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Entrevistas

Ignacio Aguado: «Ayuso no será presidenta de España porque tienen que votarla los suyos»

El exdirigente de Cs lamenta la «traición» de la presidenta madrileña al no medicalizar las residencias en la pandemia

Ignacio Aguado (Madrid, 1983) lleva desde mediados de 2021 alejado de la política y ahora presenta Volando entre halcones (ed. Media Luna), un libro en el que analiza el hundimiento de Ciudadanos, los puntos débiles del bipartidismo -«PP y PSOE se han convertido en una enfermedad extendida a todos los órganos»-, así como las traiciones y zancadillas que vivió en la política, a la que no descarta volver. Sobre todo, ajusta cuentas con Isabel Díaz Ayuso, quien hace cuatro años adelantó los comicios en la Comunidad de Madrid por sorpresa tras la moción de censura de PSOE y los naranjas en Murcia.

El exvicepresidente madrileño carga contra la baronesa del PP, tanto por su gestión durante la pandemia de coronavirus -«El hecho de no medicalizar las residencias fue una traición de Ayuso»-, como por las polémicas en torno a su pareja, Alberto González Amador: «Queda raro que Ayuso viva en una casa cuyos pagos no están claros». Y desvela por primera vez que se planteó disputar la presidencia de la formación liberal a Inés Arrimadas tras la marcha de Albert Rivera. En aquel momento, a finales de 2019, pecó «de prudente» y ahora se arrepiente de no haber dado un paso adelante en ese momento crítico para Ciudadanos.

PREGUNTA.- Habrá mucha gente que se pregunte qué fue de usted. Hace cuatro años que salió de la primera línea política. ¿Dónde está? ¿A qué se dedica? 

RESPUESTA.- Bueno, yo siempre he entendido la política como una etapa de mi vida, no como una profesión a la que dedicarse para siempre. Yo llegué a la política procedente de la empresa privada. Estuve ocho años trabajando en el sector energético y ahora vuelvo a la empresa privada y esta vez como empresario, con mi propia empresa, junto con dos socios que fundamos la empresa ya hace tres años. Nos dedicamos a la comunicación digital, sobre todo estrategia digital y producción de contenido audiovisual. Y cruzo los dedos. Las cosas van bien. Estoy contento y feliz. 

P.- Volando entre halcones. ¿Por qué ha elegido ese título? 

R.- Creo que es bastante evocador y bastante explícito de cómo fue mi llegada a la política. Mi paso por la política y mi salida de la política. De alguna manera, lo que pretendía con el título era hacer un resumen en tres palabras de cómo fue toda esa travesía que fue apasionante, que fue intensa, que aprendí muchísimas cosas, conocí a muchísima gente. No había forma de resumirlo de una forma más clara, más breve y más concisa que con este título.

P.- He tenido la sensación al leer el libro que, básicamente, es para saldar ciertas cuentas. También dejar abierta una puerta a un hipotético regreso a la política y dejar claro qué es lo que ocurrió en ciertos momentos.

R.- Sí, básicamente lo escribo porque el relato que llegó a una gran parte de la sociedad madrileña no fue el el cierto, el verdadero, el que al menos yo vi y viví. Salí de la política sin hacer demasiado ruido, fundamentalmente para no hacer daño a mi partido en un momento crítico donde llegaban unas elecciones, donde lo que hacía falta era concentrar todos los esfuerzos en intentar obtener representación en Madrid, en salvar los muebles y en retomar el pulso. Y por esa misma razón no intenté explicar lo que estaba sucediendo y lo que lo que había sucedido. Fueron unos días muy intensos. Mi salida de la política y al final ese relato que quedó me da rabia que se perpetúe. Y creo que ahora era un buen momento. Después de unos años de lo que pasó, de relativa calma o de poder verlo en perspectiva. Este libro intenta contribuir humildemente a una reflexión colectiva y es decir, ¿hacia dónde vamos desde un punto de vista político y social como nación? Yo creo que todos hemos tenido últimamente algún momento en el que decimos ‘hoy esta política da asco’. Los rifirrafes, los insultos, la falta de respeto, el que no penalice la falta de honestidad. Es un escenario tan deprimente que creo que como nación, nos merecemos una reflexión desde todos los estratos sociales, desde las élites mediáticas, políticas y económicas de nuestro país hasta el último trabajador de España. Y con este libro pretendo hacer esa reflexión no apta para ‘hooligans’ y sectarios. Si alguien está muy de un lado o de otro, si ya está metido en la vorágine sectaria y polarizante, no se lo recomiendo.

P.- ¿No ha perdido el gusanillo por la política? 

R.- No, no, lo tengo desde muy pequeño. Me interesa mucho lo colectivo, me preocupa mucho mi país. Yo me considero un patriota. Desde que soy muy pequeño, desde que tengo uso de razón, me preocupa España. Y durante unos años me ha ocupado España a través de un cargo público. Y yo creo que los que tenemos esa vocación, no la vamos a perder. No la perdemos jamás. Puedes intentar cuidar a tu país o defender los intereses de tu país desde otras posiciones, desde la empresa privada. Pero esa necesidad de devolver a mi país todo lo que me ha dado, que ha sido mucho, la voy a mantener siempre y siempre estará la puerta abierta a poder contribuir en cualquier proyecto, en cualquier circunstancia, a que mi país vaya a mejor. 

P.- Vamos a entrar un poco en sus inicios en política, pero antes quería saber si cree que Ciudadanos ha desaparecido ya como tal, como partido. 

