Luca Costantini: «Errejón fue el padrino político del sanchismo y el ideólogo de la polarización»
El periodista publica ‘El personaje’, un exhaustivo análisis sobre la impostura que precipitó la caída del dirigente morado

Luca Costantini en las instalaciones de THE OBJECTIVE. | Víctor Ubiña
La anatomía de una caída política, la de Íñigo Errejón, permite entender no solo Podemos y sus derivados, sino dinámicas que han alterado profundamente la democracia española. Una de las voces más autorizadas para hablar de la nueva izquierda, porque la ha seguido de muy cerca durante años, es Luca Costantini, que cuenta en El personaje. Íñigo Errejón. Historia política de una caída cómo fue el dirigente morado el que estudió a fondo los populismos y la polarización en América Latina para importar estos fenómenos a España, desdibujando el eje izquierda-derecha para diseñar un nuevo marco nosotros-ellos que le permitía reinterpretar y capitalizar movimientos sociales, desde el 15-M hasta la ola feminista.
Fueron muchos los artesanos políticos, mediáticos y económicos que se volcaron en la «máscara» de la promesa política del momento, un personaje que pasó de ser tolerado e inevitable por su valor electoral a volverse insostenible y colapsar ante un imparable goteo de testimonios anónimos que le afeaban sus conductas sexuales.
¿Acaso existió el personaje, un Mr. Hyde que se comió al Dr. Jekyll, o fue la simple proyección de un líder con rasgos narcisistas que se dejó mimar por compañeros y medios? El periodista de THE OBJECTIVE define al exparlamentario madrileño como un superviviente que ya ha resurgido dos veces, de modo que no cree que pueda descartarse del todo una tercera reencarnación.
P.- ¿La caída de Errejón es el principio del fin de Sumar?
R.- Ahora mismo Errejón está fuera de Sumar. La caída del personaje es más bien una caída personal del dirigente Íñigo Errejón, que antes que Sumar fue Podemos y luego Más Madrid. La caída de Sumar, si hay caída, va a estar al margen de lo que es la trayectoria en concreto de Íñigo Errejón.
P.- Has titulado uno de los capítulos del libro Un narciso en el Congreso. ¿Solo uno?
R.- El Congreso está lleno de narcisos y no son solo políticos, también hay periodistas narcisos… Con el narcisismo hago referencia a una de las debilidades de la trayectoria política de Errejón. El narcisismo como concepto, la idea de mirarse tanto al espejo hasta perder de vista lo que te circunda, lo que tienes alrededor. El Congreso de los Diputados fue un factor desencadenante de algunas derivas personales.
P.- ¿Por la realidad política?
R.- Hay tres tesis sobre sobre la deriva del personaje Errejón. La primera apunta a la existencia de una persona antes de un personaje, que es la tesis que esgrime el aludido en su carta de despedida de la política. La segunda es que el personaje es una construcción de los medios de comunicación, sobre todo los de izquierdas, que buscaban su mirlo blanco. Querían a alguien entre esos jóvenes que se autodenominaban regeneradores, pero que no fuera Pablo Iglesias. Buscaban un rostro amable, alguien más fácil de controlar. Y la tercera tesis es que no hubo ni persona ni personaje, que en realidad no hay una diferencia entre la última etapa de la trayectoria de Errejón respecto a los comienzos. Que el lector saque sus conclusiones.
P.- ¿Cuál fue exactamente el papel de los medios al crear esa imagen?
R.- El libro es la historia política de una impostura y la impostura, al fin y al cabo, tiene mucho que ver con la máscara. Los medios de comunicación contribuyeron a poner una máscara a Errejón, o sea, a convertir a este joven politólogo en uno de los rostros más famosos de España. Los medios de comunicación son en parte cómplices de esa impostura. Y Errejón les siguió la corriente. Era un joven que llegaba a la sede del partido con una camiseta muy informal y de repente empezó a ponerse una americana, a tener esa apariencia de intelectual, de spin doctor moderno, como si fuera una serie de televisión. Fue el primero de Podemos en abordar un cambio estético, porque los medios le convirtieron en una guía ética, casi espiritual, símbolo de una nueva generación que pedía cambio pero manteniendo los vínculos románticos con la historia del comunismo. El problema es que no supo aguantar esa imagen, y el personaje lo acabó devorando.
P.- ¿Alguna vez se sintió cómodo en ese disfraz?
R.- En aras del éxito político, sí. Errejón también hacía una reflexión sobre los medios. Mientras Iglesias mantenía una relación conflictiva con ellos, porque no se fíaba, Errejón creyó poder cabalgar el tigre, aprovecharse de ellos para su escalada al poder. Pero ellos querían un político impoluto, perfecto, sin sombras, y al final no pudo cumplir con unas expectativas tan elevadas. Podemos fue en general un partido muy centrado en su proyección externa, a través de los medios y las redes sociales. Y Errejón fue uno de los artífices de esta deriva posideológica y posmoderna. Fue el ideólogo de la polarización y creo que en parte el padrino político del sanchismo.
