Verdad frente a relato: desmontando los mitos de la izquierda
Huemer revisa el legado del mayo del 68 y muestra cómo los datos desmienten muchas de las creencias del wokismo

Ilustración de Alejandra Svriz.
Se habla mucho últimamente de la intensa polarización que sufre la sociedad occidental desde hace años, una tensión que se ha intensificado en los últimos meses. El asesinato de Charlie Kirk ha reabierto todavía más, si cabe, el debate. De un lado están sus seguidores, que sostienen que la propaganda de la izquierda descontextualizaba sus discursos hasta hacerlos parecer lo que no eran. Del otro, quienes no han ocultado su satisfacción ante su muerte.
Uno puede estar más o menos de acuerdo con las ideas de Kirk, pero lo indiscutible es que siempre mostró disposición al diálogo y defendió sus argumentos con datos, sin insultos. Y ahí está la clave: el dato, el famoso «dato mata relato», frente a las narrativas ideológicas que rehúyen la verificación.
El libro de Michael Huemer
Michael Huemer, filósofo estadounidense (1968), profesor de Ética, Epistemología y Filosofía Política en la Universidad de Colorado, acaba de publicar en Ediciones Deusto Mitos progres. Un ensayo riguroso en el que examina, con datos en la mano, muchos de los mitos sostenidos por la izquierda en las últimas décadas.
El autor admite que también existen mitos en la derecha, pero subraya que los de la izquierda han tenido una influencia mucho mayor en la configuración cultural y política de las últimas generaciones. Hasta el punto de que han alimentado el fenómeno del wokismo, que se presenta como moralmente superior, pero se derrumba en cuanto se le aplican datos estadísticos y evidencia empírica.
Una ideología que viajó de EEUU a Europa
Aunque el contexto es estadounidense, el libro resulta altamente interesante por la enorme influencia cultural que ese país ejerce sobre Occidente. No es casualidad que las ideas woke hayan aterrizado con fuerza en Europa.
Con una estructura clara y directa, Huemer aborda mitos de carácter racial, feminista, de género, económicos y científicos. En cada caso sigue el mismo esquema: identifica el mito, recoge frases de personajes célebres que lo expandieron, expone ejemplos concretos y lo desmonta con datos.
Un ejemplo de su estilo es cuando analiza cómo la estadística, ciencia exacta, puede ofrecer resultados que parecen absurdos, pero ilustran su precisión. Como cuando se dice que en España las mujeres tienen 1,3 hijos por cada una: algo materialmente imposible, pero matemáticamente exacto.
El contexto histórico: del 68 al wokismo
El autor traza un paralelismo cada vez más compartido: el movimiento woke es la consecuencia natural de lo que comenzó en los años sesenta y explotó en mayo del 68. Reconoce, como es obvio, que en aquella época el racismo en Estados Unidos era una realidad avalada por leyes injustas, como la prohibición de matrimonios mixtos o la segregación en espacios públicos. Pero también señala cómo un pensamiento crítico inicialmente justo y necesario derivó, con el paso de las décadas, en una ideología dogmática.
Tras la guerra de Vietnam, la universidad de Berkeley fue epicentro de esa efervescencia: jóvenes blancos, varones y de clase media-alta sentían que la sociedad debía resarcir a los negros por siglos de injusticia. Aquel espíritu se extendió a Alemania, Nanterre y finalmente a la Sorbona, en París.
El historiador Pablo Pérez lo resume en De mayo del 68 a la cultura woke (dBolsillo): «La revolución de aquellos años es la más importante para Occidente porque afectó a la generación joven más numerosa en un momento de prosperidad, paz e influencia internacional sin parangón». Aquel pensamiento, asumido por la generación más numerosa de la historia moderna, educó a quienes luego ocuparon espacios clave en el poder cultural, académico y político. La resistencia desde los núcleos conservadores y religiosos resultó escasa.
Ciencia frente a opinión
Uno de los pasajes más llamativos del libro es la autocrítica del propio Huemer y del ámbito universitario. Señala que el profesorado de ciencias está obligado a publicar con datos empíricos, lo que les da una visión más ajustada de la realidad. Mientras tanto, los académicos de humanidades, menos constreñidos por criterios objetivos, tienden a dejarse llevar por opiniones, a menudo distorsionando hechos para encajarlos en un marco ideológico.
El prólogo de Mitos progres, escrito por el psiquiatra Pablo Malo (Los peligros de la moral), incide en esta idea. Malo advierte del riesgo de que la izquierda se arrogue una supuesta superioridad intelectual y moral, situándose como defensora de la ciencia mientras actúa como una iglesia dogmática.
«Si antes la Iglesia llamaba hereje al que no creía en Dios, hoy el que discrepa de la izquierda es tachado de facha, cancelado y acusado de difundir odio». Este clima ha alimentado la polarización hasta niveles extremos, facilitando, por ejemplo, la llegada al poder de Donald Trump.
Black Lives Matter: mito y propaganda
Uno de los capítulos más potentes se dedica a Black Lives Matter. Huemer recuerda que el movimiento surgió en 2013 tras la muerte de Trayvon Martin, abatido por George Zimmerman, un vigilante de origen hispano. Zimmerman fue acusado y absuelto en juicio, lo que desató la indignación que dio origen a la organización. Barack Obama, entonces presidente, pronunció una frase icónica: «Cuando asesinaron a Trayvon Martin pensé que bien podría haber sido mi hijo».
Huemer subraya cómo ese tipo de afirmaciones, amplificadas por líderes y medios, consolidaron un relato que no se sostenía al contrastarlo con los datos. Por ejemplo, en 2019 la policía mató a 286 personas negras, de las cuales 36 estaban desarmadas. Ese mismo año murieron 54 personas blancas desarmadas. Todo ello en un país de 330 millones de habitantes, de los que 47 millones son negros.
El autor contextualiza además el uso de la fuerza en EEUU, donde portar armas es un derecho constitucional y la policía actúa bajo una cultura de show force. En contraste, en países como España el énfasis está en la mediación y las armas de fuego son el último recurso.
Los demás mitos
Los mitos de género, feministas, económicos y científicos siguen la misma estructura en el libro. Huemer no sostiene que todo lo que diga la izquierda sea falso, pero sí que su actual sistema de creencias parte de diagnósticos profundamente equivocados que perjudican a la sociedad. El autor insiste en que no se puede avanzar con exageraciones ni relatos engañosos. La verdad importa, incluso cuando incomoda.
Conclusión: el valor de cambiar de ideas
El mensaje final de Mitos progres es claro: hace falta un trabajo interior profundo para abandonar creencias que nos son queridas cuando los datos demuestran que estamos equivocados. Pero no todo el mundo tiene el tiempo, la formación o la disposición para hacerlo. Cambiar de ideología puede sentirse como traicionar al «equipo de toda la vida». Pero sin ese ejercicio de honestidad intelectual, los mitos seguirán guiando políticas y culturas, poniendo en riesgo la estabilidad de las sociedades occidentales.