R.- Sí, y seguramente sea la tercera razón y última por la que escribo el libro. Ciudadanos fue un proyecto tan bonito y tan ilusionante para tanta gente, que merece un homenaje, merece un tributo, merece un reconocimiento. Y yo quiero poner mi granito de arena en ese reconocimiento a un partido que fue, que existió, que hizo que mucha gente desilusionada y que desapareció. Esa desaparición no puede caer en el olvido. Me da rabia que no se haya trabajado más su memoria, que no se haya puesto en valor lo que se consiguió, que era unir a muchos españoles en torno a un proyecto de país que no habíamos tenido en 40 años. Y creo que eso es una razón suficientemente importante como para dedicarle un libro y una memoria y un recuerdo. 

P.- ¿Cree que hay una base para que vuelva a renacer Ciudadanos, quizá con otro nombre?

R.- Para que surja un partido como Ciudadanos hace falta que haya, como explico en el libro, una ola, una ola sociológica, demoscópica, una voluntad generalizada en la sociedad de que tiene que haber cambios. Yo no sé si lo que hoy detecto en la sociedad es un cambio en esta dirección o más bien en una dirección más polarizante y polarizada. Creo que estamos ante un cambio de ciclo que no se produjo en julio de 2023 y que de forma casi casi inexorable se va a producir en el 2027. Ahora mismo el planteamiento político es dicotómico, es o que continúen los que están porque vienen, entre comillas, la extrema derecha, el fascismo y bla bla bla. Y al revés, los que quieren llegar y echar a toda costa a este señor (Pedro Sánchez), porque no puede estar ni un minuto más. Fuera de ese debate dicotómico, no encuentro un espacio, hoy por hoy, para que surja un partido que, desde mi punto de vista, es el más necesario de todos. Un partido reformista, un partido que sea capaz de hacer frente al bipartidismo, de ofrecer una alternativa para que España vuelva a tener otros 40 años, al menos,de entendimiento. Y no lo que tenemos ahora. 

P.- ¿Ciudadanos creció muy rápido, cambiaría algo de los inicios de su partido? 

R.- La verdad es que no, porque fue maravilloso que un partido construido desde abajo, desde lo más abajo, con el peor escenario posible, en un entorno hostil como el que era el que existía en Cataluña, pudiera florecer, crecer, extenderse a toda España. Y fue un privilegio que yo pudiera subirme a esa ola de cambio y encabezar el partido aquí en Madrid. No cambiaría nada absolutamente de lo que hicimos, especialmente en los inicios. Y ahora con la perspectiva, después de un tiempo y de toda la información que tengo, seguramente alguna cosa sí que habría cambiado de los últimos años, pero no demasiadas. 

P.- Me han sorprendido, por ejemplo, lo que cuenta de las elecciones de 2015, cuando Albert Rivera no quería que llegaseis al diputado 17 en la noche electoral, sino que os quedarais en el 16 para no tener que apoyar al PP, bien entrando en el gobierno o desde fuera.

R.- No ser decisivos de alguna manera. 

P.- Sí, no ser decisivos. Debía de ser casi la única persona que lo quería. Rivera sabía de los riesgos que podía pasar, ¿no es así?

R.- Sabía que nos hacíamos mayores de edad de golpe y sabía lo que eso implicaba. Y yo le entiendo ese miedo. Cuando eres el líder de un partido político, de un proyecto y ves que tu criatura se hace mayor de edad y que va a empezar a condicionar de verdad la política de lo que es hoy y ha sido la locomotora de España, que es Madrid, con gente que hace pocos meses acaba de incorporar al partido que no conoce suficientemente. Le estás dejando parte de tu criatura, de tu legado a unas personas que en este caso éramos todo el equipo de Madrid. Una de las batallas más importantes de tu trayectoria. Y yo entiendo ese miedo, esa incertidumbre y ese deseo de decir bueno, casi que si conseguimos 16, si no somos decisivos, ¿pues ni tan mal, no? Pero la suerte, digamos, cayó del lado de los que éramos, no sé si más inconscientes que Albert. Nos dieron ese escaño número 17 y nos hizo desde el primer minuto que entramos en las instituciones madrileñas, ser decisivos y ser el foco de todas las miradas para saber si finalmente apoyaríamos un gobierno de (Cristina) Cifuentes en este caso o si permitiríamos que gobernara la izquierda. 

«Pensábamos que después del verano de 2019 iba a arrancar la legislatura a nivel nacional, que no iba a haber repetición electoral»

P.- En cierta manera, tuvisteis éxito porque cuatro años después subistéis en votos y en escaños. Y estuvisteis a punto de ‘sorpasar’ a una desconocida Isabel Díaz Ayuso. 

R.- Yo creo que fue una recompensa a un trabajo duro que se hizo en esa primera legislatura del 2015 al 2019, donde además lo que estábamos haciendo era bastante inédito, porque las coaliciones en España no proliferaban. El hecho de apoyar una investidura del PP, pero permanecer fuera del Gobierno era todavía más inédito. No sabíamos si se iba a entender por parte de la ciudadanía, pero a la luz de los resultados, se entendió bien: pasamos de 17 escaños a 26, prácticamente a la par, por un par de escaños, del Partido Popular. 

P.- Pero llega el año 2019 y ahí empiezan los problemas, pese a que tenéis un resultado histórico aquí en Madrid. Y llega el momento de negociar qué hacer en todas las comunidades autónomas, donde Ciudadanos será determinante para que el PP pudiese gobernar en ellas. Hubo la orden de solo negociar con el PP. En el libro se queja de que fue un exceso, que no había que haber llegado a tanto. ¿Fue es el primer gran error que tuvo Ciudadanos?

