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Política

Por qué la ministra Montero no es rival para Moreno Bonilla en Andalucía

Sus cartas para conquistar al votante son dudosas: presión fiscal, jefe de gabinete bajo sospecha y un perfil sin pegada

Por qué la ministra Montero no es rival para Moreno Bonilla en Andalucía

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, saluda a la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. | Joaquin Corchero (Europa Press)

A día de hoy, y mientras el presidente Pedro Sánchez no se suma en uno de sus «cambios de opinión política», la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, sigue siendo la candidata escogida por el PSOE para disputarle a Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) la Junta de Andalucía. 

Aunque es probable que se adelanten, las elecciones autonómicas están previstas para el primer semestre de 2026 y a ellas se presentan los populares con el aval de su actual hegemonía parlamentaria, un perfil mediático muy bajo y ciertos casos de corrupción –vinculados sobre todo a contratos irregulares en el Servicio Andaluz de Salud– que no parecen hacer mella en las opciones de triunfo de Moreno Bonilla. Los sondeos más recientes le otorgan entre 57 y 59 escaños (la mayoría absoluta se alcanza con 55) y confirman la debilidad del socialismo en su antiguo granero electoral. 

En Andalucía, con la excepción de la vieja guardia ya jubilada de IU, el nivel de la política es modesto. Es mucho decir en un país donde tampoco los congresistas y senadores brillan por su excelencia. Bonilla no es Churchill, pero al menos procura no hacer ruido en una región donde la sociedad civil apenas se moviliza más allá de las festividades folclórico-religiosas. Además, el PP juega con una enorme ventaja: la figura de Sánchez se percibe, más allá de su círculo íntimo y de sus extractivos socios, como una fábrica de arbitrariedades e injusticias también a escala territorial. La condonación de la deuda catalana es un ejemplo. La fenomenal inversión que se inyectará para la ampliación del aeropuerto de El Prat es otro

Designar candidata a Montero era arriesgadísimo, tal y como confirma la intención de voto reflejada en las encuestas. La ministra representa la voracidad recaudadora frente a la estrategia de rebajas fiscales accionada desde la Junta; ha sido reiteradamente acusada de castigar a las comunidades del PP reteniendo inversiones desde el Estado e incluso ha admitido que la financiación autonómica castiga a Andalucía, aunque se haya cuidado muy mucho de hacer algo para remediarlo. 

El ojo de halcón de la UCO

A esos déficits por acción u omisión se suman dos manchas más. Una conecta con la fontanería del PSOE y la trama Koldo. Víctor de Aldama ha llegado a afirmar que entregó 25.000 euros en un sobre al jefe de gabinete de Montero, Carlos Moreno, a quien se ha vuelto a señalar recientemente. Además, el primer jefe de la SEPI con la ministra trabajó en la constructora de Santos Cerdán entre 2021 y 2023. Si las salpicaduras de la UCO alcanzan a la plana mayor del Gobierno, Montero no dispondrá de credibilidad alguna para regresar a su tierra y afearle al PP-A algunos de sus errores. 

Sin pegada

El segundo déficit se refiere a la naturaleza individual de la aspirante: la vicepresidenta es una oradora mediocre y simboliza el continuismo del peor PSOE-A, el mismo que representó Susana Díaz, caracterizado por la falta de miras y de discurso más allá de las consignas, los lemas y los lugares comunes. Décadas lleva el socialismo andaluz necesitando una figura con aplomo, intelecto y una ambición que aterrice no en la esfera personal y partidista, sino en el terreno de la vocación por dotar a la región más poblada de España de mayor pulso económico.

Lamentaba el congresista Alfonso Gómez de Celis, enemigo de Susana y fiel desde los inicios a Sánchez, que le insulten cuando le ven por la calle. Tal es el nivel de rechazo y visceralidad causado por los extraños movimientos del presidente y tal es la sombra que se cierne sobre María Jesús Montero, otra pretoriana, una mandataria sin pedigrí que pretende disputarle al PP una plaza que tiene perdida de antemano.

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