Génesis y desarrollo del socialismo nacionalista catalán
La historia del socialismo catalán nacionalista cuenta la continuidad que empieza con la Unió Socialista de Catalunya

Pasqual Maragall, Jordi Pujol, Joan Saura, José Montilla, Josep-Lluís Carod-Rovira, Ernest Benach y Artur Mas.
Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista Cuadernos FAES de pensamiento político. Si quiere leer otros textos parecidos o saber más sobre esa publicación, puede visitar su página web.
Cuando a Jordi Pujol le preguntaron quién podría sucederle en la Presidencia de la Generalitat de Cataluña, respondió lo siguiente: “Lo mejor sería que fuese Pasqual Maragall, pero dudo que quiera pasarse a Convergència”. Pasqual Maragall –por aquel entonces presidente del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC)– no se afilió a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), pero sí substituyó a Jordi Pujol en la Presidencia de la Generalitat de Cataluña. Pasqual Maragall –lo mismo puede decirse de José Montilla y Salvador Illa– fue el heredero del nacionalismo catalán y el PSC lo fue de CDC. Con la llegada del socialismo a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, el PSC recuperará y desarrollará una vocación nacionalista ya centenaria a la que nunca ha renunciado.
La historia del socialismo catalán de vocación nacionalista es la historia de una continuidad que empieza en 1923 con la Unió Socialista de Catalunya (USC), se sumerge y fracciona durante el régimen franquista y se recupera en 1978 con la constitución del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), fruto de la disolución de la Federación Socialista de Cataluña (FSC adherida al PSOE), creada en 1903, y del PSC (Congrés) y el PSC (Reagrupament), que había surgido durante el régimen franquista1.
La ascendencia nacionalista del PSC
La USC de 1923 fue resultado de la unión de unos cuadros y parte de la militancia de la FSC, así como de unos elementos republicanos catalanistas. Vale decir que la FSC traslada el socialismo al catalanismo incorporando en el programa la cuestión nacional y el entonces denominado “giro catalanista” que, finalmente, el PSOE de Indalecio Prieto acabó rechazando. Por su parte, los republicanos promovieron e impulsaron el catalanismo. Conviene añadir que la USC se incorporó, durante la República, a las candidaturas de Esquerra Republicana y acabó formando parte del gobierno republicano de la Generalitat de Cataluña2.
«La FSC traslada el socialismo al catalanismo incorporando en el programa la cuestión nacional y el entonces denominado ‘giro catalanista’ que, finalmente, el PSOE de Indalecio Prieto acabó rechazando»
Las ideas y proyectos de la USC, preludio/introducción del actual PSC, se encuentran en los artículos y trabajos de quienes la diseñaron e implementaron. Pongamos por caso Manuel Serra i Moret (socialista/comunista que presidió el Moviment Socialista de Catalunya en el exilio), Rafael Campalans (impulsor de un bloque socialista formado por obreros e intelectuales que fundiera el catalanismo con el socialismo) y Joan Comorera (un republicano federal que finalmente acabó en las filas del Partido Comunista).
Un monumento a la Cataluña presente y futura
Manuel Serra i Moret es el redactor de la ponencia constituyente (8 de julio de 1923) de la USC. Primer párrafo del documento: “A los compañeros: en los pueblos como el nuestro, sometidos a dominación o a un poder extraño, se establece casi siempre una solidaridad de sentimientos encaminada a la consecución de un solo fin: la libertad colectiva. Hombres de diferente temperamento, de diversa condición social, de creencias e ideas distintas, se acoplan insensiblemente, se unen en una acción conjunta y llegan a fundirse en aquella única y exclusiva aspiración, prescindiendo primero y olvidándose después de todos los problemas que nos plantean la vida y las relaciones humanas”.
Último párrafo del documento: “La experiencia, la vida misma, nos irá señalando el camino. Necesitamos penetración, ductilidad, clarividencia. Si la tenemos –como de nuestras convicciones no hemos de dudar– podemos levantar un monumento que, por su significación, por su dinámica y por su vitalidad sea la más alta esperanza y la más bella realidad que se ofrezca a la Cataluña presente y futura”3.

Por lo demás, Manuel Serra i Moret habla de las “naciones naturales» conformadas por el nacimiento, la lengua, la cultura, las costumbres, la ley, la patria y el ethnos clásico sinónimo de la manera de ser y comportarse de un pueblo. El político, articulista y economista, concluía que la nación catalana no pudo cristalizar en un Estado catalán independiente porque el Estado absolutista español era totalmente contrario a la existencia de la nación catalana natural4.
