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Política

«Matar por los Països Catalans»: un historiador indaga en los asesinatos del terrorismo catalán

Gaizka Fernández Soldevilla reconstruye la historia de las víctimas con los sumarios y diligencias judiciales

«Matar por los Països Catalans»: un historiador indaga en los asesinatos del terrorismo catalán

Fotomontaje de algunas de las víctimas y noticias del terrorismo independentista catalán. | TO

Cuando se habla de terrorismo en España es inevitable pensar en ETA, la banda que más asesinatos ha perpetrado con el objetivo de lograr la independencia del País Vasco. Pero no es la única. El historiador Gaizka Fernández Soldevilla, actual responsable del archivo y documentación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, ubicado en Vitoria, ha publicado un nuevo estudio, al que THE OBJECTIVE ha tenido acceso, sobre el terrorismo de corte secesionista en Cataluña que asesinó en los estertores de la dictadura franquista y en pleno periodo democrático.

El historiador ha publicado el estudio Matar por los Països Catalans. El terrorismo ultranacionalista a la luz de sus víctimas en la Revista Internacional de Estudios sobre Terrorismo. Explica cómo fue esta violencia: «En gran medida pretendía emular a ETA». Fernández Soldevilla ha reconstruido sus historias con los sumarios y las diligencias para que no quede en el olvido. «Es una historia que en el resto de España no se conoce», señala en conversación con este periódico.

El guardia civil Dionisio Medina

El estudio empieza con la muerte del guardia civil Dionisio Medina, en Barcelona, en 1971. El agente murió cuando iba a casa tras terminar su servicio nocturno en la estación ferroviaria de La Sagrera. Al despedirse de su compañero de una jornada laboral que transcurrió «con normalidad», Medina fue testigo de cómo una persona colocaba un bulto en la ventana de Agencia de Recaudación de la Diputación Provincial, o bien se dio cuenta de que había algo raro en ella, relata el historiador sobre la base de los sumarios policiales.

Por un motivo u otro, se acercó a la Agencia. La explosión se produjo a las 7:30 horas. «La onda expansiva lanzó a Medina contra la pared de la vivienda situada en la acera de enfrente, a unos veinte metros. Su muerte fue instantánea. El informe forense certifica que el cuerpo quedó totalmente destrozado: tenía amputadas las dos piernas y el antebrazo derecho. «De no ser por su documentación», se constata en las diligencias, «hubiera sido imposible su identificación». La potencia de la bomba equivalía a dos kilogramos de trinitrotolueno (TNT).

A Dionisio Medina le arrebataron la vida con 35 años. Como tantos otros jóvenes de la Andalucía rural que huían del desempleo, ingresó en la Guardia Civil el 7 de marzo de 1967. Fue destinado a Barcelona. En 1971 todavía era un modesto agente de 2ª clase, pero había formado una familia: estaba casado con Amparo, de 26 años, con la que tenía una hija de cuatro, María Dolores.

Fernández Soldevilla también relata algo que era común en los familiares de las víctimas: el «desamparo institucional» que sufrían. Su viuda esperó más de un año para recibir una indemnización de 25.000 pesetas (actualizándolas con el IPC, unos 3.100 euros) y a su hija María Dolores únicamente se le concedió una beca para estudiar.

«Excitación palpitante»

La banda detrás de este asesinato fue el Front d’Alliberament de Catalunya (FAC), «un grupúsculo independentista que desde octubre de 1970 puso más de un centenar de bombas en medios de comunicación, infraestructuras de transporte, oficinas de la Administración pública, transformadores…».

Según relata el estudio, «al enterarse de que la víctima era un guardia civil, los autores materiales del atentado sintieron alivio, ya que no se trataba de un niño como los que, justo después de colocarla, habían visto pasar al lado de la bomba». Uno de los terroristas explicó en sus memorias que «sentían que habían cruzado una línea. El juego va en serio», lo que les provocó «una excitación palpitante». La Ley de Amnistía de octubre de 1977 suprimió la responsabilidad penal por el crimen.

La violencia «se disparó» en democracia

«La violencia secesionista no respondía únicamente a una lógica antifranquista. Por eso no se detuvo tras el fallecimiento de Franco ni tras las elecciones democráticas ni después de la Ley de Amnistía. Es más, ocurrió justo lo contrario: se disparó. La fase crítica de la tercera oleada internacional de terrorismo coincidió con la Transición», relata Fernández Soldevilla en su estudio Matar por los Països Catalans. El terrorismo ultranacionalista a la luz de sus víctimas.

Los grupos terroristas alcanzaron su punto más álgido de letalidad coincidiendo con un momento de gran debilidad del Estado, con una crisis generalizada, desempleo, aumento de la delincuencia común y una UCD de Adolfo Suárez «en plena descomposición».

