El consorcio turístico de Barcelona solo destina el 10% de su dinero a promocionar la ciudad
El ente gasta más en salarios y en el alquiler que paga a su presidente que en su misión, impulsar la ‘marca Barcelona’
La promoción turística de la capital catalana es una misión que el ayuntamiento tiene encomendada a Turisme de Barcelona. Este consorcio público-privado, controlado por el principal empresario hotelero de la ciudad, está en la diana por el descontrol de sus gastos, una situación que suscita críticas del sector turístico y del activismo crítico con la estrategia del destino, que consideran ha llevado a su masificación y a una excesiva dependencia económica de los viajeros.
Según las memorias económicas que el organismo ha presentado en los últimos ejercicios, el dinero invertido en promocionar el destino a través de la marca Barcelona ronda el 10% del presupuesto total a pesar de que esta es la principal misión de un organismo que opera con unos elevados costes para el mantenimiento de su propia estructura: en 2023, invirtió un total de siete millones de euros, en «acciones promocionales, estudios y sostenibilidad» de un gasto total de 52,8 millones de euros.
En el mismo ejercicio, destinó 6,8 millones a salarios, prejubilaciones y gastos laborales, incluyendo la remuneración de diversos responsables directivos, entre los que destaca el director general, un puesto retribuido con 130.000 euros anuales y actualmente ocupado por Mateu Hernández. La financiación de las instalaciones con las que cuenta el consorcio consumió otros 1,6 millones de euros, divididos en alquileres, mantenimiento, limpieza y otros servicios generales.
Tal y como reveló THE OBJECTIVE, el consorcio cada año paga 400.000 euros a su actual presidente, el empresario hotelero Jordi Clos, para sufragar el arrendamiento de la sede de la entidad. Ante esta situación, un lector se preguntaba «si Turismo de Barcelona sirve para algo además de pagar los gastos de la sede».
Según un empresario hotelero consultado, «es vox pópuli en el sector que Turisme de Barcelona es un putiferio de falta de transparencia e inútiles que gestionan muy mal a pesar de la millonada que tienen». Recuerdan que el organismo ingresa una gran cantidad de dinero gracias al monopolio del bus turístico que ha gestionado durante años, y aunque actualmente cuenta con un competidor, el grupo Julià, sigue entrando una facturación considerable.
«Es una agencia de colocaciones con muchos altos cargos, sueldazos y familiares enchufados», asegura otra fuente del sector, que hace hincapié en que aunque el consorcio presume de financiarse sobre todo con fondos privados, la realidad es que el ayuntamiento aporta casi ocho millones de euros, mientras que los ingresos de actividades propias de Turisme de Barcelona -principalmente el bus- es de 28 millones; pero si se restan los costes de estos servicios, «el margen de ingresos no llega a tres millones y las ayudas públicas están muy por encima de lo que se ingresa por este concepto más cuotas sociales».
«¿Para quién se trabaja?», se pregunta este interlocutor, que concluye: «Para dar ocupación a 126 personas», la plantilla con la que cuenta un consorcio más cuestionado que nunca. La Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico, una entidad que aboga por el desmantelamiento de Turisme de Barcelona, critica la opacidad del gasto del consorcio, que impide conocer con precisión en qué gasta lo recaudado a través de la tasa turística que creó el municipio para gravar las pernoctaciones de los visitantes.
Su presidente, Daniel Pardo, denuncia que «es la famosa colaboración púplico-privada, en la que el público pone el dinero y el privado manda». «Es lo que se está haciendo en Turisme de Barcelona durante décadas», opina el activista, que recuerda que «hubo un momento en el que se decidió cambiar el jefe de Turisme de Barcelona y poner a un funcionario que no venía del sector privado para poner orden», en referencia al funcionario municipal Joan Torrella.
Fue «cuando Jordi William Carnes tuvo que dejarlo por inexactitudes contables, era el momento para desmontar Turisme de Barcelona y se dejó pasar la oportunidad». Aunque la alcaldía de Ada Colau marcó un alejamiento entre el ayuntamiento y Clos –patrono de los hoteleros barceloneses, impulsor del ente público-privado y su actual presidente–, también había «miedo a que los lobbies saltasen encima» del consistorio y se optó por «aceptar el estatus quo». Y es que, según Pardo, durante décadas «nadie se ha atrevido a enfrentarse a Jordi Clos» en Barcelona.