De Manuel Serra i Moret conviene destacar también el artículo de 1944 titulado La Carta de l’Atlàntic –en alusión al documento redactado por los delegados de 26 países que se reunieron en Washington después del ataque japonés a Pearl Harbor–, en donde aprovecha la ocasión para señalar “los problemas que afectan a nuestra Patria”. En concreto, habla de los “cambios territoriales” y del “derecho de autodeterminación”. De los cambios territoriales, deduce que se refieren a los acontecimientos de 1939. Del derecho de autodeterminación, deduce que es uno de los “bellos conceptos” y de las “expansiones verbales y líricas». Sin embargo, afirma que puede aplicarse “a los pueblos oprimidos” por la vía del “consenso”.
Para ello, apuesta por la vía que abriría la Constitución de Estados Unidos, la Declaración de Derechos del Hombre, la Constitución de la Unión Soviética y el Estatuto de Westminster. Con estos argumentos, así como con el talante conciliador y democrático de los catalanes, Cataluña se encontraría “en posesión del derecho de autodeterminación”. Y es que no cabe olvidar que “Cataluña es hija de este universal renacimiento, y que nos toca poner el corazón en la exultante empresa de hacerla un modelo, una luz y guía de todos los hombres”5.

«El libro ya citado sobre la Unió Socialista de Catalunya lo presenta un Pasqual Maragall que sostiene que “Serra i Moret, Campalans y tantos otros comenzaron un trabajo que merece el éxito que con toda seguridad conseguiremos”. Un detalle, ciertamente»
La libertad total y absoluta de Cataluña
Rafael Campalans –socialista, ingeniero industrial y director de la Escuela Industrial de Barcelona– advierte que “hay una nación donde hay simplemente una voluntad nacional colectiva, Cataluña nación acaba en el último pueblo donde lo declare la libérrima voluntad de sus moradores”. Continúa afirmando que “es absurdo confundir el nacionalismo, germen de universalidad, con el chovinismo agresivo”. Prosigue: “el nacionalismo, como las doctrinas económicas, como la moral, como la filosofía, de unos hombres avanzados, será progresivo. El nacionalismo de unos conservadores, será conservador; el de una burguesía reaccionaria y ultramontana, será ultramontano y reaccionario”.
Por todo ello, concluye que carece de sentido poner en el mismo saco el nacionalismo de la sociedad opresora (España) y el de la oprimida (Cataluña). Rafael Campalans matiza: el nacionalismo opresor lo atribuye al “nacionalismo de Castilla y al nacionalismo español de Estado” que asemeja a la extrema derecha de la Action Française, al fascismo italiano y a la extrema derecha alemana. Un detalle, al respecto, Rafael Campalans recomienda que los socialistas dejen de nombrarse con “una palabra tan peligrosa como nacionalismo”.
De todo ello, surge que “los socialistas de Cataluña, al lado de todos los principios sustantivos del programa –lucha de clases, socialización de los medios de producción, distribución y cambio, etc.– hemos de abrir un nuevo principio, substantivo también para nosotros: el de la libertad total y absoluta de Cataluña”. Rafael Campalans razona: “¿Que hay algún catalán que no siente todavía la opresión de Cataluña? ¡Peor para él”.
Dicho lo cual, no tiene ningún problema para afirmar que su sentido de nación no es esencialista, sino voluntarista, democrático y progresista, que mira al futuro y no al pasado. Reconoce –generoso– que los inmigrantes y sus descendientes “son tan catalanes como nosotros”6.
Fuertamente catalanes
Joan Comorera –maestro, periodista y político que participó en el golpe del 6 octubre y acabó militando en el PSUC, el partido de los comunistas catalanes– es la representación del ala izquierda de la USC. Al socialismo nacionalista catalán, Joan Comorera, además de la organización y el orden, aportó su grano de arena en la revitalización de la identidad nacional catalana del partido. No lo hizo exaltando las virtudes de Cataluña, sino criticando y ridiculizando la nación española.
«Al socialismo nacionalista catalán, Joan Comorera, además de la organización y el orden, aportó su grano de arena en la revitalización de la identidad nacional catalana del partido. No lo hizo exaltando las virtudes de Cataluña, sino criticando y ridiculizando la nación española»

Antología de textos: ¿”Qué español siente este orgullo de nacionalidad de ‘Patria’? Cuando el español habla de ‘Patria’ si no lo hace en términos trágicos, símbolo de sentimientos exagerados o fingidos, lo hace como si no dijera nada, con una entonación vacía, fría, indiferente y burlesca»; “España es mundo glorioso que fue, pero que casi ya no es”; “dos regiones, dos trozos de España se escapan: Cataluña y Basconia, catalanes y vascos podrán no sentir con fuerza el sentimiento español, pero se sienten fuertemente catalanes y vascos; como mínimo hay una realidad sentimental, una unión idiosincrásica; una voz catalana ancestral grita desaforadamente ‘separatismo’.” ¿Qué alternativa? Un “nacionalismo federativo” que no lleve la “hidra del separatismo”, sino la “Federación Ibérica integral”7. Una trampa saducea y una confederación avant la lettre que tanto gusta al socialismo.