R.- Sí, es un error cuando lo ves con los ojos de hoy, cuando lo ves con la información de hoy. Pero en el momento en el que adoptamos esa decisión, todos estábamos de acuerdo en que era lo que había que hacer. Por el contexto, por el poso sociológico, por el momento político en el que estábamos. Era la apuesta estratégica que había que hacer para intentar que el partido se consolidará como segunda fuerza política en España a nivel nacional. 

P.- ¿Segunda o tercera? 

R.- El objetivo era conseguir ser la segunda fuerza política. ¿Por qué? Por dos razones fundamentalmente. Primero, porque la ola de cambio que nos había llevado a la situación en la que estábamos, sabíamos que podía agotarse. Ciudadanos ya era un partido que estaba dentro del sistema, ya nos conocían y esa ola de ilusión y el propio desgaste del hecho de existir, podía afectarnos. Y luego punto dos: que la propia ley electoral en España, que eso poca gente lo conoce, premia a los dos principales partidos a nivel nacional del país y castiga severamente a los terceros y cuartos partidos que tienen proyectos nacionales. Históricamente ha sido siempre el más castigado Izquierda Unida. Luego fue UPyD, luego fue Ciudadanos, ahora puede que sea Vox. ¿Por qué te castiga? Porque hay muchos votos que consigues en provincias medianas y pequeñas que no se traducen en escaños. Eso implica una infrafinanciación. Recibes menos dinero por escaño de los Presupuestos Generales del Estado y, por tanto, estás en una tesitura muy difícil para mantener una estructura en toda España que luego no se traduce en un número de escaños y, por tanto, en una recaudación equivalente. Por esas dos razones, fundamentalmente y por muchas otras, decidimos que había que ir con todo en este planteamiento, sacrificando las presidencias de cinco gobiernos regionales. Ese fue un error que se visualizó mucho más cuando se produjo un error de cálculo por nuestra parte. Nosotros pensábamos que después del verano de 2019 iba a arrancar la legislatura a nivel nacional, no iba a haber repetición electoral porque Pablo Iglesias y Pedro Sánchez se iban a poner de acuerdo, e íbamos a tener cuatro años de legislatura donde Albert Rivera iba a hacer su trabajo y todo el equipo de Ciudadanos en el Congreso. Íbamos a consolidar esa segunda posición, pero no pasó así. Se repitieron elecciones y sufrimos un desgaste gigante en las urnas, pasando de 57 diputados a diez. 

P.- A mí me han contado que Albert Rivera no quería en ese momento que afloraran barones territoriales que opacaran su labor. ¿También lo percibió así? 

R.- No, él nunca ha tenido miedo a rodearse de talento ni de líderes. Es más, ha sido una máquina de generar líderes. Ha sido una persona que ha entendido que para construir equipos de alto rendimiento tienes que delegar y confiar en gente válida. Su decisión, que es la de todos en esa Ejecutiva, fue priorizar la llegada de Ciudadanos y su consolidación a nivel nacional por encima de cualquier otra circunstancia, por encima de los gobiernos autonómicos y por encima de la construcción de una base sólida, vinculada a sedes, a vida local, a vida municipal. Por las razones que te comentaba antes, la apuesta fue arriesgada. Todos sabíamos que la apuesta era muy arriesgada, que estábamos entregando al PP un partido por aquel entonces moribundo, sin liderazgo. Le estábamos dando cinco bolsas de oxígeno. En ese mismo momento valoramos, decidimos que esa opción era el mal menor y cuando se repitieron elecciones fue cuando comprobamos que la estrategia había sido errónea. Pero siempre se puede decir a posteriori. 

P.- PSOE y Ciudadanos sumaban 180 escaños. ¿No hubiera sido mejor tender la mano a Sánchez antes del paso que dio Rivera en septiembre de 2019? 

R.- Bueno, eso es lo que nos proponían muchos y especialmente personalidades muy influyentes de las élites mediáticas y económicas del país. Ser, en definitiva, un partido bisagra, ese término tan manoseado a veces. El problema es que nosotros no queríamos ser un partido bisagra. No queríamos por convicción, porque no veníamos aquí para ser la bisagra de nadie. Veníamos a liderar un proyecto político para España y, por lo tanto, a ser la cabeza de un león, no la cola de un ratón o de un león. Y luego, porque sabíamos que electoralmente era nuestro fin. Si tú aspiras a ser un partido bisagra, vas a desaparecer por la propia inercia de la ley electoral. Es inviable, desde mi punto de vista. Nosotros habíamos dicho en abril de 2019 que no gobernaríamos con Sánchez. Y lo que hicimos fue algo tan sencillo como mantener la palabra dada. Y dijimos: si en abril no vamos a hacer a Sánchez presidente, en agosto tampoco. No cambiamos por tanto nosotros. Cambiaron otras circunstancias, otras cosas que al final se tradujeron en el resultado electoral. 

P.- A la postre, esa mano tendida tan tardía fue nefasta para vuestros intereses. 

R.- Se convirtió, de hecho, en la puntilla. 

P.- En la puntilla a nivel nacional, pero previamente, en agosto de 2019, se forma el Gobierno de la Comunidad de Madrid para cuatro años entre el PP y Ciudadanos. Entre Isabel Díaz Ayuso y usted. Desde el principio hubo problemas, encontronazos. Los periodistas lo veíamos. ¿Hubo algún momento apacible en esa coalición? 

