Antonio Elorza: «Pedro Sánchez es un déspota y actúa como un gánster»
El ensayista e historiador charla con THE OBJECTIVE acerca de su nuevo libro, ‘Pedro Sánchez o la pasión por sí mismo’
Catedrático emérito de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, Antonio Elorza se ha preocupado siempre por estudiar, comprender y criticar el pensamiento fanático. De ahí, sus libros sobre Sabino Arana, ETA, el comunismo y el terrorismo islamista. También es experto en la crisis que precipitó el Antiguo Régimen y la historia de las ideas en la España contemporánea. Es, además, una lúcida voz desde hace décadas en el debate público como columnista de El País, El Correo Vasco y, desde hace unos años, THE OBJECTIVE. No es de extrañar que le interese tanto el descarnado fenómeno del actual presidente del Gobierno, al que le ha dedicado el libro Pedro Sánchez o la pasión por sí mismo. Anatomía de un dictador (Ediciones B). Para hablar de él y la peligrosa deriva iliberal de España, visita el estudio de Contrapuntos. La conversación se grabó un día antes de que estallará en pleno el caso Santos Cerdán por la publicación del informe de la UCO de la Guardia Civil. Ello hubiera, seguramente, subido un grado el tono de ciertas críticas, pero no altera el sentido profundo de la entrevista.
PREGUNTA.- Acabas de publicar Pedro Sánchez o La pasión por sí mismo. Anatomía de un dictador, en Ediciones B. ¿Cuáles son las bases que te hacen afirmar una sentencia tan fuerte, para nombrar al presidente de Gobierno como un dictador?
RESPUESTA.- No hay otra manera de designarlo. Uno de los problemas del vocabulario político es que es muy rígido. Y otro, que los términos tienen una connotación negativa que los anula. A veces, como el término genocidio, se aplica por todos lados; en cuanto pasa una cosa un poco fuerte, se dice «genocidio», y no lo es. La dictadura aparece desde el año 506 antes de Cristo, con la República romana. La dictadura surge de una magistratura. El dictador tiene que ser un magistrado. Normalmente no es alguien que viene de fuera; es uno que pertenece, no al poder más alto, sino a los niveles inferiores de poder, que asume un poder ejecutivo y absorbe los otros dos poderes, el legislativo y el judicial. Sé que es fuerte llamarle dictador, pero es de esas cosas en que el diagnóstico tiene que ver con la enfermedad, no con que le guste a uno emitirlo. También le llamo otras cosas más duras. Es un déspota y actúa como un gánster. Hay que pensar que el origen de este libro está en un desencanto y una disconformidad progresiva que nace en el covid, sobre todo en el momento en que yo veo que borran los mensajes de Fernando Simón y se enmascara la realidad de una manera totalmente excesiva. Y luego, lo que sucedió contra la jueza Carmen Rodríguez-Medel, que trató de investigar la manifestación del 8M, y contra el coronel de la Guardia Civil Pedro de los Cobos, un tipo absolutamente prestigioso y que hizo un trabajo magnífico. Desde el poder, desde la Abogacía del Estado, se proclamó que aquello era una nueva «causa general», ni más ni menos. Desde los periódicos, que todavía eran relativamente libres, pero que recibieron la orden de que había que aplastar esto. Y es cuando yo descubrí –todavía no lo califiqué de dictadura– una actitud que no es la de un jefe democrático. Mientras, leía la prensa en Italia y las angustias de Conte, o la francesa y la angustia de Francia, que dieron lugar finalmente a investigaciones que, no en el plano criminal, pero sí en el plano político y en el plano técnico, el poder quedó como unos trapos. Porque claro, enfrentarse con el covid no era fácil. Aquí el poder ha quedado como unas rosas, porque como el covid se fue, entonces hemos triunfado. Esto lo dice Sánchez a las pocas semanas, cuando todavía la gente está muriendo a chorros.
P.- La señal de alerta para ti es la persecución a la jueza que intentaba demostrar que la manifestación del 8 de marzo de 2020 fue una irresponsabilidad mayúscula y que había propagado los contagios.
R.- Se llaman acontecimientos súper difusores. En el libro reproduzco una gráfica europea en la que se ve claramente cómo, hasta principios de marzo, España tenía pocos contagios, lo cual podía avalar el excesivo optimismo de Fernando Simón. Hoy sabemos que no era tal, porque cuando hubo que prohibir un congreso evangélico, en la misma fecha, lo prohibió. Pero aquí, en ese momento, está claro que si a Podemos le quitan el éxtasis de aquella manifestación, salta el mundo y salta el Gobierno. Yo entiendo que, sin ningún entusiasmo, Pedro Sánchez cediese, pero una vez que cometió el error y vio lo que sale la gracia, que en España los contagios se disparan, entró en el camino del encubrimiento y de la mentira.