«No nos parecemos, no nos avenimos, no nos entendemos»
Las buenas relaciones mantenidas entre la USC y ERC muestran una cosa y desmienten otra. Muestran la voluntad de entendimiento y colaboración mutua. Desmienten la idea según la cual el socialismo catalán era exclusivamente catalanista y no nacionalista. ¿Con quién colabora la USC? ¿Con qué ideas se emparenta y entronca? Con las del republicano –un clásico de ERC– Antoni Rovira i Virgili, por ejemplo.
El periodista, escritor, historiador y político republicano –un ejemplo del esencialismo catalán– asociaba “nuestra lengua” con “la sangre de nuestro espíritu nacional”. Distinguía el “catalán” de nacimiento del “catalán nacional” o catalanista. La conciencia nacional era el criterio. Otra distinción: las pequeñas y medianas empresas que florecían en Cataluña respondían “a un aspecto del carácter catalán”. Esa “raza catalana tal como es, la alegría de vivir, el anhelo del trabajo y la ambición de bienestar que son los fundamentos de su pujanza económica”.
Por lo demás, nuestro personaje creía haber descubierto el secreto de la conflictividad entre Cataluña y Castilla: la existencia de dos espíritus no solo diferentes, sino también irreductibles. Para Antoni Rovira i Virgili existía un carácter nacional catalán y otro castellano. También, un genio nacional catalán y otro castellano. También, dos almas y dos intereses. De ahí, el disentimiento irreducible entre Cataluña y Castilla: “no nos parecemos, no nos avenimos, no nos entendemos, dos concepciones de la vida, dos concepciones del mundo”. Políticamente hablando, sostenía que “el régimen de Cataluña ha de ser hijo de la voluntad de los catalanes” y que “el derecho de los catalanes, en el terreno constituyente, no tiene límites”8.
«Para Antoni Rovira i Virgili existía un carácter nacional catalán y otro castellano. También, un genio nacional catalán y otro castellano. También, dos almas y dos intereses. De ahí, el disentimiento irreducible entre Cataluña y Castilla»
En cierto momento, el socialismo catalán quiso distanciarse, teóricamente e ideológicamente, de la ERC de Antonio Rovira i Virgili. La respuesta la brindó el republicano: “Para nosotros el nacionalismo es la tendencia que proclama el derecho de toda nación a tener su Estado y organizar libremente su vida propia. En este sentido, son también nacionalistas los socialistas catalanes”.
El socialismo nacionalista catalán también inventa su nación
Los teóricos e impulsores del socialismo catalán de la primera mitad del siglo XX9 nos brindan las ideas/ejes alrededor de los cuales gira y se articula el programa nacionalista. ¿Cataluña? Una nación natural –con voluntad nacional– conformada por el origen, la lengua, la cultura, las costumbres, la identidad y el ethnos; un pueblo de convicciones firmes –sometido y dominado por un absolutismo español– que busca la libertad de Cataluña y la cristalización de un Estado catalán independiente; un pueblo que alcanzará el derecho de autodeterminación gracias a su afán democrático y conciliador que le ha llevado a ser un modelo y guía; y unos socialistas catalanes que abren el camino a la libertad total y absoluta de Cataluña.
Un socialismo nacionalista catalán que rima con el originario nacionalismo catalán que –el pensamiento de Antoni Rovira i Virgili como ejemplo– habla de “nuestra lengua”, del “carácter nacional”, de la “voluntad de los catalanes” o del “derecho constituyente de los catalanes”. Una coincidencia que se fue extendiendo y sigue extendiéndose. Un socialismo catalán que comulga con las ideas del nacionalismo catalán originario: una identidad nacional a la carta, una comunidad imaginada y un victimismo de libro.
Una identidad nacional a la carta inventada/diseñada seleccionando aquellos rasgos reales o imaginarios (lengua, historia, cultura, identidad o carácter) susceptibles de construir y cohesionar la nación y el sentimiento nacional. Una selección que implica la exclusión del Otro español. Una comunidad imaginada que –a la manera del romanticismo alemán: el “espíritu del pueblo” de Herder y la “frontera interior” de Fichte– idea su propio espíritu y alma nacionales. Un victimismo de libro que necesita inventar un enemigo –no un adversario, sino un enemigo nacional– al cual se le atribuyen el deseo de aniquilación u homogeneización. Objetivo: obtener la legitimización política y social demonizando una supuesta y peligrosa amenaza exterior que, al ser denunciada, cohesiona la sociedad alrededor de quien la defiende.
Quizá se trate de una coincidencia. Ante la duda, conviene recurrir a los hechos. A los hechos del PSC de las últimas décadas.
