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Política

Sánchez, ante el espejo de Craxi: el presidente italiano que se fugó asediado por la corrupción

Diferencias y analogías entre los casos de corrupción que llevaron al colapso del PSI y al destierro de su líder

Sánchez, ante el espejo de Craxi: el presidente italiano que se fugó asediado por la corrupción

El exlíder del PSI, Bettino Craxi | Europa Press

Corría el año 1992 cuando Italia afrontó la peor crisis de su historia reciente. Una macroinvestigación judicial había puesto contra las cuerdas al sistema político: era el escándalo de corrupción conocido como Tangentopoli, que amenazaba con involucrar de lleno al Partido socialista italiano y a su líder, Bettino Craxi. El 3 de julio de ese año, cuando el político empezó a verse salpicado por el caso, pronunció un histórico discurso en el Parlamento: «Todos saben», dijo, «que buena parte de la financiación política es irregular o ilegal». Y añadió: «No creo que nadie en este hemiciclo, responsable político de organizaciones importantes, pueda levantarse y jurar en contra de lo que digo: antes o después los hechos le declararían perjuro». Tardó dos años en decidir fugarse del país para evitar ser juzgado y no acabar en la cárcel.

El pasado 18 de junio, Sánchez pronunció en el Congreso una frase que puede leerse en clave craxiana. «La corrupción cero no existe», dijo ante la mirada atónita de sus socios. El presidente intervenía después de conocerse el informe de la UCO sobre Santos Cerdán, que aporta pruebas sobre una trama de corrupción que afectaría tanto al PSOE como al Gobierno. Sánchez pretendía dar muestras de su compromiso contra la corrupción, pero intentó justificarse asumiendo que las irregularidades forman parte del día a día de las organizaciones políticas. Luego se equivocó a la hora de invocar su inocencia: «En mi organización, la tolerancia contra la corrupción, por supuesto, es absoluta; nosotros la expulsamos a diferencia de ustedes».

Podemos aprovechó la frase de Sánchez para atacarle, al igual que hizo la izquierda comunista italiana con Craxi. «Hoy Pedro Sánchez ha vuelto a repetir que ‘no existe la corrupción cero’. Miente: Podemos no tiene ni un solo caso después de 11 años y de haber participado en gobiernos municipales, autonómicos y en el de España. Donde no hay corrupción cero es en el bipartidismo corrupto», dijo Pablo Echenique. Los dirigentes de Suma también se han visto obligados a reprochar a Sánchez esa idea de «la corrupción cero no existe».

Craxi lo había sido todo cuando la justicia le cercó: presidente del Gobierno, líder del PSI y figura destacada del panorama político. Fue a la vez uno de los dirigentes más polémicos por sus aperturas al terrorismo rojo (durante el secuestro de Aldo Moro) y por las ayudas al magnate Silvio Berlusconi, de quien buscaba apoyo mediático. Para sus críticos era un spregiudicato, es decir, un temerario, atrevido y sin escrúpulos («un buen jugador de póker», decía Enrico Berlinguer). Conceptos parecidos han esgrimido en estos años los críticos de Pedro Sánchez -sin ir más lejos, en un conocido editorial de El País-, quien ahora corre peligro de verse reflejado en el espejo de su homólogo italiano.

Pedro Sánchez en el Congreso de los diputados
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

El problema de Sánchez es que afronta una crisis igual o incluso peor que la del PSI. En el caso del socialismo italiano, no había ministros cuestionados por su vida privada, ni tramas de dinero tan elevadas como la de los hidrocarburos. Se trataba más bien de un sistema de mordidas en obras públicas, con fondos destinados a la financiación política. De allí la definición de Tangentopoli (tangente significa mordida).

«La corrupción cero no existe»

Poco después de pronunciar su célebre discurso en el Parlamento italiano, Craxi fue llamado a declarar en el principal juicio de Mani Pulite (el processo Cusani). Era la antesala de su imputación. Los jueces italianos pidieron para él un suplicatorio en el Congreso, que fue rechazado. Era el 30 de abril de 1993, y esa votación provocó un alboroto en la Cámara y protestas en las calles. «Después del homicidio de Aldo Moro, es el día más grave de la historia republicana», escribió el periodista Eugenio Scalfari. Craxi sufrió una histórica contestación a la salida de un hotel en el centro de Roma. Un centenar de manifestantes lanzó contra él una lluvia de monedas al grito de: «¡Corrupto!».