P.- En el libro estudias algunos de los antecedentes que dan pie a una figura tan polémica como la de Pedro Sánchez. Y dices que, en cierto sentido, se apropia del discurso y de la forma de hacer política de Podemos, y de Pablo Iglesias en particular. Sé que tú los conociste muy bien porque fueron alumnos tuyos en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense y luego colegas profesores. ¿Por qué no nos cuentas un poco cómo eran estos jóvenes maestros y el grupo que crearon, Contrapoder?
R.- Inicialmente eran alumnos y luego becarios, que fueron inmediatamente promocionados por un extraño ser, que fue su lanzador, Heriberto Cairo, que no pasará a la historia de las joyas de la investigación, pero sí de las joyas de la organización. Luego, curiosamente, cuando quiso volver Pablo Iglesias a la facultad, a su departamento, que entonces dirigía Cairo, fue él quien puso la prueba que Iglesias no aprobó. Fue una cosa verdaderamente curiosa. Y entonces yo salté: me vino muy bien para precisar que yo detesto a Pablo Iglesias políticamente, pero no humanamente, por supuesto, entre otras cosas porque era amigo de su abuelo, y tampoco académicamente.
«La Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense es una facultad de izquierdas de toda la vida»
P.- En el libro recuerdas que el abuelo de Iglesias era un socialista respetado.
R.- Fue él quien me descubrió la debilidad del socialismo. Yo conocía los socialistas del exterior, de Toulouse y de París, pero aquí en Madrid prácticamente no había.
P.- De la fragilidad del PSOE y su deriva en la Transición hablaremos durante la charla. Pero antes, cuéntame un poco del grupo Contrapoder que formaron Iglesias, Errejón y Monedero en la facultad.
R.- La Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense es una facultad de izquierdas de toda la vida. Con todo lo que esto significa. Ellos eran más bien personajes busca de autor. Cuando se hunde el partido con Carrillo, Anguita les da moral, pero no les da ideas. Entonces van dando botes: lo mismo defienden reformas dentro de la universidad que se entusiasman con Fidel Castro y se van a hacer ejercicios de tiro por la Casa de Campo. A mí me amenazan de muerte, apoyados en ETA, porque apoyé la denuncia, por parte de la asociación mayoritaria de alumnos –que era progresista, por otra parte–, contra el hecho de que viniera un dirigente de Batasuna a hacer propaganda contra la democracia. En esas circunstancias, cuando hice las pertinentes investigaciones, descubrí que eran estos chicos, con los que me había llevado perfectamente, los que se habían puesto a amenazarme de muerte, como si fuera la cosa más tranquila del mundo. Estos despistados tienen dos o tres encuentros básicos, que habría que reconstruir. Primero, el bueno de Juan Carlos Monedero, con el cual me sigo llevando correctamente. Fue un buen alumno mío, muy figuritas. Yo le llamaba Abraracúrcix, y le sigo llamando así en las cartas, por el personaje del jefe en Astérix, al que llevan sobre un escudo.
P.- Para que no pise el suelo.
R.- Tuvo un esguince y, en vez de ir con bastón, iba con dos camaradas del hombro. Era un tipo absolutamente normal desde el punto de vista de un izquierdista. Pablo Iglesias, al que yo no conocía en absoluto en ese momento, era mucho más joven, y estaba entusiasmado con los movimientos de violencia extrema. Escribía en Kaos en la Red y en otras revistas online de este estilo, donde la consigna era la lucha armada.
P.- Todo eso se ha borrado, por cierto.
R.- Todo el problema es este. Y por eso yo me mosqueé cuando vi que comenzaban a borrar determinados mensajes, porque es muy fácil hacerlo online, a diferencia de lo impreso. Yo dije en un artículo que El País solo recogía las declaraciones de Fernando Simón a partir del 14 de marzo y, una semana después, ya recogía las declaraciones de Fernando Simón desde fecha anterior. Todo se puede corregir y todo se puede embadurnar. Los problemas universitarios no les interesaban absolutamente nada. La universidad era una plataforma para su actividad de revolucionarios y de control.
P.- Se llamaba Contrapoder, su grupo.
R.- Exacto. Todo lo llevaron a la red y luego lo han borrado de la red. Estaba también el bueno de Íñigo Errejón, presentando el homenaje, creo que sería en 2006, a De Juana Chaos, un asesino de ETA. ¿Y de qué viene esto? Por una parte, Pablo Iglesias, que sigue manteniendo que hay que hacer una acción de ruptura y encontrar nuevas formas. Por eso les llamo a veces «personajes en busca de autor», de procedimientos que les permitan su afirmación. Y por otra, está Monedero, que un buen día se va a Venezuela y se produce el flechazo con Hugo Chávez.
P.- Ahí descubren una forma de ejercer el poder con la que habían siempre soñado y, probablemente, también financiamiento.