R.- Fue muy complicado por una razón muy sencilla de explicar. El PP llevaba muchos años gobernando en el Madrid y tenían un aura, una sensación y un espíritu de ser el Imperio romano. Lo explico así en el libro. Esto es claro cuando al Imperio romano le llegan unos señores desconocidos y le dicen que quieren compartir el Imperio romano. Su reacción es de incredulidad primero y de rabia después. Y esa incredulidad y esa rabia se traduce en todas las relaciones que existen entre PP y Ciudadanos a nivel autonómico, porque no terminan de aceptar que alguien de fuera un outsider, gente sin pasado político, venga a poner condiciones. De ahí todos sus adjetivos hacia nosotros, de niñatos, de ‘pero qué se han creído estos’. Aspirábamos a compartir una casa, un edificio, un gobierno de igual a igual, porque de hecho habíamos conseguido prácticamente los mismos resultados. Ellos aspiraban a que fuéramos sus sirvientes, que no saliéramos de los sótanos, que estuviéramos ahí controlados y que, de alguna forma, en lugar de ser socios, fuéramos sumisos y estuviéramos sometidos a la coalición y a sus intereses partidistas. Lo vimos nada más arrancar con el caso de Avalmadrid, por ejemplo. Nos querían callados y sometidos, nos querían alineados. Yo no me voy a alinear en ningún caso que tenga cualquier tufo de chanchullo o de corrupción. Lo voy a denunciar. Y eso fue lo que hicimos. Desde el primer momento en el que vieron que no éramos sumisos, sino que teníamos una hoja de ruta propia, las relaciones se torcieron y fue muy complicado gestionarlo. Cuando además, pasó lo que pasó pocos meses después: la llegada de la pandemia. 

P.- Y la llegada también de Miguel Ángel Rodríguez como jefe de Gabinete de Ayuso. Algo que a usted le molestó sobremanera. 

R.- Fue la forma, sobre todo por la puerta de atrás, casi sin comentarlo, sabiendo que había tenido enganchones importantes con algunos miembros del Consejo de Gobierno. Para mí fue bastante revelador de lo que se avecinaba, la tormenta perfecta. No sabíamos que iba a llegar la pandemia, pero sí que sabíamos cuál era el objetivo de Isabel Díaz Ayuso, que ella misma me lo comentó en varias ocasiones: el objetivo de la incorporación de Miguel Ángel Rodríguez era confrontar con Sánchez. Isabel siempre se quejaba de que no tenía acceso o no tenía entrada en los telediarios nacionales. Ella quería salir en los telediarios nacionales porque quería confrontar con Sánchez. No era su estrategia política, nunca me habló de una estrategia para Madrid. Me habló de que su estrategia personal era confrontar con Sánchez y su equipo. De ahí el fichaje de Miguel Ángel Rodríguez. Y vaya si lo consigue.

P.- Pronto empezaron las críticas, entre unos y otros, por los fallecimientos tan numerosos que hubo en las residencias y hospitales de la Comunidad de Madrid y del resto del país. En su libro es muy crítico con Ayuso porque dice que intentó echarle la culpa a uno de sus consejeros, en concreto Alberto Reyero, que llevaba Políticas Sociales. ¿Cómo llega a esa conclusión, a una afirmación tan categórica? 

R.- Porque vi cómo se comportaron, tanto internamente de puertas para adentro como de puertas para afuera ante los medios de comunicación. Fue un comportamiento de lo más ruin y miserable que he visto, ya no solo en política, sino en mi vida. Una persona que está trabajando como Alberto Reyero, dirigiendo la Consejería de Políticas Sociales en un momento donde la pandemia se ceba en las residencias y donde la Consejería no tiene competencias en materia sanitaria. La residencia no tiene médicos. En varias ocasiones pide y ruega que se envíen refuerzos, recursos a las residencias o bien que se desplacen a los residentes a los hospitales. Donde recibe la callada por respuesta o más bien, la promesa de que se va a hacer y no se hace. Donde por la espalda empiezan a intoxicar a los medios de comunicación afines acerca de que Alberto Reyero es el culpable de lo que está sucediendo en las residencias, dejándolo a los pies de los caballos. Me parece un comportamiento que dice mucho de la persona que da esa instrucción, que era Isabel (Díaz Ayuso). Y es el momento en el que yo, si tenía alguna duda, pierdo mi credibilidad en ella como líder político y como persona de confianza. 

P.- Llega a decir en el libro que no le va a perdonar eso nunca en su vida. 

R.- Me parece que fue una traición que va más allá de los ámbitos políticos, que tiene que ver con una relación personal humana, de cuidar a tus equipos, de cuidar a las personas que están al frente de las áreas que al fin y a la postre dependen de ti como líder máximo de una organización. Donde además, lo que vemos es que estamos hablando de lo más sagrado que es la vida humana. Donde hay personas que están agonizando en las residencias, que están muriendo sin una mano a la que agarrar y donde en lugar de estar intentando buscar soluciones, lo que buscas es salvarte a ti, culpando a los tuyos de errores que no les corresponden. 

P.- ¿Cree que hay responsables de esos errores que se deberían ser investigados como pretenden algunos? 