La justicia siguió su curso y la situación de Craxi no mejoró. En mayo de 1994, después de 25 años de ejercicio parlamentario, las autoridades públicas ordenaron retirarle el pasaporte. Pero era ya tarde. El socialista se había fugado a Hammamet, en Túnez. Craxi entró a formar parte del listado de fugados de la justicia, como un delincuente común o mafioso cualquiera. Se había refugiado en Túnez, protegido por el militar y político Zine El-Abidine Ben Ali. Desde allí vio su partido colapsar y cómo el grueso de sus dirigentes se pasarían a las filas de Forza Italia, el nuevo partido de Berlusconi, o a la coalición de izquierdas del Ulivo de Romano Prodi. Jamás regresaría a Italia.

Si se miran los escándalos que salpican al Gobierno de España, la parábola de Craxi empieza a tener cierta actualidad. El presidente del Gobierno afronta una batería de investigaciones judiciales que afectan a su mujer, su hermano y miembros de su cúpula (hasta dos secretarios de Organización). La sospecha de que el PSOE, al igual que el PSI de los ochenta y noventa, incurrió en un sistema de financiación irregular para ganar las elecciones y gobernar de forma indebida se extiende como la pólvora. De momento, se investigan presuntos casos de corrupción con derivadas en obras públicas, mordidas y cobros millonarios del petróleo venezolano. Pero en el PSOE y entre sus socios se temen más datos polémicos.

Una «víctima» de la corrupción

Entre Sánchez y Craxi hay, además, ciertas analogías. Para las investigaciones de los magistrados de Milán, el punto de inflexión fue la confesión de Mario Chiesa, un ingeniero afiliado al PSI que describió el sistema de corrupción y financiación ilegal del partido. Fue la primera chispa. Y como Sánchez, Craxi negó en un principio los hechos. Atacó a Chiesa, a quien calificó de mariuolo, algo así como un ladrón común, tal y como hizo Sánchez con Víctor de Aldama, el primer arrepentido de la trama. «Menuda inventada; la estrategia de defensa de este personaje es la mentira», dijo el presidente del Gobierno el 21 de noviembre para descalificarle desde el patio del Congreso.

Craxi sostuvo que era «una de las víctimas» de la corrupción. Y lo mismo hizo Sánchez cuando se desveló el informe de Santos Cerdán. Aunque esta vez lo pronunció en la sede socialista de Ferraz. Craxi acusó a los fiscales de actuar bajo mandato político, esgrimiendo también en ese caso un discurso análogo al de los ministros del Gobierno de Sánchez, quienes atacaron a los jueces Juan Carlos Peinado y Ángel Luis Hurtado.

En Italia, Tangentopoli duró alrededor de cuatro años, aunque los primeros dos fueron los más intensos. En España el caso Koldo acaba de estallar, puesto que solo tiene un año de instrucción. Pero a diferencia de Italia, donde los jueces de Milán ordenaron centenares de detenciones preventivas entre políticos y empresarios, en España los magistrados prefieren abstenerse de tomar medidas semejantes. El pasado lunes, por ejemplo, el juez evitó adoptar ese mecanismo para los imputados Koldo García y José Luís Ábalos. Queda por ver cuál será su decisión en el caso de Santos Cerdán.

Guardia Civil en Ferraz

La decisión de Craxi de no afrontar un juicio (y posible detención) fue un antes y un después para la mermada imagen de la clase política italiana. Craxi abrió las puertas a una impugnación de toda la Primera República (es decir, la etapa democrática de la posguerra). Sobre esas cenizas surgieron propuestas políticas rompedores, como Forza Italia de Silvio Berlusconi, que logró el poder en el mismo año en que el socialista italiano se mudó a Hammamet.

Ante los escándalos que cercan al PSOE son muchas las voces que sostienen que sobre la cabeza de Sánchez cuelga una espada de Damocles. Y que, de seguir las pesquisas y publicarse nuevos informes de la UCO, se acabará descubriendo un sistema de corrupción y financiación ilegal del PSOE que, además, arrancaría antes de la llegada a la Moncloa, cuando Sánchez luchó para recuperar la secretaria general en 2017 de la mano de los tres políticos investigados por la justicia. La entrada de la Guardia Civil en la sede del PSOE representa un hecho relevante.

Corrupción y financiación ilegal, los dos elementos que acabaron con la carrera de Craxi, amenazan ahora al socialismo español. Y aunque de momento existen diferencias sustanciales, como la ausencia de una imputación formal para Sánchez, alrededor del presidente se hallan sospechas razonables de irregularidades, debilidad política y, sobre todo, decenas de extraños vuelos del avión presidencial a República Dominicana, de cuyos trayectos y finalidad el Gobierno sigue sin ofrecer datos e información. Esos viajes constituyen uno de los grandes misterios de una época que hasta en el PSOE califican de sanchista, y que en el caso más semejante que afectó a Italia acabó con la disolución del partido y la fuga al exterior de su líder.

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