Pasqual Maragall toma el relevo de Jordi Puyol
Jordi Pujol logró imprimir a la política catalana un determinado carácter (lenguaje, símbolos, tópicos, prioridades y pactos) que se difundió capilarmente a lo largo y ancho del tejido político catalán y penetró en la oposición socialista y excomunista. La sombra de Jordi Pujol es alargada. Tan alargada, que el mismo Pasqual Maragall no fue el cambio, sino el recambio. El relevo.
Un Pasqual Maragall que, cuando trata de definirse, responde a la manera insondable del Patriarca: “Si me preguntan desde Madrid si soy nacionalista, yo digo que sí, porque es la manera más inteligible y rápida que entiendan lo más importante de lo que quiero decir… todos somos nacionalistas, yo soy nacionalista, faltaría más… cuando digo Cataluña o catalanismo tengo unas vibraciones interiores que no se producen cuando digo nacionalismo… frente a la mayoría deberé contestar que soy nacionalista… si usted me pregunta, yo diré que soy catalanista de toda la vida y no nacionalista, porque Cataluña para mí representa unos vientos, unas músicas, unas emociones, unos parientes, una tierra… y la nación no”. Un galimatías que, de la teoría a la práctica, tiene su traducción política. Pasqual Maragall: “Hay un puente entre el ‘federalismo diferencial’ de la izquierda [PSC] y el “nacionalismo federalizante’ de un sector del centro-izquierda [una parte de Convergència Democràtica de Catalunya] que está dentro del nacionalismo”10. El puente era el documento de Convergència Democràtica de Catalunya, surgido del X Congreso (1996), titulado Per un nou horitzó per a Catalunya, que reivindicaba el pacto fiscal y el reconocimiento del Estado plurinacional.

En cualquier caso, el nacionalismo identitario con vocación política de Jordi Pujol tiene su réplica en un socialismo que también reivindica el autogobierno de Cataluña de acuerdo con su tradición histórica nacional. En esa falacia naturalista que pasa del “ser” al “deber ser” se encuentra el pujolismo latente de la alternativa socialista. Un pujolismo socialista que se presenta con el ropaje refinado del federalismo asimétrico a la canadiense, partidario de los llamados “derechos de especial representación”. Como si España fuera Canadá y Cataluña fuera Quebec. Como si en España hubiera pueblos indígenas –Cataluña, por ejemplo– que debieran tener un plus de representación y autogobierno.
La cultura de la queja de Pujol se refleja en un Maragall que ejercita el victimismo con el déficit fiscal y el no reconocimiento de la plurinacionalidad y pluriculturalidad del Estado. Finalmente, el pragmatismo de Pujol se encarna en un Maragall que se resigna al entendimiento con el vecino español. Un Maragall que se contradice. ¿España? Tomen nota. De un lado, España “es un proyecto apasionante”. De otro, “Cataluña es verdad, España es mentira”. Respecto al qué y el porqué de España, hay también opiniones diversas: se debe llegar a “un consenso sobre la legitimidad de la existencia de España como unidad política aceptada por todos» y “hay que reconsiderar el adiós a España”.
Por aquello del matiz, conviene añadir que entre el pujolismo de Jordi Pujol y el pujolismo socialista hay una diferencia de grado que merece ser señalada: mientras Jordi Pujol se siente incómodo con el café para todos –no está de acuerdo en que una nación como Cataluña tenga el mismo índice de autogobierno que cualquier otra comunidad autónoma–, el socialismo catalán –pese a sostener, en palabras de Antoni Castells, el economista de Pasqual Maragall, que “Cataluña no es como las otras Comunidades Autónomas”– admite que la generalización del autogobierno de las comunidades autónomas no es “en sí negativa excepto si es utilizada como un argumento en contra de la profundización de nuestro autogobierno”11.
El matiz –decíamos– es importante, pero ello no impide constatar el fondo del asunto: si Jordi Pujol reivindica la autonomía, el autogobierno o la soberanía de Cataluña en virtud del “ser nacional” y de una lectura particular del principio de las nacionalidades del siglo XIX, Pasqual Maragall y el socialismo catalán hacen substancialmente lo mismo. Y para muestra otro texto de Antoni Castells: “¿Cómo hacer compatibles –se pregunta Antoni Castells– la generalización y el reconocimiento específico de las realidades nacionales dentro de un proyecto federalista?” La respuesta: “El federalismo no está acostumbrado a tratar con realidades nacionales diversas. Pero hemos de avanzar en esta línea. Un federalismo de la diversidad y la complejidad. Asimétrico, si se quiere, en el sentido de que, en algunos aspectos (contenidos políticos del autogobierno) puede ser generalizable, y en otros (el tratamiento de las realidades nacionales) no lo es”12. Una suerte de victimismo pujolista, también matizado, que se queja de la “homogeneización española” o del “no reconocimiento de la plurinacionalidad y de la pluriculturalidad del Estado”. Queja que ya había anunciado unos años antes al afirmar que cualquier “proyecto para Cataluña desde España” debía “dar satisfacción a las aspiraciones de autogobierno a partir de una nueva concepción del conjunto del Estado»13. Queja o agravio que también había anunciado Raimon Obiols, por aquel entonces Primer Secretario del PSC: “Si no lo hacemos, si caemos en actitudes de pasividad y resignación ante la adversidad… si caemos en actitudes de decir ‘no se puede hacer nada’, entonces no podremos quejarnos de que el futuro que se vaya haciendo sea un futuro que hagan los demás y que se haga contra nosotros”14. La sombra de Jordi Pujol sigue siendo alargada.