R.- Ellos lo han ocultado. Y probablemente también infracciones de cumplimiento académico. Porque claro, el problema es que muy pronto enlazan con el poder académico de la universidad. Su método es afirmación radical revolucionaria constantemente, visión maniquea de la realidad, pretensión de representar a todo el colectivo de estudiantes, aunque sean sólo cuatro gatos. ¿Y esa pretensión en qué se materializa? En el uso de la violencia sin que nadie se oponga a ellos, mediante el escrache.
P.- Pero esto, que es típico de los grupos de ultraizquierda universitarios, de pronto llega al poder en España. ¿Cómo se da ese proceso?
R.- Yo creo que ahí el apoyo de Venezuela fue decisivo. Por una parte también les da el mito, porque claro, ahora vender Venezuela no sirve, solo está Monedero de último bastión, pero en aquellos momentos, frente a la crisis clara de la socialdemocracia en Europa, el socialismo latino reluce. Y ellos lo vendían. A la facultad vino Rafael Correa, vino Evo Morales, vino García Linera, el vicepresidente de Bolivia. Monedero se instaló allí como un pachá, presidiendo el Instituto Francisco de Miranda, etcétera. Para ellos fue un sueño. Además, les vino maravillosamente la muerte de Chávez en 2013. Les impulsó, pero no tuvieron que cargar con él. También yo creo que borraron sus enormes elogios: «Chávez vivirá siempre», y cosas por el estilo. Está la venta de Chávez, y yo creo que, como es lógico, el apoyo económico de Chávez, que por otra parte yo lo digo con toda tranquilidad y sin cuestión peyorativa. La socialdemocracia fue apoyada por los alemanes, el Partido Comunista estaba apoyado por la Unión Soviética, por Rumanía, etcétera. Es decir, que todos los partidos en España, en un momento dado, han tenido apoyos exteriores.
P.- También afirmas que el 15M en realidad fue utilizado.
R.- Fue instrumentalizado. Durante todo este tiempo con Monedero siempre he mantenido una buena relación, vivimos en el mismo lugar, fue muy buen alumno mío. (Ahora mismo, cuando le sucedió la acusación, yo inmediatamente le mandé un mensaje diciendo: «Juan Carlos, lamento lo que te pasó, en el plano académico cuenta conmigo».) Era una situación para ellos estupenda porque gozaban del apoyo del Rectorado. Cuando intentaron el escrache –fallido, no el que está en YouTube– a Rosa Díez, yo había dicho que no quería estar con ella simplemente porque le puse como condiciones que yo quería permanecer en el centro izquierda y que soy partidario de la España federal. No me contestó. En esa situación, va la facultad, le van a hacer un escrache feroz, unidos con los universitarios pro-ETA, con los típicos blancos dibujados y con una violencia extrema. Entonces yo me ofrezco para presentarla y desaparecer, para defender la libertad de expresión. No me la han perdonado nunca los alegres chicos de Podemos. Pero este es el procedimiento. En El País, me pidieron que hiciera la crítica. Yo les dije: «yo he caído ahí como simple defensor de la libertad, que se fue apenas cumplida su función. Pero os puedo contar lo que pasó». Y les conté. No sé por qué, en la madrugada me desperté y fui a ver qué estaba escrito. Ahí estaba yo de organizador de la conferencia. Y no solo eso, sino que a la mañana siguiente recibí una llamada el rector diciéndome: «¿Qué hacías ahí tú protegiendo a esa tía, que no pinta nada en nuestra facultad?». Evidentemente, ellos tenían un respaldo que explica mucho su ascenso.
«Patxi López es otro ejemplo de la terrible mediocridad, de la terrible pobreza intelectual y política de los dirigentes del PSOE»
P.- Es de un sectarismo extremo, pero yo lo quisiera vincular con el protagonista de tu libro, que es Pedro Sánchez. ¿Cuándo piensas que Pedro Sánchez compra el discurso de Pablo Iglesias y cómo es la relación entre ambos?
R.- A Pablo Iglesias no le gusta Pedro Sánchez. Se da cuenta de que es una amenaza, pero que también es una amenaza que le está haciendo llamadas constantes de ayuda. Como sucede ahora: tú puedes meterte con el Gobierno, puedes decir que no te gusta el Gobierno, pero «por Dios, no salgas del Gobierno». Tienen un sentido absolutamente de rémora, de estar pegados sobre el pez poder y no soltar absolutamente nada. Le hace incluso una ridícula declaración de amor. Pablo Iglesias le invita a su jardín de amor y unas cosas extrañísimas, yo hice varios artículos irónicos sobre el asunto. Pero, claro, Pedro Sánchez se da cuenta de que son tipos peligrosos que le van a fastidiar, pero que se le están ofreciendo. Entonces, los coge. Yo pienso, esto es pura suposición, no está documentado, pero se cuenta que cuando Chávez perdió el referéndum para ser reelegido inmediatamente Monedero le dijo: «no tienes de hacerlo así. Debes plantear un referéndum diciendo que los funcionarios que hayan cumplido maravillosamente pueden ser reelegidos». Entonces, yo creo que ahí rápidamente, en la situación difícil que crea el covid, Pedro Sánchez recibe tres consejos: primero, borramos y santas pascuas. Segundo, nosotros lo hemos hecho siempre bien. En esto coincidiría ya con la idea que tenía Pedro Sánchez. Tercero, vamos a cargar contra la oposición y vamos a decir que ellos son los culpables. La lucha contra los jueces, como planteamiento teórico, no es de Pedro Sánchez, es de Pablo Iglesias.