R.- Yo creo que no hay que mezclar. Y es una pena que se esté mezclando. No sé cómo acabará la cosa, lo judicial con lo político y lo ético. Creo que lo judicial tiene unos cauces y además, creo que la Comunidad de Madrid ha ganado todos los recursos que se han presentado por la gestión desde el punto de vista legal. Y ahí yo no voy a entrar, porque no me preocupa tanto lo legal, que tendrán que dirimirlo los jueces, como lo político y lo ético. Y lo ético y lo político es cuidar de tu gobierno, es cuidar de tu consejero, es preocuparte de lo que está sucediendo ahí y buscar soluciones. Cuando nosotros escuchamos dentro del Gobierno que siguen sin derivarse a médicos a las residencias, que se sigue sin medicalizar las residencias a pesar de la promesa insistente de la presidenta y que se quiere mandar médicos a Ávila y otras provincias aledañas, dando a entender que nos sobraban recursos, ahora me parece una cosa que es inaudita. Para mí, el hecho de no medicalizar las residencias fue una traición de la presidenta hacia su propia promesa. Y reconozco que en aquel momento fue la primera vez que yo me planteé personalmente el apartar al PP del Gobierno. Ni lo transmití al partido ni se lo transmite a nadie más. Pero me digo, estamos conviviendo con gente que está pensando en otras cosas, que no está pensando en solucionar lo que hay. Al menos esta papeleta tan grotesca, tan dramática y tan triste que estamos viviendo en las residencias. 

P.- Con lo cual, todo se tuerce en esa primera ola, cuando había 400 muertos al día en la Comunidad de Madrid. 

R.- Y nos levantábamos con titulares culpando a Alberto Reyero. Una cosa terrorífica, inexplicable políticamente y que genera mucho dolor y mucha rabia viendo lo que estaba sucediendo y no llegando a entender muy bien que estaba pasando. Cuando tú llegas a la política, como es mi caso, como el de Alberto (Reyero), con unos principios y una ética y una escala de valores, no te puedes ni imaginar que haya gente que no respete esa escala de valores. Pero te lo encuentras. Igual que en la política me he encontrado lo mejor, también con lo peor. Creo que hay que hacer una defensa también ecuánime de la política, pero en este caso fue la peor versión de la política la que me encontré en aquellos meses. 

P.- Entonces, en mitad del año 2020, empieza a barruntar la idea de de que hay que echar al PP de la Comunidad de Madrid, pero es en marzo del 2021 cuando se produce la moción de censura en Murcia. Comenta en el libro que se enteró de ella en la misma mañana de del 10 de marzo, cuando se presenta. Cuesta creerlo porque hubo muchas semanas antes donde hubo contactos y en THE OBJECTIVE, por ejemplo, hemos sacado un documento muy esclarecedor de cómo estaban las negociaciones al máximo nivel entre el PSOE y Ciudadanos. 

R.- Varias cosas. La primera es que yo, evidentemente, dentro de la Ejecutiva de mi partido, sé que los compañeros de Murcia han trasladado sus quejas de forma reiterada por el trato que estaban recibiendo de los miembros del PP en Murcia, por los casos de corrupción que ellos estaban detectando o que tenían sospechas de que podían estar produciendo y trasladan su queja. El partido decide valorar la posibilidad de hacer una moción de censura. Lo que yo desconozco es la fecha exacta en la que se va a producir y si es que se va a producir. Hasta ahí, yo no tengo el conocimiento. ¿Qué es lo que me encuentro cuando me levanto aquella mañana del día 10 de marzo? Yo no sabía que iba a ser ese día, en el que yo tengo Consejo de Gobierno. Ayuso y su equipo lo hacen desde el punto vista político excepcionalmente bien, porque aprovechan esta excusa en Murcia para trasladar a la opinión pública y a los medios de comunicación que en Madrid vamos a dar el gobierno al PSOE. Ese es el relato que nos mata, ese es el relato que se traslada a los medios y que la opinión pública compra entre comillas. Ciudadanos va a darle el Gobierno al PSOE. Y eso es falso. Lo dije en su momento, lo he repetido siempre: es falso. Y todavía más cuando vosotros, en THE OBJECTIVE, publicáis esas conversaciones con el PSOE que yo desconocía. En concreto, la respuesta del PSOE que había dicho en ese momento es que nos daría el gobierno de la Comunidad de Madrid, que estaría dispuesto. Eso lo desconocía, no tengo ni idea. Esas conversaciones que se producen a alto nivel del partido no tienen nada que ver con dar el gobierno a (Ángel) Gabilondo o al PSOE. Son dos relatos distintos y yo lo que explico hace unas semanas en redes sociales es que nunca estuvo encima de la mesa, al menos yo no fui nunca consciente, de que el PP, por supuesto, o el PSOE nos fuera a dar la presidencia de la Comunidad de Madrid. Si yo llego a saber que PP o PSOE nos quiere dar la presidencia de la Comunidad de Madrid, claro que hablo en las negociaciones. Porque yo me presento a las elecciones para ser presidente, no para hacer presidente a Ayuso. Yo no le debo nada a Ayuso. Si acaso, es Ayuso la que me debe algo a mí y a mi partido. 

P.- Con lo cual, ¿la cúpula de su partido nunca le informó de ese borrador de acuerdo que suscribieron los negociadores (Félix) Bolaños y (Carlos) Cuadrado en enero de 2021 de dar la presidencia de la Comunidad de Madrid a Ciudadanos?

R.- Ese borrador yo no lo vi jamás hasta que lo publicastéis vosotros. A mí nunca se me trasladó que el PSOE había aceptado darnos la presidencia. 

P.- ¿Y no preveía lo que sucedió? Porque sabiendo que Murcia estaba a punto de caramelo, no había que ser un lince en política para pensar que el PP se iba a revolver y que podía suceder lo que sucedió finalmente: que Ayuso apretó el botón del adelanto electoral. 