Con Pasqual Maragall, la doctrina pujolista o neopujolista, como si de un rizoma se tratará, se fue expandiendo por el subsuelo político e ideológico del socialismo catalán hasta alcanzar el Estatuto del 2006. Pongamos por caso –obviando el Preámbulo que habla de los “derechos históricos del pueblo catalán”– la deriva monolingüe que, disfrazada, asoma en el artículo que afirma que “todas las personas tienen derecho a utilizar las dos lenguas oficiales y los ciudadanos de Cataluña el derecho y el deber de conocerlas”. Deriva monolingüe, porque antes se ha dicho que “el catalán es la lengua de uso normal y preferente de las Administraciones públicas y de los medios de comunicación públicos de Cataluña, y es también la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje en la enseñanza». En definitiva, un Estatuto que legaliza las políticas de normalización e inmersión lingüísticas que, desde hace décadas, discriminan o marginan el castellano. Esto es, discrimina y margina la lengua materna y de uso habitual de la mitad de los ciudadanos de Cataluña. Y hete aquí que en la Feria del Libro de Guadalajara 2004, afirma que “la lengua catalana es el ADN de Cataluña” al tiempo que identifica lealtad lingüística catalana con lealtad nacional catalana. O lo que es lo mismo, la lengua castellana –que se habla en Cataluña desde hace siglos– es percibida como una lengua ajena, una lengua extraña, una lengua extranjera propia de un país ajeno, extraño y extranjero llamado España.
Y hete aquí que Maragall en el Senado, afirma que “nuestro Estatuto no está pensado para dar la espalda a nadie”, que “las relaciones han de basarse en la confianza constitucional” y que, con el Estatuto, España “gana en estabilidad” y “asegura su continuidad». Y José Luis Rodríguez Zapatero asegura, también en el Senado, que el nuevo Estatuto “no separa, prepara Cataluña para un futuro mejor”.
Lo cuenta Miquel Giménez en su trabajo PSC: Historia de una traición15. Resulta que José Montilla, natural de Iznájar, candidato socialista a las elecciones autonómicas catalanas del año 2006, no hablaba correctamente el catalán. El PSC, partidario acérrimo de la normalización lingüística y de la inmersión lingüística, decidió que el candidato recibiera clases de catalán. Había que catalanizar a José Montilla y así fue. Había que demostrar que José Montilla era tan catalán como Artur Mas. El objetivo del PSC: el candidato socialista había de ser tan nacionalista o más nacionalista que los nacionalistas. Al respecto, conviene recordar que el nacionalismo heráldico, o nacionalismo de pedigrí, ante la ascensión al poder de José Montilla –también, de Pasqual Maragall–, tuvo la impresión, en palabras de la esposa de Jordi Pujol, de que “nos echaban de mi casa”. Una expresión que recuerda el “fuera charnegos” de hace unas décadas.
Pese al trato recibido, Pasqual Maragall y José Montilla fueron extremadamente generosos en el asunto de la normalización lingüística. Se comportaron como unos nacionalistas con pedigrí indiscutibles en el asunto de la lengua catalana.
Eso puede leerse en el documento titulado Balanç de Política Lingüística 2004-2010: “En síntesis, el reto de estos años ha sido, en primer lugar, la incorporación al conocimiento y uso de la lengua catalana de colectivos que en un número elevado han venido de todos los lugares para compartir con nosotros la construcción de nuestro proyecto colectivo, o bien de colectivos profesionales de ámbitos que se muestran todavía poco permeables a este uso social de la lengua”. El balance concluye con las siguientes palabras: “Queda mucho trabajo por hacer, pero Cataluña cuenta con una sociedad civil sólida, que no desfallecerá, con asociaciones que trabajan arduamente para promover la lengua, y con un sistema democrático cada vez más consolidado, que cuenta con un consenso muy mayoritario cuando se trata de encarar el objetivo de hacer del catalán la lengua pública común de Cataluña, el instrumento básico para la cohesión social de nuestro país”. Y algo más: “El catalán es la única lengua con nueve millones de habitantes que no es oficial de la Unión Europea. Para conseguir la plena oficialidad en la Unión Europea, solo hay dos caminos: o contar con un Estado propio, o tener el Estado a nuestro favor. Personalmente no creo que avanzar pragmáticamente en ambos caminos sea contradictorio”16.
