Errejón, el eterno renacido de la 'nueva política' que sucumbió a sus contradicciones
Errejón salió de la vida pública admitiendo la discordancia entre «persona» y «personaje» y acabó solo y sin apoyos
Este año ha sido un año atípico para políticos como Íñigo Errejón. El exnúmero dos de Podemos, cofundador del partido morado y que a lo largo de su carrera tuvo que renacer políticamente al menos dos veces, esta vez no ha aguantado más. 2024, en realidad, empezó con una buena noticia para este dirigente que salió de Podemos para enfrentarse a Pablo Iglesias, y que hace tan solo dos años parecía un político en vías de extinción. En enero, tras un elaborado encaje de bolillos, logró que Díaz le entregara la dirección del grupo parlamentario.
El exfundador de Podemos había vuelto a la primera línea, con poderes en la elaboración de la estrategia política de Sumar, y un objetivo claro: impedir un reencuentro de la izquierda alternativa al PSOE alrededor de Podemos. Hasta que una avalancha de «testimonios» y acusaciones anónimas sobre presuntas agresiones y malos tratos acabaron -en teoría- con su carrera política.
Errejón es sin duda uno de los protagonistas de este año político. Lo es porque Sumar fue, al menos en parte, una creación suya. Muchas de las líneas políticas que Sumar ha ido definiendo a lo largo de la actual legislatura tienen que ver con sus reflexiones y aportaciones. La última, la necesidad de reducir la jornada laboral de los trabajadores de 40 a 37,5 horas para recuperar horas de vida y descanso. Este fue uno de los legados que Errejón dejó sobre la mesa de Díaz poco antes de que la propia dirigente de Sumar le dejara caer.
«Primer Podemos»
La historia política de Errejón es llamativa más allá de Sumar. En primer lugar, porque fue él, tal vez incluso más que Pablo Iglesias, quien moldeó la propuesta política de «primer Podemos», el original, que dirían él y sus afines. Corría el año 2014 y la sociedad había sido sacudida por la crisis económica. El PP gobernaba, y una generación de activistas de izquierda hasta aquel momento subalterna y rebelde se aglutinaron alrededor de una nueva sigla política (Podemos). Plantearon una misión casi imposible: en dos años desafiar a toda la cultura de izquierda preexistente, entregarse a nuevos métodos de comunicación y enarbolar un enfoque populista para llegar al poder de forma rápida e inesperada. Era el esquema de la «guerra relámpago», y casi lo logran.
Errejón quedará en la historia de este país como uno de los protagonistas, tal vez el principal, de todo aquello. Iglesias representaba el liderazgo carismático; sin su rostro Podemos no existiría, pero sin los argumentos y las «hipótesis» de Errejón, tampoco. Todo empezó con la «campanada», que diría Juan Carlos Monedero, de las europeas de 2014: un millón de papeletas y cinco diputados. Pero Errejón miró desde el principio más allá de Bruselas. Su objetivo siempre fue el Congreso de los Diputados. Su planteamiento rompía con la tradición de los demás partidos. Con el eje izquierda/derecha el dominio del PSOE es inquebrantable. Pero con otra línea de demarcación, la de casta/pueblo, o los de arriba contra los de abajo, Podemos sí podía dar el famoso sorpasso. Iglesias lo admitió: «Íñigo ha creado algo». Pero dejó de creerle cuando entendió (o concluyó) que Errejón aspiraba a robarle el partido. En ese momento todo se torció.
El tándem Iglesias-Errejón empezó su recorrido en realidad ya roto. Pero no es hasta después del congreso de Vistalegre II (2017) cuando Errejón se convierte de facto en un apestado. Iglesias le propone un destierro generoso: liderar el partido en la Comunidad de Madrid. Pero «sin ejército». Fue entonces cuando Errejón llevó a cabo lo que sus críticos califican de «conjura». Fundó Más Madrid en secreto y de la mano de Manuela Carmena. Y ese proyecto se convirtió en hegemónico. Pero quiso más. Su deseo siempre fue acercarse al sol y correr rápido. Fundó Más País, para intentar disputarle a Iglesias el cetro de la izquierda alternativa al PSOE en un momento en el que partido morado estaba en trayectoria descendente. La operación, sin embargo, no salió, y Errejón volvió a la travesía del desierto.
Resurrección
Durante la pasada legislatura Errejón había pasado a engordar la lista de políticos olvidados. Arrinconado en el gallinero del Congreso, su peso político era casi nulo. Cuando presentó su libro autobiográfico en 2021, uno de los lemas del mismo fue «estamos vivos», en referencia a su corriente. Pero era más bien sobrevivir hasta que se inauguró otra operación contra Podemos, esta vez liderada por Yolanda Díaz. La política gallega había formado parte del entorno más estrecho de Pablo Iglesias. Había pedido incluso ayuda a Iglesias para impedir la penetración de los errejonistas en Podemos, cuando ella estaba en IU. No quería esa competencia. Pero a partir de 2021, también Díaz se alejó de Podemos y empezó a forjar una alternativa. Y Errejón entendió rápidamente que estaba a punto de pasar otro tren.
Con Sumar, Errejón resurgió por segunda vez. En la formación que lidera Díaz sostienen que la política gallega le recuperó por dos razones fundamentales: su buena relación con la prensa y el hecho de que, al fin y al cabo, siempre fue un hábil moldeador de campañas electorales y «argumentarios». Díaz logró juntar debajo de su liderazgo a muchos de los rebotados del pablismo, pero carecía de personas que pudieran dibujar una hoja de ruta para un proyecto político nacional. Y Errejón debía encargarse de ello.
Su nombre ya había sido elegido para la redacción de la ponencia política del congreso de Sumar, convocado después de la salida de Díaz de la primera línea de la organización tras el batacazo de las europeas. Todo estaba preparado cuando estalló el escándalo del caso Errejón. A finales de octubre, el perfil en las redes de la periodista Cristina Fallarás recogió un «testimonio» de una mujer que dijo haber sufrido malos tratos y acoso por parte de un político madrileño muy conocido. No se mencionaba el nombre de Errejón. Pero en Sumar y en Más Madrid todas las miradas se dirigieron hacia él.
Persona y personaje
El martes de su semana trágica, Errejón andaba por los pasillos del Congreso, hablando con los periodistas y ofreciéndose a los micrófonos. Al día siguiente tiró la toalla con una carta en la que habló de la existencia de una «persona» y un «personaje», de cómo el neoliberalismo había creado y alimentado esa «contradicción», y que asumía que su comportamiento había sido reprochable. Acto seguido, anunció su salida de todos los cargos de Sumar y Más Madrid.
La salida repentina de Errejón tiene sin duda muchas aristas, y para conocerse toda la verdad falta tiempo. Más allá de lo que el propio aludido pudo esconder con una dimisión exprés, queda por saber si hubo o no una mano que se encargó de hacer explotar el escándalo. Y también si hubo otros actores que pudieron hacer caer a un dirigente que varias fuentes describen en su última etapa como un político «solo» y de trato cada vez más difícil.
Personas de su confianza se habían alejado de él, y también de Sumar. Algunos se habían refugiado en otros ministerios; otros habían dejado su trabajo de asesores y otros simplemente acabaron dándole la espalda. Sea como fuere, 2024 se ha convertido en el verdadero annus horribilis de quien ejerció de enfant prodige de Podemos, y que desde el nacimiento del partido morado había resurgido al menos dos veces. El mismo Errejón admitió que en lo personal la política no sale gratis, que con tanta velocidad «todo se puede joder». Aunque otra cosa será aclarar cuándo y cómo estalló esa dicotomía entre persona y personaje.