P.- Hay otra fuente que estudias de la formación de Pedro Sánchez, y es la influencia que recibe de Miguel Barroso. ¿Cuál sería esta historia?
R.- Tuve relación con él por el interés común sobre Cuba, hasta el punto que cuando se murió Miguel Barroso, descubrí que las dos personas que yo había tratado, el historiador de Cuba, y el señor de la intransigencia en El País, eran la misma persona. Eso explica que yo intentara quedar, con todo el cariño, con Carme Chacón, para discutir sobre Cataluña, y nunca llegara a conocerla. Tengo un brevísimo epistolario, enormemente significativo con ella, donde incluso me dice: «Pienso con temor lo que puede ser mi hijo educado en esa Cataluña». Más sinceridad, imposible. Pero nunca la vi. Claro, estaba Miguel Barroso detrás. Miguel Barroso es un tipo en ese sentido curioso, porque fue un gran conocedor del franquismo y un tipo súper inteligente.
P.- Su libro de Cuba [Un asunto sensible] es muy bueno.
R.- Para cualquiera que quiere entender la lógica del castrismo, no la historia. Lo que un sociólogo, ya pasado de moda, Lucien Goldmann, llama la «estructura significativa», la «lógica subyacente» del fidelismo. Es una obra maestra que hace Fidel con un asunto endemoniado. Se encuentra con un tipo que está con el Partido Comunista, que ha hecho una delación a los otros revolucionarios, ha causado su exterminio [Marcos Rodríguez «Marquitos»]. Y entonces, ¿qué hace Fidel? Lo protege, y, al mismo tiempo, lo destruye.
P.- Era un mago de la estrategia política.
R.- Y de la táctica. Es como aquel anuncio del conejito de Duracell, no parar nunca. Es decir, el secreto no sólo es contestar al adversario, devolver los golpes, como en un partido de tenis, sino destruirle. Por eso Lenin, el «calvo genial», es el maestro de Pablo Iglesias, pero es también el maestro de Fidel. Fidel dice que le gusta de Lenin «lo bien que aplastaba a sus adversarios».

P.- ¿Y ese es el Fidel que Barroso le transmite a Pedro Sánchez?
R.- Esa dinámica: no puedes pararte, no puedes conformarte con un enfrentamiento, porque entonces puedes perder y la gente además puede ver los argumentos de uno y de otro. Tienes que imponerte. Los otros son gusanos, la dialéctica del gusano y el revolucionario. En el PP son gusanos por naturaleza. Haga lo que haga, aunque sea el más razonable, moderado. Aunque le salve en la ley del «sólo sí es sí», aunque le den la Alcaldía de Barcelona…
P.- O en el caso de Patxi López, que llegó a lehendakari gracias al PP de Antonio Basagoiti.
R.- Patxi López es otro ejemplo de la terrible mediocridad, de la terrible pobreza intelectual y política de los dirigentes del partido, producto de esta especie de mezcla de partido de aluvión y de partido de lealtades a muerte.
P.- En el libro haces una interesante síntesis de la historia del PSOE, en cierto sentido, para ubicar el peso de Pedro Sánchez y de su gran maestro, José Luis Rodríguez Zapatero. Y cuentas algo de lo que yo no era tan consciente, y es que en la época franquista y en la primera Transición, el socialismo era extraordinariamente minoritario, al menos en el interior de España.
R.- El primer joven socialista que encontré en la Facultad de Ciencias Políticas, que es una facultad de izquierdas, fue en 1972.
P.- ¿Antes no habías tenido contacto con ninguno?
R.- Nunca. Había trotskistas, maoístas, a estos últimos yo no les gustaba, ni ellos a mí, y mantenían la distancia. Los troskos discutían, porque les encanta el debate teórico sobre la revolución, el papel del comunismo, etcétera, etcétera. Naturalmente a los comunistas los conocía a todos, y a los anarquistas, pero los socialistas no aparecían. Y es lo que cuento, que en el año 69, José María Maravall –que todavía no era socialista, trabajábamos de sociólogos en el Ministerio de Trabajo– entra en mi despacho y me dice: «he visto a un socialista», que era como ver un perro verde.
P.- Eso explica que, cuando el Gobierno en cierto sentido les cae, por el carisma de Felipe González y otras muchas razones, se vuelve un imán de puestos públicos y atrae a mucha gente.