Una lectura atenta del balance de la política lingüística durante el mandato de José Montilla –también, Pasqual Maragall– nos remite, por ejemplo, a ERC. Aunque el balance está fechado en 2010, parece que lo esté en 2025. Especialmente, llama la atención el último texto citado que habla de la oficialidad del catalán en la Unión Europea. No solo llama la atención
–un asunto hoy de plena actualidad– la oficialidad del catalán en la Unión Europea, sino ese “contar con un Estado propio, o tener el Estado a nuestro favor”. Los autores de estos textos –la presidencia de José Montilla se distinguió por las multas lingüísticas– son Josep-Lluís Carod-Rovira (vicepresidente del Govern de José Montilla) y Bernat Joan i Marí (secretario de Política Lingüística de la Generalitat de Cataluña). El PSC sigue nacionalizándose –ayer como hoy– con la colaboración de una ERC empeñada en tener un estado propio.

El momento culminante del mandato nacionalista de José Montilla se remonta al 10 de julio de 2010. A media tarde, por el Paseo de Gracia de Barcelona, desfila una manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional que deroga algunos artículos del nuevo Estatuto. Montilla califica la sentencia de “atentado al autogobierno” y llama a una protesta “masiva”, Añade que “la sentencia no resuelve el problema catalán, sino que crea otro”. Aunque, finalmente no en la cabecera, José Montilla asiste. Algunos ciudadanos le increpan y decide refugiarse –escoltado– en la Consejería de Justicia para salir por una puerta lateral donde le esperaba el coche oficial.
Lo que llama la atención es que el presidente de la Generalitat de Cataluña –el representante ordinario del Estado en Cataluña– desfile detrás de una pancarta con el siguiente texto: “Somos una nación. Nosotros decidimos”. José Montilla se manifiesta contra la sentencia del Tribunal Constitucional. Situándonos en la época, ¿Alguien imagina a Obama, Sarkozy o Merkel haciendo lo propio? Lo que no cuesta imaginar es que algún populista a la manera de Hugo Chávez asistiera a una manifestación de semejante calibre. ¿Quizá José Montilla cree que Cataluña es una nación? ¿Quizá José Montilla está a favor del derecho a decidir de la nación catalana? ¿Oportunismo? ¿Tacticismo? ¿Electoralismo? Los cien años de historia del socialismo catalán delatan –remito a los primeros apartados de este artículo– que, además de oportunistas, tacticistas y electoralistas, son nacionalistas.
Por lo demás, llama la atención que ese nacionalismo socialista recurra a un par de tópicos según los cuales el fallo del Tribunal Constitucional rompe el pacto político firmado entre Cataluña y España y estamos ante un choque de legitimidades entre Cataluña y España. El nacionalismo socialista catalán no quiere entender que, en un sistema democrático, el Tribunal Constitucional es un elemento fundamental que garantiza el correcto funcionamiento del Estado de derecho. El Tribunal Constitucional es el legislador negativo que excluye aquellas leyes que rompen las reglas del juego democrático. Ni el Parlament, ni el Congreso, ni el Senado, ni el referéndum están por encima de la Constitución. Cataluña no tiene poder constituyente y un Estatuto no puede enmendar la Constitución. ¿Alguien podía imaginar entonces que el Tribunal Constitucional rehuyera la unidad e indivisibilidad de la nación española, rechazara la cooficialidad lingüística, admitiera una Justicia propia, legalizará la bilateralidad, aceptara determinadas competencias y unos derechos históricos preconstitucionales? Para coronar el pastel, José Montilla asegura que “en Cataluña no se nos puede tapar la boca porque somos una nación”. Una declaración que recuerda a otras en donde barajaba expresiones como la “ambición nacional de Cataluña”, “la construcción de Cataluña” y “los valores nacionales de Cataluña”.
El nebuloso y hermético José Montilla –ya senador por designación autonómica– queda en evidencia cuando se ausenta de la votación que debía decidir la aplicación del artículo 155 de la Constitución después del golpe de octubre de 2017. Al preguntársele la razón de la ausencia en una votación en la que el mismo PSOE optaba por el sí, responde que “las voces del diálogo no han sido escuchadas ni en un lado ni en otro”. Por decirlo en el lenguaje propio del nacionalismo catalán, José Montilla se ausentó por el bien de Cataluña.
Salvador Illa asume la herencia del nacionalismo
Si los gobiernos de Jordi Pujol asumieron más competencias, el gobierno de Salvador Illa los supera en ambición. Jordi Pujol –dentro de la legalidad constitucional– consigue la cesión del 30 % del IRPF, la corresponsabilidad fiscal, la competencia en Tráfico para los Mossos, la gestión del INEM, las políticas de empleo y la formación profesional. Por su parte, Salvador Illa obtiene –rompiendo la igualdad y solidaridad autonómicas así como la legalidad constitucional (es el gobierno del PSOE quien concede a cambio de unos votos nacionalistas que le mantienen en el poder)– la singularidad financiera, la condonación de la deuda, la competencia en puertos y aeropuertos y una Agencia Tributaria propia.