R.- Ayuso tomó una decisión arriesgada. Ahora lo veis con perspectiva y todas las piezas del puzle encajaron. Pero cuando tomó esa decisión, es una decisión arriesgada. Se presentó Pablo Iglesias (a las autonómicas como cabeza de cartel de Podemos) y pasan otra serie de cosas: yo no me presenté de candidato y la película perfecta se les dio prácticamente en bandeja. Pero en aquel momento era arriesgada esa decisión. Honestamente no veía la razón, no veía que su relato fuera comprable. Que en Murcia haya pasado A no significa que en Madrid tenga que pasar B. De hecho, no pasó en ninguna comunidad autónoma más, no pasó en Madrid, no pasó en Castilla y León ni en Andalucía. ¿Por qué no pasó? Porque era un tema que se circunscribía a Murcia. Me parece muy inteligente lo que hicieron (Ayuso y el PP) políticamente. Lo vendieron a sus medios de comunicación, se lo compraron y lo cuento en el libro. Es el relato de jaque mate, fenomenal, políticamente has ganado la partida. Pero lo lamento por los madrileños y por la situación que han heredado hoy, de más polarización, de más extremismo, de una relación rota con las instituciones españolas o la Administración General del Estado. Y con este ambiente tan crispado. Eso es fruto, seguramente, de aquello de que Ciudadanos no fuera el centro, de que no gobernara. 

P.- El 10 de marzo era un miércoles, día del Consejo de Gobierno en Madrid. ¿Se le olvidó avisar a sus jefes de que esa coincidencia era nefasta? 

R.- No es que se me olvidara, es que no sabía en qué momento se iba a producir y si se producía finalmente la moción en Murcia. No tenía ni idea de cuándo se iba a producir, por eso no se me enciende la bombilla. Simplemente, no sabía exactamente en qué fecha se podía llegar a producir. 

P.- ¿Pero si sabía, por ejemplo, que el negociador de Ciudadanos viajaba a Murcia? 

R.- Sí, sí. Y estaba en conversaciones. De hecho, esa misma mañana se precipita y fenomenal. Yo lo escucho yendo al Consejo de Gobierno por la mañana y lo primero que hago es hablar con Isabel Díaz Ayuso y decirle que esto no tiene por qué afectar a Madrid. Pero afectó.

P.- En esos momentos, o en días previos, ¿no se le pasó por la cabeza que Ayuso se lo fuese a tomar como se lo tomó? 

R.- No, honestamente no. Me parecía que el argumento (del adelanto electoral) estaba cogido por los pelos.

P.- Lo digo porque si eligen otro día para lo de Murcia, hubiera habido margen para registrar otra moción de censura en la Comunidad de Madrid. 

R.- Sí, seguramente para valorar qué decisión se toma como partido. Pero como se alinearon los planetas para mal en este caso, pues no quedó margen de maniobra. Ni tan siquiera para reflexionar sobre qué hacer. Fue una jugada como en cualquier otro escenario. Políticamente le salió bien (a Ayuso), acertaron con su estrategia, pero lo siento por Madrid, lo siento mucho por los madrileños, por la situación que tienen ahora.

P.-¿No le gusta la situación que tiene Madrid? 

R.- No.

P.- ¿Por qué?

R.- Porque está el ambiente enrarecido, porque estamos todos dependiendo y pendientes de la tontería que dice uno y de la bravuconada que dice la otra. De las camisetas de ‘Me gusta la fruta’ y de la estupidez y ocurrencias de cada día en la Asamblea de Madrid. No hay un gobierno preocupado por lo que pasa en Madrid. Es un gobierno que está encabezado por una persona que tiene sus miras puestas a nivel estratégico y político en Moncloa y en Sánchez. Y me da rabia que la sociedad está polarizada. Me da rabia ver cómo no hay un plan para la Comunidad de Madrid, no hay un plan educativo, no hay un plan sanitario, no hay reformas. De hecho, la primera ley que cambia Isabel Díaz Ayuso cuando adquiere la mayoría absoluta es la ley de Telemadrid. Fíjese de qué estamos hablando del nivel: lo primero que cambia es Telemadrid. No había otras prioridades, no estaban las residencias, no estaba la Atención Primaria o los pediatras. Fue la ley de Telemadrid y luego, la ley de Cámara de Cuentas, del Consejo de Transparencia. Es triste. Al margen de los datos macroeconómicos, que ya legítimamente se trata de arrogar. Pero a nivel de gestión de lo público, no hay un plan para Madrid. Hay una voluntad de no intervenir, la cual comparto dada el exceso de hiperregulación del Estado. Me gusta un modelo liberal que no intervenga, que deje que las cosas funcionen. Pero eso no es gestionar, eso es desentenderte y que las cosas salgan como salgan. Más allá de eso, no hay un plan para las universidades, no hay un plan de nada. Cualquiera que quiera rascar un poco, más allá del fanatismo y de la corriente ayusista, no hay una gestión en la Comunidad de Madrid de la que puedas presumir. 

«La forma en la que Ayuso apuñala políticamente a Casado es grotesca y el relato que se construye sobre ese apuñalamiento es una cosa delirante»

P.- Después de usted dice que la siguiente víctima que se cobró Ayuso fue Pablo Casado. Y viene también a inducir que el siguiente podría ser Alberto Núñez Feijóo, que ya tiene «las barbas a remojo» después de lo que ha ocurrido, y que a nadie le quepa la duda de que sus ambiciones son llegar a la Moncloa. 