R.- Es como una parada de autobús. Una anécdota de una buena persona y a la que le tengo mucha estima. Un joven, listo, carlista, monárquico, cuando comienza a subir el socialismo, me escribe una carta pidiéndome la adhesión al Partido Socialista. Y yo le dije que no era miembro del Partido Socialista y que buscara una agrupación. A los pocos años, este hombre, José Miguel Bueno Vicente, un tipo estupendo, acaba de senador socialista. Esto generó un caos, en otro sentido también, en el sentido ideológico. La gente pensaba que iba directo a una nueva revolución, la gran baza que jugaron Felipe y Alfonso Guerra fue desbordar por la izquierda al PC, a sabiendas de que ellos no asustaban. Si Manuel Azcárate hablaba de intervenir la banca, Miguel Boyer, ni más ni menos, hablaba de nacionalizar la banca. Entonces, claro, Felipe se da cuenta de que tiene que meter el freno, porque se le está desbordando la gente.
P.- Le pasó a Mitterrand en su primer gobierno.
R.- Sí, pero en este caso no había llegado al Gobierno, todavía no tenía nada que ofrecer. Se encuentra desbordado en aquel famoso Congreso en que pierde y dimite por unos días [en 1979]. Y ahí es donde Alfonso Guerra emerge. Recuerdo, además, que me lo contó César Alonso de los Ríos, que era un periodista que venía del FELIPE [Frente de Liberación Popular], luego estuvo en el PC, luego en el PSOE y luego en ABC. César me dice: «Esto es un caos, pero va a poner coto Alfonso Guerra», quien cambió el sistema de representación e impuso una disciplina de hierro. Lo que yo llamo la «ley de Lech Walesa»: con los peces de un acuario puedes hacer una sopa de pescado, pero no a la inversa. Guerra crea un partido absolutamente disciplinado que carece de todo atractivo, porque no te van a dejar crecer. Es lo tremendo. Cuando dicen de las biografías políticas de Zapatero y de Pedro Sánchez, yo pregunto: «¿qué han hecho?».
P.- Medrar en el interior del partido.
R.- La única cosa es convertirse en un culo de hierro y agarrarse a alguien que te lleve a subir.
P.- En el libro haces una separación importante entre la gran transformación política y social que representó Felipe González y luego el socialismo del pacto del Tinell, de Zapatero, aunque en el caso de Zapatero haces un elogio a las libertades que propició en su primer mandato.
R.- Zapatero es otro que no es tonto en absoluto, claro. No se trata de que sean unos incapaces. Es un hombre, como se ve en esa extraña definición que dice que «las ideologías no sirven de nada porque son ideas lógicas». Zapatero piensa que lo que sirve es la intuición, y la intuición suya debe llevarse a fondo. La primera intuición fue buena: que al PSOE le quedaba la asignatura pendiente de modernizar los usos y las leyes relativas al sexo y a las costumbres. Y de ahí viene el «mito de Zapatero». En Italia incluso una película se titula Viva Zapatero. Pero lo que desde el principio se le veía era su extremada fragilidad política y su capacidad de maniobra. Si no recuerdo mal, lo de ETA lo plantea en la «Sala de los Pasos Perdidos» del Congreso, sin posibilidad naturalmente de un debate parlamentario y sin los periodistas delante. Desde eso hasta la novela rosa que ha escrito Luis Rodríguez Aizpeolea, muy bien escrita, muy bien construida, donde todo es positivo. Incluso el atentado de la T4, con sus muertos, es sólo un «incidente».
P.- Era un paréntesis en una negociación que debería ser.
R.- Una negociación maravillosa que iba a llevar al mejor de los mundos y que nos ha llevado a una catástrofe, porque él estaba dispuesto a ceder por todas partes.
«Ahora sabemos que hay gánsteres arriba, gánsteres aislados y gánsteres por todos lados»
P.- Tenemos el leninismo de Pablo Iglesias, que absorbe Pedro Sánchez; esta táctica permanente de Miguel Barroso de nunca pararse; la idea de apoderarse del aparato de poder que es el partido, como hizo Zapatero, y a partir de ahí, del Gobierno. Pero en el libro también cuentas facetas de la personalidad de Pedro Sánchez que son preocupantes.
R.- El punto de llegada no pudo estar en el libro porque te lo dan los mensajes de WhatsApp. Cuando digo que es una gestión gansteril parecía exagerado. Ahora sabemos que hay gánsteres arriba, gánsteres aislados y gánsteres por todos lados. La idea de que Zapatero es como un recipiente vacío pero ansioso de poder, que es preciso llenar con los ingredientes que van satisfaciendo su causa, no la tomé del italiano Antonio Scurati y su libro El hijo del siglo sobre los orígenes del populismo y el fascismo, porque todavía no lo había leído. Esta idea del vacío la cogí de la imagen que tenía de Mariano Rajoy. El vacío y el polvo en la oquedad de su cabeza. A mí siempre me pareció un hombre bien intencionado, con muchos valores, sin embargo, había un vacío político en Rajoy que hemos pagado todos. El vacío de Sánchez es otro. Es el vacío de la ambición. La ventaja suya es que, con el vacío, como Mussolini en Italia, le pones un ingrediente que funcione. No importa que luego sea una catástrofe. Su famoso «no es no». ¿Qué diablos hacías con el «no es no», si te llevaba a unas elecciones que con un poco de suerte iban a borrar el partido?
