The Objective
Hastío y estío

El feminismo 'low-cost' de las ministras de Igualdad

«Este escándalo no es un accidente, es el síntoma de un ministerio hinchado, ideologizado hasta la náusea»

El feminismo ‘low-cost’ de las ministras de Igualdad

La exministra de Igualdad Irene Montero junto a la actual titular, Ana Redondo. | Europa Press

En el vasto catálogo de despropósitos que ha adornado la gestión del Ministerio de Igualdad, pocos alcanzan lo trágico de las pulseras telemáticas antimaltrato. Esas que, en teoría, deberían ser el escudo invisible contra los monstruos que acechan a las mujeres. Pero en la práctica, han resultado ser un chiste de mal gusto, un accesorio de AliExpress que falla más que el WiFi en Venezuela o Corea del Norte. Y todo por ahorrar unos euros en un ministerio que maneja veinte mil millones de presupuesto hasta 2025, según el pomposo anuncio gubernamental de hace tres años.

Irene Montero, la exministra de Igualdad que convirtió el feminismo en un espectáculo ideológico, decidió en 2023 cambiar el sistema de pulseras telemáticas por uno «mejorado». En el argot de Montero, eso significa más barato, más precario y, por supuesto, más propenso a fallos catastróficos. Las nuevas pulseras, adquiridas por un puñado de euros, desde 16 hasta 180, según el modelo que uno elija en la sección de «joyería electrónica» de AliExpress, reemplazaron a las anteriores, fabricadas por empresas serias con garantías de fiabilidad. ¿El motivo? Ahorrarle unos euros al Estado como si le importa a Irene Montero el derroche de dinero público.

Y no es un bulo, como han intentado vender Podemos esta semana. La eurodiputada ha salido al quite tildándolo de «fake news» machistas, asegurando que el cambio fue para «mejorar el sistema». Como si mejorar consistiera en pasar de un dispositivo GPS con alerta inmediata a un brazalete con más averías que los trenes de Puente. El resultado: miles de maltratadores portando una chatarra que no detecta aproximaciones, no envía alertas y, en el peor de los casos, deja a las víctimas a merced de sus verdugos. No solo se perdieron datos sensibles de los agresores, sino que se les equipó con herramientas defectuosas que pusieron en riesgo a miles de mujeres.

En diciembre de 2024, una mujer de 30 años fue asesinada en una localidad andaluza por su expareja. Él llevaba la pulsera, la orden de alejamiento en vigor, todo el protocolo activado. Pero no saltó la alarma del dispositivo. No detectó que el hombre se acercaba a menos de 200 metros. Simplemente… falló. La familia de la víctima lo ha denunciado. Un asesinato evitable que ha encendido las alarmas, que irónicamente no funcionaron cuando debían hacerlo, y ha llevado al PP a elevar el caso a la Comisión Europea, bautizándolo como el «segundo sí es sí»: otra andanza de Montero que libera a los maltratadores más que protege a las víctimas.

Pero el escándalo no se detiene en el pasado. Aquí entra Ana Redondo, la actual ministra de Igualdad, esa vallisoletana doctora en Derecho Constitucional que Sánchez rescató de la alcaldía local para capear el temporal post-Montero. Redondo, que asumió el cargo en noviembre de 2023, ha mantenido el sistema de pulseras low-cost sin pestañear. Ni una auditoría, ni un cambio de proveedor, ni un ápice de autocrítica. En su comparecencia de esta semana en el Congreso, se limitó a balbucear sobre «avances en la red de apoyo» mientras esquivaba las preguntas directas sobre las pulseras de mercadillo.

Pero vayamos al fondo de la cuestión. Este escándalo no es un accidente, es el síntoma de un ministerio hinchado, ideologizado hasta la náusea, donde la forma prima sobre el fondo. Montero lo creó como un feudo personal, un espacio para su guerra cultural contra el «fascismo machista». Redondo lo hereda y lo perpetúa, quizás por lealtad a Sánchez o por miedo a tocar algo sagrado para el electorado woke. Y mientras, las mujeres pagan el precio: no con impuestos, sino con su sangre. Una mujer asesinada el pasado diciembre, fallos sistemáticos detectados en auditorías internas que nadie quiso publicar, datos perdidos de maltratadores que ahora andan sueltos con su pulsera de pacotilla.

¿Solución? Dimisiones ya. Un cambio radical de proveedores, con contratos transparentes y avalados por las leyes españolas y europeas. Y, sobre todo, un ministerio que entienda que el feminismo no se mide en presupuestos millonarios, sino en vidas salvadas. Porque si con veinte mil millones no pueden comprar pulseras que funcionen, ¿para qué demonios sirven ustedes? En el Gobierno más feminista de la historia, como repetía Montero, la igualdad parece ser solo para los que no mueren por ella. Qué gran ahorro, señoras ministras. Qué gran tragedia.

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