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Comunidad Valenciana

El doble reto con el que arranca Pérez Llorca: la reconstrucción y recomponer el PP valenciano

La reconstrucción será el termómetro social de Pérez Llorca y la cohesión interna del PP el termómetro de su liderazgo

El doble reto con el que arranca Pérez Llorca: la reconstrucción y recomponer el PP valenciano

El gobierno del nuevo president de la Generalitat, Juanfran Pérez Llorca. | Kai Försterling (EFE)

El nuevo equipo de gobierno de Juanfran Pérez Llorca ha echado a andar este jueves con la toma de posesión de los once consejeros que conforman un Ejecutivo ampliado y articulado en torno a tres vicepresidencias. Un equipo que el presidente ha descrito como «un instrumento al servicio del pueblo valenciano» y que deberá afrontar, desde el primer día, una doble exigencia: reconstruir la Comunidad Valenciana tras la dana del 29 de octubre y afrontar las tensas relaciones existentes con el Gobierno de Pedro Sánchez.

A ello cabe añadir en un plano completamente distinto y estrictamente de partido, recuperar la cohesión interna del PP valenciano, que llega a esta nueva etapa con tensiones soterradas y un congreso regional en el horizonte, tras la salida de Carlos Mazón como líder de los populares valencianos, y cuya plaza ocupará el todavía secretario general de forma interina.

En su discurso, breve y deliberadamente institucional, Pérez Llorca ha insistido en que «no podemos perder ni un minuto» y que el Gobierno debe gestionar «y también transformar», consolidando los cambios en marcha en materias como sanidad, educación, fiscalidad, vivienda y políticas sociales. Pero, más allá de la puesta en escena, el contexto político revela que el nuevo Presidente se enfrenta a un doble tablero: el institucional, donde su obligación es responder a los ciudadanos; y el orgánico, donde deberá gestionar un PP valenciano que no termina de cerrar sus equilibrios internos.

La recomposición del PP valenciano forma parte de las funciones orgánicas de Pérez Llorca como líder del partido, un ámbito que transcurre en paralelo al Gobierno pero que condicionará inevitablemente el clima político de los próximos meses.

Quién sale ganando

En el PP valenciano conviven recelos, expectativas cruzadas y equilibrios inestables. Uno de los nombres que más ha resonado en las últimas 48 horas es el de Vicent Mompó, presidente provincial del PP en Valencia, a quien algunos dirigentes han visto alejado del reparto de poder al no haber colocado a ningún perfil de su entorno en el Ejecutivo regional.

Hay quien interpreta el gesto como un desaire, especialmente tras la comida de Benidorm del 31 de octubre, donde incluso Pérez Llorca participó en la operación sucesoria para entronizar a Mompó como futuro líder en 2027. Aquella maniobra se fraguó al margen de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, que se encontraba de viaje en Nueva York y que regresó con toda la operación ya cocinada, sin haber tenido ocasión de intervenir.

Lo cierto es que el peso orgánico de Catalá es más relativo de lo que aparenta: pese a ser alcaldesa de la capital, sigue siendo una figura poco conocida fuera de Valencia y no cuenta con la proyección ni el carisma de Rita Barberá. Además, gobierna a merced de Vox, un socio que le ha hecho encallar asuntos clave como la Zona de Bajas Emisiones con la estimada pérdida del 10% del presupuesto municipal.

La relación entre Catalá y Mompó nunca ha sido fluida. Ella ha controlado con firmeza los movimientos internos dentro de la demarcación de Valencia ciudad y él se ha hecho fuerte en el ámbito provincial, especialmente en Torrent, localidad de origen de la alcaldesa, donde ella trató de impulsar a un candidato afín que finalmente perdió el congreso local en favor de la candidata de Mompó. Cada uno ha construido su propio espacio de poder, y las fricciones son constantes.

También las tuvieron en su día Rita Barberá, como alcaldesa de Valencia, con Eduardo Zaplana, como presidente autonómico, pero los resultados para ambos eran incontestables. En 1999, arrasaron con dos mayorías absolutas.

Mostrar sintonía

En las últimas dos semanas, la alcaldesa y el presidente entrante se han esforzado por exhibir sintonía y cercanía entre ambos, pese a que ella misma promovió ante Génova la idea de una gestora por la salida de Mazón (una operación que habría supuesto desmontar la estructura orgánica del partido en la Comunitat Valenciana) o que él no la hizo partícipe del camino sucesorio del ya expresident.

El nuevo hombre fuerte de Presidencia y mano derecha de Pérez Llorca, Pepe Díez, es además marido de la concejal del Ayuntamiento de Valencia Julia Climent, un dato que en el PP se ha interpretado como un guiño a la alcaldesa. La nueva consejera de Educación, Carmen Ortí, también es identificada dentro del partido como un perfil próximo a la cuota de Catalá. Para la alcaldesa, mostrar cercanía al actual referente autonómico del PP es un movimiento estratégico; para Pérez Llorca, una vía para asegurar estabilidad política en la capital y proyectar una imagen de cohesión territorial.

Queda ahora por ver cómo se desarrollarán los acontecimientos en los próximos meses: si Pérez Llorca mantiene los compromisos adquiridos antes de llegar al cargo o si tratará de imponer una nueva hoja de ruta. En medio de esa partida quedan Luis Barcala, alcalde de Alicante, que hasta ahora ha actuado con amplia autonomía y cuyo encaje en la etapa de Pérez Llorca será determinante para equilibrar el peso político de la provincia; Marta Barrachina, presidenta del PP de Castellón y de la Diputación; así como Toni Pérez, presidente del PP alicantino y de la Diputación de Alicante. Todos ellos son piezas clave en un tablero en movimiento.

Y sobre todos ellos planea una figura que el PP valenciano no ha sabido aún encajar: Francisco Camps. El expresident, disciplinado y paciente, lleva meses reclamando la celebración del congreso regional. Su objetivo es volver a influir —y quizá más— en el partido que lideró durante una década. Cuando llegue, ese congreso será la verdadera prueba de fuego para el PP, llegar unido o con una guerra civil desatada. A partir de ahora, se abre el camino para tejer nuevas alianzas y consolidar liderazgos territoriales pensando en dicho cónclave, que de acuerdo con los estatutos debería ser como tarde en verano de 2026.

Gobernar para todos

En esta nueva etapa, Pérez Llorca deberá separar con claridad sus dos planos de actuación. Como presidente, su mandato es inequívoco: reconstruir la Comunidad Valencia, garantizar resultados y recuperar la confianza pública. Como líder del PP valenciano, su tarea es distinta: coser alianzas internas, recomponer territorios y evitar fracturas en un partido que atraviesa una transición silenciosa.

El propio discurso institucional de este jueves apuntaba ya a esa necesidad de equilibrio. «El Gobierno es un instrumento al servicio del pueblo valenciano», dijo, remarcando que su éxito dependerá del servicio que preste a alicantinos, valencianos y castellonenses. Pero la política real no termina en el Palau. El liderazgo de Pérez Llorca —y su eventual papel en 2027— dependerán también de su habilidad para sobrevivir a un partido que exige mucho más que gestión: pide lealtades, acomodos, memoria y olvido.

La reconstrucción será el termómetro social de su mandato; la cohesión interna del PP, el termómetro político de su liderazgo. Los próximos meses dirán si es capaz de afrontar ambos desafíos sin que uno comprometa al otro. Porque si algo ha demostrado hasta ahora Pérez Llorca —como dicen dentro del partido— es que sabe caminar sobre el alambre. Ahora llega el tramo más estrecho.

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