El extraño caso de Compromís: de trampolín de Sumar a piedra en el zapato de Díaz
Sumar rechaza sentarse a la mesa de negociación de Sumar y empieza a acercarse a modelos como el BNG y Bildu
Compromís, el partido valencianista que ejerció de trampolín de Sumar incluso antes de su creación, se ha convertido en una verdadera piedra en el zapato de Yolanda Díaz. Sumar nació oficialmente en Madrid, en el acto de Magariños de 2023, pero antes de su bautizo oficial, la formación de Díaz dio los primeros pasos en noviembre de 2021, cuando la política gallega acudió a Valencia para reunirse con Mónica Oltra, principal dirigente de Compromís, Ada Colau, de los Comunes, Mónica García, de Más Madrid, y Fátima Hamed. Aquel encuentro fue el pistoletazo de salida de un plan político que aspiraba a fagocitar a Podemos, convirtiendo a Irene Montero en una jubilada de la política, y que, sin embargo, tres años después tarda en despegar.
El archipiélagos de siglas que conforman Sumar, así como el encaje híbrido en el que Díaz enfocó el partido y la coalición, va desmoronándose. Hoy en día es casi imposible encontrar un miembro de Sumar, observador o referente de su espacio político, que no admita la dificultad que experimenta la coalición. Este diario fue el primero en desvelar hace ya meses que la coalición no estaba pasando por un buen momento, y que además se veía sacudida por presiones centrífugas que amenazaban (y amenazan) con hacer implosionar la coalición.
El malestar interno empezó en Izquierda Unida, donde un segmento importante del partido siempre miró de reojo el acercamiento a Díaz. A pesar de que fue durante años la referente de IU en Galicia, para muchos de sus excompañeros Díaz es una dirigente que no despierta confianza. Sus reiterados movimientos para lanzar su figura política por encima del partido han generado malestar, y el temor de una fusión de IU en Sumar hizo que Antonio Maíllo ganara a Sira Rego en la coordinación federal del partido. Maíllo es favorable a dialogar y pactar con Sumar, pero no a ceder en todas las exigencias de Díaz. El choque con IU fue el primer revés para la vicepresidenta.
Oltra y Ribó
Mientras en IU crecía el malestar y la desconfianza, otros aliados que se consideraban como blindados empezaron un paulatino proceso de alejamiento. El de Compromís es sin duda el más emblemático. Díaz gozaba de una cercanía política y personal con Mónica Oltra, y sobre todo con Joan Ribó, el exalcalde de Valencia que se consideraba como un aliado estructural del proyecto de Sumar. Sin embargo, cuando Oltra dimitió en junio de 2022 por la investigación judicial sobre su exmarido, algo se empezó a romper en Compromís.
Algunos en el partido valencianistas acusaron a Díaz de escaso apoyo a la dirigente. La idea de que Díaz ya marchaba a paso cerrado para consolidar su liderazgo, cayera quien cayera, se difundió como la pólvora en los segmentos que más adelante confluyeron en Sumar. Y cuando Ribó perdió la alcaldía, Compromís también giró hacia los sectores más autonomistas, liderados por Joan Baldoví. La influencia de Baldoví en el partido valencianista preocupa a la dirección transitoria de Sumar. Baldoví busca una agenda propia tanto en Valencia como en Madrid, y la portavoz de Compromís en el Congreso Águeda Micó se ha convertido desde hace semanas en casi una alterego de Íñigo Errejón, portavoz oficial de Sumar. Lo que diga Micó suele interesar ahora más que lo que exprese Errejón, y este es un problema para Díaz.
Compromís dio el primer golpe sobre la mesa cuando exigió tener un puesto de salida en la lista europea, bajo la amenaza de irse en la coalición con ERC. El chantaje surtió efecto, puesto que Díaz entregó a los valencianistas el tercer puesto de la lista europea y relegó a IU en el cuarto. IU se enfureció y esa decisión ha generado una ruptura interna difícil de resolver, sobre todo porque Sumar se quedó con menos de cuatro escaños, que era el principal miedo de sus aliados, tal y como desveló este diario cuando la versión oficial dibujaba un escenario electoral de seis escaños, y Manu Pineda perdió el escaño.
Modelo del BNG y Bildu
Pero Compromís fue a más. Avisó directamente a Pedro Sánchez que no aceptará una reforma fiscal que reconozca únicamente la «singularidad» de Cataluña. También en ese debate, Compromís se desmarcó de Sumar. Y algo parecido ha ocurrido este semana con el pacto sobre el Consejo General del Poder Judicial. Mientras Errejón hacía malabarismos para reivindicar el pacto y al mismo tiempo desmarcarse de él (más por la forma en la que se pactó que por el fondo del acuerdo, dicen en Sumar), Compromís manifestaba dudas y malestar.
Los valencianistas, aún considerándose enemigos de Podemos, compran parte de su propaganda al alertar sobre más pactos entre PP y PSOE que orillen a Sumar. Aunque en el debate de fondo se halla la reflexión sobre la fuerza electoral alcanzada por el BNG y Bildu en las últimas autonómicas. Compromís tiene la tentación de seguir los pasos de esos dos partidos, lo que conllevaría alejarse de Sumar.
Ese entramado de intereses discordantes hace que Compromís se haya convertido en un aliado más bien incómodo para Díaz. La lideresa de Sumar ha empujado incluso el nombramiento de uno de sus hombres de confianza en la dirección colegiada del partido para intentar «calmar» a Compromís, tal y como adelantó este diario. Pero tampoco ha servido para que los valencianistas acepten sentarse en esa mesa de negociación entre partidos que quiere impulsar la dirigente gallega. Al fin y al cabo, los de Compromís saben perfectamente que Díaz pretende diluir el peso de cada sigla para asegurarse el control de la coalición, aunque haya renunciado a la coordinación del partido Sumar. Y en todo ese embrollo los de Podemos observan y sacan conclusiones: «El grupo parlamentario de Sumar no va aguantar», comentan.