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Política

Críticos del PSOE ven señales electorales tras la rebelión de IU: «No llegamos a 2026»

Para algunos socialistas, esta es la crisis más importante de la colación hasta la fecha

Críticos del PSOE ven señales electorales tras la rebelión de IU: «No llegamos a 2026»

Pedro Sánchez vota en las últimas elecciones europeas. | EFE

Lo ocurrido esta semana no es inocuo. Pese a que pudiera parecer un episodio menor en el seno de la coalición, que se salda manteniendo el statu quo entre PSOE y Sumar, algo se mueve bajo la superficie. Para los socialistas, no es causal que fuera Antonio Maíllo quien lanzara el primer aviso: «esta es la crisis más importante de la coalición». Ni Maíllo ni Enrique Santiago amenazaron verbalmente con salirse de la coalición, pero si en algún momento amagaron con ello, fue un señuelo para esconder sus verdaderas intenciones. IU no iba de farol, solo que su órdago era otro. Maíllo lleva meses ejerciendo de casco azul entre Podemos y Sumar en la confianza de que su pegamento acabaría soldando, tan artificial como pragmáticamente, a las dos facciones de ultraizquierda en una candidatura de unidad e integración. Nuevos sacrificios en aras de la reedición del objetivo común: un nuevo gobierno de coalición.

Pero desde hace tiempo, el objetivo compartido ya no es suscrito por todos. Fuentes socialistas consultadas por THE OBJECTIVE constatan que «Podemos, Pablo e Irene, quieren elecciones. Quieren, necesitan que gobiernen PP y Vox para resurgir de sus cenizas». Por eso, el movimiento de IU es más inquietante de lo que parece. Porque, según el PSOE, «Maíllo está alineado con Iglesias y Montero pero no en su mismo bando». De haber adelanto electoral, «IU podría presentarse en solitario a las elecciones, por eso Maíllo lleva meses pidiendo primarias, quiere ser el nuevo Julio Anguita», postulándose como el pacificador entre Irene Montero y Yolanda Díaz. Y por eso, el propio Iglesias se adelantó imponiendo a Irene, por boca de Ione Belarra, para cortar el paso a una opción de consenso o tercera vía.

Es la constatación de que el grupo de quienes trabajan por dinamitar la legislatura va ganando adeptos. Desde hace meses, el Gobierno sabe que Podemos mayor problema que Junts para aprobar los Presupuestos. Es más, según los críticos socialistas, «Sánchez sabe perfectamente que no habrá presupuestos ni este año ni el que viene», que la legislatura está muerta y que debe decidir cuál es el peor momento para adelantar elecciones. Esta semana en Antena 3, el máximo adalid de los críticos, el barón manchego, Emiliano García-Page, solemnizó que el espacio a la izquierda del PSOE «está pulverizado», que «todos los que apoyan al Gobierno están en caída libre» y son conscientes, o empiezan a serlo, de que «su recuperación depende de un cambio de ciclo», de un gobierno de derechas. Y en ese escenario, a Pedro Sánchez solo le queda convocar a las urnas para que la suya sea «una salida limpia».

«¿Cómo llegamos a 2027 sin ganar una puta votación?»

La pregunta es cuándo. Y en privado, los críticos socialistas hacen sus apuestas. Pese a la insistencia dl argumentario oficial de que «Sánchez llegará a mayo de 2027», cuando pretende realizar el superado electoral que adelantó este diario, la lógica se impone entre los detractores al sanchismo. Los más optimistas ponen la vista en el otoño de este año, cuando descarrilen definitivamente los Presupuestos Generales del Estado y Carles Puigdemont, ya amnistiado por el Tribunal Constitucional, abandone la interlocución con Sánchez. «Volverá a España y dejará de necesitar a Sánchez y se demostrará que se ha pagado un precio enorme a cambio de nada», auguran los díscolos del sanchismo. Quienes creen que habrá elecciones en 2025 son minoritarios pero sostienen que «es el único momento en que puede tener alguna opción». Es la tesis del ‘cuanto más tarde peor’ en la que ya se apoyó Sánchez para convocar a las urnas anticipadamente el 23-J de 2023. Y salió bien, en la medida en que impidió un gobierno de Alberto Núñez Feijóo, aunque su propio gobierno no haya logrado gobernar, ni su legislatura apenas legislar.

Sin embargo, la opción más generalizada entre la opinión pública socialista es que habrá elecciones a principios de 2026. Sin Presupuestos en toda la legislatura, hasta algunos defensores de Pedro Sánchez creen que no es posible aguantar más allá de esa fecha en el calendario. Porque lo relevante no es tanto llegar como en qué condiciones. «¿Cómo llegas sin ganar una puta votación en el Congreso? El desgaste al que estamos sometiendo al PSOE es enorme. Si aguantáramos hasta 2027, podríamos sacar 60 diputados. Con el frente mediático y judicial, si estiramos mucho el chicle, al final no quedará chicle».

«Pedro caerá cuando haya elecciones»

Los oficialistas partidarios del adelanto esgrimen otro argumento fundamental, la Economía. «La situación económica es inmejorable, el FMI nos salva de la corrección a la baja de las previsiones de crecimiento, los datos de paro, somos el único país fiable el menos expuesto a los aranceles… El país solo puede ir a peor. Cuanto más tarde, más posibilidades de que arrecie la crisis económica». A eso se le suma el horizonte judicial, en todos los frentes que afectan al Gobierno, los informes que están por venir sobre miembros del Gobierno y el PSOE, como Santos Cerdán o Ángel Víctor Torres; y la posible pérdida de los dos principales baluartes judiciales: el Tribunal Constitucional y el Fiscal General del Estado.

A la espera del procesamiento de Álvaro García Ortiz, y salvo que dimitiera tras la apertura de juicio oral, en marzo de 2026, vence el mandato de nueve años de Cándido Conde Pumpido en la corte de garantías. Sin su principal muñidor de la amnistía, y con un Fiscal procesado o condenado, la imagen de un Pedro Sánchez que se aferra al cargo en soledad y precariedad creciente podría ser el preludio de su epitafio en las urnas: «Pedro caerá cuando haya elecciones». O dicho de otra forma: solo tiene opciones con un adelanto; si resiste (hasta 2027), pierde.

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