A lo que hay que añadir que la Generalitat de Cataluña asumirá –Ley Orgánica de Delegación de competencias en materia de Inmigración, de nuevo el intercambio mercantil del PSOE– la competencia en materia de inmigración más allá de lo que indica el Estatuto de Cataluña y la Constitución española. Un Estatuto (artículo 138) que afirma que “corresponde a la Generalitat en materia de inmigración” la “competencia exclusiva en materia de primera acogida de las personas inmigradas, que incluirá las actuaciones sociosanitarias y de orientación”. Una Constitución (artículo 149.1.2) que atribuye al Estado la competencia exclusiva en materia de nacionalidad, inmigración, emigración, extranjería y asilo. Vale decir que el artículo 150.2 de la Constitución, al que apelan el PSOE y el nacionalismo catalán –afirman que se pueden transferir o delegar competencias “que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación»–, no es aplicable a este caso, porque la inmigración afecta a la soberanía y la frontera. A lo que hay que añadir –sin olvidar la legislación de la Unión Europea al respecto– la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut que declaró anticonstitucional semejante transferencia o delegación. En el asunto de la inmigración
–concluye el Tribunal Constitucional–, solo son constitucionales las transferencias o delegaciones relacionadas con la asistencia social. En definitiva: el incumplimiento constitucional, los privilegios de Cataluña y la desigualdad entre las autonomías. El etnicismo y el derecho a la xenofobia asoman por la ventana. Se consolida un supremacismo que exige el derecho de admisión en Cataluña.
A todo ello, hay que sumar la transformación institucional con el objetivo de “desarrollar de manera efectiva el autogobierno”. Es en este punto en donde las líneas paralelas de Jordi Pujol y Salvador Illa acaban superponiéndose y confundiéndose. Se acaba el paralelismo y empieza la línea recta.

Puede decirse que Salvador Illa es el heredero de Jordi Pujol. Puede decirse que el PSC recoge la herencia de Convergència Democràtica de Catalunya. Y algo más: Salvador Illa está emulando al Jordi Pujol que, como se decía al inicio de este artículo, busca la nacionalización de Cataluña. Ahí está el Salvador Illa que, recién investido reclama –además de defender la lengua catalana como “columna vertebral de la nación catalana”: a eso se llama nacionalismo lingüístico– una transformación institucional con el objetivo de “desarrollar de manera efectiva el autogobierno”. De esta forma, con un discurso semejante, empezó Jordi Pujol.
El PSC es una palanca
La paulatina nacionalización de Cataluña, gracias a los gobiernos de CDC, Junts, ERC y PSOE-PSC, se traduce en el desmantelamiento gradual y escalonado de las instituciones del Estado y de las estructuras del Estado. Al mismo tiempo, las estructuras de Estado de una hipotética Cataluña independiente que no supo construir el nacionalismo catalán durante el “proceso”, las construye el binomio PSOE-PSC.
«La paulatina nacionalización de Cataluña, gracias a los gobiernos de CDC, Junts, ERC y PSOE-PSC, se traduce en el desmantelamiento gradual y escalonado de las instituciones del Estado y de las estructuras del Estado. Al mismo tiempo, las estructuras de Estado de una hipotética Cataluña independiente que no supo construir el nacionalismo catalán durante el “proceso”, las construye el binomio PSOE-PSC»
Objetivo: minimizar la presencia del Estado en Cataluña y maximizar la ambición nacional/nacionalista catalana por la vía de una apariencia constitucional que transforma lo inconstitucional en constitucional, por el camino de la inhabilitación del Estado y por la desaparición paulatina –educación, medios de comunicación, nomenclátor urbano y demás– de la idea de una Cataluña perteneciente a la comunidad nacional española. Si un territorio, para ser independiente, necesita frontera, hacienda y reconocimiento internacional, Cataluña ya tiene los dos primeros requisitos. Se está trabajando –la oficialización europea de la lengua catalana y las “embajadas” de la Generalitat de Cataluña– en el tercer requisito.
Una minimización del Estado y una maximización nacional catalana que busca una mayoría social de corte nacionalista fundamentada en la conciencia, la identidad, la soberanía, la lengua y la economía nacionales. Como si se quisiera expulsar a España fuera de Cataluña. Como si estuviera preparando, a plazos o a cachitos, como en un laborioso puzle de múltiples piezas, un referéndum de autodeterminación inevitable e ineludible. Una paulatina nacionalización de Cataluña
–añadan la amnistía de los sediciosos, la eliminación del tipo penal de sedición y la reducción de pena por la malversación– en la que colabora un nacionalismo socialista catalán preso del pensamiento único de la ideología nacionalista. Un nacionalismo socialista que no renuncia al conflicto, la presión, el victimismo o el etnolingüismo. Un nacionalismo socialista que busca catalanizar la política y/o la vida de los ciudadanos de Cataluña y –también– del resto de España. Un viejo/nuevo nacionalismo catalán que ha consolidado a los medios públicos de comunicación catalanes
–añadan, la escuela– del ‘régimen’ de 2017.