El policía Diego del Río Martín

El policía Diego del Río Martín fue asesinado el 29 de septiembre de 1975, cuando cinco terroristas le dispararon en la pagaduría de la Residencia Sanitaria Francisco Franco (Barcelona) antes de robar 21 millones de pesetas (casi 1,7 millones de euros actuales). «Natural de Algeciras (Cádiz), tenía 24 años y la Ciudad Condal era su primer destino. Estaba casado con Magdalena Periñán, de 19, que recuerda que «él estaba contento. Le gustaba Barcelona». Eran padres de un niño de 21 meses. En su caso hay dudas de si los autores del crimen EPOCA (Exèrcit Popular Català), el GRAPO o el FRAP.

El Noticiero Universal, 10 de mayo de 1977.

El primer objetivo de EPOCA fue el empresario José María Bultó, el caso más conocido hasta la fecha. «Le obligaron a quitarse la camisa y le pegaron con esparadrapo un artefacto pequeño (con entre 50 y 100 gramos de explosivo) en el costado izquierdo del pecho: unos centímetros bajo el corazón. Se trataba de una bomba con un mecanismo de liberación por presión». «El torso de Bultó quedó destrozado, pero sus manos estaban intactas. De acuerdo con la sentencia, la bomba se activó «por causas que se desconocen»».

Joaquín Viola y su mujer

El 25 de enero de 1978, sobre las 8:30 horas de la mañana, sonó el timbre del domicilio familiar de Joaquín Viola Sauret, en el Paseo de Gracia (Barcelona). Viola era doctor en Derecho, había ejercido de registrador de la Propiedad y era secretario del Fútbol Club Barcelona. Estaba casado con Montserrat Tarragona Corbella, con quien tenía cinco hijos. Irrumpieron en la propiedad cuatro miembros de EPOCA empuñando pistolas.

Los terroristas llevaron a Viola y a su mujer a una habitación de la casa en la que los asesinaron con artefactos muy similares al usado con el empresario Bultó. Sus hijos pudieron oírlo todo desde las otras estancias de la vivienda. Marido y mujer fallecieron en el acto. De acuerdo con el informe forense, «la parte derecha del cráneo de Montserrat estaba fracturada y había sufrido «destrucción masa encefálica». El cuerpo de Viola presentaba «gran destrozo corporal lado izquierdo por explosión». Tenía el «corazón deshecho».

Joaquín Viola y su mujer, Montserrat Tarragona.

La viuda Emilia Aldomà

Emilia Aldomà era una viuda con tres hijas que murió a manos de Terra Lliure. Según desgrana Fernández Soldevilla, en el verano de 1987 dos integrantes de este grupo terrorista decidieron «llevar a cabo un hecho delictivo que tuviera gran repercusión y resonancia» para celebrar la Diada.

El comando se coló en el Juzgado de Distrito de Les Borges Blanques y colocó una bomba. La deflagración superó los límites del juzgado y las consecuencias llegaron hasta el domicilio de Aldomà Sans, «que aquella noche acogía bajo su techo a dos de sus hijas, dos yernos y cuatro nietas, ya que eran las fiestas locales». Los escombros cayeron sobre la cama en la que dormía. El golpe le causó «la muerte instantáneamente por fractura de la base del cráneo».

El estudio también recoge el atentado que sufrió el periodista Federico Jiménez Losantos por parte de esta banda,
cuando los terroristas le dispararon un tiro en la pierna y le ataron, junto a su compañera, a un árbol: «Terra Lliure acusó a Jiménez Losantos de ser ‘enemigo de los Países Catalanes’ pero, de hecho, la investigación reveló que la banda lo había escogido como objetivo por ser el ‘más asequible’ de los cuatro redactores del Manifiesto por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña, más conocido como Manifiesto de los 2.300: un documento que criticaba la progresiva marginación del español en la región».

Un militar estadounidense

El 26 de diciembre de 1987 dos terroristas arrojaron granadas contra el bar Iruña de Barcelona, tras gritar «¡Viva Líbano!». Se trataba de un club privado de United Service Organizations (USO) destinado al ocio de los militares estadounidenses que pasaban por la ciudad. El atentado causó cuatro heridos (Todd Ringwelsky, Wayne Andrews, Randy Corner y Daniel Powelly), así como una víctima mortal: Ronald C. Strong.

El estadounidense fallecido era de de Reeders (Pensilvania), tenía apenas 22 años, y era suboficial de tercera clase de la Armada de los Estados Unidos. Estaba casado y tenía un hijo. El ataque fue reivindicado tanto por Terra Lliure como por el Exèrcit Roig Català d’Alliberament (ERCA).

Todos los grupos analizados en el estudio aspiraban a la anexión de los llamados «Països Catalans», no solo a la independencia de Cataluña. Esa Gran Cataluña estaría formada por Cataluña, la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la franja de Aragón, comarcas del sur de Francia y Alguer (en la isla de Cerdeña, Italia). «A pesar de tal planteamiento, la absoluta mayoría de los atentados -y todos los que fueron mortales- se cometieron en Cataluña», expone el autor.

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