Un libro detalla cómo Sánchez ha convertido la democracia en una «autocracia» socialista
Luis Haranburu culpa a la «servidumbre voluntaria» de los españoles del fin de la democracia parlamentaria

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega al Congreso de los Diputados para informar sobre la crisis energética y el aumento del gasto en Defensa. | Europa Press
Más de 140 reales decretos-ley en tan sólo cinco años, el uso sistemático de la excepción como norma, una mayoría parlamentaria construida sobre la cesión política y no sobre las urnas, la subordinación del Poder Legislativo y el intento de colonización del Poder Judicial, y un país dividido por muros ideológicos. Estos son algunos de los síntomas que de que la democracia liberal ha mutado a una autocracia, según explica el ensayista Luis Haranburu en El suicidio de España (Almuzara, 2025), una obra contundente que analiza la deriva autocrática del Gobierno desde una perspectiva histórica, jurídica y filosófica.
La tesis de la obra es que Sánchez ha desmantelado progresivamente el modelo de democracia parlamentaria y ha instaurado una «autocracia revestida de legalidad» que ha sido aceptada socialmente por el pueblo español, utilizando el concepto de «servidumbre voluntaria» que teorizó el pensador Étienne de La Boétie. «Las reglas del juego democrático han sido sistemáticamente alteradas con el consentimiento pasivo de una parte significativa de la sociedad», alerta Haranburu.
En conversación con THE OBJECTIVE, el intelectual vasco asegura que se necesitan dos factores para que se instale una autocracia: «Se precisa de un líder autócrata y de una masa servil». El primer factor es evidente, explica el autor, desde el momento en que Sánchez expresó su deseo de gobernar «con o sin el poder legislativo». «Nuestro sistema político es a priori una democracia parlamentaria, por lo que si el líder gobierna sin el Parlamento se ha declarado como autócrata», reflexiona Haranburu.
«Servidumbre voluntaria»
También alerta de que una de las grandes expresiones de la autocracia es la apropiación del Estado, algo que, a su juicio, ha sucedido ya de facto en los últimos años. «Hay que ver cómo trata la Fiscalía General del Estado, las grandes empresas españolas… colocando peones como si fueran de su patrimonio personal». En el siglo XIX era normal, pero que en siglo XXI pase sin ningún problema es un problema.
Y el segundo factor, abunda, es inherente al pueblo español: «Este año se cumplen 50 años del fin del franquismo, que fue un largo proceso de servidumbre ante la dictadura. La mayoría de la gente asumió y disfrutó ese modo de vida. Lo tenemos aprehendido. Forma parte de nuestra cultura, desgraciadamente».
Esta servidumbre, esta abulia social, ha sido promovida en cierto modo por los medios de comunicación, aunque Haranburu distingue aquí entre «los medios públicos, dedicados a la propaganda, y los medios digitales, algunos de ellos de larga tradición y otros de nuevo cuño»: «Eso que desde el Gobierno llaman pseudomedios están destapando escándalos y jugando un papel decisivo en el saneamiento de la vida pública, mientras que la opinión sincronizada, el intelectual orgánico, tiene una culpa fundamental en la degeneración de la democracia».
Un populismo ‘woke’
La autocracia sanchista se basa, explica, en «el abuso del Decreto Ley como forma habitual de gobernar, esquivando el debate parlamentario»; «la instrumentalización del lenguaje como herramienta de poder político (la ‘neolengua del sanchismo’)»; «la subordinación del Poder Legislativo y el intento de colonización del Poder Judicial»; «la deconstrucción nacional, impulsada desde pactos con nacionalismos que cuestionan la unidad constitucional»; y «la mutación ideológica del PSOE hacia un populismo de nuevo cuño, híbrido de socialismo del siglo XXI e ideología woke».
«La socialdemocracia ha fenecido. Sus dos grandes principios, los que brillaban, eran la defensa de la libertad y la igualdad, pero ahora estamos ante un populismo de nuevo cuño que toma elementos prestados del wokismo, como se evidencia en la cuestión de género, el decrecimiento o la ecología extrema».
La gran pregunta que atraviesa el ensayo no es si hay corrupción o tensiones políticas, inherentes a muchas democracias, sino si las reglas del juego democrático han sido alteradas con el consentimiento pasivo de una parte significativa de la sociedad. Y la respuesta es positiva. Luis Haranburu analiza el fenómeno con referencias a pensadores como Hannah Arendt, Carl Schmitt, Nicolás Maquiavelo y Alexis de Tocqueville, y lo contextualiza dentro de una tendencia global de erosión democrática que se vive en Turquía, Hungría y Venezuela.