The Objective
En el foco

Perejil, al alba con viento duro de levante

«Aznar no tiene pelos en la lengua cuando opina que detrás de esa crisis estaba el entonces presidente francés»

Perejil, al alba con viento duro de levante

Ilustración de Alejandra Svriz.

Más de dos décadas han transcurrido desde la crisis político militar entre España y Marruecos en el verano de 2002, tras la ocupación de una remota roca, la isleta de Perejil, sin statu quo definido, por parte de media docena de gendarmes navales marroquíes. Fue uno de los primeros casos de guerra híbrida -una mezcla de estrategia militar combinada con acciones terroristas y manipulación informativa- de principios del presente siglo. 

Perejil fue calificado como un incidente provocador, absurdo, ridículo de Marruecos, y más cuando el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, durante el segundo mandato de José María Aznar, recurrió a la grandilocuencia casi literaria cuando informó a los grupos parlamentarios del conflicto, tras la «exitosa» operación «al alba con viento duro de levante». Conflicto solucionado tras una semana de crisis gracias principalmente a la mediación del entonces secretario de Estado estadounidense, el fallecido Colin Powell, quien confesó que los expertos geógrafos de su departamento tuvieron que recurrir a viejos mapas para identificar esa «estúpida roca», en palabras de su segundo, el subsecretario Richard Armitage. La nueva ministra de Exteriores, Ana de Palacio, aprovechó la buena química con Powell para que éste se implicara y se alineara con la tesis primigenia española de que ese territorio continuara deshabitado y sin la bandera de ninguno de los dos países. 

Ahora que en España Gobierno y oposición se intercambian a la desesperada golpes frente a la mirada atónita de la opinión pública, resulta un higiénico ejercicio de análisis histórico abordar otros asuntos como la crisis hispano-marroquí, que estalló el 11 de julio de 2002 y terminó una semana después, afortunadamente sin bajas. Aznar informó previamente al Parlamento de los planes para la recuperación de la isla. José Luis Rodríguez Zapatero, entonces secretario general del PSOE y que jamás pensaba que dos años después llegaría a la Moncloa, dio apoyo a la intervención. Juan Carlos I fue informado puntualmente del desarrollo de los acontecimientos por Aznar, pero no se le permitió mediar. Hay analistas que opinan que una mayor intervención diplomática del entonces Rey de España, que había tenido excelentes relaciones con Hasán II y ahora con su hijo Mohamed VI, habría servido para desactivar la tensión. 

El equilibrio de fuerzas era desproporcionado: media docena de gendarmes navales marroquíes, armados, pero confundidos, con una enseña de su país clavada entre los arbustos, frente a una flota de barcos, patrulleras y helicópteros españoles con la intervención directa de una veintena de miembros de las unidades especiales que descendieron como pudieron con cuerda entre los escarpados peñascos de una isla de 800 metros de superficie y apenas 200 de distancia de la costa septentrional marroquí.

«España, y el primer ministro Aznar nos han querido humillar», declaró entonces muy enfadado el ministro de Exteriores del reino alauí, Mohamed Benaisa, hoy fallecido, al igual que el primer ministro, Abderramán Yusufi. Ahora, 23 años más tarde, en un magnífico documental de tres capítulos dirigido por el periodista Tian Riba coproducido por Movistar Plus+ y El Terrat y con la participación de una larga lista de políticos, historiadores y periodistas de las dos partes, Aznar afirma que su Gobierno no pretendió humillar a Marruecos, sino lograr que Perejil volviera a su statu quo de territorio sin bandera. Rabat sostiene que el islote es de soberanía marroquí, al igual que las islas Chafarinas y los peñones de Alhucemas y Vélez de la Gomera.

Y naturalmente como último y gran objetivo está la ocupación de Ceuta y Melilla. Aznar, en el primer capítulo de la serie, habla de su segunda visita oficial a Rabat y su entrevista con el entonces rey Hasán II en abril de 1998. Ya entonces el monarca alauí le espetó al jefe del Gobierno español que Marruecos estaba preparado para declarar la guerra a España a fin de lograr la anexión de esas dos plazas ubicadas en el país vecino. Aznar explica en el documental que de ese tema no había nada que discutir, puesto que Ceuta y Melilla pertenecían a España y que esperaba que no se llegara a ningún conflicto militar entre dos naciones amigas. «En cualquier caso, le dije que ganaríamos esa guerra», concluye el ex primer ministro esbozando una de esas sonrisas enigmáticas tan suyas cerrando los ojos y moviendo las manos.