Un nacionalismo socialista catalán que, por decirlo a la manera de ERC, es la palanca que podría facilitar el resurgimiento del movimiento nacional catalán y, por decirlo a la manera de Jordi Pujol, la reconstrucción nacional de Cataluña.
NOTAS
1 Geniola, Andrea. “Un ‘partido de partidos’ para una ‘nación de naciones’. Los socialistas catalanes y el socialismo español de la dictadura a la democracia (1974-1979)”. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, número 17, pp.43-79. 2010.
2 Para orientarse en el cúmulo de los partidos políticos catalanes del siglo XX, se recomienda el Diccionari dels Partits Polítics de Catalunya Segle XX. Edición de Isidre Molas. Dirección de Isidre Molas y Joan B. Culla. Enciclopèdia Catalana. Barcelona, 2000.
3 Serra i Moret, Manuel. “La Unió Socialista de Catalunya”. En Unió Socialista de Catalunya de Ricard Alcaraz, Albert Balcells, Mercè Barceló y José Luis Martín. Presentación de Pasqual Maragall, pp. 95-107. Fundación Rafael Campalans y Editorial Mediterrània, Barcelona, 1999.
4 Foix, Pere. Serra i Moret. Mexicanos Unidos. México, 1967.
5 Serra i Moret, Manuel. “La Carta de l´Atlàntic”. https://raco.cat/index.php/RevistaCIDOB/article/view/27720/52722
Serra i Moret, Manuel. La Carta de l´Atlàntic. Societat Catalana d´Estudis Polítics, Econòmics i Socials. Buenos Aires, 1944. Una publicación que recoge el texto citado y otros artículos relacionados.
6 Balcells, Albert. “Campalans, el debat amb Fabra Ribas i el naixement de la USC” en Unió Socialista de Catalunya de Ricard Alcaraz, Albert Balcells, Mercè Barceló y José Luis Martín. Presentación de Pasqual Maragall, pp. 14-34. Fundación Rafael Campalans y Editorial Mediterrània. Barcelona, 1999.
Balcells, Albert. Rafael Campalans, socialisme català. Biografia i textos. Abadia de Montserrat. Barcelona, 1985.
7 Comorera, Joan. Antologia. Edición y presentación de Miquel Caminal Badia, pp. 7-14. La Magrana. Barcelona, 1987.
8 Rovira i Virgili, Antoni. Catalunya i Espanya. Edición y prólogo de Jaume Sobrequés i Callicó. La Magrana. Barcelona, 1988.
9 Para completar la lista de partidos afines al nacionalismo catalán hasta la aprobación de la Constitución, se recomiendan un par de trabajos: Colomer, Jaume; Aguilera, Cesáreo; Subirats, Joan; Vintró, Joan. “Els grups polítics a Catalunya: partits i programes”. L´Avenç. Barcelona. 1976. Colomer, Josep M. Espanyolisme i catalanisme. La idea de nació en el pensament polític català (1939-1979) de Josep M. Colomer. L´Avenç. Barcelona, 1984.
10 Álvaro, Francesc-Marc. Què pensa Pasqual Maragall?, pp. 15-21. Dèria. Barcelona, 1998.
11 Castells, Antoni. “L’Europa federal i l’autogovern català”, pp, 109-133. En el volumen colectivo titulado El nou catalanisme, editado por Norbert Bilbeny y Àngel Pes. Ariel. Barcelona, 2001.
12 Ibídem.
13 Castells, Antoni. “Cataluña y el Estado español en la perspectiva del Estado autonómico”. En el volumen colectivo titulado Federalismo y Estado de las autonomías, dirigido por Lluís Armet, pp. 167-184. Planeta. Barcelona, 1988.
14 Obiols, Raimon. “El federalismo, una propuesta hacia el futuro”. Ibidem, pp. 191-200.
15 Giménez, Miquel: PSC: Historia de una traición. La gran estafa a los votantes de izquierdas, pp. 155 y 156. Deusto. Barcelona, 2020.
16 Generalitat de Catalunya. Balanç de Política Lingüística 2004-2010. Departament de Vicepresidència. Secretaria de Política Lingüística. Barcelona. 2010. https://www.socialistes.cat/wp-content/uploads/2022/03/Obra_de_Govern_Balanc_de_Politica_Lingueistica_2004_2010.pdf
Este artículo ha sido publicado originalmente en la revista Cuadernos FAES de pensamiento político. Si quiere leer otros textos parecidos o saber más sobre esa publicación, puede visitar su página web.
