El jefe de la Confederación del Júcar admitió a la juez su pasividad en las horas críticas de la dana
«En el Cecopi cuanto menos hablaras era mejor, porque en todo se liaban ellos mismos», llegó a declarar Miguel Polo

Miguel Polo, instantes antes de su declaración el pasado septiembre. | Rober Solsona (EP)
El presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), Miguel Polo, reconoció en su declaración del pasado 19 de septiembre ante la juez que investiga la dana del pasado año que no descolgó el teléfono en ningún momento para advertir a la Generalitat ni a la Delegación del Gobierno de la magnitud de los hechos, pese a disponer en tiempo real de los datos que confirmaban un riesgo extremo de desbordamiento. «Di información a quien me llamó», dijo a la magistrada. Su testimonio, de más de sesenta páginas, retrata a un responsable técnico más preocupado por cumplir con los protocolos administrativos que por su proactividad en una de las jornadas más trágicas vividas en España en el último siglo.
Polo admitió que «nadie del Centro de Coordinación de Emergencias se puso en contacto» con la CHJ para solicitar datos o interpretaciones de caudal y lluvia, pero tampoco fue él quien intentó establecer comunicación con la consejera de Interior, Salomé Pradas, ni con ningún otro alto cargo de la Generalitat. La comunicación institucional durante las horas críticas fue inexistente. Solo respondió llamadas entrantes de alcaldes y, ya a última hora, del secretario de Estado, que lo contactó después de que la propia Delegada del Gobierno le pusiera al corriente. Según su declaración, «la llamada del secretario de Estado se produce porque la delegada del Gobierno lo ha llamado antes; él se interesa por lo que pasa y yo le informo de que no se están tomando decisiones en el Cecopi».
Sin reflejos en plena emergencia
Su testimonio muestra una pasividad que podría ser impropia del máximo responsable del organismo de cuenca. A las 18:43, la CHJ que él preside emitió un aviso de caudal por el barranco del Poyo —1.600 metros cúbicos por segundo, el doble de su capacidad—. El propio Polo reconoció que ese volumen equivalía a una situación clara de desbordamiento, pero que «no le llamó especialmente la atención». Explicó que lo consideró «congruente con lo que estaba pasando en otras zonas».
A las preguntas de una de las acusaciones particulares sobre si trasladó, a lo largo de la mañana o de la tarde del día 29, su intuición técnica a la consejera, a algún responsable de emergencias o al propio Cecopi una vez incorporado al mismo, Polo respondió que no, alegando que ese día «no se había planteado hacer esas reflexiones».
Con la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, estuvo reunido a primera hora de la mañana y sólo la llamó a las 14 horas para advertirle de que el río Magro se había desbordado, pero no llamó a Emergencias para trasladar esa misma información, pues suponía que tenían la información de lo que estaba pasando. Las siguientes comunicaciones con la delegada del Gobierno se produjeron tras una llamada de esta en la tarde y a través de la videoconferencia del Cecopi.
Polo insistió en que «la información se mandó por los cauces habituales», pero reconoció que no la transmitió verbalmente a nadie. El aviso último del desbordamiento del barranco del Poyo «se envió por correo a las 18:43 a Emergencias, al gabinete de comunicación de la Delegación del Gobierno y a la Delegación del Gobierno en Valencia. El sistema deja constancia de recepción. No tienen por qué dudar de que está fallando», declaró.
En ese mismo tramo horario, entre las 16:30 y las 18:45, la CHJ se limitó a observar los datos del SAIH (Sistema Automático de Información Hidrológica). No hubo llamadas salientes, ni intercambio de datos con Aemet, ni comunicación directa con los responsables de emergencias. «La CHJ solo recibe la información que genera la CHJ», reconoció el propio Polo, admitiendo que entre los técnicos «se daban por hecho muchas cosas».