R.- Yo creo que eso está escrito ya. Otra cosa es cuándo se produce. Puedo entender que a mí, que yo soy un adversario político, se desprenda de mí. Pero Pablo Casado era no sólo su jefe, sino su compañero de filas, su amigo, el que la introdujo en el partido, el que la propuso y le dio la oportunidad de ser la candidata en la Comunidad de Madrid. La forma en la que le apuñala políticamente es grotesca. El relato que se construye en torno a ese apuñalamiento, dando la vuelta a la tortilla y haciendo aparecer a Pablo Casado como un traidor y a ella como un mirlo blanco es una cosa delirante. Pero es en el mundo en el que estamos a día de hoy, donde la batalla de los relatos es espectacular. Pablo Casado pone el dedo en la llaga y dice qué está pasando aquí, que alguien me lo explique. Y al final, se convierte en el malo de la película y en el que todos por ‘X’ razones le lapidan. Pero bueno, es un tema de partido y ya sabemos cómo funcionan los partidos y en concreto el PP y el PSOE. Pero si (Ayuso) ha sido capaz de hacer eso a su mejor amigo, creo que Alberto Núñez Feijóo es el siguiente cuando la coyuntura se lo permita, si es que se lo permite. No lo hizo en su momento, cuando echó a Pablo Casado, porque no iba a conseguir el doblete. El doblete famoso de ‘echo a Pablo Casado y yo soy la presidenta del PP’. Porque para ser la presidenta del PP tienen que votarte los barones territoriales, a través de sus compromisarios. Y eso, desde mi punto de vista, no va a pasar jamás. 

P.- Con lo cual, ¿lo tendrá difícil llegar a Moncloa desde su punto de vista?

R.- Para mí, no podrá ser presidenta del Gobierno de España porque tienen que votarla los suyos. Y los suyos no la van a votar. 

P.- Aquello fue a raiz de los negocios de su hermano. Ahora hay otra polémica, que es la de su novio. ¿Cree que le va a pasar factura a Ayuso? 

R.- Bueno, como estamos en un discurso tan polarizante y tan polarizado, los que quieran comprenderla, entenderla y asumir la situación porque el de enfrente lo hace peor, lo harán. De hecho, cuando hablas en la calle sobre corrupción, pues los que son más proclives a Ayuso o a la derecha dicen ue Sánchez es el peor, peor, peor. Y bueno, que Ayuso puede tener cosillas, pero es la mía y es mucho menos que lo que hace el de enfrente. Y al revés. Y en ese debate sobre quién es el peor, es en el que estamos. Para mí, ¿dónde está el problema? Evidentemente, lo de Sánchez es una vergüenza. Está rodeando de lodazal. Si un día es Koldo, el otro día es Ábalos, el otro día son las chicas que coloca en las empresas, el hermano. Es una cosa que es grotesca todo lo que está sucediendo en el gobierno. Y creo que por eso y por muchas otras cosas, su ciclo político (de Sánchez) tiene que acabar urgentemente. Lo más desesperante de todo es que la alternativa a esto sea otra vez el PP. A mí, a mí al menos, es lo que me desespera. Es volver otra vez a la casilla de salida.

P.- ¿Y con respecto a Ayuso?

R.- Con su novio se ha producido un fenómeno en España donde la legalidad y lo ético se han equiparado. Si la conducta que has llevado a cabo, o tu entorno ha llevado a cabo, es legal, luego es plenamente ético. Y encima sacas pecho. Pues no. Una cosa es lo legal y otra cosa es lo que debe exigirse éticamente un político. Se le debe exigir muchas cosas además de rendir cuentas, además de ser ejemplar. Hoy por hoy, la ética tiene que llevarte a dar explicaciones ante determinadas asuntos, pero eso ya ni se exige ni a unos ni a otros. Es una cosa que está superada y que nosotros intentamos ponerla de moda. En Ciudadanos intentamos exigir, por ejemplo, la dimisión de personas imputadas, pero es que eso ya ni cotiza. 

P.- ¿Qué le hubiera dicho a Ayuso con el tema de su novio y el ático?, ¿le hubiera dado alguna recomendación ética? 

R.- Yo no soy quien para decirle a la gente cómo debe comportarse en su fuero interno y a nivel ético o moral. Lo que sí que me dice mi clave interna, es que puede ser perfectamente legal que tú vivas en un piso supuestamente pagado con dinero B, que puedas utilizar un ático supuestamente conseguido de otras formas. Pero que éticamente si eres la presidenta o el presidente de una comunidad autónoma, queda raro que estés viviendo en una casa cuyas cuentas, cuyos pagos, no están claros. Igual que no es ético que, hoy por hoy, el PP esté todavía ocupando un edificio (el de Génova) que ha sido pagado con dinero B. No es ético. ¿Que puedes hacerlo? Sí. ¿Qué es legal? Sí, pero no es ético. Y creo que es un debate que se puede dar con naturalidad y que seguramente en muchos países anglosajones se da con mucha más naturalidad que aquí. Sería impensable para un diputado del Parlamento británico, pero aquí en España como vale todo y siempre el de enfrente lo hace peor que los míos, pues estamos en una rueda de hámster que es mortal. 

«Cuando Rivera se va, sí que valoro personalmente la posibilidad de dar el paso y presentarme. Sin embargo, creo que pequé de prudente»

P.- Sus últimos meses en política fueron después del revolcón electoral del 2021, que hace que Cs pierda todos los diputados aquí en la Comunidad de Madrid. Aguanta un poquito más, pero tuvo una salida inesperada, en silencio. En el libro detalla ese final, que se sintió incómodo con Inés Arrimadas. Viene a decir que, con la perspectiva del tiempo, no fue acertada su elección como sucesora de Albert Rivera.