En el documental resulta muy interesante conocer de primera mano las reflexiones del dirigente del Partido Popular respecto al incidente de Perejil. El ex jefe del Gobierno conservador no tiene pelos en la lengua cuando opina que detrás de esa crisis estaba el entonces presidente francés, Jacques Chirac, quien no ocultaba en el Elíseo, sede de la presidencia de la república, o en las cumbres comunitarias europeas en Bruselas o en las de la OTAN su «elegante desprecio» al líder español pese a pertenecer a la misma familia política. Chirac se había posicionado en contra del proyecto de ocupación estadounidense de Irak y criticó meses más tarde el famoso encuentro en las Azores del presidente de EEUU, George W. Bush, el premier británico, Tony Blair, y el propio Aznar, el 15 de marzo de 2003.

En el funeral de Hasán en julio de 1999, el presidente de Francia confesó a Mohamed VI, hijo del fallecido y nuevo jefe de Estado, que personalmente debía mucho a su padre por haberle puesto en contacto con todos los líderes árabes y que le gustaría devolver con creces todo lo que aquel había hecho por él. Francia, aunque siempre respaldó la tesis de Naciones Unidas favorable a un referéndum sobre el Sáhara Occidental, se sumó el año pasado bajo la presidencia de Emmanuel Macron a la postura de EEUU favorable al plan de autonomía anunciado por Rabat. El Gobierno de Pedro Sánchez informó en 2022 al Parlamento que apoyaba el plan marroquí sobre la excolonia española en una decisión criticada por la oposición por no haber sido explicada claramente por el dirigente socialista.

La ocupación de Perejil fue una acción que vino directamente pergeñada por Mohamed VI y de la que no estaban informados previamente ni Yusufi ni Benaisa, primer ministro y ministro de Exteriores respectivamente, según queda claro de los testimonios recogidos por el autor del documental. Algunos analistas la interpretan como un gesto del actual monarca de provocar para así paliar su complejo de inferioridad respecto a su abuelo, artífice de la independencia del país norteafricano, y de su padre, quien logró la anexión del Sáhara tras la Marcha Verde y en plena agonía de Franco en 1975.

Del moro no hay que fiarse nunca, dijo una vez Manuel Azaña, presidente de la II República y antes ministro de la Guerra y luego primer ministro, respecto a Marruecos. En el documental Trillo, que parece deleitarse narrando con detalle la aventura -«tras conocer que la operación había terminado con éxito, decidimos desayunar huevos con chorizo y luego, los que éramos religiosos, ir a misa (es miembro del Opus Dei)»-, afirma que la recuperación del islote estuvo a punto de fracasar al alertar los servicios de inteligencia estadounidenses a sus homólogos marroquíes: «Lo siento, pero en los temas con Marruecos [los estadounidenses] nunca están en el fiel de la balanza”. Aznar, por su parte, asegura que la operación fue ampliamente preparada, pero confiesa ante la cámara que «le dije a mi mujer, que si fracasaba presentaría la dimisión»: «Ministro de Defensa, dé la orden a los jefes que la operación se realiza y diga a sus hombres que el jefe del Gobierno y los españoles confían en su Ejército. Que Dios les bendiga y vuelvan con el triunfo». Así lo evoca Trillo, actualmente miembro del Consejo de Estado, quien parece enorgullecerse en la serie de su papel de gran protagonista. Meses después tendría que lidiar con el peor borrón de su gestión como ministro: el desastre del Yak-42 en el que murieron más de 70 militares españoles y la precipitada recuperación de cadáveres cambiando su identidad.

Si algo concluye el incidente de Perejil es que Marruecos tiene la habilidad de explotar momentos de crisis política en España -¿el último podrá explotarlo?- para enunciar sus reivindicaciones históricas sobre Ceuta y Melilla. Lo de la diminuta isla pudo haber tenido graves consecuencias diplomáticas con consecuencias imprevisibles. Y de ahí que Estados Unidos, con presencia militar en las dos naciones, consideradas por igual estrechas aliadas, tuvo que desempolvar sus viejos mapas para identificar ese peñasco y poner orden. Hasta la próxima. Azaña fue muy explícito en su juicio.   

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