«Más que un intelectual, Errejón es un experto en marketing político»
P.– Sin quererlo, ¿creó la imagen, el marketing político de Sánchez?
R.- Sí. Hay una relación muy interesante entre cómo Pedro Sánchez aprendió a entender la política y cuáles fueron las enseñanzas que Errejón importa de América Latina. La estrategia de la polarización tiene unas claves muy claras. Lo aprendió en Bolivia con la experiencia de Evo Morales. Se trata de polarizar la sociedad en dos bloques y a través de esta polarización, llegar al poder. Una vez que llegas al poder, después de haber roto en dos la sociedad, la pregunta que te haces es: “¿Y ahora qué?”. La respuesta que da él es: seguir polarizando, seguir dividiendo a la sociedad.
P.- Con nuevos enemigos…
R.- Efectivamente. Él empieza la trayectoria de Podemos quitando la bandera roja a la izquierda radical. Dice: “Oye, dejemos de hablar de izquierda y derecha, vamos a modificar el marco conceptual de la agenda política y vamos a hablar de una casta”. Una presunta casta y un establishment enfrentado al pueblo, enfrentado a la gente.
P.- Ese 1% contra el 99% que escuchábamos tanto en el nacimiento de Podemos.
R.- Fue un mensaje rompedor que acercó Podemos a muchos sectores de la sociedad, que luego con el tiempo se fueron distanciando. Cuando Podemos entra en el Congreso y se convierte en establishment, se dan cuenta de que tienen que modificar el marco y entonces se sacan de la chistera el feminismo. Ya no hace falta dividir la sociedad entre casta y pueblo, sino entre feministas y machistas. ¿Y qué es el feminismo? Pues feminismo es lo que digo yo, concluye Íñigo Errejón. Porque tiene la teoría de que las palabras son conceptos vacíos que se pueden modular y modificar en función de lo que más le interesa políticamente. Por ello, más que un intelectual, es un experto en marketing político. Y trabajó con y para Podemos, pero hubiera podido hacerlo por otras formaciones.

P-. ¿Cabe la autocrítica en Errejón? ¿Hay victimismo?
R-. Hay una falsa autocrítica sostenida por el victimismo. Comete muchos errores, sobre todo al interpretar su papel en Podemos. Tiene ambición para liderar el partido, pero duda si enfrentarse a Iglesias. Otro error es fundar Más País, porque se deja seducir por aquellos sectores que le aseguran que puede canibalizar el espacio de Podemos. Y fracasa. Luego sobrevive apuntándose a Sumar, que también buscó matar a Podemos. Díaz le incorpora porque necesitaba cerebros políticos, y Errejón le era útil para escribir discursos y trazar estrategias.
P-. ¿Está amortizado políticamente o puede volver?
R-. Ha resurgido dos veces: después de Vistalegre II y tras el fracaso de Más País. Aunque ahora está muy tocado, no descarto que vuelva. Quizás no públicamente, pero como asesor, ¿por qué no? En su sector lo siguen considerando, como decía Tania Sánchez, un activo político: sabe armar campañas, construir mensajes, es un estratega.
P-. En el conflicto con Iglesias, ¿pesó más el ego de Iglesias o la traición de Errejón?
R-. El conflicto nace con Podemos. Iglesias, desde Bruselas, le encarga construir el partido, aunque no se fía del todo de su amigo. Y es cierto que Errejón aprovecha esa función orgánica para fortalecer su imagen. Luego vienen las traiciones. Errejón mantiene un diálogo con la prensa, filtra cosas contra Iglesias, que por su parte solo entendía un partido vertical, sin corrientes. Y en 2018 se alía con Carmena para crear Más Madrid. Luego se mete en Sumar para sobrevivir. Pero en todo ese periplo se revela un político con muchas dudas y contradicciones. Algo atormentado. Siempre con miedo a qué pasará. Incluso desde los inicios de Podemos, cuando se preguntaba: ¿sigo con Iglesias y me cierro muchas puerta profesionales o me bajo y vuelvo al mundo académico? Este dilema lo persigue. Y es un conflicto trágico. Aunque siempre escogerá la manzana prohibida, por no saber frenar su ambición.
P-. ¿Le afecta ver a Iglesias reinventado, fuera de la política activa?
R-. Errejón se ha considerado siempre más inteligente y preparado que Iglesias. Cree que Iglesias es un hombre de espectáculo. Se valoran, pero también se desprecian. Ahora la situación de Iglesias le da la razón: para él fue siempre más un comunicador que un político.
P-. ¿Ahora actúa desde fuera pero sigue influyendo?
R-. Iglesias tiene una influencia directa en Podemos. Pero dice que su trinchera es otra. Ha dejado la política activa a Irene Montero. Él está en la trinchera mediática. Siempre defendió que los medios son más importantes que los partidos. Para él, son un campo de batalla político.
P-. Iglesias llegó a hablar del vínculo con Irán. ¿Errejón habló abiertamente de su pasado en Caracas?