R.- Sí. A Inés la tengo mucho cariño porque fue una de las puntas de lanza del partido y fue una mujer que hizo algo histórico por lo que logró en Cataluña, por el hecho de ser mujer, por su carisma, por ser una candidata excelente y una muy buena compañera. Lo que yo pongo en duda en el libro es si acertamos con el nombramiento de Inés como presidenta del partido cuando Albert se va. Es verdad que la situación del partido era muy delicada, pero creo que tuvimos tres años para hacer cosas que no hicimos. Y eso siempre lo llevaré dentro. El hecho de no saber si se podían haber hecho las cosas de otra manera. Cuando yo dejo el partido en el 2021, no en el 2019, ya llevaba (Arrimadas) casi tres años al frente. Dos años y pico. Con Inés tengo una conversación franca pues Ciudadanos para mí es como mi hijo, mi hijo político que lo hemos creado de la nada. Entre todos, aquí en Madrid. Le dije que no sé si vamos a poder recuperar el pulso, pero que me gustaría ponerme codo con codo a intentarlo. Finalmente, Inés optó por otro equipo, por otras líneas que respeto, evidentemente, pero que personalmente no me compensaba continuar de cualquier manera en política. Yo habría continuado en otros perfiles, en otros roles, de otra forma. Nunca he tenido apego al cargo, a la política. Podía haber continuado tres o cuatro años más, cobrando del partido en cualquier secretaría del partido, pero decidí que había llegado mi momento, que además me iba feliz, orgulloso, habiendo sido vicepresidente y habiendo hecho todo lo posible para salvar el partido. 

P.- Menciona, precisamente, que hubiera cambiado el nombre de Ciudadanos, que no se hizo en su momento y que fue un error también. ¿Tenía en mente algún nombre que le propuso a Arrimadas? 

R.- No sólo un cambio de nombre. En esto del marketing político hay que aprender sobre todo de la izquierda y de la extrema izquierda. Para mí, hay que hacer una reflexión acerca de cómo lo hacen pues lo hacen muy bien. Llevan siendo los mismos toda la vida, llevan con los mismos discursos trasnochados pero son capaces de mudar la piel y pasar de llamarse Partido Comunista a Izquierda Unida, Unidas Podemos, Juntos Sumamos, Más Madrid, Sumar. Si sois los mismos, pero son capaces de transformar el envoltorio, de transformar la marca, de identificar unas nuevas banderas políticas que defender dentro de su ideología y de presentarse ante los electores como una marca renovada. En nuestro partido hubo demasiada nostalgia, demasiado apego a la marca por lo que habíamos conseguido. Y hubo un momento, seguramente en 2019 o 2020, donde procedía hacer una refundación o un replanteamiento estratégico de la marca y las banderas. Algo que no conseguí convencer a la Ejecutiva de mi partido de aquel entonces y fuimos muriendo desangrados poco a poco hasta el final. 

P.- ¿En algún momento se planteó intentar optar a la presidencia del Ciudadanos?

R.- Sí, se me pasó por la cabeza. No porque, personalmente, hubiera tenido mucha ambición orgánica. De hecho, mi paso por la estructura orgánica del partido fue muy limitada. Gracias a dios tenía a César Zafra (secretario de Organización en Cs Madrid), que era la persona que se encargaba de todo lo orgánico del partido y eso me permitía a mí desempeñarme más en la parte política. Nunca tuve un especial interés en ocupar cargos de importancia en el partido. Pero cuando Albert se va (en noviembre de 2019), sí que valoro personalmente la posibilidad de dar el paso y presentarme. Sin embargo, creo que pequé de prudente. Seguramente, y con la intención de no pisar callos y de no generar más tensión dentro del partido que ya estaba suficientemente zarandeado, decidí respetar la inercia que era el nombramiento de Inés. Pero hoy por hoy, si me arrepiento de alguna cosa, que son pocas, me arrepiento de no haberme presentado. 

P.- Viendo lo duro que es contra el bipartidismo, ¿cree que podrá volver algún día a la política? Entiendo que ni al PSOE ni al PP, con lo cual tendría que surgir algo nuevo o similar a lo que es hoy Ciudadanos. 

R.- Sí, para mí personalmente el PP y el PSOE son un lastre para el país. Y lo digo sin tapujos y con toda la convicción de que es así. Yo creo que PP y PSOE hicieron una gran labor tras la Transición, en los primeros años incluso del siglo XXI, pero actualmente son un lastre. Son una enfermedad que empezaron siendo una enfermedad ligera, un catarro y se han convertido en una enfermedad que está extendida a todos los órganos, instituciones y estratos de nuestra sociedad, que está contribuyendo a una polarización exagerada e innecesaria de la población, que tienen colonizadas empresas públicas, tribunales, medios de comunicación. De esa asfixia del bipartidismo tenemos que salir los españoles de a pie. De ahí mi intento y mi granito de arena de intentar generar una reflexión crítica. Insisto, no dirigido a los ‘hooligans’ de unos y otros, sino dirigido a la gente de a pie, a la gente que está harta de la política, la gente que está harta de lo que está sucediendo a todos los niveles. Y con el libro me dirijo tanto a los de arriba como a los del medio como los de abajo. Este camino no nos lleva a ninguna parte y ojalá que haya un momento en el que se vuelvan a unir los puntos de todas esas personas huérfanas que seguimos caminando por la calle de forma anónima, pero que nos merecemos un país mejor que dejar a nuestros hijos. Si esa oportunidad surge, desde luego estaré apoyando desde fuera, desde dentro, desde arriba o desde abajo. Porque quiero dejar un país mejor a mi hijo y lo haré sin dudar. 

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