Los otros Bolaños: cuando el cardenal de Toledo vetó a un ministro por la Ley del Divorcio
Francisco Fernández Ordóñez tuvo que seguir la procesión del Corpus Christi de 1981 desde un balcón tras no ser admitido en la presidencia por Marcelo González
Vetos como el de Félix Bolaños para presidir un evento no son una cosa nueva en la política española. Plantes y prohibiciones de este tipo se han venido dando desde hace años, aunque existe un precedente que resultó de un enorme interés al estar cerca de llevar a un choque entre el Gobierno y la Iglesia Católica: cuando el ministro de Justicia de Leopoldo Calvo-Sotelo tuvo que seguir desde un balcón la procesión del Corpus Christi de Toledo tras ser rechazada su presencia por el mismo cardenal de la ciudad.
La historia, contada entonces por el diario El País, se remonta a 1981. Francisco Fernández Ordóñez ocupaba la cartera de Justicia desde que Adolfo Suárez reformara su Ejecutivo un año antes. Su sustitución por Calvo-Sotelo no le apartó de este puesto, en el que emprendió la aprobación de la Ley del Divorcio, que regulaba las separaciones y las anulaciones matrimoniales.
La norma contó con una fuerte oposición de una parte la Iglesia (otra fue abiertamente tolerante con la decisión), que a través de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal trasladó, a través de una misiva, su disconformidad con la norma que trataba de aprobar el Gobierno de la UCD al considerar que más que «un remedio al mal que se intenta atajar», sería en «una puerta abierta a la generación del mal».
Aunque varios obispos mostraron su disconformidad en foros públicos, quizás una de las reacciones más recordadas entonces fue la que enfrentó al cardenal de Toledo, Marcelo González, contra Fernández Ordoñez a causa de la redacción y preparación de esta norma, que aún no estaba aprobada pero sí encaminada a ello: vetar que presidiera la procesión del Corpus Christi de ese mismo año, como era habitual.
Autor de una ley anticristiana
Tal y como relataba el citado medio, el titular de Justicia -encargado también de las relaciones con la Iglesia Católica- tuvo que seguir la procesión desde el balcón del Gobierno Civil. El cardenal primado había afirmado días atrás que no quería que Fernández Ordoñez, autor de «una ley anticristiana como es la de Divorcio», estuviera al frente de la misma y pidió al gobernador Civil que le trasladara este malestar.
Ante esta delicada situación que salpicaba a un ministro de la UCD, el propio presidente del Gobierno se prestó a acudir al acto -como había hecho en otras ocasiones, aunque a título personal- y así no dejar a su titular de Justicia solo. Sin embargo, González fue tajante: Calvo-Sotelo podía presidir el Corpus, pero Fernández Ordóñez tendría que seguirlo desde la distancia, no pudiendo, siquiera, acudir como acompañante del mandatario.
Calvo-Sotelo no llegó a acudir. Ante los plantes de la Iglesia apostó por saltarse la cita aprovechando la despedida del rey de Arabia Saudí y dejó solo ante el Corpus a su ministro, que acudió acompañado del entonces director general de Asuntos Religiosos, Luis Apostua, y de otros miembros de su departamento. Los gobernadores civil y militar tampoco estuvieron presentes en el acto religioso.
En principio, se planteó su asistencia a la misa que precedía a la procesión, aunque finalmente se optó porque Fernández Ordóñez solo contemplara, desde lejos, el paso de la procesión, para evitar que la presencia del ministro de Justicia en el templo religioso pudiera inducir al cardenal a dedicar parte de su homilía al tema del divorcio.
Algunas fuentes, consultadas entonces por El País recuerdan que durante su coloquio, Marcelo González pudo dedicar una pequeña puya: «Invitamos a que se unan a nosotros todos los que quieran hacerlo con su marcha, con su oración, con sus cantos, o simplemente con su mirada y amor».
El resto de la historia ya ha sido contada. Tras los actos religiosos, el titular de Justicia acudió (y presidió) el desfile militar posterior a los actos. Destaca su malestar conocido posteriormente, pues trasladó que no deseaba no estar al frente de un acto al que sí acudieron sus antecesores, incluído Iñigo Cavero, a quien sucedió y bajo quien se envió a las Cortes el primer borrador de la norma.
Finalmente no hubo enfrentamiento entre ambas partes. La ley se aprobó un 22 de junio de 1981 y más de 40 años después sigue en vigor sin ninguna complicación.