R-. No. Ha intentado ocultarlo. Trabajó activamente para el gobierno de Venezuela. Prefiere hablar de Bolivia. También tuvo una etapa en Los Ángeles, solitaria, leyendo mucho. Pero es América Latina lo que más le influye: Bolivia, Ecuador, Venezuela. De ahí importa el populismo.
«Los medios de comunicación contribuyeron a poner una máscara a Errejón»
P-. ¿Ves un patrón en su relación con Iglesias, Carmena y Yolanda Díaz?
R-. Sí. Errejón es consciente de que tiene un déficit de carisma. Se apoya en Iglesias, luego en Carmena, después en Díaz. Solo encabeza una lista electoral con Más País en 2019. Y fracasa. Aprovechó el tirón de Más Madrid y sus recursos, pero no salió. En Podemos le reprochan no haber dado la cara y apoyarse siempre en otros para escalar. Y algo de verdad hay en eso.
P-. ¿Cuál es su refugio? ¿La noche?
R-. Tiene una relación muy estrecha con la noche. No es un secreto en Podemos: vida política de día, vida social de noche. En esto también hay una diferencia de Iglesias, que era el primero en irse de las fiestas del partido, mientras que Errejón era el último en cerrar. El problema es cuando esto choca con la imagen idílica del personaje mediático. Se desdobla: Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Y acaba ganando Mr. Hyde. Pero la impostura es, sobre todo, política: vendió una imagen irreal para obtener un rédito inmediato y ha generado una tensión que Sánchez ha heredado y perfeccionado con el discurso del muro y la ultraderecha. Pero esto rompe las sociedades, porque la construcción de la nación requiere valores compartidos, no bloques aislados.
P-. ¿Intentó eliminar el centro político?
R-. Sí. Hasta Podemos, los partidos seducían a los moderados. Mientras que la estrategia errejonista plantea eliminar el centro, crear dos bloques que no se comuniquen. Y así consolidar la ventaja sociológica de la izquierda. Es una intuición electoral, pero destruye el diálogo.
P-. ¿Podemos puede ser un problema para Sumar y el PSOE?
R-. Para el PSOE aún no, tiene suelo electoral. Pero cuanto más se desgasta el Gobierno, mejor para Podemos. Aunque ya no tiene el glamour de 2014. Para Sumar sí es un problema. Podemos les ataca constantemente, llamándoles colaboradores útiles del bipartidismo. Podemos tiene margen de crecimiento, pero jamás volverá a ser lo que fue. El famoso sorpasso al PSOE, cuando aspiraba a robarle la cartera, ya es historia.

P-. ¿Qué podemos aprender la ciudadanía de los populismos recientes, como el auge y caída de Errejón? ¿Y qué futuro ves para la nueva izquierda?
R-. En mi libro digo que la ciudadanía fue cómplice de la impostura de la nueva política, porque creyó en promesas y fórmulas que no podían funcionar. La ciudadanía debería aprender a no creerse al primero que ofrece respuestas fáciles, diciendo que los anteriores mintieron. Aquí hay una relación entre estafadores y estafados. Sobre la nueva izquierda, ahora no hay nueva izquierda, sino vieja. Cuando Podemos empezó y Sánchez copió su táctica, se comió todo el espacio político. Algunos avisaban de que se estaba cargando la izquierda y su credibilidad. Creo que cuando acabe la etapa sanchista, quedarán cenizas de la izquierda y tardarán años en reconstruir una alternativa viable. Quien llegue tendrá la misión histórica de reconstruir una sociedad unida, porque lo que queda de estos años es mucha polarización, tensión, enfrentamiento y desconfianza en la clase política.
P-. ¿Nos hemos acercado a América Latina?
R-. España se parece hoy más a América Latina. El tipo de liderazgo de Pedro Sánchez, mucho más emotivo que racional, de trinchera y de estómago, ejemplifica esto y la incapacidad de la sociedad y las instituciones de frenarle genera anomalías democráticas que nos acercan a escenarios latinoamericanos.
P-. ¿Errejón también trajo una política más basada en la identidad?
R-. La identidad fue el pacto con el diablo que firmó Errejón. Niega la idea liberal de una sociedad donde las identidades no son esenciales para el reconocimiento político, y en cambio crea identidades bloqueadas, cerradas, un nosotros contra ellos. Esto es un instrumento de campaña electoral y parte de la estafa. En lugar de decir a los ciudadanos que tienen múltiples facetas para reconocerse y que estos vínculos son líquidos, les dice que solo pertenecen a una identidad fija. Esto permite a los políticos no responder ni asumir responsabilidades por sus errores o contradicciones, porque el vínculo es tribal y ancestral.
P-. ¿Qué consecuencias tiene ese vínculo tribal para los votantes?
R-. Impide que los votantes tengan una capacidad racional de voto. En lugar de votar por propuestas políticas, el voto se convierte en un vínculo sentimental, ni siquiera ideológico, casi visceral. Es un rechazo físico hacia el adversario político y eso es un cáncer para la sociedad democrática contemporánea.