P.- Con cada repetición electoral perdía más votos.
R.- Además existía la posibilidad de que nadie pudiera gobernar España, lo que implicaba un riesgo enorme. Pero le importa un pepino, porque él lo único que quiere es llegar al poder. Ese ascenso al poder lo va llenando de cosas, como Mussolini. De Mussolini no se suele recordar que es un discípulo de Lenin, el totalitarismo de Mussolini, el escuadrismo, viene de ahí. En el Partido Socialista la frustración de su desarrollo histórico se materializa siempre en un rechazo del aparato y sus nombramientos. Rechazaron a Almeida para elegir a Borrell; rechazaron a Bono para elegir a Zapatero; rechazaron a Madina para elegir a Sánchez; y rechazaron a Susana Díaz para elegir a Sánchez otra vez. El aparato es lo mostrenco, es lo negativo. Y Sánchez jugó con eso, en la demagogia más absoluta: «Todas mis medidas serán contrastadas por la militancia». En fin, el delirio. Por una parte, este delirio en la demagogia y, por otra, la voluntad de constituir un núcleo que, además resulta que han salido bastante gánster, con Cerdán, Ábalos y, como le llama Ábalos al cuarto hombre, el «asesor Koldo». Él confía solo en eso.
P.- La pregunta es, ¿por qué sigue teniendo el PSOE, según todas las encuestas, un piso tan alto? ¿Por qué no hay una especie de revuelta moral de la sociedad española, si tiene delante tal cúmulo de evidencias?
R.- Hay un elemento que es claro, que está en la psicología social. Es decir, si tú, desde una fuente autorizada, machacas mil veces el mismo mensaje, ese mensaje cala. Aquí el mensaje es la descalificación radical de la oposición. Como, por otra parte, la oposición tiene unas debilidades evidentes, favorece la eficacia de este mensaje. Pensemos lo que supuso el pacto inmediato de Mazón con Vox después de la victoria en las elecciones municipales y autonómicas. Inmediatamente se convirtió en una pieza del discurso de Pedro Sánchez sobre la extrema derecha. El PP en realidad nunca existe como entidad en Pedro Sánchez. Es simplemente la personificación del mal. Alberto Núñez Feijóo no consigue oponerse de una manera eficaz. Por ejemplo, yo apoyé, frente a otros comentaristas, claramente la manifestación de «Democracia o mafia». Me pareció razonable la manifestación, incluso lo de la mafia, que no era exacto, pero era eficaz. Pero, claro, lo tienes que llenar y tienes que tener unas consignas de movilización claras. Yo no voy a convertir en el confesor del rey perdido, pero está claro que si tú lo que planteas frente a eso es la «revolución de la decencia»…
P.- Desinflas la movilización a la que tú mismo has convocado.
R.- Además, ¿qué es una «revolución de la decencia»? Si tienes al bueno de Feijóo, con todos sus méritos, enfrente, pues claro, se la pones, como dicen los castizos, a huevo.
P.- Hay en el libro también una historia de la corrupción en España, que viene de largo, y que está vinculada a una forma patrimonialista de entender la política. Adquirir el Gobierno es adquirir los resortes también de la economía. Pero haces una diferencia entre el tipo de corrupción histórica de socialistas y populares. ¿Cuál sería esa diferencia?
R.- En el caso de los populares es la de siempre. Son herederos incluso de figuras preclaras como don Antonio Maura. Cuento la historia, que la gente no conoce, de cómo don Antonio Maura apoyó, por unos intereses delirantes, abastecer Madrid con el agua «maravillosa» del Manzanares a través de la empresa del Marqués de Santillana.
P.- El escándalo contra el Canal de Isabel II.
R.- Todavía en el año 1983, cuando yo estaba escribiendo una historia para el Canal –que obviamente cuando vio que la historia era una historia negra, la bloqueó–, por la calle Martínez Campos bajaba un río, porque había cuatro casas que estaban abastecidas por Santillana. Una pequeña concesión para cubrir un déficit se convirtió en un bloqueo de construcción de nuevos embalses. Y esto, apadrinado por el más prestigioso de los partidos, el conservador honesto. El resultado es que el Palace o el Ritz eran abastecidos con aguas tifoideas.
P.- Decías: cierto tipo de corrupción del PP es de una manera y del PSOE es de otra.