Burocracia frente a liderazgo
La declaración deja entrever una gestión hermética y autorreferencial, en la que la CHJ se parapeta tras el formalismo de los procedimientos. Polo justificó su falta de comunicación directa en que «los protocolos llevan funcionando más de treinta años» y que «en una situación de emergencia se da por hecho que la gente está pendiente de todo lo que entra». Esa confianza ciega en el papel y en el correo electrónico, en plena tarde de una catástrofe, revela una falta de reflejos institucional y de liderazgo técnico. Según dijo, «no les llamó la atención el aviso del Poyo porque estaban viendo otros caudales elevados» y «tampoco trasladó verbalmente a nadie la información del aviso, porque era una información que ya se había mandado por el cauce habitual».
Mientras tanto, el agua desbordaba cauces en cascada: la Horteta, el Gallego, los Caballos… todos sumando miles de metros cúbicos que terminaron anegando el área metropolitana meridional de Valencia. Polo lo supo después: «Si solo hubiera habido 1.600 en el Poyo, no hubiera pasado nada de lo que vimos», admitió, dejando entrever que el organismo desconocía en tiempo real la magnitud del fenómeno.
«Nadie hacía nada»
Durante su comparecencia, Polo intentó situar el foco en el Cecopi, asegurando que «nadie hacía nada» y que se sorprendió por «la parsimonia con que se trataba un asunto de máxima gravedad». Pero incluso en su relato se intuye que su papel fue pasivo, más de observador que de gestor. «Aquello no estaba para cuestionar nada de lo que dijeran, porque no tomaban decisiones. Allí cuanto menos hablaras era mejor, porque en todo se liaban ellos mismos», dijo.
Ni siquiera cuando vio que Protección Civil se desconectaba de la reunión para supuestamente redactar los mensajes de alerta tomó la iniciativa. Cuando descubrió, a las 19:00, que el mensaje aún no se había enviado, la reacción en la sala de la CHJ fue de sorpresa. «Dijimos: “¿Pero por favor, aún no habéis mandado el mensaje?”», relató, aunque la exclamación no se acompañó de ninguna acción adicional. No hubo llamada a la consejera, ni aviso directo al secretario autonómico, ni petición formal de activar planes de emergencia.
Polo trató de ampararse en el argumento de la imprevisibilidad: «Con la información que teníamos no era posible prever la magnitud de lo sucedido». Sin embargo, en la misma declaración admitió que sí había «una parte previsible», que los mapas de riesgo y los caudales máximos publicados en el sistema nacional ya indicaban que una combinación de lluvias como la de aquel día podía causar graves daños en la zona de la Horta Sud. Esa contradicción, unida a la ausencia total de comunicación directa con las autoridades autonómicas, deja en evidencia que la CHJ reaccionó tarde, mal y sin iniciativa. La información se acumuló en los sistemas automáticos, pero no se tradujo en decisiones ni en avisos a la población.
«Todo el mundo estaba en su puesto»
El presidente de la CHJ cerró su declaración asegurando que «todo el mundo estaba en su puesto» y que «nadie dejó de hacer sus funciones». Pero lo cierto es que los agentes medioambientales dependientes de la CHJ se retiraron a sus casas a las 17 horas, sin instrucciones especiales ni refuerzos. «No se les pidió nada excepcional», explicó. Y él mismo reconoció que no visitó la presa de Forata aquel día porque «no existía centro de control implantado».
El resultado de esa actitud burocrática fue una cadena de omisiones. A las 18:43 ya había señales inequívocas de desbordamiento; a las 19:30 hablaba con el secretario de Estado sin mencionar el Poyo; y a las 21:00 ni siquiera eran conscientes en la CHJ de la magnitud del desastre.
La declaración de Miguel Polo no reveló solo la descoordinación entre administraciones, sino la peligrosa cultura de complacencia técnica, es decir, la del funcionario con cargo de designación política que cree que informar por correo electrónico basta para salvar vidas. La dana demostró lo contrario.