Vox se erige en partido de los «desesperados»: Abascal atrae a obreros, parados y jóvenes
La salida de los gobiernos con el PP, la riada y los incendios acercan al partido a las clases más populares

El presidente de VOX, Santiago Abascal, interviene durante un acto por el 1º de Mayo, en la Plaza de la Constitución, a 1 de mayo de 2025, en Fuenlabrada, Madrid (España). | Europa Press
Vox considera que la salida de los gobiernos autonómicos que compartía con el Partido Popular es uno de sus mayores aciertos estratégicos de los últimos años. Era una moneda al aire, pero que salió cara, sobre todo teniendo en cuenta el desgaste que hubiera supuesto para la formación de Santiago Abascal el haber tenido que gestionar catástrofes como la riada valenciana y los incendios. Desde fuera, han podido culpar al «bipartidismo corrupto» de PP y PSOE, con un discurso con el que se han acercado a los indignados con el sistema. Especialmente, obreros y jóvenes.
Lo que comenzó como un sueño, imitar el éxito de Marine Le Pen entre las clases populares, ya es una realidad: Vox lidera la intención de voto entre los desempleados, la mitad de los grupos de asalariados más humildes, y los que se consideran pobres. También es el partido preferido por los jóvenes, que lo toman como la única opción para canalizar su rebeldía. Fuentes cercanas a Abascal consideran que el acercamiento a los «desesperados» es «lógico porque son quienes más sufren las tensiones del sistema (sanidad, educación, vivienda, familia…), quienes más tienen que perder».
Paradójicamente, Vox está recabando el apoyo de los más rebotados con el sistema como hace una década lo hiciera Podemos canalizando el 15-M. Sin embargo, desde la formación conservadora evitan el paralelismo. «No sé si les llamaría indignados, porque eso evoca el 15-M, y no es lo mismo. Pienso que están más desesperados que indignados», expone una persona del entorno del presidente de Patriotas por Europa.
La ruptura con el PP
¿Pero cómo se ha llegado hasta aquí? El cruce del Rubicón comenzó con la ruptura con el PP. «Sí que pensábamos que nos pasaría factura, pero nos encontramos con que un porcentaje no menor de los españoles nos vio como lo que somos: un partido que antepone los principios al poder. Algo inédito», exponen desde Bambú. Desde entonces, el argumentario pergeñado en la sede ha disparado siempre contra el «bipartidismo» y las políticas de «populares y socialistas», uno y lo mismo en el discurso de Vox.
También hay que tener en cuenta que la salida de los gobiernos autonómicos evito que Vox sufriera el desgaste por la trágica riada que asoló el litoral valenciano el pasado mes de agosto, momento a partir del cual comenzó a subir en número de afiliados. Ahora, ha evitado quemarse por los incendios que se han cebado con Extremadura y Castilla y León, adoptando una postura férrea contra el «terrorismo climático» del «bipartidismo pirómano», en palabras del eurodiputado Jorge Buxadé, que subió aún más el diapasón.
Campo e inmigración
La disputa por la hegemonía del campo es clave en Vox, que, según el último barómetro del CIS, atraería al 27,5% de los trabajadores del ámbito rural, pesquero o forestal en las próximas elecciones generales, algo menos de dos puntos por debajo del PP. Es ya el último nicho para convertirse en el partido atrapalotodo de los «desesperados». El pasado 23 de julio de 2023 ya atrajo al 20% más pobre, que es el que convive con más extranjeros. Desde entonces, la apuesta por el tema migratorio ha sido total.
«Hay que mirarse en el espejo de Francia o los países nórdicos, donde se ha comprobado el fracaso de las políticas migratorias», confesaban hace más de un año fuentes de la dirección. Y precisamente, el triunfo entre las clases populares es uno de los ejes del éxito de Marine Le Pen, socia de Santiago Abascal en Patriotas por Europa.
El camino hasta llegar a este punto ha sido largo. Y tortuoso para Vox, que ha vivido muchos altibajos. Su momento más difícil se produjo tras los pasados comicios nacionales, tras los cuales Iván Espinosa de los Monteros abandonó la dirección, desatando críticas por la «fuga de los liberales». Un año después, llegó la salida de los gobiernos autonómicos, a partir de la cual Vox ha seguido creciendo en las encuestas, y las últimas lo ubican en torno a los 60 escaños, lo cual sería su récord parlamentario.
«Llevamos diez años diciendo lo mismo. Denunciando un Estado Autonómico fracasado, leyes ideológicas descabelladas, una desastrosa política de vivienda, falta de infraestructuras clave, una nación sumisa a unas agendas supranacionales que buscan el borrado de la identidad y, por encima de cualquier otra circunstancia, denunciando una inmigración caótica», consideran fuentes de Vox, que, sin embargo, creen que es ahora cuando «los españoles sí que perciben al fin que lo que nosotros decíamos».
Optimismo en Vox
«Igual que ven con sus ojos el impacto social de la inmigración masiva, ven que cada vez pagan más impuestos y la atención sanitaria y la educación no han mejorado, sino todo lo contrario, ya perciben que el sistema está tensionado al máximo», abundan estas mismas fuentes, que consideran que la llegada de Vox al Gobierno es, aunque admiten que a largo plazo. «inevitable»: «Llegará el día en que los españoles, muy hartos, nos darán esa oportunidad».
Todo esto ya lo verbalizan públicamente. El portavoz andaluz, Manuel Gavira, habló esta semana del partido «de los jóvenes, de los obreros, de los desempleados, de los parados, del campo, de la cultura, de las tradiciones españolas y de la seguridad». Si acaso alguien podría disputar a Vox este hartazgo es Alvise Pérez, pero en las filas de Santiago Abascal dan por amortizado el fenómeno Se Acabó la Fiesta, que en los últimos sondeos ni siquiera obtiene representación en el Congreso de los Diputados.