeño Isidre, que se encontraba ingresado y tenía cinco años de edad, y la joven Dolors, que tenía 17 y hacía compañía a su hermano aquella noche.

Después de 33 años luchando por esclarecer el caso, archivado por un juzgado de Manresa en 2016, han llevado su reivindicación hasta el Tribunal de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo. Quieren reabrir la investigación a la luz de las pistas aportadas el pasado mes de febrero por un nuevo testigo, que dice haber presenciado lo que nadie había visto ni contado en las más de tres décadas transcurridas desde la desaparición de los dos hermanos.

«La Justicia debe escucharle. Da igual que hayan pasado 33 años. Cerraron la investigación porque decían que ya no había ningún hilo del que tirar, pero este nuevo testimonio aporta elementos que se desconocían», señala Mari Carmen Orrit, portavoz de la familia y hermana de Isidre y Dolors, en declaraciones a THE OBJECTIVE. «Lo que queremos es la verdad. Si los han matado, saberlo y poder pasar el duelo. Y si se los llevaron y están vivos, saber que están mejor de lo que estaban con nosotros», añade. 

Acuden a la Justicia europea porque es la última vía que les queda. El Juzgado de Instrucción número 1 de Manresa, en una providencia firmada el pasado 19 de febrero, rechazó reabrir el caso pese a la aparición de un nuevo testimonio. La jueza Elena Olayo alegó que la investigación ya había sido archivada de forma definitiva en noviembre de 2016 debido a la prescripción de los delitos de rapto e inducción al abandono del hogar. Ante la negativa de la juez, la familia presentó un recurso de amparo después ante el Tribunal Constitucional, pero fue inadmitido a trámite en noviembre.

Estrasburgo es su última esperanza de que el nuevo testimonio pueda provocar la reapertura del caso a nivel judicial. En su demanda ante el TEDH solicitan una tutela judicial efectiva ya que se trata de una desaparición -delito imprescriptible- y alegan la tortura psicológica que ha sufrido la familia en los 33 años que han pasado desde la desaparición. Hasta ahora nunca había aparecido un testigo de lo ocurrido. Jamás hubo pruebas que permitiesen confirmar las múltiples líneas de investigación que se siguieron: desde el secuestro hasta el tráfico de órganos, pasando por la posibilidad de que la familia paterna -el progenitor había fallecido dos meses antes de la desaparición- se los hubiese llevado a Portugal o Francia.

Un testigo de la desaparición de los Orrit

De forma anónima, sin que se le viese el rostro, el nuevo testigo contactó con el programa ‘Viva la vida’ de Telecinco para contar que se encontraba en la misma planta del hospital el día que desaparecieron los hermanos Orrit, la madrugada del 4 al 5 de septiembre de 1988. Según su testimonio, presenció cómo un hombre vestido de médico se llevó a ambos en una silla de ruedas hasta un ascensor. Isidre lloraba y Dolors daba gritos preguntando por su madre. Les siguió hasta una sala en el sótano del centro, donde había otro médico. Asegura que vio cómo les pusieron a ambos hermanos una inyección y que una vez se quedaron inconscientes les tumbaron en una camilla y cubrieron sus cuerpos con sábanas de color blanco.

«Cuando fui al sótano, al final había unas puertas de plástico, como las de las piscinas. Fue con la silla de ruedas hasta allí, donde le estaba esperando otro médico que iba de blanco y con una jeringa. El niño no paraba de llorar, así que el médico le cogió en brazos, le metió la inyección, le metió en la camilla y lo tapó con una sábana blanca. Y luego, a la niña le hizo lo mismo. Le petó la inyección, la subió a la camilla y la tapó igual, con una sábana blanca. Y desde allí (el médico) miró así y me vio. Salí corriendo rápidamente para el ascensor y suerte que estaba abierto, si no estaría muerto como los niños», relató el testigo. 

A pesar de que el juzgado de Manresa no valoró reabrir el caso tras la aparición del nuevo testimonio, la familia Orrit cree que el testigo es creíble y su relato puede cambiarlo todo. «En el programa de Telecinco y en un reportaje posterior de TVE apareció siempre de forma anónima, solo se veía su silueta y sabemos que no pretende sacar ningún beneficio económico. Su único afán es ayudarnos y quiere contarlo delante de un juez. Yo le he conocido en persona, le he mirado directamente a los ojos y sé que no miente», afirma Mari Carmen Orrit. 

«Él tenía entonces 13 años. Estaba cuidando a su hermano en la misma planta del hospital, como Dolors estaba haciendo con Isidre. Escuchó los gritos de Isidre llamando a gritos a mi madre y salió al pasillo a ver qué pasaba. Ha contado muchos datos sobre lo que había en esa sala del sótano que son ciertos y que no tenía por qué conocer. Se mantuvo en silencio todo este tiempo por miedo, hoy es padre de familia y quiere ayudarnos sin nada a cambio», añade la hermana de Isidre y Dolors. La representación legal de la familia ha solicitado a los Mossos d’Esquadra que hagan una valoración de la credibilidad del testimonio aportado por el testigo.

El misterio de las gafas, la libreta y el detective

Antes de la aparición del nuevo testimonio, con la ayuda de la abogada y criminalista Icíar Iriondo, la familia intentó en octubre de 2020 reabrir el caso, también sin éxito, pidiendo la nulidad de las actuaciones practicadas. Un informe pericial encargado por los Orrit demostró que las gafas que la Policía Nacional custodiaba como única prueba de la presencia física de Dolors en el hospital el día que desapareció junto a su hermano, en realidad nunca pertenecieron a la joven sino a una mujer de avanzada edad. «No coincidía ni su graduación. No lo supimos hasta que, 32 años después, el inspector al cargo de la investigación me dio las gafas que habían mantenido bajo custodia hasta entonces», indica Mari Carmen Orrit.

Los abogados de la familia, además, quisieron que se valorase como prueba una libreta donde la madre de los hermanos Orrit -hoy de avanzada edad y enferma- había ido anotando todo lo que ocurrió desde la desaparición con respecto a un detective privado en el año 1993 aportó al juzgado diversos informes en los que sostenía que los niños habrían sido sustraídos por la familia paterna debido a que estos consideraban que los niños no estaban correctamente atendidos y cuidados por parte de la madre. Unos informes que la investigación policial y judicial demostraron ser falsos. Nunca se probó ninguna relación de la familia paterna con la desaparición a pesar de que se practicaron averiguaciones en Portugal y Francia.

«No coincidían muchas de esas anotaciones en la libreta de la madre con los informes que el detective aportó al juzgado. Por ejemplo, la libreta revela que su primer contacto con la familia ocurrió en 1990, tres años antes de presentar los informes al juzgado. Queríamos que diese explicaciones sobre esas contradicciones y que explicase de dónde había salido, quién le había contratado, lo cual siempre fue un misterio», explica la abogada y criminalista Icíar Iriondo a THE OBJECTIVE. En concreto, la representación legal de los Orrit solicitaba que se llamase a declarar al detective privado y a la propia Mari Carmen como portavoz de la familia y en representación de su madre. Pero el Juzgado de Instrucción de Manresa también denegó aquella solicitud de reapertura del caso acogiéndose a que el delito había prescrito en 2016.

«El problema de este caso es la prescripción. Es muy complicado levantarlo judicialmente. Pero la esperanza que tenemos es que en realidad este es un caso de desaparición, sobre el que no existe prescripción. A lo mejor el TEDH puede aceptarlo y llevarlo a trámite», indica Iriondo. «Tenemos que saber lo que ha ocurrido con ellos. Han pasado 33 años», sentencia por su parte Mari Carmen Orrit.

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