R.- La que venía de antes era de la oligarquía y el caciquismo. La corrupción surge siempre desde el poder arriba, un poder real intermedio y que no existan mecanismos de control. Por eso, en Inglaterra, con el sistema jurídico inglés, es mucho más difícil, porque los niveles inferiores inmediatamente son detectados y son juzgados; y arriba, hasta al rey Carlos lo decapitan. Mientras que aquí el problema es que a los terratenientes les llega la crisis de la Guerra de Independencia y el bandolerismo. Y contra el bandolerismo, hay una solución, la Guardia Civil. Bien, eso funciona. Pero luego, ¿cómo organizas el poder local? Lo que se llama en lenguaje español la «gente bien», los propietarios, tienen que asegurar un instrumento que conecte con el poder, que sepa cómo manejar, distribuir sus privilegios y castigar a los infractores. Y esto es el sistema de oligarquía y caciquismo que funciona. Es una corrupción organizada desde el poder y funciona como régimen. Se resume en una frase: «usted no sabe con quién está hablando». El gran cacique de Andalucía la gente le llama «Jesús del Gran Poder». Y terminas con una figura «maravillosa», no la versión rosa que hace mi ex colaboradora Mercedes Cabrera, como don Juan March. Es un señor que compra todo. En Mallorca es tan maravilloso y se sabe que compra todo que el propio cónsul británico se lo pregunta: «¿Qué le parece si nos paga los gastos del consulado?». Hasta los anarquistas admitían ser pagados. Solo los liberales de Weyler se resisten. Es decir, es un sistema que nace del poder. La corrupción socialista es que el llega al poder y dice: «cielos, aquí me puedo forrar, es mi turno». Es el caso del PER, de los ERES o de Roldán.
P.- Es lo que decías de gente de aluvión, que ingresa desde abajo al partido y al poder.
R.- Eso genera también una cosa que está por estudiarse: la extraña historia que sucede en la elección de Zapatero. ¿Quiénes eligen a Zapatero? Los que se denominan Nueva Vía, pero que no es tal nueva vía. Lo dice uno de sus fundadores: «era simplemente ponerle una etiqueta para ganar a Bono».
P.- Y una vez que ganan, desaparece.
R.- Desaparece porque no era otra cosa más que un instrumento. Y entonces, ¿quiénes montan la Nueva Vía? Pepiño Blanco, que es el gran hacedor de reyes, y un extraño ser que se llama José Luis Balbás, un empresario muy conocido. Tanto socialistas como populares organizan grupos dentro de las organizaciones locales y comunitarias para tener cohesionadas a su gente, naturalmente con finalidades no siempre santas. El famoso «Pocero de Seseña», fundó unos Renovadores por la Democracia. Y Balbás fundó Renovadores por la Base, recorriendo las agrupaciones e impulsando la candidatura de Zapatero. Y le hicieron triunfar. Lo que pasó es que debieron de enfadarse con la organización regional, porque luego estos Renovadores por la Base fueron los autores del «tamayazo» que hizo caer a Simancas.
P.- La utilización del lenguaje como una mascarada es otra de las características que detectas en Pedro Sánchez, incluso, jugando con Víctor Klemperer y su LTI, le llamas «Lengua Pedro Sánchez» o «LPS». ¿Por qué no nos cuentas un poco esta definición?
R.- Es una cosa que me sorprendió por la coherencia. No se trata solo de una estrategia y ciertas formas tácticas. A partir de del año 22, pero está antes, se acuña no solo un sistema de comunicación, sino un sistema de códigos que domina esa comunicación y la transmite a través de lo que llaman, de forma muy fina, «organización para la transmisión de la comunicación política». Yo lo llamo el «Coro de Papagayos», que reina todos los días. Es decir, Sánchez da la consigna. Y entonces los ministros y la portavoz Pilar Alegría la replican. Y luego, todos los socialistas repiten exactamente lo mismo.
«Se trata de una especie de lucha permanente, de la revolución permanente de Trotsky, por controlar el espacio de la comunicación»
P.- Incluido ciertos medios de comunicación, perfectamente alineados con esas consignas.
R.- Incluso los silencios están medidos, como el famoso silencio de los cinco días, o el silencio que estamos viviendo ahora. Ya veremos en qué termina. Viendo la televisión para ver qué pasaba con la ley del «sólo sí es sí» me di cuenta de eso. Como no podían admitir que el PP les había salvado la piel, dicen que era una simple reforma técnica y nunca explican qué se va a cambiar. Todavía no lo sabemos. Después evitan transmitirlo, lo hacen de noche. Solo en las televisiones alternativas, como Caracol, pude enterarme de cómo iban las cosas, porque no sé contó. Pedro Sánchez no está en la votación. Como este Gobierno es un gobierno multiusos, que hace todo al mismo tiempo y en sentido contrario y no importa, Yolanda Díaz vota con los de Podemos. Y el resultado es que el PP salva la reforma. Y esto nadie lo sabe, nadie se entera. No se sabe prácticamente el resultado de la votación. Y a los dos días ponen a parir a Feijóo, y se quedan tan anchos. Mi mujer, fallecida hace ya casi 20 años, Marta Vizcarra, hizo un artículo muy bonito sobre los orígenes del No-Do, de cómo los técnicos alemanes del Tercer Reich les enseñaron aquí a informar: primero informas lo tuyo como una verdad absoluta que repites, insistes, machacas. Evitas contrastar. Lugo, eliminas las posiciones del adversario sin anunciarlas. Y cuando hablas de las posiciones del adversario, las deformas para que parezcan ridículas. Si coges el canal 24 Horas de RTVE, o incluso, La Sexta, pero sobre todo en las oficiales, ves ese sistema. Que te fastidia El hormiguero, pues montas La revuelta. Se trata de una especie de lucha permanente, de la revolución permanente de Trotsky, por controlar el espacio de la comunicación. Y por eso ahora van contra los periódicos libres. Es una necesidad.
P.- Si tuvieras que hacer de Casandra, terminando ya la conversación, ¿Cuál es tu pronóstico? ¿Estás preocupado? ¿El ataque a los jueces va a escalar o no? ¿Cuál va a ser el fin de esta legislatura?
R.- Yo de profeta soy horrible. Incluso escribí en El País un artículo de mea culpa porque yo había pronosticado que no iba a ganar Aznar en el año 2000. Tuve que pedir perdón a los lectores. Para no pedir perdón, lo que diré es que es tremendamente difícil. Depende también de Europa. ¿Hasta dónde llega a Europa para poner freno a esta locura que estamos viviendo? Pero yo creo que la estrategia de Pedro Sánchez es una estrategia que para nada augura que va a rendirse ni va a pactar ni va a aminorar. Su posición es atacar, mantener, mentir tranquilamente. «Esto todo es un bulo, es un ataque contra mí». Y además ahora tiene estos dos maravillosos portavoces, los Óscares, que no sé de dónde los han sacado.
P.- Óscar Puente y Óscar López.
R.- Óscar López viene de la calle Pirizal del Reich. Son personas que para ganar unas elecciones no sirven, evidentemente, pero para machacar a una sociedad, sí. Yo creo que él va a aguantar y va a desmantelar el sistema jurídico y de comunicación oponente. Ahí están las leyes rápidas. Porque en cuanto cambien la designación de los jueces, la acción de los fiscales, la autonomía de investigación de los jueces y la acusación particular, no habrá nada que hacer. Inmediatamente tratarán de hacerlo retroactivo para que las causas pendientes queden abolidas. Este es el problema de la manifestación del día 8. No basta. No voy a decir que estoy promoviendo una revuelta social, pero si yo soy un dirigente de la oposición y me hace una respuesta Pedro Sánchez como la de hoy, que le preguntan sobre Cerdán y contesta que la economía va esplendorosa, toda mi bancada se levanta y se pone de espaldas. Y ese el problema también de Ayuso, de la que yo entiendo su enfado. Lo que está en juego es el Artículo Tercero de la Constitución. El castellano es la lengua de todos los españoles. Si se le sustrae al español esa facultad para afirmar una igualdad de lenguas se incumple el artículo tercero. Es decir, si quieres la plena igualdad, tienes el Artículo 4 de la Constitución suiza. Hacen las cuatro lenguas, y pueden meter cinco con el bable, oficiales. Pero mientras no hagan eso, hay una jerarquía. Y esa jerarquía, al cargársela en un acto de la importancia simbólica, más que otra cosa, de la Conferencia de Presidentes, es el momento decir «señores, con esto no juego». Tampoco tolero, no le llamo la «creatividad» de Conde Pumpido, sino la «metástasis jurídica» de Conde Pumpido, la capacidad de crear leyes contra la Constitución que puede tener el Constitucional a partir de fines de este mes. Tanto Feijóo como Ayuso tienen que apoyarte en la Constitución, en la ley, no apoyarte simplemente en una denuncia pública, que puede ser válida, pero que se anula con una contra denuncia pública. Y de ahí mi pesimismo. El machacamiento de Sánchez es claro, diáfano y eficaz. Por eso blinda a su gente. La respuesta es difusa.
P.- Ese es el peligro en el que está hoy la sociedad española y la democracia.
R.- Por eso digo que Pedro Sánchez, aunque la palabra sea dura, es un dictador. Por la forma de gestionar, se comporta como un déspota. En relación con el partido y con el Estado, no digo que sea un gánster criminal, pero que su forma de gobernar no tiene en absoluto ningún correlato en el mundo democrático.
P.- Vamos a terminar esta conversación con una pregunta que le hago a todos los invitados a Contrapuntos y es que recomienden un libro a la audiencia que no pueden pasar por la vida sin haber leído.
R.- Tengo que descubrir que yo tuve un alumno privilegiado, que se llama Félix de Azúa. Era un alumno sobresaliente en todo. Incluso en ironía, porque yo desde el principio lo identifiqué siempre con la ironía. Y él fue el que me recomendó el libro de Anne Applebaum que recomiendo y que para este tema es esencial: Autocracia S.A.: Los dictadores que quieren gobernar el mundo.